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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Elecciones en el Estado español, ¿corre peligro el Régimen del 78?

La primera información que nos dan los datos de las elecciones legislativas del 20 de diciembre es que en el Estado español se terminó el bipartidismo, entendiendo esto como la alternancia en el gobierno central entre el PP y el PSOE.

Martes 29 de diciembre de 2015

Pero esto no supone que el PP y el PSOE hayan sido borrados de la política española porque aunque han perdido la importancia política hegemónica que tuvieron todavía conservan entre los dos el 50, 73% de los votos emitidos.

Pero la cuestión central está en que la sangría de votos del PP y del PSOE no supone simplemente que los dos partidos más importantes hasta ahora en el Estado español disminuyan su importancia, la cuestión central es que desde hace años en estos dos partidos descansa el Régimen del 78, el régimen político que elaboró la burguesía española en la denominada Transición para suceder al francofascismo y legitimar su poder político y económico conquistado en la Guerra Civil española.

Por lo tanto, no estamos hablando simplemente de que el PP haya pasado de perder la mayoría absoluta a la mayoría simple y de que el PSOE no remonte su caída desde que su último gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero pusiera la alfombra azul para que gobernara el PP al empezar la contrarreforma laboral. El PP y el PSOE no son simplemente dos partidos, son el soporte del Régimen del 78.

El PP y el PSOE venían olfateando desde hacía un tiempo, por el clima social de contestación existente, un escenario político donde no gozarían de su hegemonía bipartidista por lo que con consciente previsión ejecutaron el cambio de monarca, Felipe VI por Juan Carlos I, el hijo por el padre, mientras aún dominaban a plenitud el Congreso de los Diputados. Y esto lo hicieron para disminuir la contestación social a la Monarquía española antes de que se convirtiese en un tsunami social que exigiese el fin de la Corona lo que supondría eliminar de un plumazo el Régimen del 78 para entrar en un proceso Constituyente, algo a lo que le tienen pánico el PP y el PSOE.

También preveían un gran descenso de su importancia en estas elecciones por eso a través de las “democráticas” encuestas intentaron canalizar el descontento social a través de Ciudadanos, a quien las encuestas llegaron a situar en la cúspide relegando a Podemos a la cuarta posición. Vistos los datos electorales se puede afirmar que la jugada no les salió nada bien porque Ciudadanos no pudo controlar totalmente en la campaña su inercia ideológica reaccionaria que fue un aviso para navegantes todavía poco duchos en política. Aviso que se reiteró al finalizar el recuento electoral ya que la base social que jaleaba a Albert Rivera repetía el mismo estribillo que los acólitos de Mariano Rajoy entonaban frente a la sede social del PP en la calle Genova, “español, español, español, español”. Normal, son uña y carne.

El gran triunfador en las elecciones ha sido Podemos y sus Aliados. Podemos obtuvo 42 escaños y sus Aliados 27, lo que hace un total de 69 escaños y 5.189.333 votos, el 20,66% de los sufragios emitidos. Esto es, la tercera fuerza electoral a tan solo 341.360 votos de la segunda fuerza política, el PSOE. Si Podemos fue el primero por votos en el País Vasco, aunque con un diputado menos que el PNV, y el segundo en la Comunidad de Madrid, En Comú fue la primera fuerza política en Cataluña con 12 escaños, Compromís fue la segunda en la Comunidad Valenciana con 9 escaños y En Marea fue la segunda fuerza política en Galicia empatando a 6 escaños con el PSdG-PSOE pero superándolo en votos.

Ante estos datos un entusiasmado Pablo Iglesias se presentó ante la prensa afirmando que “se abre un tiempo de compromiso histórico en nuestro país que debe estar marcado por el cambio constitucional”, aunque al poco ya profundizó el giro discursivo al asegurar que estamos viviendo una “nueva Transición”, y se puso a desgranar su “hoja de ruta de cambio constitucional” que consta de seis puntos: 1. Reforma del sistema electoral para que responda a la proporcionalidad; 2. Una “moción de confianza ciudadana” al gobierno para verificar que este ha sido coherente con sus propuestas electorales y si no descabalgarlo del poder; 3. “Blindar los derechos sociales” en la Constitución para que la salud, la educación, la vivienda y los derechos medioambientales sean un bien público salvaguardado por la Carta Magna; 4. “El derecho a decidir” ya que “nuestro país necesita un nuevo encaje territorial (…), un proyecto de unidad que se tiene que fundamentar en la voluntad de las gentes y de los pueblos de España” razón por la cual “defendemos que en Cataluña se lleve a cabo un referéndum”; 5. “Independencia de la justicia” para que nunca más un gobierno haga una utilización política del Tribunal Constitucional y para que los jueces no sean de los partidos políticos; y 6. No a “las puertas giratorias”, para que no haya “nunca más en nuestro país ex presidentes de gobierno y ex ministros en consejos de administración de empresas estratégicas”. A estos seis puntos los denominó Pablo Iglesias los “ejes de la ruta constitucional”.

Ahora lo importante es saber si esta “hoja de ruta” tiene alguna posibilidad de efectivizarse y que escenario político se abriría si, como es de prever, el PP, el PSOE y Ciudadanos se oponen. Para cualquier reforma constitucional hace falta una mayoría en el Congreso de los Diputados que sólo se podría dar con el acuerdo del PP y del PSOE. Si Podemos y sus Aliados se han convertido en la tercera fuerza política están muy lejos de tener la posibilidad de poder hacer algún cambio constitucional. Entonces, ¿Pablo Iglesias llamará a nuevas elecciones o a la movilización social para forzar los cambios?

