Las corporaciones mediáticas volvieron a montarse sobre el fenómeno #NiUnaMenos, mientras siguen retroalimentando la maquinaria simbólica que justifica todas las violencias contra las mujeres.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Jueves 20 de octubre de 2016
Las mujeres en lucha contra todas las formas de violencia y el machismo, instalaron una consigna clara: “#NiUnaMenos. Vivas nos queremos”. Las cifras espeluznantes que dan cuenta de una violencia que no cesa, más la combatividad de las mujeres que no abandonan la calle por su pelea, se conjugaron y lograron conmover a amplios sectores de la sociedad. La dinámica masiva y ascendente del fenómeno se expresó en la movilización de cientos de miles en todo el país el día de ayer.
Esta pelea logró instaurar un nuevo clima en el que nada es tolerado igual que antes: ni un chiste, ni una escena de una telenovela, ni las declaraciones de un artista, ni la foto de una modelo, ni el abordaje mediático de la problemática. Nada de esto es visto con los mismos ojos legitimadores de la violencia que antes.
Las mujeres empiezan a cuestionar todo y a pasar facturas, tal como le sucedió a Gustavo Cordera, quien pagó un alto costo por no haber podido filtrar siquiera mínimamente su verborragia misógina. Ante este fenómeno, el arco de figuras, organizaciones e instituciones que se hicieron eco es amplísimo. Tan amplio, que no se quedaron atrás ciertos actores que posaron para la foto con el cartel de #NiUnaMenos, en una actitud de cinismo total: como los funcionarios que vacían de presupuesto los programas contra la violencia, como la Iglesia misógina y patriarcal, como las empresas de medios de comunicación.
Recalculando
Precisamente, uno de los elementos que la pelea de las mujeres ha puesto en cuestión, es el contenido de los medios hegemónicos de comunicación. La realidad es que cubrir el caso atroz del femicidio de Lucía Pérez de la misma forma en que se cubrió en 2014 el femicidio de Melina Romero, sería una especie de suicidio mediático-empresarial.
Recordemos: Melina era “una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”, según tituló Clarín. Hoy, apelando a estrategias de demagogia informativa, los medios cuidan su incontenible tendencia a la revictimización de las mujeres asesinadas y violadas. Sin embargo, no dejan de caer en ciertos argumentos justificatorios de la cultura de la violación y del machismo femicida. Entonces Lucía Pérez no es presentada como un caso perdido que se merecía lo que le sucedió, sin embargo, ni bien trascendió su femicidio los medios pusieron el ojo en que subió a una camioneta con dos hombres, que supuestamente mintió a sus padres y consumía drogas.
Pero los grandes medios de comunicación masiva como TN, Telefe, Clarín, La Nación, C5N o América son responsables no solo de justificar la violencia femicida, sino que son maquinarias reproductoras y generadoras de contenidos que profundizan, todos los días y a toda hora, todas las otras formas de violencia que martillan la cabeza de televidentes, oyentes y lectores. La violencia simbólica y cultural que pone a las mujeres como objetos dispuestos para la mirada y el placer de los hombres, encuentra su templo en los estudios donde Tinelli graba sus programas desde hace décadas. Muchos periodistas se escandalizan porque las mujeres salen en tetas a la calle a protestar porque las violentan, las maltratan y las matan. Pero no se escuchan voces condenatorias de esos mismos periodistas cuando las mujeres son, con otras formas, también violentadas y maltratadas en el Bailando, en las tapas de revistas y hasta en contratapas de suplementos deportivos.
Las quieren tristes y calladas
De hecho, los medios de comunicación son grandes impulsores del estereotipo de la mujer víctima, indefensa. Gran difusión encontró la convocatoria del Miércoles Negro, de mujeres enlutadas en señal de tristeza por sus congéneres muertas. Sin embargo, las decenas de miles de mujeres que se congregaron en Rosario, para realizar el XXXI° Encuentro Nacional de Mujeres, fueron totalmente invisibilizadas por esas mismas empresas periodísticas. Las mujeres que se cubren con los colores de sus banderas, que se organizan, debaten, movilizan y pintan una ciudad, son invisibilizadas o señaladas como violentas e irracionales.
La cobertura de la movilización de ayer expresa el oportunismo de las patronales de los medios que se acomodan ante el nuevo clima y se suben al fenómeno, mientras socavan sus bases a diario desde pantallas, parlantes y páginas. Qué diferente sería si sus trabajadores, que genuinamente se sumaron al paro y expresaron su adhesión al #NiUnaMenos, tuvieran la posibilidad de decidir cómo contar la historia de la lucha de las mujeres a través de esas mismas pantallas, páginas y parlantes.