Un recorrido por las calles del país atravesado por una historia política única en Latinoamérica. Los cubanos lo saben, y así lo manifiestan.
Domingo 25 de septiembre de 2016 00:05
Al salir del aeropuerto José Martí, situado en Rancho Boyeros, a 18km de la Habana, se respira un aire cálido y se vislumbran decenas de autos soviéticos que hacen las veces de taxi. Un Lada color bordó circula por la carretera repleta de carteles que señalan el bloqueo económico impulsado por Estados Unidos como “el genocidio más largo de la historia”, frase que acompaña a otras pintadas callejeras junto a la imagen del Che Guevara o de Camilo Cienfuegos: “La revolución es invencible”, “Viva Cuba Libre”, “Fieles a nuestra historia”.
A los habaneros les gusta jugar al Dominó. Basta con caminar un par de cuadras para encontrarse sobre la vereda a un grupo de amigos jugando apasionadamente. Es común que si las fichas no dan el resultado esperado se creen discusiones eternas, se enojen, griten y rían como sucede en Argentina con un picadito de fútbol en un barrio cualquiera. La ciudad cuenta con una amplia planta de salas de cine, teatros y galerías. Y hacia el norte es abrigada por siete kilómetros de Malecón que hasta altas horas de la madrugada es testigo de besos, guitarreadas y borracheras.
La Habana Vieja es la parte más antigua de la capital cubana. La arquitectura colonial -a costa de la intervención de la corona española en la isla - se mezcla con las imponentes fachadas neoclásicas construidas a lo largo del siglo XIX. Por sus alrededores se localiza el Capitolio, el Gran Teatro de La Habana, la calle Obispo repleta de bares y ferias, plazas, gran cantidad de hoteles y museos. Con respecto a estos últimos sin duda el más completo es el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), inaugurado en 1913, contiene más de 45 mil expresiones artísticas que abarcan desde pinturas, esculturas y fotografías hasta dibujos, grabados y arte precolombino, y si se tiene paciencia, ya que recorrer el museo puede llevar alrededor de cinco horas, se pueden descubrir obras de Picasso, Miró, Duchamp y Andy Warhol, entre otras.
En el centro de la Habana, sobre la avenida 23, hay decenas de bares y cafés que vale la pena conocer. Uno de ellos es el salón de jazz La zorra y el cuervo, con una entrada que llama la atención: se ingresa por una antigua cabina telefónica inglesa, allí todas las noches un grupo del estilo muestra lo que sabe, y es una buena alternativa a la salsa, ritmo que día a día hace bailar a los cubanos -y a quienes no lo son-. Y si de salsa se trata, es imperioso visitar La Casa de la Música, ubicada en la calle Galiano, entre Neptuno y Concordia.
Las librerías son otro universo por revelar. La literatura, los textos filosóficos y políticos pueden exhibirse a un menor precio en los pequeños puestos que abundan en las plazas o también en los comercios destinados a ellos: “El diario del Che en Bolivia”; “La historia me absolverá” (alegato de autodefensa de Fidel Castro ante el juicio que se le realizó en 1953 por el asalto al cuartel Moncada); “Cien años de Soledad”, de Gabriel García Márquez; o “Por quien doblan las campanas”, de Ernest Hemingway, ambos escritores que desde un principió reivindicaron la revolución, son algunos de los libros que suelen encontrarse. No obstante, y a pesar de haber gran cantidad de librerías, difícilmente logre hallarse un autor o libro que sea crítico del gobierno.
En este marco, los únicos medios masivos a los que accede el pueblo cubano son el Granma, publicación diaria del Partido Comunista Cubano (PCC) y la señal Telesur. Cuando los cubanos se detienen a conversar en las calles, linda práctica que caracteriza a los habitantes de la isla, como si tuviesen una percepción natural en adivinar la nacionalidad de los turistas, se acercan y preguntan: “¿Hermano, cómo anda todo por tu país?” ¿Es verdad que Macri es un desastre?” “¿Vuelve Cristina?”. Poco se sabe que el kirchnerismo, al igual que el macrismo, ha devaluado y pagado millones de dólares a los fondos buitre, o reprimido a la clase trabajadora y espiado a las organizaciones políticas y de derechos humanos con el Proyecto X, sólo por dar algunos ejemplos.
