En Mendoza empieza la vendimia y este año volverá a tener dos “atractivos”: las fiestas y las protestas. Los autoconvocados vitivinícolas siguen de pie. El proyecto Intercosecha del Frente de Izquierda y la pelea por organizar a los explotados del campo. Quinta crónica desde los “caminos del vino”.
El miércoles 14 de diciembre de 2022 el centro porteño estaba caluroso, pero Ana Maya sintió que igual estaba mucho mejor que caminar el viñedo bajo el sol. Había dejado los borcegos y la camisa de trabajo y se puso la blusa verde agua que tanto le gusta. No cualquier día viajaba a Buenos Aires y menos al Congreso Nacional. Al llegar saludó a hombres y mujeres que también habían llegado desde lejos para encontrarse ahí. No se conocían, pero a medida que fueron hablando se dieron cuenta de que sus vidas se parecían mucho.
—La situación de los cosecheros del limón, el azúcar, el ajo, la uva, de todas las provincias, que han contado cómo trabajan, es muy injusta. Por eso estoy convencida que nuestro proyecto va a beneficiar a miles. Y digo nuestro porque yo me siento parte. Pero no hay lucha sin luchadores. Tenemos que salir a reclamar, porque este país lo movemos nosotros y nosotras, tenemos que unir nuestras fuerzas.
Ana sonrió ante los aplausos. Levantó el puño y volvió con sus nuevos compañeros de ruta.
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“Nos estamos poniendo de pie”
Cuando terminaba el 2022, una delegación de vitivinícolas estuvo en la presentación del proyecto de Ley Intercosecha que impulsa el Frente de Izquierda Unidad.
Alejandro Vilca, diputado nacional del PTS-FITU, se tomó el tiempo para explicar la propuesta. El principal objetivo es garantizar ingresos y obra social durante los meses en que miles de trabajadores rurales quedan “fuera de temporada”. ¿Y cómo financiarlo? Con un "Impuesto a la Gran Propiedad de la Tierra y Patrimonios". O sea a los Zuccardi, los Grobocopattel, los Blaquier. El proyecto además apunta a terminar con el trabajo infantil e impulsa la creación de “comisiones de seguridad e higiene” en cada lugar de trabajo.
El proyecto va un paso más allá. Si el monocultivo es impuesto por los intereses de los dueños de la tierra, la forma de superar el trabajo temporario es implementando una diversificación de cultivos y el control obrero de la producción de alimentos. Porque, como dijo ese día un obrero jujeño, “acá solo plantan tabaco y los pibes no comen tabaco”.
Ese día la voz de los explotados del campo entró por primera vez al Congreso Nacional. Quienes levantan frutas desde Jujuy hasta el Alto Valle de Río Negro, pasando por las fincas tucumanas y los viñedos mendocinos o salteños.
Julio contó cómo empaca limones de las fincas tucumanas (lean “La máquina de exprimir”, una cruda pero hermosa crónica de Catalina Ávila). Pero mientras publicamos esta nota está trabajando en la manzana y la pera en la Patagonia. Ramón, su compañero, tiene 38 años pero ya está “roto”. Ese día pidió disculpas al auditorio porque no podía estar mucho tiempo parado. Por eso dice que una de las mejores ideas del proyecto son los delegados de seguridad e higiene. “Y no solo por el físico. También para ver cómo están de ánimo los compañeros, todo el día arrancando limones por dos pesos lejos de la familia”. Ramón lo entendió todo. Siempre hablamos de hernias, cinturas y espaldas: ¿quién piensa en la cabeza y el corazón?
Sin embargo, como nos contaron las y los vitivinícolas mendocinos en sus “Viñas de ira”, nadie se conformó con dejar sus denuncias en un libro de quejas. Cada historia echó luz sobre una realidad silenciada, es cierto, pero cada voz transmitió la convicción de quienes no se resignan a morir en un surco, pobres y rotos.
Y no fue solo una promesa de lucha. Ya lo están haciendo. Organizando los autoconvocados del vino en Mendoza y Salta o del citrus en Tucumán, recuperando sindicatos como en la seccional UATRE Ledesma en Jujuy, eligiendo delegados de base o haciendo cortes en Río Negro y Neuquén, uniéndose a las organizaciones de desocupados, organizando agrupaciones combativas. Como dijo Sonia, trabajadora contratista: “nos estamos poniendo de pie”.
