Hace 43 años, así llamó Manuel Fraga a la gran gesta de Vitoria, el 3 de marzo de 1976, en un contexto de ascenso obrero que socavó al Régimen de Franco y su modelo sindical. A la vez que marcó una dinámica contraria a la "reforma pactada" de la Transición española.
Domingo 3 de marzo de 2019
Fraga, el entonces vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación del Régimen franquista, muy preocupado llegó a denominar el “soviet de Vitoria” con la que había que acabar (Fraga Iribarne, Manuel, En busca del tiempo servido, 1988) a esa gran gesta, sino la más importante y radicalizada de todo el Estado, que ha vislumbrado a todas las luchas en curso en un año de auge en la lucha de clases.
El impacto de los cambios políticos después de la muerte de Franco alteró la ya convulsionada situación, caracterizada por una aguda crisis del Régimen que, ligada a los efectos de la crisis económica, provocó que las huelgas y las manifestaciones se multiplicaran de una manera desconocida hasta entonces.
Las primeras medidas de reformas anunciadas por Arias Navarro no presentaban ningún cambio y los primeros meses del año 1976 no fueron muy diferentes a los tiempos del dictador en vida. Los planes del Gobierno de perpetuación del Régimen franquista más allá de la muerte de Franco iban siendo minados por la clase trabajadora-junto a los estudiantes, asociación de vecinos, y los movimientos por la autonomía-, siendo la clase trabajadora la fuerza de más peso frente a un ascenso de protestas y fuertes huelgas, con un nivel de extensión y radicalización que marcaba una dinámica propia.
Autoorganización y coordinación obrera: socavando al modelo sindical franquista
En Vitoria, el motor del conflicto había estado en los efectos de la finalización de los convenios terminados a finales de 1975, cuando el 14 de noviembre el Régimen franquista había efectuado un nuevo decreto de congelación salarial. Las demandas contra los topes salariales y los ataques de las patronales en las grandes empresas fueron conformando una plataforma unitaria de importantes sectores de trabajadores y trabajadoras.
Se estaba desarrollando una verdadera coordinadora obrera, basada en asambleas de fábrica y por sección tal como comenzaba a darse en otras regiones como en Catalunya y comarcas de Barcelona.
La respuesta del represiva del Gobierno con detenciones y despidos, provocó una profundización en la radicalización política y en la lucha que se fue extendiendo e intensificando en un complejo proceso de autoorganización protagonizada por una nueva clase obrera, “El año comenzó con los primeros paros. El 9 de enero, Forjas Alavesas se declaró en huelga. En apenas unas horas, el conflicto se había extendido a las principales fábricas: Mevosa, Aranzabal, Gabilondo, Ugo, Orbegozo... Gasteiz, en euskera, o Vitoria, en la lengua de sus fundadores, correspondía entonces con la imagen de una ciudad-fábrica típicamente fordista. En 1960 tenía poco más de 70.000 habitantes. En 1976 había alcanzado la cifra de 170.000. Pertenecía a la categoría de los nuevos núcleos industriales que se confirmaron durante el tardofranquismo: Pamplona, Burgos, Valladolid, Sagunto, Vigo, Cádiz, Getafe, también Madrid. En aquellos años, se produjo el reclutamiento en masa para trabajar en las fábricas gobernadas por el ritmo de las cadenas de montaje. Se estaba formando una nueva clase obrera, sin cualificación, sin los legados y tradiciones de oficio, sin apenas experiencia industrial.” (Rodríguez López, Emmanuel, Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el régimen del ‘78, 2015).
Esta experiencia de autoorganización se fue profundizando a través de las "comisiones representativas” elegidas en asambleas, que luchaban para que la patronal las reconociera y así negociar mientras exigían la dimisión de los jurados de empresa, lo cual significaba también socavar el modelo sindical franquista. A su vez, se profundizaba el proceso de coordinación general a través de la “asamblea de conjunto”, convocada dos veces por semana y donde se reunían las asambleas de todas las empresas en lucha. Esta situación llevó a la extensión de la solidaridad, organización y lucha a sectores como la banca, el movimiento estudiantil y las asambleas de mujeres. El 9 de febrero comenzaron las detenciones y con ellas los primeros despidos.
En respuesta a la represión, convocaron una primera huelga general el 16 de febrero, que había sido decidida en la “asamblea de conjunto”, tras la cual los trabajadores lograron liberar a los detenidos y el 3 de marzo se desarrolló la segunda huelga general por los despedidos (Abásola J. A., Vitoria 3 de marzo. Metamorfosis de una ciudad, 1987).
La represión no se hizo esperar desde la madrugada en los piquetes, con un alto nivel de enfrentamiento. La Policía había gaseado y ametrallado una asamblea de trabajadores que tenía lugar en la iglesia de San Francisco de la capital alavesa. Los obreros respondieron con importantes actos de radicalización: así lo describía La Vanguardia española, en una portada titulada “DRAMA EN VITORIA”, el 5 de marzo de 1976: “Los agitadores alzaron barricadas utilizando automóviles, farolas, árboles y materiales de obras con el claro propósito de desbaratar el orden y provocar enfrentamientos que habían de ocasionar un elevado número de víctimas.”
La masacre de Vitoria Gasteiz: acabar con el “soviet de Vitoria”
Arias Navarro y Fraga- entonces Ministro de Gobernación-, ofrecían su cara más dura a un conflicto que acabó ese día con un saldo de cinco muertos y más de 150 heridos de bala. Resultaron asesinados Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años; José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.
