Los dichos del presidente sobre la riqueza oculta en el cerro de La Rioja despertaron bronca entre las asambleas que defienden el agua. La propuesta de cultivar cáñamo en la zona y la opinión de Martín Armada de la Revista THC, especializada en esta planta llena de usos y beneficios.
Valeria Foglia @valeriafgl
Viernes 29 de enero de 2021 18:41
Facebook de la Asamblea El Retamo Nonogasta
La semana pasada Alberto Fernández eligió Chilecito, en La Rioja, para encabezar la reunión de gabinete federal. Allí hizo declaraciones que dispararon la alarma de la comunidad: “En Chilecito se fundó la primera sucursal del Banco Nación, porque el Famatina traía la plata que hacía rica a la Argentina, y esa riqueza está acá, en el norte argentino”.
La Asamblea El Retamo de Nonogasta repudió los dichos de Fernández a través de una carta abierta: “Quizá sea necesario recordarle que, desde hace más de 15 años, esta y otras asambleas y organizaciones de la ciudadanía de la provincia de La Rioja expulsaron a cuatro empresas megamineras extranjeras dispuestas a explotar y contaminar nuestros bienes comunes”. Le presentaron a Luis Basterra, ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, un plan agroecológico alternativo para el cultivo de cáñamo (Cannabis sativa L.) a los pies del cerro. El proyecto socioambiental Nonogasta ya fue ingresado en el Concejo Deliberante de Chilecito en noviembre, así como en la cartera ambiental que conduce Juan Cabandié.
Con la megaminería siempre se trata del agua, en especial en provincias con riesgo y hasta emergencia hídrica. El Retamo relata cómo este bien suele escasear en los barrios de Chilecito. En una localidad, Nonogasta, hace décadas el agua y el aire están expuestos a la contaminación por cromo de la curtiembre Curtume CBR (propiedad de la familia Yoma hasta el 2005). Consideran que su proyecto de cultivo de cáñamo, materia prima sin efectos psicoactivos, podría aumentar exportaciones, generar hasta dos mil puestos de trabajo y disparar el comercio interno a través de sus derivados, entre los que se cuentan fibras, forraje, material de construcción, bioplásticos, entre otros.
“Este emprendimiento tranquilamente podría reemplazar la nefasta explotación megaminera, de largamente comprobada contaminación, además de grandes consumos de agua y poca generación de puestos de trabajo”, explican en la carta, donde comparan el saqueo de los minerales de las explotaciones multinacionales actuales con la época de la colonización española.
El discurso “verde” que a veces saca a relucir el mandatario lo pone en aprietos con comunidades que enfrentan las consecuencias de la política extractivista que su Gobierno impulsa, en este caso a través del Plan Estratégico de Desarrollo Minero, con el que apuntan a avanzar en Chubut, Mendoza, Catamarca y otras provincias ricas en minerales. El Retamo denuncia un modelo que beneficia a unos pocos mientras pone en peligro al mundo e insta al presidente a “recapacitar” en función de sus palabras: “Muchas veces lo escuchamos a usted repetir en los medios que el coronavirus llegó para cambiar el paradigma de explotación de los ‘recursos naturales’, tratar de producir, industrializar y acumular de un modo que no afecte nuestro medio ambiente”.
Desde El Retamo advierten que la población nunca dará licencia social para una actividad que destruye sus bienes comunes y repiten que “El Famatina no se toca”, un lema histórico contra la ofensiva megaminera en la provincia, avalada desde el Estado en interés de las multinacionales. “El agua vale mucho más que el oro”, insisten, que es precisamente lo que interesó históricamente a multinacionales en el cerro General Belgrano, nombre oficial del Nevado de Famatina (o La Mejicana).
La megaminería no es el único obstáculo a sortear: la comunidad de Nonogasta ha sido castigada por la curtiembre que desde hace treinta años vuelca sus desechos industriales y contamina aire y agua. Con su proyecto aspiran a darles una salida a sus trabajadores en el nuevo emprendimiento de cáñamo industrial.
Dentro del proyecto socioambiental Nonogasta se prevén plantas de segregación de residuos sólidos orgánicos, de biodigestión mediante hidrólisis (para generar biogás y fertilizantes orgánicos en poco tiempo) y un programa de innovación agroecológica que incluye el cultivo de cáñamo o cannabis industrial.
