¿Por qué en las comisiones directivas de los clubes de fútbol se mixturan sindicalistas, empresarios, representantes de la Iglesia, del sector financiero y el poder judicial y político? ¿Siguen siendo los clubes una usina de poder real? En pleno año electoral, resulta necesario exponer los lazos políticos de los 24 clubes de Primera División. El poder de los clubes, un trampolín a la presidencia.
Ezequiel Coria @desdeelpotrero
Viernes 18 de octubre de 2019 00:00
En la década del ’90, Mauricio Macri era un empresario frívolo, que veía trabado su crecimiento de poder por adolecer de popularidad. Mauricio comprendió que uno de los clubes más populares del país podía darle lo que él necesitaba. Entonces, citó al presidente de Boca Juniors Antonio Alegre quien iba por su reelección en el club y le lanzó una propuesta.
—Le ofrezco ir en una lista única y que usted me acompañe como vicepresidente, soltó el treintañero Macri.
Alegre sonrió. Pensó que se trataba de una ocurrencia para romper el hielo.
—No se ría, don Antonio. Usted tiene que correr a (Carlos) Heller, quedarse en ese lugar y me acompaña en la presidencia de Boca.
Alegre cambió la sonrisa por un gesto adusto. Esperó unos segundos para saber si efectivamente se trataba de un chiste. Sin embargo, al ver la firmeza de la propuesta, le espetó: “¿Qué te pasa, pibe, estás en pedo?”.
Macri se endureció: “Antonio, no se equivoque. A mí, Boca no me interesa. Para mí Boca es un trampolín. Yo voy a ser presidente de la República. Simplemente, le estoy ofreciendo que me acompañe”.
Corría junio de 1995. Con el paso del tiempo, Mauricio Macri se convertiría en el presidente más ganador de la historia de Boca, lograría ejercer dos mandatos como Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y, veinte años después, finalmente, cumpliría su meta inicial: ser presidente de toda la República.
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El entramado y las conexiones de los 24 clubes de la Superliga arroja una pregunta ineludible ¿Por qué diversos actores del universo del poder deciden involucrarse en los clubes?
Para tomar dimensión: de los 24 clubes de la actual Superliga, 23 de sus presidentes son empresarios. La excepción es la única mujer en la historia de presidir un club de Primera División, Lucía Barbuto (Banfield), que es licenciada en obstetricia.
Sobre este particular, Mónica Santino, exjugadora, militante y actual entrenadora, del equipo de fútbol femenino La Nuestra de la villa 31, señala que “si bien cambiar la AFA es como cambiar el Vaticano; la lucha feminista es insoslayable. Las mujeres estamos construyendo nuevos desafíos, como por ejemplo, ubicar a más mujeres en las comisiones directivas de los clubes y extenderlos a otras federaciones deportivas. Las instituciones deportivas deben comprender que la perspectiva de género llega a renovar, a dar aire, a agregar diversidad y disidencia. El feminismo es una base de acción política, donde las jugadoras y los jugadores deben ser los protagonistas, porque son la mano de obra de esta industria del espectáculo”.
El movimiento feminista intenta avanzar sobre una composición de poder muy compleja. La trama de actores en las comisiones directivas es un núcleo basado eminentemente en el poder. Boca Juniors es conducido por Daniel Angelici, socio del presidente Macri, binguero, radical y un hombre influyente en la justicia. A su alrededor lo acompañan el abogado penalista Darío Richarte, ex SIDE; Christian Gribaudo, titular del Instituto de Previsión Social de Buenos Aires, el ministro de Justicia bonaerense, con vínculos en el Opus Dei, Gustavo Ferrari, entre otros.
Al periodista Federico Yáñez, autor del libro Los dueños de la pelota, el propio Angelici le confesó que “vio a muchos grandes dirigentes diluirse en el Congreso y que con Boca tiene más poder y visibilidad que casi todo el gabinete”.
Con un criterio de poder similar, el exjugador, empresario y presidente del club Estudiantes, Juan Sebastián Verón, armó su equipo de trabajo con un criterio similar al de “El Tano”. La CD de Estudiantes aglutina a empresarios, un auditor, un sindicalista, un fiscal, funcionarios ministeriales, un miembro de la AFIP, uno del poder Judicial, ex directores de medios; al presidente de la Cruz Roja (con una denuncia por abuso que al cierre de esta nota se mantiene en su cargo) y un vínculo con el eje eclesiástico-territorial, a través del sobrino del Padre Carlos Cajade.
Pero: ¿Por qué sindicalistas, empresarios, políticos, jueces, sectores de la Iglesia y del poder financiero tienen tanto interés en formar parte de las comisiones directivas de los clubes?
