El papa ensayó distintas tácticas desde que empezó el debate del aborto legal en el Congreso. Ahora, prueba con un juego más ofensivo. Los que creían que Bergoglio era Francisco no deberían sorprenderse de que siga siendo el mismo Jorge.
Andrea D’Atri @andreadatri
Jueves 12 de julio de 2018 08:55
Durante la primera etapa, sorprendió que la Iglesia mantuviera un discurso moderado y que no obligara a estudiantes de escuelas confesionales a movilizarse contra el derecho al aborto, junto a las carrozas que arrastraban bizarros y gigantescos fetos de utilería. No lograron reunir más que algunos millares, con el aporte crucial de fanáticos variopintos y fundamentalistas evangélicos.
Pero el civilizado diálogo del Vaticano y el Episcopado argentino con millones de mujeres a quienes les concedían “el jubileo del perdón” por haber abortado, duró poco.
Si ellos cambiaron de táctica y se preparan para derrotarnos, tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para vencerlos.
Es probable que el Papa, como Macri y un sector de Cambiemos (también del PJ) esperasen que el proyecto no prosperara en Diputados. Su esperanza era que la maniobra oficialista rindiera sus esperados beneficios para la alicaída imagen presidencial, dejara en falsa escuadra a la ex mandataria que no supo tener la misma “osadía democrática” oportunamente, dividiera a la oposición y, finalmente, quedara en la nada. Pero resulta que, mientras tanto, se coló esa marea verde que se propuso conseguir la media sanción a pura prepotencia de movilización, obligando al Congreso a votar en favor de su derecho.
El gobierno, el PJ y la propia Iglesia quedaron pataleando en el aire. Pero acusaron recibo del golpe y se preparan mejor para la próxima batalla del Senado. Si en Diputados tuvimos que aguardar a la intemperie por un resultado incierto, el próximo 8 de agosto será una velada agónica. Si ellos cambiaron de táctica y se preparan para derrotarnos, tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para vencerlos.
Con los tapones de punta
Bergoglio advirtió el peligro rápidamente. Por eso, apenas salió la media sanción, el “Papa bueno” declaró que quienes defienden la legalización del aborto somos como los nazis. Rarísima metáfora la que utiliza el jefe de la milenaria institución que acompañó el genocidio de los pueblos originarios de América, que bendijo las armas del nazismo en la II Guerra Mundial, que apañó a la dictadura genocida en Argentina y fue cómplice del robo de bebés.
Luego, la vicepresidenta Gabriela Michetti propició una reunión en el Episcopado, para pergeñar las tácticas dilatorias que le fracasaron en el Senado. Molesta con el primer revés, anduvo recorriendo los medios diciéndoles a las mujeres que fueron violadas cómo deberían asumir su maternidad forzosa. Algo que hasta la escritora Margareth Atwood repudió por considerarlo más brutal que lo que su propia imaginación era capaz de transformar en oscura ficción.
Más recientemente, el arzobispo Carlos Sánchez fue con los tapones de punta durante la homilía del Tedeum del 9 de julio. El día previo, como en una serie distópica producida por Netflix, medio centenar de obispos se congregaron en la renovada Basílica de Luján -a la que Cristina donó importantes fondos para su restauración-, para celebrar una “Misa por la Vida”. Para rematarla, un vocero del Papa denunciaba las verdaderas intenciones eclesiásticas: el arzobispo de La Plata dijo que Mauricio Macri debería vetar la ley si es verdad que tiene una profunda convicción contraria al derecho al aborto. Mauricio quedó preso de sus propias palabras.
Médicos católicos impulsan la campaña #NoCuentenConmigo, advirtiendo con total impunidad que no acatarán la ley en caso de promulgarse. Estudiantes son sancionadas por usar el pañuelo verde por el aborto legal. Se viralizan videos de inocentes bailecitos antiderechos, pero también otros simulando ejecuciones sumarias a adolescentes que portan el pañuelo verde. Pintadas intimidatorias, amenazas a figuras reconocidas que se han pronunciado a favor de la legalización. Y como en la película The Wall, niñas y niños de un colegio católico de Santiago del Estero, fueron obligados a desfilar a paso militar, con pañuelos celestes en sus cuellos. Todo muy pro-vida.
Santiago del Estero: La otra Juventud que viene marchando para construir una Nueva Argentina.
