La victoria del PSC consolida la restauración de la normalidad autonómica por la que vienen trabajando PSOE, Comunes y ERC. Las opciones para gobernar no son seguras y pueden costarle a Sánchez la presidencia. Crece el voto de derecha y los discursos racistas. La desafección por izquierda se expresó en forma de abstención. Hay que construir una alternativa política anticapitalista y socialista.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Lunes 13 de mayo
Una victoria de la restauración autonómica de Sánchez y Aragonés que solo capitaliza el PSC
El PSC logra imponerse como primera fuerza en votos y en escaños por primera vez en la historia del Parlament de Catalunya. Con casi un 28% de los votos - 5 puntos más que en 2021 - y 42 diputados – 9 más -, Salvador Illa espera ser investido president con los votos de ERC y los Comunes.
Se consolida así el proyecto de restauración autonómica que viene encarnando el PSOE en el gobierno central y, hasta ayer, el gobierno de ERC en la Generalitat. Sin embargo, quien capitaliza esta operación de desactivar el movimiento democrático catalán y establecer una agenda socio-liberal, es claramente el partido de Sánchez.
El de Pere Aragonés es el gran derrotado de la noche. Baja del 21 al 13,6% de los votos, y pasa de 33 a 20 diputados. Pierden el gobierno y la primera posición dentro del bloque independentista.
Puigdemont recupera esta primera posición, subiendo apenas dos puntos hasta el 21,6% y de los 32 a los 35 diputados. Lo hace después de una campaña en la que ha formalizado su suma al proceso de restauración autonómica y un regreso abierto a la defensa de políticas neoliberales y la tradición pujolista.
La CUP sufre una bajada en votos y escaños que la devuelve a los 127 mil votos de las elecciones de 2012, las primeras en que se presentó al Parlament, y baja de los 9 a los 4 diputados. Una campaña marcada por una moderación programática, la vocación de gobernar y sin cerrar la puerta a la posible investidura a Puigdemont, representante por excelencia del desprestigiado procesismo, ha sido un obstáculo enorme para movilizar el voto del desencanto y la desafección.
El PSC aspira a un nuevo Tripartit, pero no le será sencillo
En este escenario, la opción con más puntos sería un gobierno de Illa con el apoyo de Comunes y ERC. Los primeros ya han anunciado que esperan poder ser parte. Sin embargo, Aragonés declaró que su intención era pasar a la oposición, aunque sin descartar un voto a favor en la investidura. De ser así, sumarían los 68 diputados necesarios. Siempre y cuando, el voto exterior no cambie los resultados. Hay un escaño en disputa entre el PSC y la CUP en Tarragona, que de pasar a los cupaires dejaría sin mayoría a este nuevo tripartit.
Por otro lado, Puigdemont ha salido con la propuesta de ser investido con los votos de ERC, la CUP, y la abstención del PSC. Una petición con pocos visos de salir adelante, pero que podría esconder una advertencia a Pedro Sánchez de que puede ganar Catalunya, pero sería a cambio de dejarlo caer en el Congreso o hacerle una legislatura muy complicada. Los 7 diputados de Junts en Madrid son esenciales para la supervivencia del gobierno de coalición.
Por lo tanto, aunque un govern del PSC es hoy una posibilidad, la de la repetición electoral no se podrá descartar hasta el último momento.
Derrota del independentismo y auge de la derecha
La suma de los partidos independentistas queda, por primera vez, por debajo de la mayoría absoluta en escaños. La combinación de represión y lawfare – con la participación directa tanto del PP como del PSOE – y la claudicación de las direcciones independentistas han logrado enterrar al principal movimiento democrático que desafió al Régimen del 78 en la última década.
La otra novedad de estas elecciones ha sido la subida de la derecha y la extrema derecha. La desaparición de Ciudadanos – que en 2021 ya sacó un pírrico 5% y 6 diputados -, queda superada con la subida del PP – que pasa del 3,7 al 11% - y el mantenimiento de Vox en un 8%. Ambos conformaran un bloque de la derecha españolista de 26 diputados, 15 el PP y 11 Vox.
