¿Cuántas veces te mataron?
CHIQUI NARDONE
Un editor me escribe un mail. La nota consistía en analizar el “Niño proletario” de Osvaldo Lamborghini. En él, cito a Marx. El editor me escribe: “Dejalo descansar en paz a Marx”. El editor es progresista pero no soporta que en mi humilde crítica haga tamaña referencia. Demasiado gigante para nombrarlo, demasiado tarde para traerlo a la actualidad. En el “Niño proletario” se desnuda a la burguesía. Allí hay tortura, mutilación, cosificación extremada del cuerpo. Dejálo descansar en paz y pienso en borrar la cita pero ahí nomás el sueño: Carlos sacudiéndose la tierra. Carlos vivo, naciendo. Calambres, como si cayera de un octavo piso, sin sostén. Resucito, o es decir: despierto. En estos doscientos años cuántas veces han querido una muerte definitiva, una agonía de esas circulares para Carlitos. Mi editor es progresista. Pienso que él quiere un Carlos de cera, algo más manipulable, ameno. Un Carlos de mesita de luz, que crezca en etapas, de huesos esponjosos. Un niño posproletario y me doy por satisfecho con mi pensamiento. En el relato de Lamborghini ya se imaginan el final (o léanlo). Yo borro la cita para no perder mi trabajo (precarizado) pero casi en la agonía –de mi nota– como en una revancha digo: No, no hay paz posible, hay un fantasma que recorre… borro y vuelvo a escribir: no, Lamborghini no, es un final mentiroso, un truco hermoso de la literatura. Está vivo, más vivo que nunca.
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