La revolución cubana sin duda es un tema de debate cotidiano. En los bares, en las calles y en las casas de familia la discusión política se encuentra en primer plano. Y las opiniones están polarizadas: “Esto es una dictadura”, dice un joven mientras espera detener a un taxi. Y agrega: “Ustedes allá tienen celulares, pueden viajar, comprarse cosas”. En otro plano, Mario, viejo militante del Partido Comunista e hijo de un campesino que combatió en el Ejército Rebelde junto a Guevara en la columna 8 Ciro Redondo señala: “Castro y el Che liberaron al pueblo de los yanquis, de la dictadura de Fulgencio Batista. Sin la revolución no hubiésemos logrado estar libre de analfabetismo, ni tampoco garantizar salud, vivienda y educación para todos los cubanos”. Y dice desde su lugar de militante orgánico: “Cualquier partido que no sea el PC es contrarrevolucionario, y por lo tanto no tiene razón de ser”.
Y se cumple, los partidos políticos no existen a excepción del PCC. El Estado obrero que surgió al calor de la revolución no se encontraba -ni se encuentra- basado en consejos de obreros y campesinos, sino que fue el ejército guerrillero el que se apropió del poder político y estableció un régimen que reprodujo una estructura verticalista, es decir un Estado obrero burocráticamente deformado (Cabe recordar que el PCC surgió de la fusión de un ala mayoritaria del Movimiento 26 de Julio con el viejo Partido Comunista que había colaborado con la dictadura de Batista, y progresivamente fue adoptando la política de la burocracia stalinista de la Unión Soviética, imponiendo un régimen de partido único).
En la misma línea los sindicatos están absorbidos por el PCC. La intervención en la práctica política por parte de los trabajadores es inexistente (De hecho cuando Barack Obama fue de “visita” en marzo, con el objetivo de dar pasos firmes para restaurar el capitalismo en la isla, no hubo una sola acción de repudio por su llegada).
“La participación política del pueblo cubano se limita a tener delegados barriales”, señala Aleida, quien vive en el barrio obrero de Alamar. Y agrega: “Ellos informan sobre las problemáticas del vecindario que se divide por manzanas y estas manzanas tienen un delegado que una vez por semana debiera llamar a una asamblea para discutir los problemas sociales. En la práctica esto no ocurre ya sea por desgaste de estos organismos, por desinterés o porque se han dejado de impulsar como organismos resolutivos.
Las personas pueden dejar notas en la casa del delegado que debe estar identificada públicamente. Esos delegados participan de instancias de discusión pero luego esas discusiones no son trasladadas en asamblea, lo cierto es que la resolución es tomada por el delegado”.
Ron sí, marihuana no
“Los que fuman marihuana están enfermos”, dice Raúl, periodista y conductor radial, mientras extrae de su bolsillo una petaca de ron, bebe un trago y lo comparte con entusiasmo. En Cuba que te agarren con un porro no es chiste. La pena puede oscilar entre los cuatro y diez años de cárcel. Las políticas del gobierno de Castro contra el consumidor de drogas son la de la persecución y el castigo. Tropezar en la playa con alguien fumándose uno, es complicado, casi como encontrar una aguja en un pajar.
Claro que en Argentina también el consumo de drogas es penado por la ley –burguesa-, pero a diferencia de Cuba, el Estado capitalista se enriquece con el narcotráfico, entonces el consumo es más flexible que en la isla y la persecución se da especialmente sobre la clase trabajadora y los sectores empobrecidos.
Las conquistas de la revolución cubana
En 1965 Cuba fue el primer país de América Latina en legalizar el aborto (en 1973 se sumó Puerto Rico y en 2012 Uruguay). Actualmente toda mujer mayor de 14 años puede acceder de forma libre, segura y gratuita a cualquier hospital para practicarse un aborto. Además estas políticas se encuentran acompañadas del Programa Nacional de Educación Sexual que tiene cobertura en toda la isla.
