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Desastres no naturales. El huracán Otis y la crisis climática

Océanos más calientes, emisiones de carbono imparables, mala planeación y un monitoreo deficiente de los ciclones tropicales son las claves para que todo el puerto de Acapulco se viera arrasado por el huracán Otis, oficialmente uno de los más fuertes que ha tocado las costas de México.

Axomalli Villanueva

Axomalli Villanueva @1quiahuitl

Martes 31 de octubre de 2023 02:29

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La evolución del ciclón tropical Otis dejó perplejos a científicos y expertos en climatología y meteorología: en 12 horas pasó de una tormenta tropical menor a un huracán categoría 5, la más alta en el sistema de clasificación Saffir-Simpson. Oficialmente se ha convertido en el más intenso que ha tocado el Pacífico mexicano.

Su impacto ha dejado daños catastróficos en uno de los destinos turísticos más importantes del país. A una semana no se tienen cifras completas, sin embargo, lentamente se contabilizan 47 muertos, 48 personas desaparecidas, 80 % de daños a la infraestructura hotelera y daños mayores en vías de comunicación y de telecomunicaciones, así como a la red de electricidad que ocasionó un apagón general en la ciudad y que, según las autoridades se ha reestablecido en 65 %.

No obstante, aún se prevé que la cifra de víctimas aumente, ya que, pese a que el gobierno anunció un censo de afectaciones, aún no ha llegado a las zonas más precarizadas de la sierra y fuera de la zona hotelera. Además existen comunidades indígenas que se encuentran todavía incomunicadas.

La ciencia del desastre

El nivel de devastación es comparable con los anteriores huracanes Stan y Mitch. Sin embargo, Otis pasará a la historia por romper récords como el huracán con más rápida intensificación que se haya registrado, así como el más fuerte que haya impactado en las costas del Pacífico mexicano.

Su desarrollo tomó por sorpresa a expertos en las ciencias de la atmósfera. Los modelos indicaban hasta ese fin de semana que sería una tormenta tropical, cuyas rachas de viento no superarían los 70 km por hora. No obstante, para la madrugada del martes del 24 de octubre se había convertido en una huracán categoría 5, cuando el centro del huracán tocó tierra en la costa central de Acapulco, estado de Guerrero, y sus vientos de 270 kilómetros por hora y rachas de hasta 330 arrasaron con todo a su paso.

Esta explosividad se debe a aguas excepcionalmente cálidas que se han presentado los últimos años, con hasta 30 ºC, debido a que coinciden tanto el fenómeno del Niño, como a la subida de temperaturas por el calentamiento de la tierra. Desde 1966 a la fecha, sólo dos huracanes han presentado un comportamiento similar, el más reciente fue Patricia, en 2015.

Lo común es que los ciclones tropicales alcancen la máxima categoría lejos de las costas y se debiliten al entrar al continente. Lo que hizo rebasar a todos los pronósticos fue precisamente que Otis tocó tierra con la máxima potencia que puede alcanzar estas tormentas. Sin embargo, desde la tarde del martes 24 de octubre, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos alertó que Otis era potencialmente catastrófico.

Los huracanes tienden a formarse en aguas tropicales calientes, es decir, requieren de energía térmica, mientras más cálida y húmeda se encuentre la atmósfera y el océano son escenarios perfectos para una intensificación explosiva como la que vimos la semana pasada. En el contexto de crisis climática en el que nos encontramos, con cada año rompiendo récords en marcas de temperatura, es la conjunción perfecta para eventos como Otis.

Respuesta lenta de las autoridades y más militarización

En las primeras horas del miércoles 25 de octubre, la ciudad de Acapulco amaneció devastada, con un apagón generalizado en telecomunicaciones, servicios eléctricos, carreteras y caminos, además de cortes en el servicio de agua potable, además un número de desaparecidos y víctimas fatales indeterminado. Con el paso de las horas se pudo ver la magnitud de la catástrofe: hasta este 30 de octubre, al menos 47 personas se han contabilizado sin vida y una cincuentena más sigue sin ser localizada, mientras que predicciones financieras advierten que se necesitarán al menos 270 mil millones de pesos para la reconstrucción de toda la ciudad, según datos de El Financiero, cifras que se espera que sigan aumentando, pues la respuesta del gobierno ha sido lenta y burocrática.

