En un contexto de confrontación permanente con bajo contenido programático más que la lucha desesperada por conseguir los votos que faltan, el voto en blanco es un opción válida para el 29 % (alrededor de 8 millones de personas) que no votó en las generales ni a Scioli ni a Macri.
Domingo 15 de noviembre de 2015
Hay dos ejes para detenerse. Por un lado, el profundo sentido crítico del voto en blanco y por el otro, el abordaje de la tarea de “desmitificar” los absurdos que circulan alrededor de él.
Lamentablemente, el exitismo – como en tantas esferas de la vida – lleva a muchos creer en que la “utilidad” de un voto se mide por un resultado matemático y no por su potencial crítico. Por eso es válido insistir y no cesar jamás en una de las mejores proclamas históricas de la izquierda que consiste “desnaturalizar lo naturalizado”. Este elemento, tan subyacente en la vida cotidiana, dificulta la labor de penetrar por los albores de la “simpleza” que suelen caer incluso intelectuales de gran talla.
Por eso hay que rescatar que la labor crítica es contra los dos modelos de derecha que llegaron al balotaje. Es mentira que uno es menos malo que el otro. Ambos encierran la misma lógica: ajuste y mantenimiento de las relaciones dominantes del capital. El voto en blanco es nuestra herramienta, para expresar nuestra negativa hacia ellos.
La segunda cuestión se trata en la banal y absurda argumentación de cuestiones ligadas al voto en blanco, sin ni siquiera tomar el trabajo de leer la Ley Electoral. Se confunden votar en blanco con anular y hasta algunos lo llaman impugnado, cuando en realidad la identidad es lo que se impugna y no el voto.
Pero si de absurdo se trata, sin duda que el ranking lo lidera el “ayudás al primero”, propio del sinsentido de los tiempos que vivimos. Por eso me tomo el trabajo de aclarar esta miopía. El voto en blanco es un voto VÁLIDO, esto es, válido ante la ley (en otras palabras, es legalmente válido). Ante la obligatoriedad del voto, la ley da la oportunidad de expresar la disconformidad ante los candidatos propuestos mediante el voto en blanco. Justamente, el voto es legal a diferencia del voto nulo, esto es, un voto que la ley no contempla – muchas veces por estar mal hecho al no respetar los criterios legales -. Lamentablemente este tipo de confusión puede ser intencional o no. Con lo cual, el voto en blanco NO va al primero, sino que representa la elección de una propuesta concreta que es “rechazar a los candidatos que se presentan”.
Por ende, para el balotaje, la importancia del voto en blanco reside en que no es lo mismo que asuma un presidente con un 10, 20 o 30% de voto en blanco a que lo haga con un 0.5 % por ejemplo. En el primer caso el presidente electo sabrá que toma el poder con un importante margen de resistencia, lo que obligará a ser más cauto en sus “propuestas”, si es que quiere que su popularidad al menos resista un tiempo.
Por ende, gane Scioli o Macri, habrá ajuste. En ambos casos los intelectuales, trabajadores y juventud deberemos enfrentarlo. Y una de las armas que tenemos en este momento es el voto en blanco. Los aún indecisos, sepan que este voto tiene una utilidad enorme de cara a lo que viene.
*El autor es licenciado en Ciencia Política e investigador de la UBA. Maestrando en Ciencia Política y Sociología FLACSO.