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Red Internacional
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OPINIÓN. ¿El macrismo quiere una nueva reforma del Estado?

La reaparición de la ineficiente “empleada pública” de Antonio Gasalla en el programa de Susana Giménez. Relato macrista y planes sobre el trabajador estatal. Puntos de contacto de ayer y de hoy.

Emilio Salgado

Emilio Salgado @EmilioSalgadoQ

Martes 23 de agosto de 2016

Flora era la grotesca “empleada pública” que maltrataba al público y mostraba su total ineficiencia y la burocracia del Estado sin ponerse colorada. Fue uno de los famosos personajes con el que el actor cómico Gasalla supo ganar las pantallas del rating en pleno menemismo. La empleada públical era uno de los personajes más importantes. La calidad del cómico no está en discusión, pero ¿qué había detrás? Toda una postura ideológica. Era una gran mano desde "la caja boba", necesaria para el proceso de ganar apoyo masivo al proceso que llevó el nombre de las dos “Reformas del Estado”.

La imagen del trabajador estatal noventista

En los 90, Carlos Menem, junto a su ministro de Economía estrella, Domingo Cavallo, armaron su relato del achicamiento del Estado, ligado a la apertura necesaria del sector de las finanzas internacionales que, con las privatizaciones de las ramas fundamentales de la economía, iban a traer el progreso prometido.

Para ello, creaba la idea del trabajador estatal ineficiente, comparado con un próspero trabajo del sector privado. Los grandes sectores de los servicios, que antes eran parte del Estado, como la telefonía, agua, gas y electricidad, fueron virando uno a uno al sector privado, en su totalidad, a empresas multinacionales europeas o norteamericanas. Proceso que había comenzado ya durante el alfonsinismo en el poder (Plan Houston), pero que se profundizó hasta su grado máximo en la década menemista. La empleada estatal de Gasalla, que trabajaba de mala gana, era simplemente una gran ayuda para imponer esa idea, a nivel de las masas, que el Estado era demasiado grande, y que su personal era ineficiente y antiguo, que sobraba.

El proceso de privatización de las principales ramas de la economía fue un éxito, a pesar de honrosos casos de resistencia en la lucha contra las privatizaciones, como la legendaria lucha de los trabajadores del Astillero Río Santiago de Ensenada, una de las pocas empresas estatales que triunfaron contra el plan de Menem y Duhalde de traspaso al sector privado.

El achicamiento del Estado trajo un plan de despidos enorme, entre otras medidas de flexibilización laboral generalizadas, paralelo a un proceso de despidos también en el sector privado. En suma, la desocupación fue en aumento hasta la crisis del 2001 en el gobierno de la Alianza, que sucedió a Menem y que estalló por los aires, cuando los de abajo ya no soportaban seguir siendo el pato de la boda de tanto ajuste.

Relato M

El Gobierno de Macri pretende ser original como representante del capital. Pero desde su llegada al poder no mostró creatividad en sus medidas. El discurso de los CEO retoma el relato noventista, donde la crítica al trabajador del Estado es una de sus principales batallas simbólicas. A puro cinsimo, el Ministerio de Trabajo nos promete ser felices. Pero a la cabeza de esta estrategia ajustadora está la nueva oficina de Modernización.

Los ministros y los funcionarios subalternos, en la mayoría de los casos de composición “cheta”, cuyos curriculums vitae provienen de universidades y de empresas privadas, nos vienen a decir cómo debería ser un Estado cuya plantilla “óptima” es muy por debajo de la actual. “Queremos desterrar el empleado Gasalla” anunciaba Andrés Ibarra, el ministro estrella de Modernización cuando aplicó a comienzo del año la primera tanda de despidos y se quería imponer la idea que los trabajadores del Estado somos “ñoquis”.

“Modernizar” el ajuste

En esta nueva etapa, pretenden que ya casi no haya trabajadores de planta permanente, eliminando la estabilidad laboral estatal. Es que hay una relación casi mecánica, y lo saben bien quienes gobiernan al servicio de las necesidades de los capitalistas: si no hay estabilidad en el Estado, la tendrán mucho más fácil en el sector privado a la hora de implementar sus planes de reducción.

El kirchnerismo lo tuvo claro, por eso, más allá de su discurso de promover un mejor empleo en todo el Estado, los procesos de concursos y pases a planta permanente fueron escasos, de propaganda, en tres o cuatros organismos en los doce años K. En suma, contrario a su discurso de trabajo registrado, la gestión nacional y popular tuvo el récord de ser el mayor empleador de trabajo precario con la mayor parte con salarios por debajo de la canasta familiar. Además de eso, mantuvo a las principales empresas de servicios en el sector privado multinacional, eso sí, con acciones de capitalistas amigos. Esa es la parte de la “herencia”.

Hoy hablan de un Estado moderno y eficiente, y según ellos, para eso más chico. Por eso crearon una oficina de Modernización, que centraliza el plan. El fundamento en el que se basan para ejecutar el achicamiento del Estado, es el diagnóstico que los macristas denominaron “El estado del Estado”, una investigación de como dejó el Kirchnerismo ciertas instituciones. A partir de este informe, querrán justificar un nuevo plan de retiros voluntarios de su planta más antigua, jubilaciones compulsivas. De fondo, se habla de eliminar la planta permanente, imponer la movilidad compulsiva dentro de los organismos, la polifuncionalidad y la descentralización de ciertas tareas, como paso previo a nuevas tandas de despidos.

Es conocido el rol de la dirección de UPCN, gremio estatal mayoritario dirigido por el socio de la Sociedad Rural Andrés Rodríguez, que deja pasar todos los despidos y que no va a salir a luchar. Por parte de ATE, aunque sí hubo una serie de paros y movilizaciones, fueron aislados y poco contundentes. No alcanzaron para frenar la primera tanda de despidos, salvo algunas excepciones. Las distintas alas de las directivas de ATE convocan a acciones rutinarias para “salvar los trapos”. Es que están más metidos en sus pujas internas entre kirchneristas y los alistados con Víctor De Gennaro, que en ver cómo enfrentar el plan de ajuste de este gobierno. Se necesita un plan de lucha, con asambleas y plenarios de delegados abiertos a todos los trabajadores, si realmente se quiere enfrentar lo que ya en varios lados se habla: una nueva reforma del Estado.

El regreso de Flora no es mera coincidencia. Las aguas bajan turbias para los trabajadores del Estado. Quieren hacernos pagar los costos del déficit fiscal, con este plan que pretende ser moderno pero en verdad es reciclado. Así como los tarifazos fueron contestados con un gran descontento social, dependerá de nuestra “relación de fuerzas”, que el achicamiento del Estado pueda llevarse a cabo.