El pasado 14 de septiembre organizaciones presentaron ante el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU., denuncias por el abuso sexual e histerectomías ilegales a mujeres migrantes en centros de detención de al menos tres ciudades del país del norte.
Jueves 17 de septiembre de 2020
Un día después la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) mexicana, a cargo de Marcelo Ebrard, anunció que el gobierno mexicano había solicitado al estadounidense información sobre las violaciones a derechos humanos que denunció la enfermera Down Wooten del centro de detención de Irwin, donde según sus testimonios se practican operaciones para retirar la matriz a migrantes sin su consentimiento.
Pero este no es el único testimonio, el de Wooten es parte de otras 17 denuncias por abusos a mujeres migrantes en los ICE. Recién en agosto una migrante mexicana fue deportada tras denunciar los abusos sistemáticos por parte de los guardias de un ICE en Texas, a pesar de que las autoridades del mismo aseguraron que la denuncia se investigaría.
Según las declaraciones de la SRE, los consulados mexicanos de Atlanta, Georgia y El Paso, se encuentran investigando las denuncias de abusos a migrantes y mantiene contacto con algunas de las denunciantes, prometió esclarecer los hechos con el fin de identificar a las víctimas y “garantizar el respeto a sus derechos”
Además declararon que la SRE está comprometida con “la protección de las personas mexicanas en el exterior, así como sus principios de una política exterior feminista”. Y que “el gobierno de México expresa su rechazo absoluto a cualquier violación de los derechos humanos de las personas mexicanas”.
Pero esta retórica “pro migrantes” es completamente contradictoria con las políticas que el gobierno de nuestro país sigue implementando. Es sabido que la migración es un fenómeno producto de el nivel de pobreza, marginalidad y violencia que se vive en México, ante la cual millones prefieren arriesgarse cruzando de manera ilegal al país del norte, soportando un sin fin de vejaciones por parte de las redes de trata, la policía mexicana, la Guardia Nacional, la Border Patrol y la policía estadounidense, todo esto con tal de poder conseguir ingresos para enviar como remesas a sus familias en México aunque sea con trabajos ultraprecarios.
Esas condiciones de vida siguen siendo perpetradas por el gobierno de la Cuarta Transformación a partir de las políticas de precarización que inculyen el permitir que haya más de 15.7 millones de despedidos y 15.2 millones de trabajadores que han visto reducidos sus salarios en lo que va de la pandemia, el avance de la flexibilización laboral como lo es el outosurcing que ha permanecido intacto a pesar de las promesas del Morena y la continuación de las políticas de militarización ahora con la Guardia Nacional que lejos de combatir la violencia, la agudizan.
Esto no es todo, las palabras de compromiso con les migrantes mexicanos son pura habladuría, pues en su visita a Washington, AMLO se rehusó a encontrarse con los migrantes en el norte de la frontera y declaró que no hablaría de temas en los que no tuviera acuerdo con Trump, como lo es el tema migrante, pues la prioridad era avanzar con el acuerdo del T-MEC, que por un lado profundiza la subordinación hacia EEUU por la vía de empeorar las condiciones de vida de los trabajadores mexicanos y por otro, implicó un espaldarazo al mandatario reublicano en plena disputa electoral y un clima de cuestionamietno y descontento activo hacia las políticas racistas contra negros y migrantes del gobierno estadounidense.
La situación de violencia que viven los migrantes y en particular las mujeres que deciden migrar no es nueva, no sólo para las mexicanas sino para las centroamericanas que tienen que cruzar por el patio trasero de EEUU, que con los años se ha convertido en el propio muro fronterizo con el que tanto sueña Donald Trump. La “política exterior feminista” de la que habla la SRE no es más que ficción, pues son las mujeres las más afectadas a consecuencia de la subordinación económica, política y militar de los gobiernos en turno al imperialismo yanki.
En un país como México, la exigencia por plenos derechos para los y las migrantes tanto en EE. UU. como en nuestro propio país, no puede perderse de vista en la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Esto necesariamente implica que el movimiento de mujeres recupere una perspectiva antimperialista, contra todas las políticas de subordinación a EE. UU., la precariedad de la vida y el trabajo y por la desmilitarización inmediata del país; así como la unidad con las y los trabajadores de ambos lados de la frontera y con la juventud y las mujeres negras, migrantes y pobres que hoy se ponen en pie en el corazón del imperialismo.