Así justificaba Fraga estos hechos en La Vanguardia española el 5 de marzo de 1976: “La responsabilidad de las recientes muertes la tienen los que quieren obtener por la fuerza un cambio político. En este caso el Gobierno es inocente y la policía ha demostrado durante meses una enorme paciencia”.
Radicalización en todo el Estado español
La prensa oficial da cuenta de esta situación en otro artículo del mismo medio el 6 de marzo de 1976 titulado “En varias ciudades del norte y centro. Manifestaciones y paros laborales, secuelas de los sucesos de Vitoria”.
Y así continúa la noticia: “Bilbao. 5. Ha crecido sensiblemente la conflictividad laboral en Vizcaya durante el día de hoy, según informa “Logos”. Los conflictos, por motivos laborales, se han visto incrementados en 3.200 trabajadores suspendidos de empleo y sueldo en la factoría de Olaveaga de Astilleros Españoles, S. A. El total de los sancionados o parados por estas causas es de 14.392. Se han registrado paros de distinta duración; variable, entre unas horas y jornada completa en 23 empresas. Hallándose implicados en los mismos, alrededor de 13.600 trabajadores. Estos paros son de solidaridad con los sucesos de Vitoria (…). Se mantienen el encierro de unos 600 trabajadores de Altos Hornos de Vizcaya, donde se vienen registrando concentraciones de trabajadores y esposas de éstos. (…) Por otro lado prosigue la ola de manifestaciones, (…) protagonizadas por estudiantes, de edad entre 15 y 25 años, que son disueltos y se reagrupan hasta que vuelve a hacer acto de presencia la fuerza pública. (…) Nuevos incidentes en Pamplona. Nuevos incidentes se han producido esta mañana en la capital navarra, donde continúa la situación de paro generalizada en todo el cinturón industrial de la ciudad (…) También se cruzaron coches y se formaron barricadas junto a la prisión provincial y en los accesos de diversas carreteras que conducen a Pamplona. (…) PAROS PARCIALES EN GUIPÚZCOA.(…) en solidaridad con los hechos de Vitoria se han producido paros en alrededor de un centenar de empresas, afectando a unos 15.000 trabajadores. MADRID: MINUTOS DE SILENCIO EN SEÑAL DE DUELO Algunas, muy pocas, empresas madrileñas han realizado hoy paros parciales y minutos de silencio en señal de duelo por los incidentes recientemente ocurridos en Vitoria, comunica Pyresa.”
El desvío y bloqueo de la dirección del Partido Comunista de España
Mientras tanto, ante lo que había sido la mayor matanza después de la muerte de Franco, la dirección del PCE -organización de más peso en el movimiento obrero-, no se propuso extender ese movimiento, limitándose a un desarrollo dentro de esas regiones y a organizar funerales simbólicos y “responsables”, (Val del Olmo, Arturo, O, 3 de marzo, una lucha inacabada, 2004).
Muy por el contrario, mientras se estaba desarrollando una dinámica de coordinación y extensión de las huelgas protagonizadas por amplios sectores de la clase trabajadora, el PCE se preparaba para futuros pactos como acabó haciendo bajo el gobierno de Suárez tras su estrategia de "reforma pactada" del Régimen. Un rol idéntico frente a la matanza de Atocha.
Es decir, la dinámica de la lucha de clases era contraria a esta dirección. Mientras "los de arriba" pactaban con el PCE, las huelgas y las manifestaciones se multiplicaron de una manera desconocida hasta entonces en todo el Estado español. Si en el año 1975 se habían perdido más de 10 millones de horas de trabajo, en 1976 se perdieron 110 millones con la participación de 3,5 millones de trabajadores implicados contra medio millón del año anterior.
A su vez, el carácter de los conflictos era más radicalizado, con reivindicaciones más profundas y de una duración más larga. La enorme e intensa conflictividad obrera devela el carácter de la misma transición, que lejos estuvo de ser pacífico, sin traumas y en un marco exclusivo de pactos y reformas.
Ante los ataques de un Régimen heredero de Franco, que utiliza los mismos jueces e instituciones reaccionarias para reprimir a quienes luchan día a día contra los efectos de la crisis capitalista. Ante unos sindicatos dirigidos por una burocracia sindical, “los verticales de la democracia”, que también merecen ser socavados y revolucionados para dejar de ser agentes de las “pax social” de la patronal, y transformarse en verdaderas herramientas de lucha y organización. Hoy más que nunca, recuperar la memoria de estas gestas, es una tarea militante para buscar hilos y lecciones para el conjunto de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud.
Referencias Bibliográficas
Abásola J. A., Vitoria 3 de marzo. Metamorfosis de una ciudad, Vitoria, Diputación Foral de Ávala, 1987.
Fraga Iribarne, Manuel, En busca del tiempo servido, Barcelona, Planeta, 1988.
Guindal, M. y Giménez, J. H., El libro negro de Vitoria, Madrid, ediciones 99, 1976.
Rodríguez López, Emmanuel, Por qué fracasó la democracia en España La Transición y el régimen del ‘78, Traficantes de Sueños, Madrid, 2015, p. 27.
Val del Olmo, Arturo, O, 3 de marzo, una lucha inacabada, Vitoria, Fundación Federico Engels, 2004.