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Historia argentina. Luchas de la Resistencia obrera

El mes de enero nos acerca a dos de los hitos de la llamada Resistencia y, con ellos, valiosas lecciones para la actualidad. Un 16 de enero de 1959 comenzó la lucha del Frigorífico Lisandro de la Torre y también en este mes dio inicio el Plan de Lucha de 1964 que incluiría la toma de miles de empresas por los trabajadores.

Alicia Rojo

Alicia Rojo @alicia_rojo25

Martes 14 de enero 22:27

Asamblea de trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre.

Asamblea de trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre.

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El golpe de estado de 1955 derrocó al gobierno peronista y dio inicio a una etapa en la que las clases dominantes se propusieron reformular la relación con el imperialismo, abriendo la economía argentina a la penetración del capital norteamericano, y disciplinar a la clase trabajadora eliminando las conquistas obtenidas en los años previos. Esta ofensiva dio origen a un proceso de Resistencia de la clase trabajadora que adoptó diversas formas de lucha y organización. [1]

Recordamos aquí dos hitos de este proceso: la lucha contra la privatización del Frigorífico Lisandro de la Torre, con la toma del establecimiento que se extendió al conjunto del barrio de Mataderos, y el Plan de Lucha de 1964 con la toma de miles de empresas.

Nos proponemos reflexionar así sobre la fuente de experiencias que estas luchas constituyen para la clase trabajadora y los sectores populares en la actualidad. Conocer los métodos con los cuales se enfrentaron los brutales ataques de los gobiernos y las clases empresarias, e incluso aprender de las derrotas sufridas y las traiciones que debieron superarse, asimilar las mejores tradiciones con las que cuenta la clase trabajadora y todos los explotados es un punto de partida imprescindible para las luchas que deben enfrentarse hoy.

De la “Fusiladora” al gobierno radical

La dictadura instaurada, con Lonardi primero y Aramburu después, avanzó en la ofensiva contra los trabajadores: intervino la CGT y los sindicatos, disolvió el Partido Peronista y se propuso avanzar en la “racionalización del trabajo”, para aumentar la productividad, desarticulando para ello a las comisiones internas y de los cuerpos de delegados.

La “Resistencia” con que respondió la clase trabajadora impulsó diversas formas de lucha, surgieron agrupaciones semiclandestinas en los barrios que organizaron desde el sabotaje de la producción y la utilización de “caños” hasta la paralización del trabajo. El resultado de este proceso fue el surgimiento de una camada de activistas sindicales con posturas más intransigentes y combativas.

La intensificación de la conflictividad y el avance en la organización de las bases más activas convencieron a las clases dominantes de la necesidad de canalizar la protesta y el descontento hacia una salida electoral. En el contexto de la proscripción del peronismo, el radical Arturo Frondizi ganó las elecciones en 1958.

Había triunfado con el apoyo de Perón que desde el exilio llamó a votarlo; sin embargo, las condiciones que el imperialismo impuso al presidente radical lo privarían rápidamente del apoyo que a regañadientes le dieron las masas populares en las urnas, las que pasarían a enfrentar abiertamente el ataque del gobierno. Frondizi debía avanzar en la apertura del país al capital extranjero y para ello aumentar la productividad del trabajo eliminando conquistas obreras.

La lucha del frigorífico Lisandro de la Torre

Desde comienzos de 1959, Frondizi tuvo que enfrentar un aumento notable de la conflictividad social, parte del proceso iniciado en 1955. Uno de los hechos más significativos fue la ocupación del frigorífico nacional Lisandro de la Torre [2] por sus trabajadores y la huelga general proclamada en apoyo de esta acción.

Respondiendo al compromiso asumido en el Plan de Estabilización y como exigencia del FMI, en enero de 1959, el gobierno de Frondizi envió al Congreso un proyecto de Ley de Carnes que contemplaba la privatización del frigorífico de la Ciudad de Buenos Aires, con sus consecuencias de despidos, aumento de la explotación del trabajo y liquidación de un organismo regulador del precio de la carne.

Toma del Frigorífico Lisandro de la Torre.

En el frigorífico trabajaban 9.000 obreros afiliados a un sindicato autónomo, conducido por un ala considerada “dura”, con un cuerpo de delegados por sección y una práctica de asambleas periódicas que dio a los militantes de base un rol clave en el conflicto. Tal concentración obrera reforzaba la ligazón de la empresa al barrio, por lazos de parentesco y vecindad, además de los vínculos económicos, ya que el frigorífico era el centro de la vida en el barrio de Mataderos.