El escritor, docente y periodista, Ariel Scher precisa que “los dirigentes que deciden involucrarse en un club, lo suelen hacer bajo la percepción de poder que les concede un espacio de lo visible”. Scher explica que “existen al menos tres motivaciones para ingresar a un club; la primera es que existe mucha gente que le importa el club y tiene la percepción de que allí hay algo para hacer, ingresan sin más pretensiones que ocuparse de ser parte una cuestión sectorial y van descubriendo allí un espacio de acción político más amplio. En segundo término, una concepción más clásica que el fútbol es un espacio de poder, institucional y dirigencial que añade más poder y, en tercer lugar, una vertiente mucho más desplegada en los últimos años, que ve al fútbol como un campo de negocios. Un lugar donde se establecen vínculos, donde circula mucho dinero, una red de relaciones que te permite extender el territorio y profundizar negocios preexistentes. Es un universo, entendiéndote o no con el fútbol, de fertilización de tu capital social”.
Tal vez, por estas razones, el sector financiero tiene presencia en River a través de Jorge Pablo Brito, Juan Nápoli y Valentín Díaz Gilligan; en San Lorenzo, el titular del HSBC, Gabriel Martino, aporta sus conocimientos sobre lavado de activos; en Vélez, ejerce como vicepresidente el ex secretario de comercio Augusto Costa y en Rosario Central, el tesorero, Adrián Raguza, es un poderoso empresario, CEO de la firma Fintech que aporta estrategias al ecosistema financiero y que opera en la bolsa de New York y Londres, entre otras.
Por su parte, el mundo sindical tiene diseminada su presencia en la comisión directiva de Independiente, presidida por Hugo Moyano. En Estudiantes, entre los vocales figura el tesorero de UPCN, Héctor Nieves.
Asimismo, además de los mencionados, el sector judicial tiene diversos actores diseminados en los clubes más importantes: River, cuenta con el asesoramiento de Ignacio Villarroel, abogado del PRO.
Es que, para Alejandro Wall -quien recientemente publicó el libro Ahora que somos felices- “el fútbol y los clubes dan una visibilidad que permite expandir la cartera de contactos y conexiones que permiten ampliar negocios; más allá de los negocios que puedan hacer a partir de los clubes. Es acumulación de poder y esto resulta atractivo, ya sea para un político, un sindicalista o un empresario”.
Las palabras de Wall se reafirman cuando se analiza cómo el sector empresarial mete la cuña en los clubes. En Talleres de Córdoba, su presidente Andrés Fassi es un empresario que, en simultáneo, ejerce como vicepresidente del Club de Fútbol Pachuca y que además se asoció con el magnate mexicano Carlos Slim, el cuarto hombre más rico del mundo. En la “T”, en tanto, hay fuerte presencia de la familia de la constructora de Aldo Roggio: su hijo, y dos asesores letrados de la empresa tienen cargos en el club. Por su parte, la empresa minera Barrick Gold aporta recursos en San Martín de San Juan que acaba de descender, mientras que la familia Moscuzza, del sector de puertos marplatenses, domina el club Aldosivi.
El periodista Ezequiel Fernández Moores refuerza la idea de la importancia de que los clubes dotan de visibilidad, un eje central para los políticos: “En los viejos tiempos de proscripciones democráticas, los clubes eran un gran vínculo de dirigentes políticos con la gente. El país se hacía en los clubes, muchos políticos encontraban un espacio extraordinario para el ‘buen uso del poder’. Si hablamos de los tiempos modernos, se busca un uso del poder que está más vinculado con los negocios; lograr una visibilidad que no te da la política. El fútbol permite escenarios de visibilidad como ningún otro y esa visibilidad es eficaz para muchas cosas: cercanía con la gente, con el negocio y, fundamentalmente, con la acumulación de poder”.
La presencia de la política en los clubes es un clásico. El descendido Tigre tiene en las filas de su comisión directiva a concejales de San Fernando, al director de puertos de frutos de Tigre, a un juez correccional de San Isidro y a un actor omnipresente que ubica a sus socios en el club: el primer diputado nacional por el Frente de Todos y referente del Frente Renovador-FR-, Sergio Massa. Sus lazos se extienden hasta Lanús: Nicolás Russo, presidente del Granate, es el conductor del bloque del FR en el Concejo deliberante y precandidato a intendente por esa fuerza.
Por último, los empresarios del sector de medios tampoco se quedan fuera del poder que emanan los clubes. Atlético Tucumán, tiene en su CD a Ignacio Golobisky: ex concejal y director de medios en el gobierno de Alperovich; Estudiantes a Mariano Vázquez Mangano, ex gerente Comercial de Radio Nacional Argentina y a Javier Porta, ex director de contenidos de Telefé y 360° TV, entre otros.