Es en este marco que a partir de la estatización de su sistema de salud, Cuba logró extender la atención gratuita a todas las categorías de la población y ha obtenido muy buenos resultados. Sin ir más lejos es el país con menor tasa de mortalidad infantil en todo el continente -4,2 por mil según la OMS- y el tercero con promedio de vida más alto: 79 años.
A fines de 1961, apenas tres años después de la revolución que tiró por la borda a la dictadura de Batista, el gobierno declaró a Cuba libre de analfabetismo. En la actualidad son millones de cubanos los que se ven favorecidos por el acceso a la educación gratuita. Por otra parte, la vivienda está garantizada para una población que supera los 11 millones de habitantes. Aunque no todos gozan de las mismas comodidades: los altos funcionarios estatales y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) mantienen privilegios a los que no accede la población, viven en barrios exclusivos, son beneficiados con acceso a complejos turísticos y a precios subsidiados en diversos productos: electrodomésticos, computadoras y automóviles.
Por otra parte, quienes tienen la oportunidad de trabajar con el turismo logran vivir mejor: las casas ornamentales del barrio de El Vedado -centro político de La Habana- donde abundan los hogares de familia que cuentan con “legalidad” para hospedar turistas, son una muestra de ello. Cabe señalar que en estos últimos años comenzó a desarrollarse lo que el gobierno llama “cuentapropistas” que no es otra cosa que los primeros indicios de la propiedad privada: dueños de restaurantes, bares y hoteles que obtienen importantes ganancias fundadas especialmente por el boom del turismo, un sector que sin duda vio con buenos ojos la llegada de Obama a principios de año.
Trinidad, Santa Clara y otras delicias
De la Habana a Trinidad son unas seis horas de viaje, primero por la autopista nacional y luego a través de la carretera de Manicaragua. La mayoría opta por tomar el bus Vía Azul que cuesta 25 dólares por persona. El paisaje abunda en verde y el calor del sol es un acompañante fiel. Una vez en Trinidad el cielo parece estar más cerca, caminar por sus empedradas calles es como encontrarse perdido entre las páginas de la novela “La loma del Ángel” de Cirilo Villaverde, ambientada en el siglo XIX y principal exponente de la literatura cubana.
Los cuerpos danzan al compás de la salsa sobre las escalinatas de la música y el ron se vende como pan caliente. Vale la pena adentrarse en alguno de los bodegones típicos de la ciudad, y abarrotarse de un buen plato de camarones fritos y cerveza fresca.
Por la mañana nada mejor que recorrer la playa, una de las más lindas de la isla, y es imposible no observar a los pelícanos que se arrojan en picada hacia el mar para atrapar peces que se pierden para siempre en su enorme pico que con total impunidad los traga de un bocado.
“Esta es la ciudad del Che”
Así dicen sus habitantes para referirse a Santa Clara. Y no es sólo su imponente mausoleo ubicado en la Plaza de la Revolución, también lo expresan sus calles con carteles por doquier, graffitis y las historias que se deslizan acerca de la heroica batalla que tuvo como protagonista al tren blindado enviado por Batista como un último intento de contener al Ejército Rebelde –aquel 29 de diciembre de 1958, la 8° columna Ciro Redondo dirigida por el Che, logró apropiarse del tren y de todo su armamento, dejando heridas de muerte a las tropas enemigas, y logrando controlar una sitio estratégico para el triunfo militar contra la dictadura-.
No pasa un día en que en medio de una caminata no se escuche de fondo la canción compuesta en 1965 por el canta autor cubano Carlos Puebla: Hasta siempre Comandante. El castrismo ha hecho de la figura de Guevara una especie de líder invencible que tenía la solución para todo. Es parte de la política de los personalismos que también caracterizó al stalinismo en la URSS. No obstante, y más allá de la influencia indiscutible del Che durante el proceso revolucionario, éste hubiese sido imposible de llevar adelante sin la lucha del pueblo trabajador cubano que estaba asqueado de la dictadura.
A casi sesenta años de la revolución, Cuba se ha convertido en una experiencia a la que se debe regresar permanentemente, la historia política que la atraviesa es única en Latinoamérica, sus calles dan cuenta de ello, los cubanos lo saben, y así lo manifiestan.
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