En Argentina, el sistema previsional exige 30 años de aportes para acceder a una jubilación ordinaria. Pero esta realidad no se ajusta a la vida laboral de la mayoría de las personas, especialmente de las mujeres. Nueve de cada diez de ellas dependen de las moratorias que vencen a fines de marzo para poder jubilarse. Es una de las principales denuncias de quienes todos los miércoles se manifiestan en Congreso. El testimonio de cuatro jubiladas que, este 8 de marzo, también se preparan para participar de la movilización por el Día Internacional de la Mujer.

Sol Bajar @Sol_Bajar
Martes 4 de marzo 22:07

Fotos: Enfoque Rojo
“En febrero cobré 346.800 pesos”, cuenta Carmen desde la Plaza de los Dos Congresos. “Tengo una jubilación docente, pero sin bono y con moratoria. Sobrevivo porque mi papá construyó una casa que alquilamos con mi hermana. Sin esa plata, que nos dividimos entre las dos, no sé qué haría”, dice.
Su realidad se multiplica por miles. Según datos actuales, el sistema previsional está compuesto por 7,1 millones de jubilaciones y pensiones. De ese total, el 60,2% (4,3 millones) fueron obtenidas a través de una moratoria. Aún así, bajo el gobierno de La Libertad Avanza, los jubilados y jubiladas se han convertido en uno de los principales sectores ajustados, con recortes históricos en medicamentos y derechos previsionales. Alicia, Calu, Laura y Carmen, hablaron al respecto con La Izquierda Diario.
Las moratorias y las mujeres
Para quienes no cuentan con los años de aporte que establece la ley, las “moratorias previsionales”, promovidas originalmente por los gobiernos kirchneristas, permitieron completar la historia laboral con un plan de pago de hasta 120 cuotas -hoy equivalentes a unos $26.673-, y acceder así a una jubilación mínima.
La decisión de Javier Milei de no renovar este mecanismo que vence el próximo 23 de marzo, es una de las principales denuncias de quienes cada semana asisten a la puerta del Congreso y, si es necesario resistiendo la represión, dan la vuelta a la manzana del edificio de los Diputados, exigiendo respuestas.
“Nos exigen 30 años de aportes pero muchos, sobre todo las mujeres, no llegan. Mi mamá por ejemplo trabajó desde los 15 años: en casas de familia, como lavacopas, vendiendo sábanas en los barrios, como auxiliar de enfermería, en fábricas y en supermercados. Se jubiló como a los 70 años porque la mitad de su vida habia trabajado ‘en negro’ y no le alcanzaban los aportes. Por eso tuvo que pagar la moratoria. Ahora cobra la mínima que son 330 mil pesos, y por suerte tiene casa propia”, relata Alicia Navarro, que impulsa desde el PTS/FIT la agrupación Jubilades.
Carmen enfatiza: “la moratoria se convirtió en una herramienta crucial para las mujeres”. Con vidas laborales más breves y salarios más bajos, ellas son amplia mayoría entre el Personal de Casas Particulares, en actividades sociales y de salud, que tienen los mayores porcentajes (entre el 50 y 75%) de informalidad laboral, sin aportes a la Seguridad Social. También son ellas quienes abrumadoramente realizan el trabajo no remunerado que, desde cada hogar, garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo, la crianza y el cuidado de niñes, adultos mayores y familiares enfermos.
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Aún con todas sus limitaciones (comenzando porque ponen toda la carga en la trabajadora o trabajador, y no en el fraude del empleador que incumple), las moratorias han permitido que ellas, cuando ya tienen 60 años pero no los aportes suficientes, puedan acceder al sistema previsional.
Según datos de la ANSES, el 90% de las mujeres ingresan por esta vía a una jubilación, de manera que la suspensión de esta herramienta dejará a 9 de cada 10 mujeres sin poder jubilarse, debiendo esperar hasta los 65 años -como sucede ya hoy con los varones- para acceder a la Pensión Universal para el Adulto Mayor. Esta pensión, la PUAM, que fue creada en 2016 bajo la gestión macrista, equivale al 80% de una jubilación mínima y no contempla el derecho a la pensión por fallecimiento del cónyuge.
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“Nadie puede vivir con jubilaciones de indigencia”
“Yo cobro la mínima, o sea, 257.000 pesos más 70 mil pesos de bono, y sobrevivo porque vivo con mi viejo, que cobra jubilación y pensión. Pagamos las cuentas, la comida, los remedios, internet, y ahí se nos va todo”, dice Calu, que también integra la agrupación Jubilades.
“Siempre ganamos mucho menos como jubilados, con cualquier gobierno, y ahora, con la suspensión de la moratoria, con el aumento del costo de vida y con la aprobación de la Ley Bases, la situación empeora. Eso también nos preocupa”, agrega Alicia. Ella también cuenta que “muchos de los que participamos los miércoles no cobramos la mínima ni ingresamos por moratoria, pero vamos por el otro, porque nadie puede vivir con jubilaciones de indigencia. También vamos porque sabemos que se juega el futuro de los pibes, de nuestros hijos y nietos".