Frente a la sanción de la ley que privatizaba el frigorífico, una masiva asamblea decidió la toma y el paro por tiempo indeterminado. El Gobierno declaró ilegal la huelga, desencadenó la represión, y a pesar de la defensa de los trabajadores, finalmente un contingente de la Gendarmería Nacional ocupó el frigorífico. Sin embargo, tras el violento desalojo la resistencia se trasladó al barrio y por varios días participaron el conjunto de los vecinos. En el Plenario de las 62 Organizaciones, el dirigente peronista Augusto Vandor convocó al paro general. La reacción del Gobierno no se hizo esperar y ordenó el acuartelamiento de las Fuerzas Armadas.

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Mientras los comercios de la zona permanecían cerrados, los vecinos utilizaron ómnibus para construir barricadas, apedreaban los carros hidrantes y practicaban cortes de energía nocturnos para dificultar la represión: por varios días la policía no pudo entrar al barrio. Entre tanto, el Gobierno allanaba los locales de la izquierda y de los principales sindicatos peronistas, y detenía a dirigentes gremiales.

El paro general fue levantado por la burocracia sindical. Aunque la decisión provocó divergencias internas, primó la inercia de una dirigencia sindical que ya se había sentado en la mesa de negociación con el Gobierno nacional, que ahora encarcelaba a sus dirigentes; ni siquiera se intentó condicionar el levantamiento del paro a la libertad de los presos.

Durante el mes de febrero se reanudaron las tareas en el establecimiento con personal contratado; a fines de febrero solo 3.000 obreros trabajaban en el frigorífico. Los trabajadores perdieron el control sobre las condiciones de salubridad y fueron sometidos a controles más estrictos para aumentar la productividad. Los nuevos dirigentes, ligados a Vandor, aprovecharon la condición de cesantes que le había sido impuesta a la anterior Comisión Directiva y la desafiliaron del sindicato, junto con el resto de los despedidos.

Lecciones de la derrota y nuevas luchas

La huelga del Lisandro de la Torre ha quedado en la memoria de la resistencia obrera: sus combativos métodos de lucha, la ligazón del frigorífico con el barrio y la extensión del conflicto, la amplia solidaridad generada y el alto impacto social logrado fueron elementos que la convirtieron en un hito. Además, al constituirse en una lucha abierta contra un aspecto central de los planes de Frondizi la convirtió en una lucha política contra su gobierno.

Su derrota concentró también algunos elementos claves. La relación de fuerzas establecida después de las elecciones y el apoyo electoral logrado por el Gobierno le permitió el uso de la represión para desalojar la empresa y forzar la derrota del conflicto. Al mismo tiempo, el acuerdo con la burocracia sindical puso límites a la combatividad de las bases y abrió el camino al levantamiento de la huelga. Se allanaban, así, los planes del Gobierno y también se fortalecían las direcciones sindicales en su rol negociador frente al Estado, lo que ponía cada vez más en primer plano la necesidad de que la base más combativa avanzara en romper con la dirección peronista.

Sin embargo, si bien esta derrota impactó sobre las bases obreras, uno de los momentos más conflictivos de la etapa aún estaba por desarrollarse. La acción de la dirigencia peronista de las 62 Organizaciones había impedido hasta ese momento un estallido amplio del descontento en las bases, pero estas demostraron que conservaban iniciativa, poniendo de manifiesto la experiencia acumulada desde 1955 que se reflejó en un ascenso de la lucha de clases a lo largo de todo el año 1959 y que será retomada en los años siguientes.

Años 60: plan de lucha y ocupaciones de fábricas

En el mes de enero recordamos también el comienzo de los planes de lucha con ocupaciones de fábricas de 1964 cuando miles de trabajadores, aun bajo el peso de la dirección de la burocracia sindical peronista, llevaron adelante una formidable experiencia de lucha.

Con la llegada al gobierno del radical, Arturo Illia, el descontento obrero no cedió. La CGT se planteó el impulso de un Plan de Lucha cuya suspensión no descartaba de llegar a un acuerdo con el gobierno. El plan consistía en dos etapas: una de agitación y otra de acción directa. La primera se cumpliría entre el 15 de enero y el 28 de febrero y la segunda entre el 1 y el 25 de marzo, con ocupaciones de manera parcial, zonal y por grupos de los centros de producción, y entre el 25 y el 31 de marzo se impulsaría la ocupación total y simultánea de fábricas y comercios de todo el país, durante 24 horas. [3]

Plan de lucha de 1964.
Plan de lucha de 1964.

