En 2018, una visita cotidiana al supermercado se convirtió en una historia de racismo y tortura policial que llega hasta el día de hoy. El caso de Silvia se ha convertido en una representación de la impunidad policial ante sus agresiones racistas.
Jueves 5 de octubre de 2023
Hace 5 años Silvia, una vecina boliviana de Getxo, salió en defensa de una persona en situación de calle que se encontraba en la puerta del super porque sintió que estaba siendo acosada y maltratada por la policía. Ante este acto de ayuda, la Ertzaintza detuvo a Silvia y la llevó a comisaría, donde posteriormente sería agredida y torturada por uno de los agentes que la custodiaba.
Según denuncia el colectivo SOS Racismo Bizkaia, Silvia requirió la asistencia de un médico forense para que diera cuenta de las lesiones que sufrió durante su detención. Según el informe, habría recibido varios puñetazos por parte de un agente. A pesar de esto, la propia comisaría y agentes que la agredieron presentaron un atestado falseado, tergiversando los hechos y fingiendo ser ellos las víctimas, presentando una contradenuncia a la denuncia de la víctima.
Tras haber salido a la luz la existencia de un vídeo donde efectivamente queda demostrada la agresión, el auto judicial calificó la actuación de la policía como desproporcionada e informó al Gobierno Vasco los hechos. Pero este en vez de actuar como mediador, optó por ejercer la acusación contra Silvia, solicitando una pena de 7 años de prisión por supuesta “resistencia y atentado a la autoridad”. Este 4 y 5 de octubre se ha celebrado el juicio; diversos colectivos antirracistas y feministas de Bizkaia se han concentrado frente a los juzgados. Tras haber convocado también una manifestación la tarde del 3 de octubre.
Casos como el de Silvia dejan una vez más al descubierto la faceta machista y racista de este sistema. Porque no es un caso aislado, es la demostración del racismo sistemático que sufren las personas migrantes, y en este caso mujer además, en el Estado Español y en general en toda Europa. La policía, como principal instrumento de represión, se encarga de perpetuarlo, pero no sin tener un estado y un gobierno detrás que la apoye.
Pero no nos vale solamente con que se reconozcan estas agresiones y se trabajen con parches o de una manera superficial; no nos vale eso en un sistema que estructuralmente se apoya en esta desigualdad para perpetuarse. Porque siguen habiendo CIEs, sigue existiendo la Ley de Extranjería, siguen matando a gente que intenta cruzar la frontera, y seguimos siendo las personas racializadas las que tendemos a ocupar los eslabones más precarios de la fuerza de trabajo. Necesitamos atacar este problema estructural, exigiendo medidas como la derogación de la Ley de extranjería, el cierre permanente de los CIEs o papeles para todas, pero usar estas demandas como punto de apoyo para seguir luchando por acabar de raíz con este sistema.