Por eso todos y todas asintieron cuando Nicolás del Caño y Miryam Bregman, que participaron de la audiencia junto a Vilca y Romina del Plá, dijeron que el proyecto era valioso pero “solo podremos conseguir nuestros derechos con lucha y organización”. Arriba del auditorio y en las charlas que siguieron, quedó el compromiso de volver a sus ciudades y fincas con el compromiso de difundir el proyecto y la unidad que empiezan a forjar.
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Vendimia: entre fiestas y protestas
El 2022 terminó duro en Mendoza. Según calcula la Corporación Vitivinícola, unas 56.000 hectáreas de viñedos fueron afectadas por heladas, granizo y sequías. El número siguió creciendo en las primeras semanas de 2023.
Algunas bodegas salen a buscar materia prima para alimentar sus máquinas gigantes. Los empresarios remarcan las cifras de las pérdidas para justificar un mangazo al gobierno. Sergio Massa ya estuvo en Mendoza anunciando créditos y subsidios para bodegas y productores. Esta semana Alberto Arizu (Luigi Bosca), Matías Avico (Nieto Senetiner) y Marcos Jofré (Trivento), pesos pesados de la industria vitivinícola, fueron recibidos por el ministro de Economía y el presidente Alberto Fernández en Casa Rosada. Volvieron a pedirle que le quiten impuestos, un “dólar malbec”, más subsidios y otros beneficios. Nunca se conforman.
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Pero las quejas bodegueras anticipan otras tormentas. Se preparan para descargar su crisis, o sus menores ganancias, sobre las espaldas de quienes hacen el vino.
No va a ser fácil. En la serie de crónicas mendocinas vimos la bronca que recorre las fincas y bodegas de la provincia. Una bronca que volvió a sentirse estos meses. A fines de 2022, cuando delegados y activistas marcharon a la sede del sindicato. Luego en las asambleas por empresa durante la revisión paritaria. El SOEVA no quiso encabezar una pelea común.
Hay otro hecho alentador. Los trabajadores contratistas no bajaron los brazos. Hoy una familia cobra 40.000 pesos de “mensualidad” por trabajar 10 hectáreas. Encima la sequía golpeó la única opción de poder sobrevivir: el pequeño porcentaje de la producción que les corresponde por contrato. Usted pensará: bueno, pero les van a dar la ayuda estatal que les dan a los productores. No. Entre el Estado y los empresarios decidieron que no les corresponde. Ni aunque se mueran de hambre. Tampoco una “ayuda social”. Son los parias de los parias.
Pero no se quedaron de manos cruzadas. Ariel, Mario, Jorge, Sonia y quienes nos contaron la realidad de las familias contratistas acá, se movilizaron al Sindicato a denunciar su complicidad con el hambre que sufren. Después marcharon por las calles de la capital para que se conozca su situación. También cortaron rutas con carteles que decían “Sueldo digno” y “6.800 pesos por hectárea”. No es mucho lo que piden, pero los miserables no les quieren dar ni eso. La prepotencia de la patria bodeguera va preparando un cóctel que puede ser explosivo.
Las primeras semanas de enero volvieron a juntarse los sectores vitivinícolas autoconvocados en el Parque Metropolitano. Angel Colque, uno de los referentes del movimiento, le contó a La Izquierda Diario:
—Nos vamos a organizar con todos los compañeros, de bodega, viñas y contratistas. Todos estamos mal y queremos salir a demostrar la bronca que tiene el trabajador. Nuestros hijos no tienen un calzado, no comen bien. Estamos enojados. Si tenemos que ir a la fiesta de la vendimia vamos a estar. Parece que los empresarios son los que pierden y nosotros siempre ganamos.
La juntada sirvió para debatir cómo seguir organizándose para pelear por sus reclamos. Como dijo Ricardo Fernández, delegado de Viejo Viñedo: “la idea es unirnos, hacernos ver. Porque a ellos les molesta que nos vean. Ellos dicen en la fiesta que ‘Mendoza es grande por el vino’. ¿Y si es grande por el vino porque ellos son grandes y nosotros nos estamos cagando de hambre?”. Y deja claro cuál es el camino. “El empresario tiene que perder para que nosotros podamos ganar”.