“El cáñamo no se puede fumar”, aclaró el ingeniero ambiental Gustavo Álvarez
, miembro de El Retamo, en su discurso ante el Concejo Deliberante. La describió como una especie vegetal que puede ayudar a combatir la crisis climática y a mitigar pasivos ambientales. “Puede purificar suelos con altos contenidos de metales pesados, restos de agroquímicos… Lo mismo con el agua y el aire, por la gran capacidad de absorción de dióxido de carbono de la atmósfera”, explicó.
Cannabis no es mala palabra
Martín Armada es editor general de la revista THC. Consultado por La Izquierda Diario, refiere todos los posibles usos del cáñamo, no solo los textiles y alimenticios, más conocidos, sino también aquellos que lo sitúan a la vanguardia en el combate de la emergencia climática: "Ya se han desarrollado bioplásticos que pueden reemplazar los plásticos elaborados a partir de combustibles fósiles".
Según Armada, la plantación intensiva de cáñamo no genera ningún perjuicio ambiental. Por el contrario, "puede usarse para llevar adelante procesos de fitorremediación", dice, y explica que esto sucede "cuando se utilizan metabolismos vegetales y los microorganismos asociados para, entre otros procesos, degradar contaminantes orgánicos e inorgánicos tanto en el suelo como en el agua y el aire".
Como ejemplo menciona la experiencia de los granjeros de la región italiana de Taranto en 2014, cuando empezaron a plantar cáñamo para remediar la contaminación por dioxinas que provocó la que era la planta siderúrgica más grande de Europa y hoy forma parte de un proyecto comunitario modelo. Y más aún: Armada menciona que la plantación de cáñamo ayudaría a recomponer nuestros suelos devastados por monocultivos transgénicos como la soja.
Armada ve un enorme potencial en la planta: "Puede permitir el crecimiento de economías regionales, más si se tiene en cuenta que no se trata solo de plantar, cortar y exportar". La pelea para que el cáñamo se transforme en cultivo estratégico no es nueva, cuenta el periodista especializado, y la dan desde profesionales de la agronomía hasta organizaciones civiles.
Aunque el proyecto surgido en La Rioja es el primero de esta índole, Armada se entusiasma con la posibilidad de un "nuevo paradigma". Menciona que el estado parlamentario del proyecto de la diputada Mara Brawer (Frente de Todos) para regular el cáñamo coloca al país en mejores condiciones para debatir un cambio.
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Fue en octubre pasado cuando Brawer presentó en el Congreso una iniciativa para el "desarrollo productivo del cáñamo, cáñamo industrial y/u hortícola" y derivados, que no contegan más del 1 % de concentración del componente químico delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), es decir, el elemento psicoactivo del cannabis. Su proyecto de ley, que dice tener respaldo de la cartera agraria, menciona que Manuel Belgrano fue el primero en intentar la promoción de la industria cañamera en el país por su “enorme potencial económico”.
"Es clave que el cannabis en su conjunto empiece a verse como lo que es: una planta que puede mejorar la calidad de vida de las personas en múltiples sentidos", apunta Armada, describiendo usos medicinales, uso adulto y "las alternativas de desarrollo que puede generar tanto la industria cañamera como una regulación integral del cannabis".
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Para Armada es vital que se avance quitando de en medio falsas dicotomías entre cannabis industrial vs. cannabis psicoactivo, cannabis medicinal vs. cannabis "recreativo", mercado interno vs. autocultivo. "Esas tensiones son culturales y políticas, no hacen a la materia real del paso que tenemos que dar como sociedad", opina, al tiempo que pide "trabajar para que la salida de la prohibición sea justa y democrática".
Es en la Cámara de Diputados también donde el Frente de Izquierda presentó varias veces a través de Nicolás del Caño y Myriam Bregman la iniciativa para la regulación integral del cannabis, al tiempo que exigen una amnistía para todos aquellos presos o encausados por cultivar.
Ante la pregunta de si avizora un vínculo más fuerte entre la planta de cannabis y las luchas socioambientales, como muestra el ejemplo de Chilecito, Armada no duda: "El cannabis puede ayudarnos a entender que el planeta no es una mercancía". Desde su óptica, el cannabis da luz verde para discutir aspectos estructurales: desde el tipo y los modos de producción "hasta la noción misma de acceso a la salud y el derecho a tomar decisiones sobre nuestros modos de vida".