¡La Patria tiene Futuro!
!Paso a #LaOlaCeleste!#SiALaVida! #NoAlaborto! pic.twitter.com/dx3sFMXNx9— Alejandro Biondini (@BiondiniAR) 10 de julio de 2018
En el seleccionado del Vaticano juegan todos
Pero mientras Michetti y Pinedo nos entretienen con sus monstruosos proyectos de “Un mundo feliz”, el Vaticano contabiliza sus aliados en la oposición. Allí, los caudillos peronistas que pretenden avalar la media sanción para que la marea verde no los termine ahogando, saben que duermen con el enemigo. Porque aunque Pichetto diga que votará a favor, aunque el Frente para la Victoria ahora (recién ahora) diga que su bloque de senadores hará lo mismo, saben que son muchos los gobernadores y legisladores peronistas que suelen pedir la ayuda vaticana cuando ven peligrar la gobernabilidad en sus provincias.
Por las dudas, el arzobispo platense les recordó, recientemente, cuánto le deben a la pacificadora Iglesia cuando de apagar incendios se trata. Los mencionó como los representantes del "interior profundo". Se refería a aquellos senadores que comulgan todos los domingos, que impusieron la religión en las escuelas públicas, que tienen fotos con el Papa en sus despachos, que hacen grandes donaciones y negocios con el Opus Dei y que van “a llorar a la Iglesia” cuando el pueblo trabajador de sus provincias reclama por sus salarios impagos.
La Iglesia no tiene amigos solamente del “lado de los malos”. Si se da el lujo de ponerse beligerante aun cuando ya no consigue movilizar a sus fieles, es porque todo el peronismo, incluyendo a Cristina, fortaleció su investidura y le reclaman su intervención en la política nacional. Hasta distintos sectores de centroizquierda y de movimientos sociales se jactan de su relación con Bergoglio y parecen haberse convertido en intérpretes, tanto del sentir de las mujeres de las barriadas populares, como del verdadero sentido de lo que el Papa quiso expresar cuando nos dijo “nazis”. Más que orgullo, nos da vergüenza ajena, reconocer que solamente el Frente de Izquierda mantiene independencia absoluta del Vaticano y de su política de contención social y contra los derechos de las mujeres, la diversidad sexual y otros colectivos.
El 8 de agosto, nos jugamos la final
Nos quieren esclavas, como dijo la escritora Margareth Atwood. Nos quieren sumisas, controladas por sus dogmas, sin derechos ni autonomía. Necesitan propinarnos una derrota que sirva para que aprendamos a no rebelarnos contra los mandatos, contra la autoridad. Una derrota que nos haga perder la esperanza de que podemos enfrentar los agravios, humillaciones y ataques que imponen al pueblo trabajador.
Las mujeres de Pan y Rosas en el Frente de Izquierda decimos que las masas femeninas que hoy se levantan por el derecho al aborto estamos llamadas también a jugar un papel crucial en la lucha por impedir un nuevo saqueo de los capitalistas: somos la mitad de la clase asalariada, somos la mayoría entre los más explotados, somos la mayoría entre los más agraviados, empobrecidos y oprimidos. Si queremos transformar la vida miserable a la que nos condena el capitalismo patriarcal, solo hay que aprender a mirarla a través de nuestros ojos.
Por todo eso, el próximo 8 de agosto no podemos permitir que nos dobleguen. La derrota del oscurantismo medieval de la Iglesia y todos sus personeros políticos será el fortalecimiento de nuestra lucha. Tenemos que prepararnos para vencer.
Pan y Rosas propone que nos organicemos, desde ahora mismo, en cada lugar de trabajo, en cada escuela, en cada universidad, para dar las batallas concretas contra los ataques del gobierno y de los capitalistas, contra la burocracia sindical que pretende enchalecar nuestras fuerzas, contra las corrientes políticas que dicen que nuestra fuerza hay que entregársela a algún candidato o candidata que sabrá conducir nuestros destinos en las próximas elecciones, contra los que seguirán intentando convencernos de que no tenemos ese poder en nuestras manos y que somos sólo víctimas impotentes. Tenemos que llegar al 8 de agosto como una fuerza invencible.
Nuestros derechos no caen del cielo. Los conquistaremos con nuestra voluntad y nuestra disposición a dar este combate. El cielo puede esperar.
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el (...)