La Nación entrevistó a Gustavo Zorzoli, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, con la intención de mostrar a ese establecimiento educativo como un ejemplo exitoso del enfoque meritocrático.
Jueves 21 de julio de 2016
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A principios de julio La Nación publicó la nota ¿Por qué logra tan buenos resultados el Nacional Buenos Aires?, en donde se entrevista al actual rector del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA), Gustavo Zorzoli. La especialista en educación Luciana Vázquez, llevó la conversación hacia la apología de la meritocracia, abordando tanto las particularidades de ese colegio como la trayectoria escolar del entrevistado.
Luego de unos minutos iniciales en donde Gustavo Zorzoli cuenta acerca de su vida, llega la pregunta que hace evidente la línea editorial: “¿Por qué es tan buen colegio?” Sin vacilaciones el rector afirma que es el mejor colegio de Latinoamérica, para sostener esto señala que más del 95% de su estudiantado obtuvo el nivel más alto en los exámenes ONE del 2013. Luego afirma que el secreto del “éxito” reside en el ingreso selectivo, en los concursos de docentes con entrevistas y en su autonomía. Pero sorprendentemente niega que se trate de un colegio elitista y asevera que con sólo esforzarse es posible ingresar, ya que cuentan con un sistema de becas y apoyo.
CNBA, ¿un ejemplo a imitar?
Si el proyecto pedagógico de este establecimiento educativo es valorado socialmente, cabe interrogarse si es viable identificar en qué aspectos y si esas condiciones pueden ser experimentadas por otras escuelas, o si, en verdad, se trata de un modelo elitista que gana su fama en función de su sistema de exclusión.
Zorzoli sostiene que es el mejor colegio porque sus estudiantes obtienen buenos resultados en exámenes estandarizados y dice que el secreto está en la selección.
En el último año de 1100 aspirantes ingresaron sólo 470. Entonces, si esos estudiantes ya tenían “buen rendimiento” antes de ingresar ¿dónde está el mérito de esa institución?
El sistema de exclusión no termina con el ingreso. Entre los años 2008 y 2010, 546 estudiantes quedaron libres por tener más de dos materias previas luego de los exámenes de diciembre y febrero. Teniendo en cuenta los números brindados por el rector sólo 110 estudiantes no llegaron a obtener el nivel superior en los exámenes ONE, entonces, incluso unos 436 alumnos con resultados de excelencia repiten o se van a otro colegio.
Esto podría haber empeorado por la fiebre meritocrática. El año pasado, el Consejo Superior de la UBA pretendió eliminar el carácter de oyentes de los alumnos libres, que llegan a ser el 19 % de la matrícula. Como respuesta los estudiantes tomaron su colegio durante dos días, se movilizaron y lograron evitar una reforma académica que profundizaba el carácter elitista.
Todo parece indicar que el origen del prestigio del CNBA está más cerca de ser una profecía autocumplida, que producto de una pedagogía de excelencia.
¿Aristócratas del saber o los herederos?
En las últimas décadas en el CNBA ha aumentado el porcentaje de alumnos que provienen del sector educativo privado. En la década de 1950 el 65% había cursado su primaria en una escuela pública, pero para fines de los 90’s la cifra se redujo al 37 %. Esto indicaría que, si bien se trata de un establecimiento estatal y gratuito, está más integrado al circuito privado que al público. A esto hay que sumarle el peso de las “academias” privadas para preparar el ingreso, cuyas cuotas rondaban los $3600 mensuales el año pasado. Sin dudas, el origen social y económico es un factor importante en el “éxito” de los ingresantes, lo que queda comprobado por la baja cantidad de becados entre sus estudiantes, 150 de 2200.
Al pensar en este colegio las ideas de Pierre Bourdieu son ineludibles, “Si se acuerda en que la enseñanza realmente democrática es aquella que se propone como fin incondicional permitir al mayor número posible de individuos el adquirir en el menor tiempo posible, lo más completa y perfectamente posible, el mayar número posible de las aptitudes que conforman la cultura educacional en un momento dado, se ve que es claramente lo opuesto a la enseñanza tradicional orientada hacia la selección de una elite de personas bien nacidas (…) En ausencia de una pedagogía racional que se lleve a la práctica para neutralizar metódica y continuamente, desde el jardín de infantes hasta la universidad, la acción de los factores sociales de desigualdad cultural, la voluntad política de brindar a todos posibilidades iguales ante la enseñanza no puede llegar hasta el fondo de las desigualdades reales a menos que se provea de todos los medios institucionales y económicos”.
La meritocracia y la cultura del esfuerzo
El relato meritocrático se basa en una primera falacia que es “la igualdad de oportunidades”. No hay que investigar mucho para entender los grandes niveles de desigualdad que existe en nuestra sociedad; parecería que es autoevidente que no todos tienen las mismas oportunidades educativas. Sin embargo, los profetas del mérito sagrado creen que los casos aislados de quienes superan las adversidades son pruebas suficientes para sus generalizaciones. Es así como escriben ríos de tinta sobre cómo Joaquín Badoza terminó abogacía en tiempo récord y otros ríos más sobre cómo malgastan dinero las universidades que tienen estudiantes que no se reciben. El derecho a la educación pareciera ser sólo para quienes demuestren un esfuerzo suficiente.
Otra falacia del relato meritocrático radica en igualar exigir con educar y aprender con mostrar resultados. Las pedagogías críticas han objetado la educación enciclopedista y memorística, demostrando que no se puede hacer un simple paralelismo entre exigencia, enseñanza y aprendizaje. Por otro lado, Joaquín Badoza dejó en evidencia que obtener resultados en exámenes de abogacía no libra a nadie de reproducir un pensamiento racista. El debate sobre qué enseñamos y para qué parecería ser un tema menor para los meritócratas.
Desarmadas estas falacias, queda a desnudo el rey. La meritocracia no viene a traernos nada nuevo, sino, más bien, un discurso para justificar las desigualdades existentes y naturalizar la exigencia más allá de los contextos. “Si es pobre es porque es vago”, “no tiene el que no quiere”, “si lo dice el doctor, debe ser verdad” o “para triunfar en la vida hay que esforzarse” podrían ser los lemas de este relato.
Ghettos educativos
El Colegio Nacional Buenos Aires es quizá el más paradigmático de los establecimientos que conforman el circuito diferenciado de formación de la “elite” argentina. Además del relato meritocrático interviene también el peso de la tradición. Es la institución educativa más antigua, está a pocos metros de la Plaza de Mayo y cuenta entre sus egresados con varios protagonistas de la historia política argentina. A esto se suma el discurso de otros actores que contribuyen a configurar ese imaginario de legitimidad. Sin embargo, el carácter meritocrático es un valor que el Colegio protege y defiende como el último tesoro y del cual no está dispuesto a desprenderse fácilmente.
Nos queda picando entonces, una última pregunta para el actual rector, ¿qué sería del “mejor colegio de Latinoamérica” si no seleccionara a su matrícula y tuviera que enseñar a cualquiera por igual? Esperamos su respuesta.