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Red Internacional
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A 40 AÑOS DEL GOLPE. En qué se parece Obama a Carter

El gobierno argentino trata de presentar la visita del actual presidente de EE.UU como la llegada de un “nuevo” Jimmy Carter. Hay mucho que desentrañar de ese período.

Rosa D'Alesio

Rosa D’Alesio @rosaquiara

Gabriela Liszt

Gabriela Liszt @gaby_liszt

Martes 22 de marzo de 2016

El viaje de Obama a Cuba y Argentina, su declaración de la apertura de los archivos, esconde la política de EE.UU. para avanzar en la región en un momento de crisis económica y política.

Como parte de propagandizar la visita del presidente norteamericano, desde hace semanas los medios y el gobierno vienen comparando a Obama con Jimmy Carter, un demócrata que impulsó en Latinoamérica un perfil de EE.UU. de “defensa de los DDHH” mientras arreciaban las dictaduras que su mismo país había auspiciado.

Carter presidió EE.UU. entre 1977 y 1981, luego del republicano Gerald Ford (1974-77), que nombró como secretario de Estado a Henry Kissinger, conocido como el “promotor” de las dictaduras latinoamericanas. Por otro lado, durante su presidencia, Ford aceptó su derrota frente a una semicolonia como Vietnam. Además, su popularidad bajó cuando indultó a su antecesor Nixon (1969-74) por el escándalo del caso conocido como Watergate.

Desde Nixon (1969-74) en adelante, EE.UU. impulsó los golpes de Estado que se sucedieron en Latinoamérica en 1971 (Bolivia), 1973 (Uruguay y Chile), 1976 (Argentina), frente a un ascenso del movimiento estudiantil que era continental y donde muchos reivindicaban la revolución cubana del 59, y al Che y Fidel, como ejemplo a seguir del socialismo. Crecían las guerrillas (partidos ejércitos) en la mayoría de los países latinoamericanos. Pero también se desarrolló proceso de autorganización del movimiento obrero y la unidad con el movimiento estudiantil, como en Chile y Argentina.

Sin embargo, la debilidad en que había dejado Vietnam a EE.UU. y el descontento interno llevó a que en 1977 triunfara Carter en las elecciones con un perfil “humanitario y pacifista”, lo que le abría la posibilidad de recomponer sus relaciones exteriores y fortalecer su hegemonía mundial.

Pero Carter coexistió con las dictaduras ya implantadas. En el lugar de Kissinger como secretario de Estado puso a Cyrus Vance, un liberal que había defendido la guerra de Vietnam y que su logro mayor fueron los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, donde a cambio de la devolución de la península del Sinaí a Egipto, este reconocía a Israel como un Estado y rompía relaciones con cualquier organización proPalestina. También nombró a Zbigniew Brzezinski, un duro anticomunista emigrado de Polonia, como consejero de seguridad nacional.

En 1978, se desencadenó la revolución obrera iraní que en 1979 tiró al dictador, el shah Reza Pahlevi, relación esencial de EEUU en su política hacia Medio Oriente. Aunque la revolución terminó en manos de los reaccionarios clérigos islamistas, para combatir este ascenso revolucionario, EEUU impulsó una guerra entre Irán e Irak. Los clérigos iraníes aprovecharon para mandar al frente y deshacerse de la vanguardia de la revolución del 79.

Las graves denuncias de los familiares de desaparecidos y miembros de organismos de derechos humanos que eran realizadas ante organismos internacionales, sumadas al desprestigio interno luego de la derrota de Vietnam obligaron a Carter, a enviar a la Argentina a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), organismo de la Organización de Estados Americanos (OEA) al país, para apaciguar los reclamos y ocultar la responsabilidad de EE.UU. En 1979, en vísperas de la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA auspiciada por Carter, el ministro del Interior argentino, general Albano Harguindeguy, ordenó comprar 250.000 calcomanías autoadhesivas, en dos tamaños, con el lema "Los argentinos somos derechos y humanos".

En ese mismo año, Carter debió enfrentar la toma de rehenes realizada por 500 estudiantes en la embajada de EE.UU. en Teherán. Cincuenta y dos estadounidenses fueron retenidos durante 444 días. Carter se negó a las exigencias de los estudiantes, entre ellas entregar al Shah para ser juzgado en Irán. Él mismo se responsabilizó de los dos intentos militares para rescatar a los rehenes que fracasaron.

Luego dictó una Orden Ejecutiva que bloqueaba las propiedades del gobierno iraní, congelando sus cuentas bancarias en los bancos de Estados Unidos, por un total de 8.000 millones de dólares estadounidenses de ese tiempo. Estos embargos se utilizaron como moneda de cambio para la liberación de los rehenes.

Ante la intervención soviética en Afganistán en 1979 que derrocó al gobierno, Carter también reaccionó rápidamente apoyando de forma financiera y militar a las facciones islamistas afganas. Allí surgió la Doctrina Carter, consistente en el compromiso norteamericano de usar la fuerza si fuera necesario para acceder a los recursos petrolíferos del Golfo Pérsico.

Es decir, la comparación posible entre Obama y Carter es tener un perfil de "defensor de los DDHH" en Latinoamérica para avanzar "dialogadamente" sobre la región, mientras sigue guerreando en numerosos países de Medio Oriente, donde miles de víctimas sin rostro, sufren bombardeos permanentes o mueren por los "graciosos" drones de Obama. Y luego son rechazados por Europa (y la ignorancia de EEUU) cuando huyen de lo que las mismas potencias provocaron.


Rosa D’Alesio

Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.

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