El 18 de septiembre la ONU instauró un día para poner en foco la brecha salarial entre mujeres y varones. Las cifras que impactan y el problema de intentar superar esa discriminación de la mano de empresas y Estados capitalistas.
Lunes 18 de septiembre de 2023 10:57
Este lunes 18 de septiembre es el Día Internacional de la Igualdad Salarial. Así lo definió la Organización de las Naciones Unidas hace 3 años, en 2020.
Según plantea la ONU, “el Día Internacional de la Igualdad Salarial representa los esfuerzos constantes por conseguir la igualdad salarial por un trabajo de igual valor”. En su manifiesto reconoce que “en todas las regiones, a las mujeres se les paga menos que a los hombres, con una brecha salarial de género estimada alrededor del 20 % a nivel mundial. La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas siguen estancados debido a la persistencia de desigualdades históricas y estructurales en las relaciones de poder entre mujeres y hombres”.
El objetivo, según las organizaciones que impulsan la iniciativa, es “lograr la igualdad de remuneración”. En gran medida aborda tareas de “concientización” y “divulgación” sobre la situación de las mujeres trabajadoras. Hay datos contundentes, como por ejemplo:
Pero, ¿qué es la brecha salarial? Como explica la economista Monica Arancibia, "es la desigualdad de los salarios en función del sexo, y se mide como la diferencia entre las remuneraciones promedio de los hombres y las de las mujeres, como porcentaje de los ingresos de los hombres". O sea se toma en cuenta el conjunto de la población económicamente activa y sus ingresos, no los casos individuales en determinados puestos.
Esa brecha tiene relación con acceder a los trabajos peor remunerados, con mayor grado de informalidad, o a las categorías más bajas, entre otros factores.
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¿El capitalismo puede lograr la igualdad salarial?
Las denuncias son contundentes y la voluntad de muchas de las organizaciones sociales y feministas que impulsan la iniciativa está fuera de discusión. El problema es que la misma ONU reconoce en el manifiesto inaugural de la iniciativa que “el progreso para reducir esa brecha ha sido lento. Si bien se ha respaldado ampliamente la igualdad de remuneración para hombres y mujeres, su aplicación en la práctica ha sido difícil”.
La pregunta es ¿por qué? y la primera respuesta hay que encontrarla en “la práctica” y propuesta de la misma ONU.
Para lograr sus objetivos, además de instaurar la efeméride, ha fundado la “Coalición Internacional para la Igualdad Salarial (EPIC por sus siglas en inglés)”. La misma está dirigida por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), ONU Mujeres y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). La EPIC “ayuda a los gobiernos, los empleadores, los trabajadores y sus organizaciones a que realicen progresos concretos y coordinados hacia la consecución de este objetivo”.
O sea que la principal esperanza está en que las cámaras empresarias, así como los gobiernos (entre ellos muchos estados imperialistas) “coordinen” con las trabajadoras y sus organizaciones para mejorar su situación. Entre las propuestas, hay hasta cuadernillos sobre “Cómo las empresas pueden impulsar la coalición internacional por la igualdad salarial”.
El objetivo está bien, pero el camino para lograrlo es una contradicción en sí mismo. Son las empresas las que se favorecen de la brecha salarial entre mujeres y varones; también los Estados capitalistas y sus “políticas públicas” que tienen a las mujeres y niñas de las familias trabajadoras como su principal variable de ajuste; las burocracias sindicales son cómplices de esa fragmentación y discriminación. ¿Cómo podrían solucionar el problema de fondo?
En realidad la situación de las mujeres ha empeorado desde 2020, cuando se instauró el Día Internacional de la Igualdad Salarial. Como señaló hace en estos días en una entrevista televisiva Andrea D’Atri, referente del PTS-Frente de Izquierda y la agrupación Pan y Rosas: “lo que pasó con la pandemia es que el retroceso de las mujeres, en el mercado laboral, es enorme. Si pensábamos que las mujeres veníamos avanzando en cuanto a la inserción laboral y derechos, el retroceso que se produjo con la pandemia nos llevó muchísimo hacia atrás”. Esa situación se expresa, denuncia D’Atri, “en que CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), con el Ministerio de Economía, hicieron un informe que señala que el 73% de estas mujeres que son jefas de hogar, pero que tienen trabajo precario, o sea las que tienen trabajo sin derechos, sin aguinaldo, sin vacaciones, sin derechos a sindicalizarse, se endeudan todos los meses para pagar los alimentos y servicios básicos, lo mínimo para la supervivencia”.
En la Argentina la situación sigue empeorando, más allá de la creación del Ministerio de Mujeres o el relato del Gobierno. Según un informe de la Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo reveló que en 2022 la diferencia llegó a su punto máximo en la última década: 27%. Y todo indica que siguió empeorando, justamente porque las mujeres son quienes tienen los peores trabajos: son más entre informales, no registrados, programas sociales y ni hablar de las tareas de cuidado o reproducción no remuneradas.
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La iniciativa de la ONU parte de una realidad: la brecha salarial (y en las condiciones de vida) y la necesidad demostrarla. El problema es que estas iniciativas, donde algunas empresas y Estados capitalistas se lavan la cara, no conducen a un cambio real.Como analiza también D’Atri en un artículo en el Semanario Ideas de Izquierda, una de las explicaciones es justamente el objetivo de estas políticas: “ante un feminismo que era también un emergente más de estos procesos de radicalización social y política, el objetivo fue establecer una serie de agencias y organismos que actuaran como mediadores entre las mujeres movilizadas y el Estado, para contenerlas, desviarlas de un posible camino más radicalizado, asimilarlas al statu quo”.
Allí también plantea el problema de fondo, que estas iniciativas no pueden resolver: “lo que no puede hacer el Estado capitalista sin atentar contra su propio carácter de institución de dominio de una clase sobre otra, es liquidar la propiedad privada de los medios de producción que se basa en la explotación del trabajo asalariado y eliminar radicalmente la privacidad del trabajo gratuito de reproducción de la fuerza de trabajo que realizan las mujeres en el ámbito doméstico”.
Allí está la explicación de las condiciones salariales y laborales de las mujeres.
Por eso la clave es organizarse, junto a todos los explotados, para pelear por igual salario por igual trabajo. Pero también, al calor de esas luchas, para terminar con este sistema de explotación, patriarcal y machista. Ese día realmente se podrá “festejar” el Día Internacional de la Igualdad Salarial.