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Red Internacional
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Tribuna Abierta. El derecho a huelga y a la educación

Reflexiones de un profesor de Historia de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Miércoles 22 de marzo de 2017 09:22

El gobierno nacional, los gobiernos provinciales y los medios de comunicación vienen realizando una dura campaña de desprestigio hacia la lucha docente. Entre otras embestidas se destaca el cuestionamiento al Derecho a la Huelga. El jueves pasado, en el marco de las actividades en defensa de la educación pública acordadas por la Asamblea de Trabajadores de la Educación de Río Cuarto, se desarrolló en la Plaza Roca de dicha ciudad una clase pública. Damián Antúnez, docente de Historia, expuso la siguiente reflexión.

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Propongo reflexionar de manera colectiva en torno a dos temáticas. Por un lado, cuáles son los vínculos que unen el derecho colectivo como lo es la huelga docente, con el derecho individual a poder educarse, ambos con rango constitucional y consagrado ampliamente en la legislación. Por otro lado, nos adentramos en la historia de luchas del movimiento obrero y en particular en el desarrollo que han tenido las luchas de los trabajadores de la educación en nuestro país. Comencemos por problematizar lo que podríamos llamar el encaje de derechos.

Convengamos que se trata de un derecho que recae sobre un colectivo social, los trabajadores, pero que al mismo tiempo se le garantiza a cada trabajador como sujeto individual. Dicho esto, debiéramos traer a consideración cuanto menos tres notas elementales que van a ayudarnos a comprender su sentido operativo:

  •  La OIT (Organización Internacional del Trabajo) no ha dejado de sostener en sus resoluciones que la huelga es un medio indispensable del desarrollo de la acción sindical y por ello indisociable de las organizaciones sindicales.
  •  La huelga es indisociable de la negociación colectiva, es decir, de las paritarias libres. Sin el derecho de huelga las negociaciones paritarias no ofrecerían cláusula de garantía alguna en el caso de no prosperar un acuerdo.
  •  La huelga como derecho tiene rango constitucional, lo cual deviene en un amplio y variado reconocimiento legislativo.

    Ahora bien, si todo aquello ilustra la fortaleza institucional y el carácter operativo de este derecho, debemos también hacer una mínima lectura sociopolítica para comprender realmente el lugar que ocupa en el marco de una sociedad de clases. La huelga es un medio para balancear el poder o, si se quiere, la correlación de fuerzas entre empleadores y trabajadores. Dicho de otro modo, de lo que estamos hablando es de la innegable contradicción capital-trabajo.

    Así, no debe sorprendernos que desde los medios de comunicación hegemónicos se cuestione este derecho presentándolo por oposición al derecho individual a educarnos, el cual comparte con el derecho a huelga un mismo rango jurídico.

    Pero ocurre que por más que se pretenda forzar esa contraposición, el derecho a la huelga actúa de salvaguarda, de garantía para que el genuino derecho a la educación se haga efectivo. Ahora bien, estamos hablando del verdadero derecho a la educación, el que sostiene la integridad y garantiza el principio de igualdad, universalidad, laicidad y un estándar mínimo de calidad en el sistema educativo, no el de las “escuelas contenedores”, las “escuelas galpón” o, más llanamente, las escuelas pobres para pobres y ricas para ricos.

    Las Luchas Educativas en Argentina

    Para continuar, quiero remarcar el ejercicio de mercantilización de nuestra vida social que realizan los gobiernos y los medios al denostar la huelga como metodología de lucha aduciendo que los paros “nos conducen sólo al fracaso”. Les pregunto, compañeros: ¿al fracaso de quién?, ¿qué considera esta gente como éxitos y como fracasos? Porque creo que nadie se animaría a sostener que los más de 150 años de luchas heroicas del movimiento obrero internacional -si se quiere tomemos como hito la Primera Internacional en 1864- han sido un “fracaso” en términos de progreso social y de avance emancipatorio en el marco del acecho capitalista.

    En este marco, comentaré entonces tres momentos históricos de las luchas de los trabajadores y la comunidad educativa en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, para reflexionar sobre el sentido de nuestras luchas e invitar a abandonar el sentido mercantilista de los "éxitos" y "fracasos" del corto plazo, para aprender de las mismas y de la historia de los trabajadores y trabajadoras que anhelan la emancipación social:

  •  Agosto/Septiembre de 1958. Primeros meses del gobierno de Frondizi, bajo una democracia restringida en virtud de la proscripción del peronismo que se remonta al golpe de estado de 1955. Ya en el poder, Frondizi devela su verdadero programa de gobierno dando por tierra con sus postulados nacionalistas de izquierda y concreta el compromiso secreto al que había llegado con la Iglesia para reglamentar el artículo 28 de la ley 6.403/55. Esto permitía la apertura de universidades privadas capacitadas para expedir títulos oficiales. Frente a este intento, ahora concretado, de fragmentar el sistema educativo público, estalló un potente movimiento huelguístico de estudiantes secundarios al que se sumaron docentes, intelectuales y referentes del mundo de la cultura y el arte. Las manifestaciones estudiantiles fueron masivas -500.000 personas frente al Congreso Nacional el 19 de septiembre- pero aún así no se pudo torcer la decisión oficial. No obstante, la rebelión estudiantil propició una plataforma que activó un profundo movimiento de acción colectiva que se tradujo en una dura y exitosa lucha de los docentes bonaerenses que reclamaban la equiparación de sus salarios con los abonados en el nivel nacional y un largo despertar de resistencia obrera a la política económica del gobierno.
  •  De 1988 a 1997. Dictadura mediante, entramos en una de las fases más críticas de la lucha docente. En marzo de 1988, 530.000 docentes de todo el país iniciaron una huelga que duró 43 días lectivos y que convergió en el Paro Nacional del 16 de abril y en la impactante Marcha Blanca del 23 de Mayo. Pero más allá de la heroicidad de la lucha, los reclamos no se lograron. Tuvo que llegar entonces la Carpa Blanca en 1997 para recién a fines de 1999 lograr una de las reivindicaciones históricas: la Ley de Financiamiento Educativo. Pero en el medio, la respuesta oficial fue un incremento exponencial de la represión que llegó a cobrarse la vida de Teresa Rodríguez en una marcha en Cutral-Co.
  •  2007. Al cumplirse diez años de la instalación de la Carpa Blanca frente al Congreso, era asesinado también en Neuquén el obrero y maestro Carlos Fuentealba, cuando un policía hizo fuego contra él. El gobierno neuquino pagó apenas un cierto precio político por el “escándalo” pero jamás se responsabilizó por el asesinato. De cara a los trabajadores de la Educación el asesinato de Carlos representó un antes y un después en las luchas docentes. Ante nuestros reclamos, la respuesta del Estado de derecho eran ahora las balas.

    Para finalizar, quisiera condensar en un par de frases el por qué del paro. Paramos para que no nos paren. Para que no paren nuestras ganas, nuestro derecho a luchar juntos estudiantes y docentes por una sociedad más igualitaria, más justa, más libre. Paramos para que ningún gobierno pueda jamás parar el impulso emancipatorio que encarna un sistema educativo concebido sobre los principios de universalidad, laicidad e igualdad social. Sí, por todo eso paramos y seguiremos parando.