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, afirmó que “se hará un censo, casa por casa, para ver las viviendas afectadas y pequeños negocios”, y adelantó que se apoyará con un programa de construcción y mejoramiento de vivienda para los afectados. Desde el 28 de octubre, al menos mil brigadistas han sido enviados a la zona de desastre para censar la magnitud de los daños. No obstante, esta labor requerirá de meses de trabajo en la zona y no se ha especificado cómo se realizará esta reconstrucción o si se tratará meramente de un apoyo económico.

Por otra parte, según datos del satélite Copernicus, así como el desarrollo de cartografías colaborativas han arrojado datos de al menos 1 394 edificaciones destruidas, 2 264 dañadas y 162 posiblemente dañadas. También se estimó que existen 8 puentes afectados, 26 km de carretera dañada, 252 hectáreas inundadas y 11 hectáreas donde registraron deslizamientos de tierra. Todo apunta a que las colonias de las zonas altas de la bahía fueron las más afectadas, aunque aún hace falta el mapeo de zonas serranas que continúan incomunicadas.

Mapa realizado por Copernicus, 2023

Ante la reacción lenta de las autoridades para manejar la catástrofe, miles de personas salieron a abastecerse de víveres en los supermercados locales, dando paso a una campaña de criminalización por parte de medios tanto oficialistas, como de la oposición de derecha. A su vez, el gobierno anunció en una primera instancia que los "únicos que se encargaran de entregar la ayuda humanitaria serian las dependencias del Ejército y la Marina". Esto provocó malestar, pues esto alentaba aún más la entrega de comida y agua, además de productos de primera necesidad, en un escenario de emergencia.

A una semana del paso del huracán, organizaciones civiles ya han logrado llegar hasta el puerto de Acapulco y repartir ayuda humanitaria. Sin embargo, no es suficiente para cubrir las necesidades de la población en su totalidad.

¿Error en los pronósticos o en los protocolos de seguridad?

Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, declaró en la conferencia matutina del pasado jueves que "fue algo atípico y un escenario poco probable. Se rompió el récord histórico de intensificación en México, que era de 24 horas con el huracán Patricia, en 2015", y que "por esto, las alarmas a la población no fueron suficientes para prevenir los daños al puerto".

Si bien es verdad que el comportamiento de Otis fue excepcional, al superar todos los modelos de predicción meteorológica. No obstante, al menos 12 horas antes, ya se sabía mediante alertas del Centro Nacional de Huracanes que el impacto en el puerto sería potencialmente desastroso, y para el final de la tarde la alerta se modificó a que impactaría con la mayor fuerza esperada.

Esto nos deja una advertencia para el futuro, según expertos en modelación del tiempo y el clima, ante las nuevas condiciones de calentamiento es necesario mejorar y revisar los sistemas de prevención. Si bien no es posible evacuar una ciudad en 12 horas, sí era posible cerrar los puertos y advertir mejor a la población, pero esto lleva a pensar forzosamente que los protocolos de Protección Civil se quedan cortos ante la emergencia climática.

Científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) afirman que existe una relación directa entre la fuerza de los huracanes y el cambio climático. Si bien la comunidad científica en México aún no puede confirmarlo por completo, pues la incidencia de los ciclones tropicales depende de muchos más factores y condiciones específicas en la atmósfera y su interacción con el océano, lo que sí se puede esperar es que entre más caliente esté el mar, hay más energía disponible para alimentar estos eventos.

Sin embargo, hay que recordar una vez más que los desastres no son naturales. Más allá del reclamo de la derecha que aprovechó la desgracia de miles de familias trabajadoras y precarizadas para golpear políticamente al gobierno de la 4T con la desaparición del Fondo Nacional de Desastres Naturales, lo cierto es que ni los gobiernos del PRI ni del PAN ni del Morena han sabido prevenir, ni manejar los riesgos, tanto climáticos, como sísmicos y volcánicos que son una constante en el territorio nacional, y una vez más, recordando a la catástrofe provocada por los sismos del 2017, ni la construcción o re construcción de las ciudades están pensadas para cubrir las necesidades de la población, sino para beneficiar la lógica capitalista de producción irracional de ganancias.

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