Un documento ha comenzado a circular por diferentes medios, el denominado “manifiesto del socialismo democrático” es una reflexión abierta de los sectores de la ex-concertación sobre los últimos años además de los desafíos a futuro. Una reflexión que falsea los intereses reales que estos partidos han defendido en su rol de perpetuar los pilares económicos de la dictadura y profundizar la herencia neoliberal.
Miércoles 10 de abril
El vaciamiento ideológico de la política en el país es una tendencia que lleva décadas ocurriendo. Los partidos tradicionales, acostumbrados cada vez más a ser bolsas de trabajo en el Estado, fueron dejando de lado los debates de los fundamentos y abrazaron el pragmatismo como práctica donde el centro estuvo en la obtención o mantención del poder a través del ejercicio de los cargos públicos.
Para acceder a ese poder, los partidos y sus militantes se pusieron al servicios de los poderes reales, los grandes empresarios, las transnacionales y naciones como EEUU o China (ahora último) que buscan sectores de la política nacional para perseguir sus intereses que perpetúen la expoliación de naciones del tercer mundo como lo es Chile.
En un documento denominado “Manifiesto de Socialismo Democrático”, figuras intelectuales o expersoneros del PPD y el PS abren una reflexión “ideológica” sobre el porvenir del sector, además de un balance sobre las estrategias políticas desarrolladas en los últimos años.
En esta columna es una primera reflexión en torno a dos acápites en particular que resultan ser a todas luces, un autoengaño por parte del Socialismo democrático, que quiere vender una idea totalmente opuesta a lo que realmente fue su política de los últimos 30 años, seguiremos la reflexión del resto del texto más adelante.
En uno de sus segmentos denominado “Dilemas del futuro: Universalismo e Identidades” los autores se preguntan ¿Son necesariamente de izquierdas las políticas de la identidad? ¿Hay izquierda universalista en la agenda de interseccionalidad en la que convergen dos o más identidades particulares dominadas, explotadas y humilladas? y termina ¿puede la izquierda renunciar al universalismo que la fundó, ese denominador común que pudo ser en el pasado el proletariado, la clase obrera, los proletarios del mundo o lo que Frantz Fanon pudo llamar los “condenados de la tierra”? Opinamos que no. Ambas preguntas están entroncadas con una reflexión que excede ampliamente el debate nacional. no es casual que hace solo semanas Susan Neiman, intelectual norteamericana presentó en Chile su libro “Izquierda no es woke”, en dicho libro Neiman invita a la “izquierda” a operar desde una lógica no identitaria ya que esto atomiza la acción política y fomenta la diferencia y la lucha por “pequeñas luchas” una suerte de “tribalismo” que finalmente favorecería a la derecha.
Con total cinismo, el Socialismo Democrático pareciera reflexionar como si estuviera en el periodo de la renovación socialista y no en pleno 2024. ¿Acaso alguno de los autores del documento, podría negar la enorme relevancia que ganaron los grandes grupos empresariales en el quehacer de la política de dichos partidos? Estamos hablando del PPD, el partido que tenía a SQM como militante, el partido que tenía al ex-yerno de Pinochet entregando boletas para financiar campañas políticas. Y el PS tampoco está muy lejos de esta realidad, recordemos que fue bajo el gobierno de Ricardo Lagos que se creó el CAE (con Sergio Bitar como ministro), que representó un enorme negocio para la banca privada que terminó su gobierno bajo el aplauso rabioso de los grandes empresarios.
Si bien el PS tuvo una gran influencia sobre la clase trabajadora durante gran parte del siglo XX, la renovación socialista apuntó justamente a subordinar los intereses de la clase trabajadora a los del capitalismo ahora en su etapa neoliberal. Uno de los balances de los dirigentes sindicales socialistas durante los 90, fue justamente la desmoralización que produjo el abandono de las banderas centrales de los trabajadores para apuntalar la transición. El PS prefirió sacrificar a la clase trabajadora a la que dice no querer renunciar, para asegurar la herencia de Jaime Guzman y Pinochet.