Nuevas elecciones es un escenario que el PP y el PSOE no quieren contemplar porque sería escenificar que aún teniendo entre los dos la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados no son capaces de gobernar, lo que sería entregarle el poder a Podemos ya que en un escenario así es de prever que Podemos subiría en votos de manera fulgurante ya que se vería entre los sectores populares como el partido del cambio. El PP y el PSOE están obligados a entenderse por la sencilla razón de que son partidos políticos que dependen totalmente de la clase social dominante, la alta burguesía española. No es casual que el Alto Estado Mayor de esta gran burguesía, el Consejo Empresarial para la Competitividad, presidido por César Alierta, donde están representadas las empresas españolas más importantes, desde el Banco de Santander a Telefónica pasando por el BBVA, CaixaBank, Iberdrola y El Corte Inglés, entre otras, haya cancelado una reunión pública para los focos prevista para estas fechas.

No quiere decir esto que no estén presionando al PP y al PSOE a que se entiendan, al revés, los estarán presionando y mucho ya que para eso son sus políticos, pero estas presiones quieren que pasen totalmente desapercibidas para los focos mediáticos, que aunque son suyos no podrían evitar filtraciones. PP y PSOE, siendo los partidos de esta alta burguesía, tienen la autonomía política de escenificar los acuerdos. Es más que improbable que se dé una coalición de gobierno PP-PSOE por la sencilla razón que esto les debilitaría de forma notoria ya que es muy probable que el PSOE sufriese en las siguientes elecciones una bajada brutal, bajada que a duras penas está conteniendo Pedro Sánchez. Lo más lógico es pensar que el PSOE, después de una resistencia puramente mediática, permitirá que forme gobierno el PP y se limite a ejercer lo que ellos llaman “una oposición responsable”.

¿Se conformaría el Podemos de Pablo Iglesias con este escenario?

El lenguaje político de Pablo Iglesias giró a la izquierda en la cuestión catalana ya que los datos de las elecciones pasadas en Cataluña le advirtieron que su posición ambigua le costó muchos votos a su marca catalana, giro que va a tener que mantener desde ahora por razones muy obvias, porque sus Aliados son grupos catalanes, gallegos y valencianos, todos ellos sensibles a la cuestión nacional. Pero lo que posiblemente no variará Pablo Iglesias será su desprecio a la movilización social como motor de cambio, recuérdese que en Podemos gustan de decir que son “una máquina electoral”. Claro que, independientemente de la voluntad de Pablo Iglesias, es muy posible que la movilización social se empiece a dar al ver la imposibilidad de los cambios y que Podemos no tenga otra alternativa que cabalgar el tigre. Lo que sí está claro es que el lenguaje político calculadamente ambiguo de Pablo Iglesias no ha variado ni tan siquiera en la cuestión nacional. Así, en vez de hablar del derecho a la autodeterminación de las naciones del Estado español saca la muletilla de “la plurinacionalidad de nuestro país”.

Caramba, que un profesor de políticas confunda “Estado” (la superestructura administrativa y política) con “País” (la nación producto del desarrollo histórico) es mucha confusión. La “plurinacionalidad” de Pablo Iglesias es el nuevo “café para todos” de la Transición, tiempo político que él halaga tanto en las referencias como en el modelo ya que ahora propone una segunda Transición. Está muy bien que los derechos sociales estén reflejados en la Constitución pero su existencia en la letra no quiere decir que sean respetados en la práctica porque ya la Constitución actual dice que los “ciudadanos” tienen derecho al trabajo y a la vivienda y, como se sabe, hay millones de parados y miles de desahucios. La letra es importante como guía pero lo fundamental está en hacer cumplir la letra y para eso un “gobierno del cambio” solo puede apoyarse en la movilización social. Poner la letra y ejecutar los derechos no se puede hacer sin llamar una y otra vez a la lucha social y política a la clase trabajadora, a las mujeres y a la juventud, y esto, me temo, no está ni en el corazón ni en la cabeza de Pablo Iglesias y de su Consejo Ciudadano.

El peligro para el Régimen del 78 no está en las ideas programáticas de Podemos ya que de concretarse estas no sólo no derribarían la sociedad existente sino que la consolidarían dándole más credibilidad ante los ojos de la mayoría social, la clase trabajadora y los sectores populares. El peligro para el Régimen del 78 es que Podemos desencadene el tsunami social que quiere evitar regenerando el capitalismo, de ahí el recelo que tiene la burguesía a las bravuconadas verbales porque el pueblo trabajador las puede terminar moldeando a sus verdaderos intereses.

Estas elecciones han demostrado que un cambio social puja por salir a la superficie y que busca nuevos actores políticos, de ahí que fuerzas antaño combativas por la izquierda como el BNG y EH-Bildu se vean muy castigadas –porque no supieron traer la sociedad alternativa de la que hablaban, sencillamente. UP-IU quedó relegada a la Comunidad de Madrid pero sus 2 diputados y sus 922.638 votos en este enclave estratégico sería un buen comienzo si reforzara sus lazos orgánicos con el movimiento obrero y las mareas sociales, aunque es más probable que en venideras elecciones terminen llegando a un acuerdo con Podemos porque no tienen reales diferencias programáticas y sus votos no son nada despreciables en el cómputo total. Ante los nuevos tiempos políticos la primera orientación que hay que darles a las nuevas generaciones de trabajadoras y trabajadores que el proceso histórico convoca a la lucha es que lo que no conquisten en la lucha no se lo regalarán en el parlamento. Así, hace falta elevar su subjetividad política para que ellas y ellos se vean como lo que verdaderamente son, el futuro de la humanidad.