Llegaron los medallistas al aeropuerto Benito Juárez y ya los estaban esperando con mariachis y música jarocha también. Fueron recibidos por comisionados de las Secretarías de Marina y de la Defensa Nacional que estuvieron ahí para agasajarlos, reservando el salón de usos múltiples de la terminal 1 del aeropuerto. Los “no ganadores” tuvieron que salir por otra puerta.
Raúl Dosta @raul_dosta
Viernes 26 de agosto de 2016
Es un momento de crítico para el deporte nacional. La participación de nuestros deportistas estuvo rodeada de denuncias por la ineficacia de las federaciones deportivas, que ya se ha vuelto una rutina tradicional, pero que se han exacerbado con la intervención de Alfredo Castillo desde la dirección de la Comisión Nacional del Deporte.
Este ex policía ocupa ese puesto, no por sus aptitudes como administrador deportivo sino por su gran amistad con Enrique Peña Nieto, quien lo colocó ahí para sacarlo de la encrucijada en que se había metido como Comisionado en Michoacán para erradicar a las autodefensas armadas y ya se comenzaba a decir que lo hacía valiéndose de alianzas con sectores del narcotráfico, a quienes su trabajo terminaría favoreciendo.
La fiesta que se organizó en el primer piso de la terminal no contemplaba a aquellos medallistas que se quedaron en la orilla como la clavadista Paola Espinosa, o con un desempeño regular como Iván García. Éstos estaban en la planta baja refugiándose en sus familiares y eludiendo el acoso de los periodistas, hasta encontrar un transporte para ir a casa.
La consigna marcial: “todo bien”
La guerra mediática entre Castillo de la Conade y Raúl Padilla del Comité Olímpico Mexicano (COM), achacándose mutuamente las culpas de las malas actuaciones del conjunto de 126 competidores olímpicos, terminó prácticamente en un linchamiento del director de Conade por parte de los periodistas, quienes registraron su participación más como una luna de miel pagada por el Estado, que como la de un directivo responsable.
Había que recomponer la imagen y para ello se podría echar mano de los medallistas aprovechando los reflectores. El primero en llegar, el lunes pasado, fue el medallista de bronce Misael Rodríguez, muy contento, emocionado, como debe ser, pero olvidando las carencias por las que pasaron muchos de sus compañeros y la negativa a de la Conade a financiar al boxeo amateur. Aseguró ante los medios que Alfredo Castillo ¡es un amante del deporte! y que “trata de llevarse bien con todos”.
Los otros cuatro medallistas llegaron junto con otros compañeros, pero fueron separados para armarles su festejo, a ellos solos para evitar expresiones de inconformidad de los atletas “no ganadores”. La ocasión se presentó fácil pues los cuatro deportistas son integrantes de las fuerzas armadas. Recordemos que los deportistas en México no tienen seguridad laboral. Una reducida fracción recibe estímulos económicos de la Conade y el Comité Olímpico Mexicano, pero nada más.
Según datos de la Conade en los últimos 12 meses erogó 54.8 millones de pesos en apoyos económicos para 237 deportistas convencionales y 237 entrenadores, más 30 deportistas paraolímpicos y 31 entradores de esta rama, además de 178 apoyos vitalicios a deportistas que han ganado medallas en Olimpiadas y Paraolimpiadas.
Estos apoyos son una pequeñísima fracción del presupuesto anual de la Conade, entidad a la que el gobierno destinó 2,800 millones de pesos. Esperemos a ver el próximo lunes que se presente ante el Congreso, de qué manera justifica esta brutal disparidad. Hay que agregar que el gobierno federal tiene la política de golpear al deporte con la reducción presupuestaria, pues ha rebajado el presupuesto de este año al 60% del de 2013, que fue de 7,180 millones de pesos. Pero, como vimos antes, de poco sirven dichas cantidades cuando lo que se destina a los deportistas es una parte ínfima.
Esto ha llevado a que muchos atletas de alto rendimiento sean atraídos por las secretarías de Marina y de Defensa Nacional, instituciones que les ofrecen facilidades para la práctica deportiva a cambio de integrarse a ellas con la garantía de recibir seguro médico, crédito hipotecario, salario fijo y jubilación. A cambio de ello tienen que someterse al control institucional, so pena de ser excluidos.
Eso explica que los cuatro medallistas agasajados regresaran a México con la consigna de decir que todo está bien y que recibieron apoyo de Conade, COM, Sedena y Semar. De esta manera se lavan la cara las fuerzas armadas dándose un aire de “impulsores” del deporte y así hacer olvidar sus asesinatos a la población, cuando, lejos de dedicar parte de su enorme presupuesto a formar deportistas entre sus miles de jóvenes reclutas. Prefieren convencer a deportistas ya hechos para que se pongan el uniforme militar como su más reciente adquisición, la tri-medallista María Rosario Espinoza que ostenta el grado de cabo del ejército mexicano.