Frank Steinmeier, empezó hoy a ejercer formalmente como árbitro en la encrucijada que atraviesa la primera potencia europea, después del fracaso de la canciller Angela Merkel para formar gobierno con liberales y verdes.
Miércoles 22 de noviembre de 2017
Después del portazo que dio el domingo por la noche el líder del Partido Liberal (FDP), Christian Lindner, con la fuerte frase ante las cámaras de televisión de que “mejor no gobernar que gobernar mal”, este martes el presidente alemán Frank Steinmeier comenzó a ejercer su rol de “último recurso” institucional para intentar llegar a un acuerdo y resolver la crisis en que quedó el sistema político de la primera potencia de Europa.
Al presidente que asumió el cargo hace 7 meses y tiene fama de gran diplomático, es muy cercano a Merkel y es referente clave del Partido Socialdemócrata, le compete proponer a la cámara baja un candidato a canciller. El nuevo jefe del Ejecutivo precisará para ser elegido de la mayoría absoluta, en las dos primeras rondas, o mayoría simple, en la tercera, tras lo cual tiene la potestad de nombrarlo o de disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones.
El primer paso de Steinmeier fue reunirse con los jefes liberales y verdes. De la reunión con sentido, es decir con Lindner (los verdes dijeron que las negociaciones con Merkel iban bien y están dispuestos a seguir en esa línea) no se informaron los resultados pero Lindner reafirmó su postura en una entrevista con el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung donde dijo que volver a las negociaciones “no tiene ningún sentido”.
El presidente alemán Frank Steinmeier (izq.) y el líder del Partido Liberal Christian Lindner (der.)
Como dijimos en una nota anterior, resumidamente las posibilidades de encausar la crisis son: lograr pactar una nueva coalición (con verdes y liberales o con los socialdemócratas), arriesgarse a que funcione un “gobierno en minoría” (con el mínimo de consenso institucional), o llamar a nuevas elecciones que serían más o menos para marzo de 2018 (o sea una eternidad). Una reciente encuesta que publicó El País (Estado español) dice que el 51% apoya nuevas elecciones contra un 30% que avala un “gobierno en minoría”.
La situación es muy comprometida no solo por la falta de un gobierno con legitimidad, sino porque esto repercute directamente sobre la Unión Europea (UE), bloque que Alemania (con la colaboración de Francia) hegemoniza indiscutiblemente. Para colmo, el bloque está urgido de encausar temas complejos como la reforma de la zona euro, la salida de Gran Brataña de la UE (“Brexit”), o el fenómeno inmigratorio masivo que están causando desde hace años las políticas militaristas del imperialismo europeo y norteamericano en el norte de África y Medio Oriente.
Steinmeier, que quiere evitar el escenario de nuevas elecciones, tiene prevista otra reunión poco interesante este miércoles con la CSU, el ala bávara del partido de Merkel (CDU). El jueves sí será un día importante ya que el presidente, quien también es un importante referente del Partido Socialdemócrata (SPD), se reunirá con Martin Schulz, cabeza de la centenaria organización. Los ultraderechistas de Alternativa por Alemania y la izquierda reformista de Die Linke, están excluidos de las conversaciones.
La reunión con el SPD es clave, aunque probablemente no se termine de resolver la cosa ahí, porque si bien Schulz reafirmó el mismo lunes que no piensa volver a integrar una coalición con los conservadores de Merkel, no se puede descartar que las presiones lo terminen llevando a aceptar algún tipo de acuerdo. Tengamos en cuenta que la posición de Schulz “no sería la mejor” después de ser la cabeza más visible de la derrota histórica sufrida en las elecciones del 24 de septiembre. Además, si se mantiene a rajatabla en no dar apoyo al gobierno, podría ser víctima de acusaciones de llevar a Alemania al desgobierno, campaña que ya está sufriendo el líder liberal por haber roto las negociaciones.
La decisión final de los socialdemócratas se sabrá seguramente después del Congreso del SPD previsto entre los días 7 y 9 de diciembre.
Entre “el NO rotundo” y reeditar la “Gran Coalición” (CDU-SPD, los dos principales partidos de Alemania) que gobernó en 2005-2009 y 2013-2017, hay algunos grises. Una opción que baraja el presidente es la del “gobierno en minoría”, lo que significa Merkel canciller votada por mayoría simple en el parlamento (el mínimo apoyo requerido por la constitución) y sin formar coalición con otros partidos, pero donde el SPD la aceptaría como un “gobierno tolerado”. Los socialdemócratas no tendrían participación en el Ejecutivo integrando ministerios como en los períodos anteriores, pero el CDU/CSU obtendría un consenso mínimo para gobernar.
Merkel por el momento se resiste a este escenario y ha dicho que prefiere someterse a nuevas elecciones. Es una visión bastante sensata desde su posición ya que en ese escenario debería dirigir un gobierno que necesitará negociar apoyos constantemente para cada medida que pretenda tomar, es decir ser la cabeza de un gobierno extremadamente débil y condicionado.
Pero como se sabe, estas componendas sin principios, deshaciendo compromisos, retrocediendo de las propias declaraciones, etc., son una constante en los políticos capitalistas que no debería extrañar ni de Merkel ni de Schulz.
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