Lunes 7 de marzo de 2016 12:00
Liviana Moreno, es maestra de grado, vive en la localidad de Loreto. El viernes, pasó todas las trabas policiales, que impedían a los docentes reclamar lo que les corresponde. Cruzó los 55 km que divide su pueblo de la Capital y fue una de las miles de maestras y maestros, que se animaron a enfrentarse al abuso policial, en las calles, para pelear por un salario digno.
Nos hizo llegar a Izquierda Diario, su crónica. Su voz. Lo que vivió, en su lucha, la lucha diaria de todos los docentes, que tienen que hacer dedo en las rutas, porque su salario no les alcanza para viajar de una ciudad a otra.
Especialmente, trajo su voz a Izquierda Diario, porque es el único medio que visibiliza el conflicto. Ningún medio de la provincia, mostró la multitudinaria movilización de los docentes del viernes último. Desde acá, reproducimos sus palabras, su experiencia. Nos solidarizamos y ponemos nuestras herramientas a su entera disposición, para que, así como Liviana, muchos docentes más levanten la voz, y resistan este feroz ataque.
Aquí, reproducimos sus palabras.
Hoy me ha tocado vivir algo histórico. Desde que me acosté (la noche anterior a la marcha), no podía dejar de sentir esas ganas de gritar que merecemos un salario digno… ni bien llego a Loreto, me avisan de la escuela que la policía fue a ver si yo había ido a trabajar… después un mensaje de docentes conocidos, que me advertía que están impidiendo llegar a los docentes a la Capital santiagueña…sube un policía como buscando algo… y, una mezcla de miedo e impotencia… llegamos a Santiago, sube al colectivo, otro grupo de policías, comienzan a buscar gente con guardapolvo blanco, yo llevaba el mío en la mochila, me sentí perseguida.
Más ganas tenía de llegar, llegué y todo estaba diferente, muchos colegas en las calles y mucho azul alrededor, fue fuerte. De mí, nacía unas sensaciones raras, llegue a la Plaza y comencé a gritar por la calle Rivadavia para llegar a la casa de Gobierno, ahí nos esperaba una cantidad impresionante de policía, que no nos dejaban pasar y sin titubear se atrevieron a pegar palazos a quienes les enseñaron a leer y escribir, vi una agente a punto de partir el palo en la cabeza de una compañera que seguro la dobla en edad o más… vi su ira en sus ojos, y sin pensarlo iba a pegarle, se me hizo un nudo en la garganta, mi cuerpo entero temblaba.
Empujamos y no pudimos pasar. Nos pegaron, tiraron una bomba de gas, pero no me da miedo, me produce ganas de seguir luchando. Volviendo a mí casa con unos moretones, por los forcejeos, pero también volví con una marca dentro mí. Soy docente. Soy maestra y estoy orgullosa de eso. Voy a seguir exigiendo lo que me corresponde.