La lucha se extendió. En meses sucesivos se desenvolvieron las siguientes etapas del plan movilizando cientos de miles de trabajadores y ocupando miles de establecimientos en todo el país. También por fuera de los planes de la CGT se realizaron ocupaciones de fábrica y tomas de universidades. En junio los trabajadores ejecutan el sexto operativo del plan de lucha; solo en la última jornada, el 24 de junio, se ocuparon más de 4.000 fábricas, transportes y comercios donde participaron cerca de 1.150.000 trabajadores; en total se ocuparon más de 11.000 empresas.

Tomas de fábricas, el papel de la burocracia y el cuestionamiento a la propiedad privada

La toma de fábricas puso en alerta a los empresarios y los indicios de superación de las direcciones sindicales alertó también a la propia burocracia. Esta metodología ponía en discusión la propiedad privada y la disciplina al interior de las empresas; en varias oportunidades las ocupaciones se realizaron con toma de rehenes entre los propietarios, personal directivo, técnico, administrativo y de seguridad, como medida defensiva ante la represión policial.

El proceso de ocupación de fábricas pudo llevarse a cabo poniendo en movimiento toda una serie de prácticas basadas en experiencias previas de formas de lucha y organización: la toma de rehenes, la autodefensa, la búsqueda de apoyo en el barrio y en otras fábricas, los debates acerca de los pasos a seguir, todas acciones que implicaban el despliegue de una importante participación de las bases.

Por otro lado, el plan de lucha en general, y las tomas de establecimientos en particular, implicaron un alto grado de planificación centralizada por parte de las dirigencias sindicales. Esto, en el marco de la profundización de la verticalización de la estructura sindical, propiciaba el control de las acciones por parte de la burocracia quien buscó utilizar la lucha para ampliar el margen de negociación con el gobierno.

Resistencia y crisis burguesa

Las acciones de masas se desarrollaban en un contexto de crisis de hegemonía de las clases dominantes; la caída del gobierno radical volvió a expresarla. Un nuevo golpe de estado, el del general Juan Carlos Onganía será un intento de resolverla. Su plan económico expresaba los intereses del capital monopolista internacional, especialmente del imperialismo norteamericano e implicaba una redistribución de ingresos desde los trabajadores, los sectores medios y los sectores más nacionales de la burguesía, a favor de aquellos sectores más concentrados y ligados al capital extranjero.
Además se buscó disciplinar a la sociedad con una política “oscurantista” de la que formó parte el ataque a las conquistas universitarias: en julio de 1966 el gobierno eliminaba el gobierno tripartito en las universidades y se arrasaba con la autonomía y la libertad académica, dando lugar a la conocida “noche de los bastones largos” e impulsando una amplia movilización del estudiantado y la juventud.

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La burocracia sindical hacía esfuerzos nada disimulados por sostener al gobierno (el mismo Vandor concurrió a la asunción del presidente y mantuvo su política negociadora) pero el ataque del gobierno terminaría por hacer crujir a la cúpula y desprestigiar a los dirigentes. En el contexto de la represión y los efectos del plan económico, se desarrollarían importantes luchas parciales; durante el año 1968 varios conflictos tuvieron relevancia, entre ellos los que se desarrollaron en YPF, en la gráfica Fabril Financiera y los que se produjeron en la industria automotriz.

El impacto del ataque conformó un amplio espectro opositor contra el Onganiato que encontró un nuevo cauce desde marzo de 1969 con las movilizaciones estudiantiles en Rosario, que abrieron las puertas de las luchas obreras y estudiantiles que desencadenaron el Cordobazo en mayo. El proceso dio inicio al ascenso obrero-popular que se constituyó en el ensayo revolucionario más importante que vivió la Argentina.

La clase trabajadora y los sectores populares pasaban ahora a la ofensiva; los años de la resistencia la habían provisto de múltiples enseñanzas, experiencias de formas de lucha y organización, lecciones de derrotas sufridas, permitiendo que sus luchas dieran un nuevo salto cualitativo para enfrentar grandes desafíos, entre los cuales la superación de los límites impuestos por la burocracia sindical y la dirección política del peronismo se volverían cruciales.

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[1El último capítulo de Cien años de historia obrera. Una visión marxista, de los Orígenes a la Resistencia (1870-1969) profundiza en el desarrollo y el balance de esta etapa.

[2Hemos seguido aquí la investigación realizada por Ernesto Salas, en La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre, Bs.As., CEAL, 1990. Para profundizar en el contexto histórico ver Cien años de historia obrera… op.cit.

[3Alejandro Schneider, Los compañeros. Trabajadores, izquierda y peronismo, 1955-1973, Bs. As., Imago Mundi, 2006.

Alicia Rojo

Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.

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