El genocidio del estado sionista de Israel contra el pueblo palestino hasta ahora se ha cobrado la vida de más de 35.000 palestinos, de los cuales más de 15.000 son niños y niñas. Mientras cientos de miles alrededor del mundo se vienen movilizando contra este brutal genocidio a cielo abierto, con amplia presencia de pueblos originarios y movimientos de liberación nacional, en Bolivia, llama la atención el silencio que guardan las corrientes que se reclaman decoloniales, indigenistas y otras cuya supuesta razón de ser es la lucha anticolonial.
Jueves 4 de abril 10:48
Foto: comunasweb.com.ar (Comunas Un desafío Radio)
El carácter colonial y racista del Estado de Israel contra el pueblo palestino es parte de un largo proceso de limpieza étnica iniciado en 1948. El genocidio que viene perpetrando el Estado sionista contra el pueblo palestino ha provocado a lo largo de estos meses la muerte de 35.000 palestinos, de los cuales más de 15.000 son niños y niñas. Como consecuencia de los bombardeos y la destrucción de Gaza, la población ha abandonado sus hogares, siendo más de un millón quienes se encuentran hacinados en la ciudad fronteriza de Rafah. No siendo suficiente la masacre que están sufriendo miles de palestinos, Israel está utilizando el hambre como táctica de guerra, destruyendo los sistemas agrícolas y de distribución de alimentos, así como bloqueando recursos vitales como la electricidad, el combustible y los alimentos.
Contra este despiadado genocidio, cientos de miles de personas en todo el mundo se han movilizado multitudinariamente en las calles; tanto en Nueva York, Washington, Londres, París, Madrid y Berlín, las manifestaciones han sido masivas. De igual manera, las manifestaciones en medio oriente se han hecho presentes, como es el caso de Turquía y Yemen. En la ciudad de Karachi, Pakistán, medio millón de personas se han manifestado portando banderas y otros símbolos de la lucha palestina. En varias ciudades de Estados Unidos y Europa algunos sindicatos combativos de trabajadores y trabajadoras en apoyo a Palestina, han realizado acciones de “bloqueo” frente a empresas que venden armas a Israel. Del mismo modo, en varios países se han movilizado también importantes sectores de la población de origen judío, que rechazan la política sionista. Estos hechos son un formidable punto de apoyo para impulsar una política antiimperialista y, por lo mismo, para desarrollar en los y las trabajadoras y la juventud una conciencia de clase que se oponga a la barbarie capitalista, sionista y colonialista.
En los límites del “relativismo cultural”
En el caso boliviano varias organizaciones políticas, colectivos feministas y la Comunidad Palestina nos hemos unido en manifestaciones para brindar solidaridad al pueblo palestino y rechazar el genocidio que viene realizando el Estado sionista de Israel. Sin embargo, llama la atención que corrientes indigenistas e indianistas que se reclaman anticolonialistas no se hayan pronunciado y tomado posición contra la barbarie sionista que está realizando el Estado teocrático y colonialista de Israel. Nos referimos a grupos de renombre como Jichha, la revista indianista Pukara, el Movimiento Tercer Sistema (MTS) del ex gobernador de La Paz, Felix Patzi, la agrupación indigenista Jallalla de la actual alcaldesa de la ciudad de El Alto, Eva Copa, y del gobernador del departamento de La Paz, Santos Quispe. O también se nota este silencio con Carlos Mier propagandista del socialismo comunitario entre muchas otras afines al MAS o a la derecha como el indianista Fernando Untoja y su Movimiento AYRA por mencionar algunos.
Es lamentable que su lógica chovinista y nacionalista no les permita ver más allá de sus ombligos, pues, el colonialismo que vivimos durante cientos de años los pueblos de América, es el mismo que padece el pueblo palestino de la mano de Netanyahu y, su socio mayor, el imperialismo norteamericano. La realidad es que las corrientes ideológicas que reivindican lo indígena y a su nación como sujetos capaces de transformar la historia de dependencia, negando la lucha de clases y resaltando conceptos como indígena, interculturalidad, pluricultural, nación y otros, no han hecho otra cosa que ir asumiendo posturas que han caído en lo declarativo y simbólico, y que producto de este posicionamiento han terminado subordinándose a procesos culturalistas del Estado semicolonial boliviano o alguna fracción burguesa, y que en definitiva sustentan la colaboración con las clases dominantes indígenas o nacionales.
“Lo que queremos resaltar es que diversas simbologías, en la medida que no cuestionen la propiedad de la burguesía, las relaciones de explotación ni los mecanismos de intercambio y de circulación de mercancías, pueden ser utilizadas, resignificadas, incorporadas por el capital en función de su reproducción en sentido amplio. Los símbolos que no están asociados a una directa lucha política contra los portadores de la cultura dominante, son reconceptualizados y refuncionalizados.
Esta fuerza intrínseca del capitalismo dominante, que avanza destruyendo, subordinando o prostituyendo formas de producción no capitalistas, corrompiendo las capas dirigentes del proletariado y de diversos sectores populares, apoyándose en aquellos componentes sociales y culturales “útiles” que encuentra en su expansión, absorbiendo símbolos, etcétera, es lo que pone un límite insalvable a las políticas interculturales, en particular a la visión que busca el relanzamiento de diversas culturas de manera no asimétrica. La simetría está dada por la hegemonía de la producción capitalista y de los fundamentos culturales que le son propios”. (Javo Ferreira, "Comunidad, indigenismo y marxismo", 2019).