En su segmento posterior, denominado “Los valores permanentes de la izquierda” el documento señala tres derechos sociales elementales por lo que debe luchar la izquierda: educación, salud y pensiones. Si se avanza en garantizar un acceso “justo” a estos tres pilares, la sociedad adoptaría un camino hacia el progreso. Pero cabe preguntarse entonces: ¿qué hicieron estos partidos, los últimos treinta años, por estos tres pilares? Revisemos: En términos de educación, la Concertación promovió el desfinanciamiento de la educación pública en favor de la particular subvencionada, extendieron el negocio a las universidades y la banca a través del CAE. Promovieron la estandarización de la educación a través de la precarización del currículum y crearon agencias que finalmente resultaron un negocio para empresas a través del sistema de acreditación. Hay comunas que llevan décadas sin abrir un colegio municipal y por el contrario, las escuelas fueron constantemente vaciándose y por lo mismo perdiendo recursos gracias al sistema de subvención escolar. El modelo de la dictadura sólo fue profundizado.
En materia de salud el panorama no fue diferente. La promoción de la salud privada se hizo a costa de desfinanciar la salud pública y entregar recursos estatales a la demanda privada. El auge de las clínicas y centros médicos privados lograron forjar el negocio gracias a que desde el Estado se ofrecieron a subvencionar la demanda. Mientras los presupuestos de salud aumentaban, estos recursos no se destinaron a la contratación de más trabajadores para paliar la falta de profesionales, tampoco para la compra de los insumos demandados o la construcción de los centros médicos necesarios para lograr una cobertura suficiente.
La seguridad social es otro de los grandes problemas heredados de la dictadura y que los partidos del “socialismo democrático” se dedicaron solo a perfeccionar. Cuando comenzaron a funcionar las AFP en plena dictadura, se sabía que el objetivo de dicha política era ampliar la base para el mercado de capitales. Este objetivo se mantiene hasta el día de hoy y es pilar fundamental del modelo capitalista del país. El mismo Boric señaló en algún momento que no se podía terminar con las AFP porque esto podría afectar la capacidad de capitalización de los grandes grupos económicos. La creación del pilar solidario, durante el gobierno de Bachelet, representó sólo un parche para las miserables pensiones que entregan las AFP, ningún gobierno de la Concertación avanzó sobre una política que efectivamente resolviera el problema de las bajas pensiones.
Al final y como para no dejar el tema bajo la mesa, el manifiesto se acuerda de “el trabajo” y lo circunscribe al problema del salario y el tema ecológico como uno de los grandes desafíos del siglo actual.
La verdad es que sobre estos temas pareciera ser que el Socialismo Democrático no es el Socialismo Democrático que gobernó varias durante los últimos 30 años. Ya mencionamos algunas de las políticas que realmente impulsaron estos partidos en materia de educación, salud o pensiones, en materia laboral se avanzó en legitimar la subcontratación, se desarrollaron enormes movilizaciones de trabajadores forestales, salmoneros, del cobre o portuarios a los que los gobiernos se enfrentaron para defender a los grandes grupos empresariales, incluso costandole la vida a trabajadores como Rodrigo Cisternas o Nelson Quichillao. En materia ambiental, se aprobaron enormes proyectos mineros, salmoneros o forestales que fueron entregados a transnacionales o las familias ricas del país.
Finalmente esta reflexión abierta por el Socialismo Democrático no es más que un acto hipócrita en un año electoral, donde los partidos tradicionales, incluidos los del SD, buscarán legitimar su programa para ponerse al servicio de los mismos de siempre.
La clase trabajadora no puede seguir confiando en estos partidos que dicen defender sus intereses para rápidamente luego pasar a su opuesto en favor de la “gobernabilidad y los consensos”.