Una reflexión en torno al artículo "La primera derrota de Milei y lo nuevo que viene desde abajo", publicado por Fredy Lizarrague en Ideas de Izquierda.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Miércoles 14 de febrero 12:37
La nota del camarada Fredy Lizarrague La primera derrota de Milei y lo nuevo que viene desde abajo es un gran aporte pará definir la dinámica y los contornos de la situación y para orientar la actividad del PTS y el Frente de Izquierda en las asambleas, lugares de trabajo, escuelas, universidades y movimientos reivindicativos, con el fin de impulsar la autoorganización y la fusión de la vanguardia que hoy constituyen las asambleas barriales con fracciones de la clase trabajadora. El planteo fundamental que hay que poner en el centro es que desde ahí se pueden nuclear las fuerzas capaces de imponer desde abajo la perspectiva de la huelga general política para derrotar al plan del presidente Javier Milei.
Considero que a partir de la nota de Fredy Lizarrague hay que avanzar en definir el carácter actual del movimiento también por las demandas que se plantea, en función de pensar el papel de las asambleas barriales y la pelea de los socialistas revolucionarios en ellas. Visto desde el punto de vista de las demandas, el movimiento de oposición callejera y asambleario a Milei y la ultraderecha es, fundamentalmente, un movimiento democrático o donde tienen un gran peso las demandas democráticas, como motor de la movilización.
El peso que adquieren las demandas democráticas se debe a que, como caracteriza el artículo, se enfrenta a un intento de bonapartismo débil, que busca o buscó, con el DNU y la Ley Ómnibus (LO), un cambio de régimen o del funcionamiento del régimen. Milei, Macri, LLA y el PRO atacan a las instituciones sociales del Estado ampliado con que la democracia burguesa busca contener la lucha de clases. Atacan los elementos de democracia obrera y derechos democráticos históricos de los trabajadores, como el derecho de movilización con el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich.
Es, desde este punto de vista, una reformulación del régimen de dominio de la burguesía y por eso es concebido por los sectores movilizados como un peligro autoritario y el rechazo al autoritarismo es uno de los pilares de la movilización. El movimiento también es de contenido democrático en un sentido estructural, porque el gobierno de Milei, LLA y el PRO es una avanzada neo-colonizadora que quiere entregar los recursos del país al imperialismo y los grandes monopolios y convertir el régimen de dominio del FMI que se impuso de "facto", en institucional. Pero además, como se ve en el apriete a las provincias, la ultraderecha pone en cuestión el federalismo para imponer la "dictadura" centralista porteña con el manejo de la caja.
Esto se expresa en las asambleas barriales y los sectores movilizados por el peso que adquiere la consigna impulsada por el peronismo de "la patria no se vende", que se corea al mismo nivel que "unidad de los trabajadores" y "paro general". En síntesis, la lucha contra Milei y Macri tiene un fuerte contenido democrático, en el sentido formal, de defensa de libertades y derechos, pero también estructural, de lucha contra el imperialismo, que es quien está detrás de la ofensiva neo-colonizadora.
La importancia de esta definición hace a la lucha política sobre cómo combatir por las demandas democráticas formales y estructurales de manera revolucionaria. Los socialistas revolucionarios tenemos que dar la lucha política contra todo intento del peronismo y las corrientes de conciliación de clases como la CTA, que identifican democracia con defensa de la institucionalidad, las políticas públicas del Estado burgués y la defensa de la “patria” en unidad con un sector de la burguesía “nacional. Es importante pensar este punto nodal de la lucha de las reivindicaciones democráticas desde el punto de vista de un programa y método transicional.
Me permito una digresión para profundizar en el punto. El camarada Matías Maiello en su libro De la movilización a la revolución discute con las concepciones populistas de Ernesto Laclau que inspiraron al kirchnerismo. Para el populismo la “democracia” y la “patria” son un “significante” que “se eleva sobre el resto como equivalente general. De esta forma va surgiendo un “campo popular”. Para los trotskistas, como plantea Maiello, “a diferencia de lo que sostiene Laclau, las demandas no se agotan en su dimensión simbólica –sea la de sus contenidos particulares o la de aquello que tienen en común con otras-, sino que muchas de ellas –sobre todo si son capaces de llevar a la movilización colectiva- encierran una dimensión existencial (…) La dimensión existencial tiene amplias consecuencias. En primer lugar, implica (...) que el punto de partida es la “realización íntegra y efectiva” de las demandas. En este caso, el término “demanda” puede pasar a ser impropio en el momento en que, no encontrando satisfacción, la misma puede imponerse por la fuerza, lo cual es común en los procesos revolucionarios. En segundo lugar, la consecuencia de ello es que los límites de la lógica de la equivalencia pasan a ser un terreno crucial de la lucha (…) Y en tercer lugar, pasa a primer plano el problema de la articulación de las fuerzas políticas y sociales capaces de lograr aquella “realización” de las demandas –o dicho con más propiedad, de los fines del movimiento-, así como la delimitación de las fuerzas que se oponen a ellas”.