Por último, la extrema derecha independentista entra por primera vez con un 3,8% de los votos y dos diputados. Alianza Catalana irrumpe con un discurso racista que compite con Vox y que ha logrado mover el marco del debate a la ultraderecha. Tanto Junts como el PP se han sumado definitivamente a la carrera de ver quien propone medidas más duras contra la inmigración y al despliegue de un discurso lepenizante y securitista.
La suma de todas estas derechas llega casi a un 45%. Una clara expresión de como los vientos reaccionarios que azotan el continente europeo han tenido expresión en estas elecciones también. Todos ellos coinciden en apoyar el Estado genocida de Israel, el endurecimiento de las políticas de frontera y el rearme de la UE, una agresiva agenda de medidas antiobreras y de un fiscalidad a medida de las grandes empresas.
No se puede frenar a la derecha de verdad con una “izquierda” de mentira
Años de “progresismo”, o la versión catalana del procesismo o el “govern republicà” de Aragonés, combinando discursos simbólicos, políticas social-liberales y la aplicación de la misma agenda de la derecha en materia de inmigración o rearme, son la principal gasolina de este aumento de la derecha.
Los Comunes están plenamente comprometidos con estas políticas. Son parte del gobierno de Sánchez y en Catalunya han sido muleta del govern de Aragonés hasta el último momento. Las exigencias de campaña de que no apoyarían a Illa sin no renunciaba a los macropoyectos o a la intervención del mercado inmobiliario, ya quedaron en nada en el saludo de anoche de Jessica Albiach y su ofrecimiento a investirle y entrar en su govern.
Estas elecciones han sido una muestra de como la desafección está encontrando una canalización muy clara por derecha. Mientras que por izquierda su principal expresión es la abstención. Aunque baja respecto al récord de 2021 – cuando se situó en el 48%- se mantiene en el 42% y el signo de esta ha sido claramente desigual. Esta vez la movilización en clave españolista, racista y de apoyo a una vuelta al orden de la mano del PSC ha sido mayor que en 2021.
No es real el discurso de que la juventud o los sectores populares se están derechizando completamente. Paralelamente a estos comicios se vienen extendiendo las acampadas por Palestina que, aunque todavía son impulsadas por unos centenares de jóvenes, han generado una simpatía que es auspiciosa y que puede estar anticipando de una nueva crisis de representación con la política institucional en clave, está vez, más anticapitalista y antiimperialista que en 2011.
Necesitamos construir una alternativa política independiente de todos los partidos capitalistas y que luche por una salida anticapitalista y socialista
La CUP se ha opuesto las políticas de restauración y derechistas, y las ha denunciado, tanto en el Congreso durante el gobierno de PSOE y Unidas Podemos, como en el Parlament. Sin embargo, está oposición parlamentaria no la ha acompañado de una apuesta por el desarrollo de una movilización social independiente que enfrentara abiertamente al govern y sus políticas, y retomase la agenda democrática contra el régimen. El pacto de investidura con Aragonés se demostró desde el primer día como un enorme error. La continuidad de los llamamientos a recomponer el bloque independentista, a que ERC girara a una agenda de reformas sociales, incluso ofreciéndose a cogobernar a cambio de un programa de mínimos, los ha ubicado como un eslabón izquierdo de un procesismo en plena crisis de representación.
Haya o no haya investidura, haya o no repetición electoral en otoño, la situación que dejan estas elecciones tiene un marcado signo a la derecha. Sea Illa o Puigdemont quienes ocupen la presidencia, ambos serán gobiernos de estabilización del régimen y aplicación de políticas cada vez más agresivas contra la clase trabajadora. Ambos están comprometidos con la agenda de rearme, endurecimiento de las fronteras y mantener el apoyo al Estado genocida de Israel. Ambos seguirán generando el crecimiento de la extrema derecha, bajo la rojigualda o la escalada.
Para que el malestar que se empieza a expresar en las calles, no lo terminen capitalizando otros dispositivos de engaño y desvío como los que se pusieron en marcha tras la crisis de representación del 15M – el procés o Podemos -, es urgente construir una alternativa política, que haga bandera de la absoluta independencia política de los partidos capitalistas, rechace, por tanto, cualquier entrada en gobiernos o apoyo de investiduras a sus candidatos, ponga en eje en desarrollar la movilización social con la clase trabajadora al frente y defienda un programa antiimperialista, anticapitalista y socialista.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.