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Red Internacional
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Cultura. Ellen Meiksins Wood y el combate por la renovación del marxismo

Este pasado 14 de enero Ellen Meiksins Wood moría a los 74 años. Una de las reivindicaciones que podemos aventurar es su perseverancia, el hecho de que a contracorriente de la derrotas impuestas por el neoliberalismo y la caída de la URSS ella perseveró en pensar el marxismo como una teoría capaz de interpretar y enfrentar al capitalismo y de pensar el socialismo como una perspectiva actuante en la acción de la clase obrera.

Domingo 17 de enero de 2016

En abril del año 2003, cuando aun los desordenes del levantamiento de 2001 estaban en el aire en nuestro país, la Carrera de Sociología de la UBA invitó a la marxista canadiense a dar una conferencia. Un grupo de estudiantes y militantes del partido fuimos a escucharla, y fue el choque con sus afirmaciones y reflexiones lo que nos permitió comenzar a conocer la extensa obra polémica y académica que la autora ya tenía tras de sí.

Miembro destacada de dos de las revistas anglosajonas de la izquierda marxista más prestigiosas, como lo fueron en su momento Monthly Review y New Left Review, Ellen Meiksins Wood nunca perteneció a una organización política. Ella fue parte de los grupos académicos que en los ´60 y ´70 actuaron a través de las revistas influenciados por las distintas corrientes política (trotskistas, maoístas, ex–pc), revistas que a su vez se proyectaron más allá de las paredes universitarias en una época de radicalización y levantamientos sociales.

Cuando en 1978 el marxista británico E. P. Thompson lanzó su ataque contra el imaginario estructuralista de Althusser y llamó a optar por dos interpretaciones del marxismo, la del francés y la de él, el Comité Editorial de la revista New Left Review cobijó el debate y se dividió. Perry Anderson en ese momento consideró productivas ciertas categorías de Althusser como la de “formación económico-social”, contradicción “sobredeterminada” de la estructura sobre la superestructura o “autonomía relativa” del Estado de la estructura económico, criticando en Thompson cierto idealismo y romanticismo revolucionario. Ellen Meiksins Wood fue menos complaciente y criticó las ideas de Althusser entre ellas las más importantes para una comprensión del materialismo histórico como la división entre ciencia y política que Althusser resumía en el concepto de “práctica teórica”, la desaparición de la historia, con el desprecio althusseriano por los “datos empíricos” expresado en un lenguaje “teoricista abstracto” así como la desaparición de la agencia humana, la clase obrera como agente transformador del cambio social.

Es en este sentido que Maiksins Wood se consideraba a sí misma como thompsoniana, aunque leyendo sus trabajos se observa más una reapropiación que una reproducción o continuación. En ella los datos empíricos del historiador y la preeminencia de la historia subjetiva se deslizan hacia una reflexión histórica conceptual y de teoría política. La corriente fundada por ella y Robert Brenner, el Marxismo Político, tomó ese nombre polémico como una forma de reafirmar que no existe autonomía entre política y economía, entre ciencia y práctica, entre concepto e historia sino que entre estos se establece una relación determinada históricamente.
No todos los libros de la autora se han traducido al español. Uno de sus primeros trabajos, ¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado fue editado por Razón y Revolución recoge la polémica que desarrolló en el año 86 contra Laclau y la corriente post-marxista. Como decíamos en la revista Ideas de Izquierda fue “escrito bajo el doble impacto de la huelga minera británica de 1984-85 y de los primeros embates de la ofensiva reaganiano-thatcherista, aborda tempranamente la discusión con los intelectuales que, producto de las derrotas de los años ‘70, habían iniciado su cruzada contra el marxismo, profundizada tras el colapso de los regímenes comunistas”.

Una de sus tesis controversiales se halla en Democracia contra capitalismo –que en su título en inglés incluía “Renovando el materialismo histórico”– del año 1995. Allí Ellen Meiksins Wood trataba de recuperar el sentido histórico revolucionario del concepto de democracia en la antigua Grecia para oponerlo a la democracia occidental moderna, la democracia “formal” separada de la economía, que ella consideraba como una creación histórica de la burguesía para mantener su dominación de clase. Su tesis partía de la idea de que lejos de la visión clásica del marxismo de la democracia griega como una democracia de los esclavistas en realidad el demos eran los campesinos libres que dirigían la polis contra la aristocracia terrateniente y esclavista. Esta experiencia clásica del demos unía política y economía, participación de los asuntos públicos y clase social, tradición que para la autora se continuaba entre los plebeyos romanos, los campesinos y herejes medievales y la clase obrera bajo el capitalismo. Esa era la verdadera democracia y por ello ésta si quería ser verdadera no podía más que imponerse contra el capitalismo, destruyendo la propiedad privada de los medios de producción a través del gobierno del demos, del proletariado y sus aliados oprimidos.
Otras de las ideas que formulaba en ese libro es que la democracia occidental tal como la entendemos actualmente, como la separación entre política y economía, no es el resultado de un proceso automático del desarrollo de la estructura económica, del “mercado” ni del capitalismo, sino que ese resultado fue el producto de un proceso en el que la política, entendida como violencia de las clases propietarias contra las explotadas, fue el agente indiscutido de la llamada “transición” del feudalismo al capitalismo, tema que fue otra de los grandes preocupaciones de la autora.

Ellen Meiksins Wood dentro de los límites del marxismo académico se caracterizó por un intento de renovar el marxismo sin perder nunca su núcleo constitutivo, su ligazón con una interpretación de los combates de clase, de sus resultados y las perspectivas políticas del socialismo. Para ella “La lucha de clases es el núcleo del marxismo en dos sentidos indivisibles: la lucha de clases es lo que explica, según el marxismo, la dinámica de la historia; y es la abolición de las clases el resultado principal o producto final de la lucha de clases, el objetivo ulterior del proceso revolucionario. Para el marxismo, la importancia particular de la clase obrera en la sociedad capitalista reside en que es la única clase cuyos intereses exigen, y cuyas propias condiciones hacen posible, la abolición de las clases en sí mismas. La unidad indivisible de esta visión de la historia y de los objetivos revolucionarios es lo que distingue al marxismo, por encima de todo, de otras concepciones de la transformación social, y sin ésta no hay marxismo” (p.63).

Su renovación volvía a Marx para enfrentar las otras “renovaciones” aquellas que acusando a Marx de determinista, sustancialista, teleológico, etc. y llamaban a abandonar el socialismo para depositar sus ilusiones en las posibilidades de emancipación que podría habilitar el capitalismo. Para ella el marxismo solo podía renovarse contra el capitalismo, y a aquellos que opinaban lo contrario les advertía que “lo que estamos obligados a aprender de nuestra actual condición económica y política es que un capitalismo humano, ‘social’, auténticamente democrático y equitativo es una utopía más ilusoria que el socialismo” (p.339).