Un estudio de SENASA a lo largo de todo el país encontró venenos en más de 50 alimentos de consumo cotidiano. Una dieta típica arroja el consumo de más de 13 gramos de tóxicos al año.
Lara Ramassotti @lararamassotti
Lunes 26 de agosto 11:51
Las organizaciones Naturaleza de Derechos y Fundación Cauce realizaron un informe sobre la cantidad y variedad de agrotóxicos que contienen las frutas, verduras, hortalizas, cereales, leguminosas y especias aromática que consumimos los argentinos diariamente, con datos de un estudio realizado por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) entre los años 2020 y 2022.
El Senasa realizó el relevamiento en el marco del Plan CREHA (Plan Nacional de Control de Residuos e Higiene en Alimento) que tiene por objetivo “asegurar la sanidad e inocuidad de los alimentos para minimizar los riesgos de contaminación y proteger la salud de los consumidores”, pero lo que se encontró está lejos de ser inocuo.
El informe es parte de la tercera entrega de “El plato fumigado”, un trabajo que se difunde y comparte en las redes sociales, principalmente por quienes viven en pueblos fumigados para ayudar a visibilizar el drama de vivir entre agrotóxicos.
Resultados y efectos en la salud
Se analizaron 54 alimentos (divididos en 6 grupos) con 6.191 detecciones de agrotóxico en total. 83 son los principios activos provenientes del metabolismo/degradación de los diferentes químicos distribuidos en los alimentos
Del total de químicos detectados, un 51 % están prohibidos en la Unión Europea y el 49 % están considerados como agentes cancerígenos porque pueden generar carcinogénesis en el organismo humano según las clasificaciones y estándares de la Comisión Europea y organismos internacionales como la Agencia del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (IARC) y la Agencia Ambiental de Estados Unidos (EPA). Mientras que el 76 % son considerados como alteradores hormonales, es decir, que pueden actuar como si fueran hormonas aunque no lo sean, generando alteraciones en el organismo, siendo la alteración de la glándula tiroides una de las más frecuentes.
Como si esto no fuera suficiente, el 19 % son considerados como posibles tóxicos para el sistema nervioso por ser inhibidores de las colinesterasas, según la recopilación de la información científica disponible realizada por el Instituto Regional de Estudios de Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional de Costa Rica.
El alimento con más agrotóxicos detectado es la manzana: en una sola de ellas, según Senasa, se encontraron 11 agrotóxicos, y en los 521 controles sobre manzanas que se realizaron en todo el país durante ese período de tiempo, se detectaron en total 31 químicos diferentes. En la lista de alimentos con mayor presencia de agrotóxicos le siguen la pera (34), la naranja (30), la banana (30), el tomate (29), la uva (27), la palta (26), la mandarina (25), el limón (24) y el pimiento (23). Incluso el ají molido y el orégano que usamos como condimento tiene agrotóxicos.
Los autores, para ser más precisos con el consumo de estos químicos, estimaron cuánta cantidad de agrotóxicos consume una persona en el país, simulando 4 comidas que hoy son consideradas saludables y su resultado fue que ingerimos 13,21 gramos de estos químicos por año.
El menú diario fue pensado “en base a creencias culturales y recomendaciones nutricionales” como, por ejemplo, dos rodajas de pan de molde con mermelada de frambuesa y jugo de dos naranjas en el desayuno; arroz, una pechuga de pollo con ensalada de tomate, lechuga, cebolla, zanahoria, berenjena, palta y limón para el almuerzo; ensalada de naranja, manzana, mandarina, pera y frutilla a la hora de la merienda y unos malfatti de acelga con salsa de cebolla y ajo acompañados de media copa de vino para la cena.
“Al realizar una sumatoria de los miligramos de agrotóxicos encontrados en los alimentos que forman parte de estos cuatro menús, pudimos calcular una cantidad total de 36,21 miligramos de químicos por cada kilogramo de alimento consumido, lo que es equivalente a 13,21 gramos de agrotóxicos ingeridos en un año”, expusieron los autores.
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En las conclusiones destacan que "estudios como el SPRINT, y muchos otros más provenientes de investigadores, instituciones académicas y universidades públicas, han demostrado que esta exposición continua a los agrotóxicos –directa: a través de las fumigaciones en las adyacencias de las viviendas e indirecta: con el consumo de alimentos –tiene como consecuencia que dichas sustancias están presentes en el organismo humano, generando un riesgo significativo de daño a la salud, atento a que las mismas tienen entidad para actuar como agentes cancerígenos, genotóxicos, alteradores hormonales, e inhibidores de las colinesterasas, entre otros impactos, con el desconocimiento aún de su efecto tóxico combinado.”
Consenso para el agronegocio
Si llegamos a este punto de encontrar tantos químicos en nuestros alimentos es por la profundización del agronegocio de parte de todos los gobiernos. Desde los 90, cuando ingresaron las semillas transgénicas y con ellas, los “fitosanitarios” - el eufemismo que usan ingenieros agrónomos para hablar de agroquímicos - , el agronegocio recibió múltiples beneficios para que se extienda a todo el país y a cientos de cultivos.
El gobierno de Milei no solo no iba a ser la excepción, sino que en poco tiempo les otorgó baja de impuesto a las importaciones de agrotóxicos, cerró el programa ProHuerta y el Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indigena. También censuró para los trabajadores del INTA el uso de palabras como agroecología, crisis climática, biodiversidad, género, huella de carbono, prohíbe y sustentabilidad. Y en el último mes se aprobó la aplicación de estos químicos con “vehículos aéreos no tripulados” como podrían ser los drones, Federico Sturzenegger, Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, festejó en sus redes sociales esta desregulación. ¡Viva la libertad de envenenar pueblos!
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El agronegocio es una forma de producción dependiente de insumos extranjeros dolarizados, que solo es rentable a gran escala y que tiene enormes impactos negativos sociales, ambientales y en la salud humana, que está íntimamente vinculado a la fumigación de las escuelas rurales con glifosato, atrazina y otros agrotóxicos, al desmonte con la destrucción de ecosistemas enteros, al trabajo semiesclavo, al desplazamiento de población rural, al despojo de los pueblos originarios por la expansión de la frontera agropecuaria.
Para que todas las familias del país puedan consumir alimentos sanos, libres de tóxicos es necesario discutir las lógicas de este modelo, donde su fin no es producir un alimento o bien social, sino producir una mercancía que les deje grandes márgenes de ganancias a los empresarios, sin importar si tienen que rociar cientos de litros de agrotóxicos en cada de producción en detrimento de nuestra salud y la del planeta.
Por eso solo de la mano de las y los trabajadores y pequeños productores, en conjunto con asambleas ambientales, profesionales y comunidades originarias es posible pensar una producción de alimentos agroecológica que sustituya el agronegocio para el beneficio de las mayorías, que sea sana, que cumpla con nuestros requerimientos nutricionales, que sea accesible económicamente y que no destruya el ambiente.
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