El internacionalismo como solidaridad de clase
La reciprocidad, el ayni, la minka y la solidaridad que nuestras culturas pusieron en práctica como principios de convivencia comunitaria han sido instrumentalizados por proyectos nacionalistas, progresistas y decoloniales -como es el caso del gobierno del MAS- para cooptar y estatizar a las instituciones de los pueblos originarios y de las comunidades campesinas. La distorsión de estos valores comunitarios lo podemos evidenciar, por ejemplo, en la relación que establece el Estado con las juntas escolares en los colegios fiscales. Para que no sea el Estado quien asuma la responsabilidad de brindar una educación verdaderamente gratuita, persuade a las madres y padres -como parte de su compromiso con la educación de sus hijos e hijas, y como agradecimiento al paternalismo estatal- que sean ellas y ellos quienes asuman esa responsabilidad dando aportes en forma de “trabajo comunitario” o en dinero. Lo correcto en esta situación es que si falta dinero para garantizar una educación gratuita (infraestructura, equipamiento, alimentación, entre otras necesidades), no tendrían que ser las familias quienes asuman “solidariamente” los gastos que el Estado no puede garantizar so pretexto de que “no hay dinero”. Contrariamente a lo que profesa el gobierno, los valores comunitarios deberían expresarse exigiendo -como comunidad educativa: padres, madres, estudiantes, maestros, maestras y personal administrativo- mayores impuestos a los grandes capitales de tal manera que sean estos quienes garanticen una educación verdaderamente gratuita, laica y de calidad.
Junto a estas miradas chovinistas y nacionalistas, están las posturas decoloniales que sostienen que en Latinoamérica existe una colonialidad del poder. Eso significa que las élites dominantes son en esencia racistas, coloniales, eurocéntricas y que para pensar la emancipación se requiere un giro decolonial. El problema con la idea “decolonial” es que considera que la descolonización es un acto teórico y cultural, que soslaya la importancia de la explotación, de la acumulación de capital y pone al centro el problema del despojo, sin centralidad de la clase obrera. Además, rompen el nexo centro-periferia y de esa forma quiebran la posibilidad del internacionalismo. En este sentido, la descolonización es y será un acto de la lucha de clases y no un limitado acto cognitivo o epistemológico.
“A diferencia del marxismo, que surgió fuera del mundo universitario pero desarrolló una tradición de enorme sutileza y riqueza intelectual, al tiempo que conformó o ayudó a conformar (no sólo intelectual sino prácticamente) al primer movimiento social moderno (el movimiento obrero); y a diferencia de pensadores como Fanon, que comprometieron no sólo sus ideas sino su cuerpo con los movimientos de liberación del siglo XX; la opción decolonial surge del interior mismo del mundo académico, sin grandes sutilezas o riquezas intelectuales y sin demasiada voluntad por participar prácticamente de manera cotidiana en movimientos sociales o políticos contemporáneos: su mundo es el de las cátedras, los seminarios, los congresos y los viajes alrededor del planeta, cuyas comodidades sólo se abandonan muy de vez en cuando.
La falta de sutileza intelectual, la escasez de erudición, los juicios demasiado tajantes, los yerros históricos; todo podría ser relativizado si se tratara de escritos esencialmente políticos producidos por militantes fuertemente comprometidos con alguna organización, y cuyo propósito fuera incitar a la acción, antes que buscar claridad intelectual; performar retóricamente, más que explicar con riqueza teórica. El problema es que los exponentes de la opción decolonial ni son militantes en situación de riesgo; ni son intelectuales que aporten claridad o sofisticación a los debates. La opción decolonial, pues, tiene mucho de impostura.”
(Ariel Petruccelli, "Teoría y práctica decolonial: un examen crítico", 2020).
Para Mariátegui las formas comunales eran un elemento favorable para la construcción del socialismo, por lo mismo, destaca que los pueblos originarios al no haber incorporado en su modo de producción la propiedad privada, sino un régimen comunitario de propiedad y de trabajo recíproco, la solidaridad y el trabajo colectivo, podrían estar más cercanos a la idea del socialismo que del capitalismo. En este sentido -contextualizando la cuestión indígena- la solidaridad y reciprocidad tendría que ir más allá de las fronteras locales y nacionales, y de luchas sectoriales y sindicalistas. Tendría que ser la expresión de un frente único de todos los sectores oprimidos y explotados de la sociedad, con independencia de clase, internacionalista y anticapitalista, libre de tapujos nacionalistas, chovinistas y decoloniales.
La autodeterminación del pueblo palestino y la lucha por el socialismo
Contra el colonialismo sionista y el imperialismo, sobre la base de la movilización y la autoorganización, nos ubicamos de forma incondicional con la resistencia del pueblo palestino, con un programa de independencia política y de clase, anticapitalista, antimperialista e internacionalista. Defendemos el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino y luchamos por una Palestina obrera y socialista, en el marco de una federación socialista en el Medio Oriente.
Por lo mismo, exigimos al gobierno de Luis Arce que tome medidas que afecten los intereses sionistas, no sólo con declaraciones diplomáticas, sino imponiendo la inmediata expropiación de todos los capitales sionistas en el país, y aplicando impuestos progresivos a todos aquellos que comercian y se enriquecen con el Estado de Israel, con el fin de destinar esos recursos a fortalecer la resistencia del pueblo palestino y la ayuda humanitaria.
La LORCI y las organizaciones que conformamos la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional somos parte e impulsoras de movilizaciones en todos nuestros países y a nivel internacional. Como decimos en nuestra declaración de la Fracción Trotskista, es necesario impulsar una gran campaña internacional de solidaridad con el pueblo palestino, organizar la lucha entre los pueblos oprimidos del mundo para terminar con este genocidio y enfrentar al imperialismo, y promover que la clase trabajadora, que es diversa, heterogénea, multi étnica, feminizada, etc, intervenga con sus propios métodos de lucha, mediante huelgas y bloqueos, contra el envío de armas y las empresas imperialistas que apoyan al sionista Estado de Israel.
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