Las y los “Autoconvocados”, que se ganaron un enorme respeto entre miles de laburantes por la huelga de 2021, no solo pelean por salario. También quieren recuperar el sindicato para la lucha. Por eso alegra la noticia que llega al cierre de esta nota: la conducción del SOEVA Maipú, la seccional más importante, tuvo que aceptar la lista que presentaron delegados y delegadas de base para las elecciones que se realizarán el 30 de marzo.
Algunos de sus integrantes son quienes protagonizan el documental “Mendoza: la tierra, el sol y las manos que hacen el vino”.
Serán semanas intensas. Mientras miles de golondrinas corren entre los surcos llenando tachos, mientras otros miles llenan las botellas, las fiestas y las protestas moverán las tierras mendocinas.
En los primeros días de marzo, en el marco de la Fiesta de la Vendimia, se hará el tradicional contra carrusel vendimial. Una marcha que reunirá a trabajadores de la educación, la salud y vitivinícolas, junto a las Asambleas Mendocinas por el Agua Pura (AMPAP), así como otras organizaciones sindicales y políticas. Mostrarán que, en medio de tanta “fiesta”, el pueblo trabajador sigue con sus luchas. Otra vez, maduran viñas de ira.
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Los explotados del campo y los desafíos de la izquierda
Mientras crece la pobreza, los patrones rurales festejan ganancias desorbitantes. Y cuando el clima les hará ganar menos, el Estado sale en su ayuda.
Los sindicalistas rurales también festejan. Brindan porque José Voytenco retuvo hace un mes la conducción de UATRE nacional. Se disputó con Pablo Ansaloni una caja de 10.000 millones de pesos mensuales. La elección del mayor gremio rural era además una disputa entre distintos sectores del peronismo (kirchneristas y massistas). Pero ninguno de ellos patea para el lado de los trabajadores. Basta con conocer el sueldo de Voytenco: 5 millones de pesos por mes. Lo mismo que ganarán, con mucha suerte y dolor de espalda, 100 cosecheras en enero. Ah pero la oligarquía…
El capitalismo argentino, como un engranaje de la economía mundial, sigue basándose en la producción agropecuaria y la agroindustria. El complejo oleaginoso, cerealero, cárnico y frutícola se llevan más del 60 % de las exportaciones y abastece al mercado interno. Una maquinaria que hacen funcionar un millón de trabajadores y trabajadoras rurales y cientos de miles en empaques, bodegas, frigoríficos, aceiteras, lácteas y otras industrias. Son la principal fuerza motriz del país, aunque la quieran ocultar. Si deciden bajar sus brazos, el negocio se detiene.
Por eso cada una de las luchas y rebeliones que contamos en estas páginas son tan importantes. Son el camino para empezar a enfrentar la esclavitud en el campo y la agroindustria. Las huelgas generales, los cortes y marchas que vimos los últimos años, los procesos de autoconvocados y nuevos delegados, marcan el camino.
Un camino que también tendrá que recuperar las heroicas tradiciones de las obreras y obreros rurales. Las que ayudaron a surgir los primeros sindicatos azucareros, forestales o ganaderos hace más de 100 años. Que encarnaron históricas huelgas en la Pampa, la Patagonia, el NOA o el Litoral. Que en los 60 y 70 fueron protagonistas del ascenso obrero y de la ruptura de una combativa clase trabajadora con sus conducciones peronistas.
La izquierda fue, siempre, parte de esas luchas y tradiciones. Nadie lo puede negar. Por eso es importante retomarlas hoy, forjando agrupaciones clasistas entre los trabajadores y trabajadoras que hacen funcionar un sector estratégico del capitalismo regional.
Cuando empezamos esta serie de crónicas nos quedamos con una frase de Ana Maya. Es obrera de viña desde los 7 años, referente de autoconvocados y militante del PTS. Dijo que su pelea va mucho más allá de su salario y su trabajo. “No me gustan las injusticias con los trabajadores, no me gusta ver sufrir a mis hijos, mis nietos. Si pudiera dar vuelta este mundo del derecho al revés lo haría”.
El PTS y el Movimiento de Agrupaciones Clasistas pelean por esa perspectiva. La Izquierda Diario, que refleja día a día cada una de estas luchas y este año publicará una impactante serie de documentales sobre trabajadores rurales de Jujuy, Salta, Tucumán y Mendoza, es un medio para aportar en ese camino.
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