Las reivindicaciones democráticas entonces pueden ser entendidas como un significante que forma un bloque social indiferenciado, un “campo popular”, donde se borra la guerra de clases. Lo que para unos tiene el valor simbólico de impedir la guerra de clases, para otros tiene un valor existencial ya que ataca sus condiciones de vida. Es decir que no hay un interés común en la defensa de las libertades democráticas y los derechos populares con la burguesía, que de conjunto acuerda con Milei en la reforma laboral y el ataque a los derechos y organización de los trabajadores y el pueblo pobre. Tampoco en la defensa de la “patria”. Lo que para los sectores populares movilizados significa impedir la entrega de los recursos y el patrimonio al imperialismo, la defensa del agua y los mares ante la megaminería contaminante, para los sectores capitalistas es la idea de unidad nacional y paz social.
Retomando. Por un lado, en las asambleas barriales y sectores movilizados hay un balance que todavía hay que pelear con respecto a la derrota de la LO. Una conclusión ineludible es que la calle obligó al Congreso a voltear la norma. Una perspectiva conciliadora es que la movilización tiene que limar los aspectos más reaccionarios de los proyectos de Milei y Macri. En ese caso, el papel de la movilización es auxiliar y no central. Es en ese marco, y con esa perspectiva, que se montan las multisectoriales que impulsa el peronismo bonaerense, por ejemplo, y que buscan todo el tiempo limitar la movilización a limar las medidas de Milei y no de asestar una derrota decisiva.
Por otro lado, cuando, por ejemplo, Jorge Alemán, en Página/12, dice que los trotskistas tenemos que abandonar nuestros planteos socialistas e independencia política para sumarnos a una perspectiva nacional y popular, está diciendo que la dirección de la lucha solo puede estar en manos de las fuerzas burguesas que expresan la perspectiva de un relativo cuestionamiento al imperialismo, no mediante la ruptura y el enfrentamiento con él y sus agentes locales de la burguesía nacional, sino en alianza con los BRICS, China y las potencias emergentes que discuten la hegemonía norteamericana.
Para nosotros en cambio la consigna "la patria no se vende" está ligada a la lucha antiimperialista y democrática y sólo puede ser llevada hasta el final por la alianza de la clase trabajadora y el pueblo pobre, luchando contra los furgones de cola del imperialismo, como definía el Che Guevara a las burguesías criollas. Mucho más en este momento donde las grandes patronales cierran filas con Milei para derrotar a los trabajadores y por esa vía avanzar en la entrega nacional.
Hay que remarcar que todo programa de conciliación de clases es un aval a los verdaderos impulsores de la contrarreforma mileísta que son el gran capital monopólico nacional y extranjero. Ni que hablar de que en el balance histórico de los últimos gobiernos peronistas, la entrega nacional fue impulsada como política de Estado como se ve en la megaminería y la entrega a los grupos monopólicos del control del comercio exterior, así como en la subordinación al régimen del FMI del gobierno del Frente de Todos de Alberto Fernández y CFK.
La definición de las demandas centrales del movimiento de lucha contra la ultraderecha en el poder hace también al carácter de las asambleas barriales, que tienen todos los rasgos de comités de acción que se articulan centralmente alrededor de la oposición a un gobierno concebido como fundamentalmente autoritario y entreguista. La autoorganización, aún sobre el eje de las demandas democráticas, constituye gérmenes de democracia plebeya que ofrece la posibilidad de plantear la lucha contra el gobierno, uniendo lo democrático, las demandas económicas y las reivindicaciones de clase de les trabajadores. Permite luchar por ellas con los métodos de clase trabajadora, lo que se expresa en la centralidad de las consignas de “unidad de los trabajadores” y la exigencia de “paro general y plan de lucha”, atacando también a los beneficiarios del programa de Milei y Macri que son los grandes capitalistas. Es decir que el desarrollo de la autoorganización y la democracia desde abajo enfrenta en los hechos la alianza de clases que el peronismo quiere reconstruir con otra orientación.
La ventaja que tenemos los socialistas revolucionarios en este movimiento es que la vanguardia que se agrupa en las asambleas y que participa de las movilizaciones une la idea de que "la patria no se vende", a la "unidad de los trabajadores" y el "paro general". Sin embargo, eso no implica que esté resuelta la relación entre la lucha por las demandas democráticas y la salida socialista y anticapitalista. En la tradición nacional por lo menos desde la resistencia peronista, uno de cuyos lemas era "patria sí, colonia no", la resistencia a la entrega nacional y el imperialismo tenía por eje a la clase obrera, que supo enarbolar en ese sentido los programas de la CGT de La Falda, Huerta Grande y la CGT de los Argentinos.
Para que las asambleas se desarrollen en un sentido pre-soviético y sean el canal de unidad con los sectores más avanzados de la clase obrera, articulando la huelga general, hay que unir el método de lucha y la fuerza social que los encarna a las demandas para que estas se realicen íntegra y efectivamente, en lucha no solo contra el gobierno sino también contra la clase capitalista que lo sostiene. Nuestra salida de expropiación y nacionalización es de los resortes fundamentales de la economía bajo control de los trabajadores, es fundamentalmente una salida de autodefensa democrática de los derechos populares y la nación oprimida. Esta perspectiva ligada al desarrollo de la autoorganización y la autodeterminación de las masas obreras y populares, es la perspectiva de la lucha por el gobierno de los trabajadores y la salida socialista.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.