La informalidad, la precarización, el desempleo, la estafa del monotributo, la caída del salario, los despidos, el endeudamiento con el FMI y el plan de ajuste que se impone a su servicio, con un constante desfinanciamiento del sistema previsional, que también afectan principalmente a las mujeres, son el marco en el que la mayoría de las y los adultos mayores sobreviven, gobierno tras gobierno, con un ingreso inferior al de la Canasta de la Tercera Edad, que hoy supera $1.200.000.
El proyecto que representa Milei se apoya en esa “tradición” y busca desarrollar la perspectiva de elevar la edad jubilatoria y volver al sistema de capitalización con fondos de pensión privados, manteniendo a la par las jubilaciones de indigencia que denuncian las jubiladas y jubilados.
“El debate no puede agotarse entre moratoria o PUAM, sino en cómo garantizar que como mínimo se cubran las necesidades de los jubilados”, afirma al respecto Nicolás del Caño, autor de varias de las iniciativas que esperan tratamiento en el Congreso Nacional y un persistente acompañante de las rondas de cada miércoles en Diputados.
Mientras reclaman la renovación de la moratoria próxima a vencer, desde el Frente de Izquierda plantean, por eso, una salida integral, que contemple la realidad del trabajo informal, de la desigualdad salarial entre los géneros, de los períodos de inactividad en el empleo -generalmente vinculados al embarazo y la crianza- y del trabajo doméstico no remunerado, tan cara a este sistema capitalista patriarcal.
“Mucho para dar”
Las asambleas barriales fueron el escenario donde muchas jubiladas y jubilados comenzaron a encontrarse. “En enero del 2024 empecé a ir a la asamblea de Saavedra. Con ellos marché en el paro que convocó la CGT y después en otras marchas. En marzo empecé a ir a las rondas de los jubilados y no voy a parar”, dice Laura. Su historia se repite en los relatos de Carmen, Calu y Alicia.
“Empezamos a conformar una especie de colectivo, una especie de coordinadora, con reuniones donde debatimos”, cuentan, y enfatizan que “no tendría sentido nuestra vida si no estuviéramos ahí, cada miércoles. Ahí hay muchas compañeras que fueron militantes, otras que no, que nunca habían ido a una movilización, ya sea porque eran amas de casa, porque estaban criando sus hijos, cuidando su vida familiar. Y es algo que nos llena de orgullo”.
“No importa que esté el protocolo de Bullrich, nosotros aun con la edad que tenemos, tenemos mucho para dar”, dice Calu, y agrega que “muchas veces salimos con bronca, pero siempre con una sonrisa, con ganas de volver y de seguir peleando”.
Organizades
Nuestras entrevistadas también hablan del rol de las conducciones sindicales, de la CGT y las CTAs. “Dejan pasar todo. Deberían cumplir con su función, de defender los derechos de los trabajadores e impulsar mínimo la movilización por mejoras salariales, contra las condiciones de vida y la pérdida de derechos que nos quieren imponer”, dice Carmen.
Laura agrega que “siempre estuvieron alineados con el poder de turno. Pero desde que asumió Milei es escandaloso el silencio, la falta de acción y la traición hacia quienes deberían representar. Deberían estar en las calles junto a los trabajadores, pero no lo hacen. Por eso nosotras también reclamamos paro y plan de lucha, para llegar a una huelga general y tirar realmente a este gobierno de Milei, un gobierno estafador, al servicio de los empresarios, del FMI y de los gobernadores”.
La tarea es compleja, y por eso buena parte de las expectativas está en el próximo 15 de marzo, cuando se realizará el tercer Encuentro de jubilados, esta vez en la Mutual Sentimiento. “Nosotras creemos que hay que construir un gran movimiento, para poder coordinar toda esta pelea a nivel nacional y para convertir los miércoles en un lugar de referencia para todas las luchas, como ya venimos haciendo con los despedidos del Hospital Bonaparte, de Shell, con los estudiantes, porque los jubilados solos no vamos a ganar, y porque nadie se salva solo. Hay que pegar todos juntos”, dicen.
Antes, cuentan, tendrán otra cita de honor. Luego de participar en la masiva movilización del 1° de febrero, en rechazo a las declaraciones contra la diversidad sexual de Milei en Davos, este 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, "también vamos a estar en la calle, reivindicando nuestros derechos y denunciando que somos doblemente oprimidas, como mujeres y como jubiladas, porque con las medidas de este gobierno negacionista y misógino habrá un ataque directo, total, contra nosotras. Vamos a convocar para visibilizar todo esto y para que la movilización que sea muy, muy masiva”, dicen.
Desde la agrupación Pan y Rosas, junto a Myriam Bregman y el PTS/Frente de Izquierda, las acompañarán activamente.
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