Al calor de la edición en castellano de La izquierda ante el colapso de la civilización industrial (Ediciones La Oveja Roja) nos acercamos a su autor, Manuel Casal Lodeiro, un gallego que se anima a criticar a la izquierda ante una derecha envalentonada.
Viernes 3 de febrero de 2017
Para Casal Lodeiro la crisis vino para quedarse. Su base energética pone en jaque nuestro modelo civilizatorio y fuerza a las izquierdas a reconsiderar estrategias, programas y acciones.
Este activista, nacido en 1970 en Barakaldo, País Vasco, pero asentado en Galicia, lleva desde los años 90 promoviendo acciones culturales, sociales y políticas destinadas a la difusión del choque de la civilización industrial contra los límites biofísicos del planeta, y de las vías de respuesta social que necesitamos dar ante los cambios históricos a los que este choque nos enfrenta.
Al calor de la edición en castellano de La izquierda ante el colapso de la civilización industrial (Ediciones La Oveja Roja) nos acercamos a Manuel, quien se anima a criticar a todo el arco de la izquierda mientras el PP, un partido clásico de derecha, vuelve a disfrutar los beneficios del "Estado de bienestar" que tienen los que están al mando del Estado Español.
Para arrancar, ¿por qué considerás en el subtítulo del libro que es un "debate urgente"? Hasta que colapse esta civilización con doscientos cincuenta años de construcción, podríamos tomar el tema con más calma.
Manuel: Es urgente porque todo apunta a que disponemos de poco tiempo para no ya enderezar el rumbo (opción de la llamada “sostenibilidad”), para lo cual ya es tarde, sino para organizar el abandono del Titanic en los botes salvavidas, por usar la conocida alegoría que tan bien explica el científico y divulgador Carlos de Castro [1]. Es decir, la situación de deterioro ecosocial combinada con el comienzo del declive de los combustibles fósiles que han alimentado el auge de esta civilización, es tal que se debería declarar un “estado de emergencia” mundial, como reclama, entre otros, el divulgador del Cambio Climático Ferran Puig Vilar [2]. Y el problema se agrava porque incluso antes de poner en marcha esa política de emergencia, debemos abordar en la izquierda (pero no sólo) el debate de por qué es necesaria y urgente y cómo llevarla a cabo, comunicarla a la sociedad, etc. Es decir, son dos pasos que deben seguir una secuencia: primero la izquierda debe comprender la gravedad del panorama y la perentoria necesidad de actuar sin más dilación, y después se deben trazar los planes de acción para lograr, si no ya la salvación de este modelo civilizatorio -que debemos ya descartar, opinamos algunos- sí al menos una apresurada construcción de “resiliencia” social, que debería ser el nuevo objetivo político y social prioritario a todos los niveles: local, nacional e internacional. Es lo que reclama por ejemplo Dennis Meadows, uno de los autores de aquel “Limits to Growth” (Límites del crecimiento) de 1972. Si le hubieran hecho caso entonces, hubiera sido posible “sostener” un tipo de civilización industrial dentro de los límites biofísicos. Pero perdimos nada menos que cuatro décadas y ahora ya es tarde y tan sólo cabe prepararse para el impacto. El manifiesto “Última llamada” [3] dice que nos quedan apenas 3 años para lograr que se produzca ese debate: luego sería ya tarde.
¿Qué ejemplos en la historia reciente podrían ayudar para pensar el colapso?
Manuel: No hay ningún ejemplo en la historia realmente adecuado, porque nunca ninguna civilización había alcanzado la escala que tiene la nuestra, ni a nivel energético, ni de consumo de materiales ni de desbordamiento de los sumideros planetarios (los gases de efecto invernadero, pero no sólo). Por no mencionar que jamás hubo tantos seres humanos sobre el planeta, lo cual ha sido consecuencia de esta Era de la Aceleración, alimentada por el petróleo y los otros combustibles no renovables. Eso no quiere decir que no podamos encontrar experiencias históricas que nos ayuden, incluso remontándonos al colapso del Imperio Romano (tanto el de Occidente como Bizancio, con sus interesantes diferencias). Pero si me preguntas por lo más reciente o cercano a nosotros yo miraría quizás a la caída de la URSS y todo el bloque soviético, especialmente cómo afectó esto a países como Cuba y Corea del Norte que dependían del petróleo ruso y que se quedaron sin él prácticamente de la noche a la mañana. ¿Cómo reaccionaron estas sociedades y cómo les afectó? Es muy revelador comparar ambas experiencias, y cómo Cuba “sobrevivió a su Peak Oil” anticipado, como dice un conocido documental, pese a la dureza y el sacrificio que supuso, y cómo en el régimen norcoreano la misma carencia dio lugar a una auténtica tragedia. Pero no quiero decir con esto que la experiencia cubana sea modélica, ¡ojo! Como dice Emilio Santiago Muíño, buen conocedor de esta experiencia, el Periodo Especial cubano casi es más interesante por sus sombras que por sus luces. Pero, sin duda, es algo que toda sociedad industrializada debería conocer, porque nos va a llegar a nosotros una escasez muy parecida y tenemos que pensar si seremos capaces de las transformaciones necesarias que ellos hicieron (y otras más, que no llegaron a hacer o hicieron muy parcialmente). De todos modos, también hay otro factor que nos hace mirar este ejemplo relativizando su extrapolabilidad: cuando “colapsó” Cuba, la mayor parte del mundo aún seguía creciendo y disfrutando de toda la energía que quería. Ahora, por contra, no será el caso: iremos colapsando un país tras otro, y la lucha será encarnizada por las últimas migajas fósiles... A no ser que renunciemos anticipadamente a esa pelea de buitres por los restos de la civilización fosilista y busquemos otra vía, claro. Eso es en parte lo que le reclama mi libro a la izquierda española, y, por extensión, a la de otros países.
Ya que te acercás a Latinoamérica ¿En qué medida las experiencias del EZLN o el desarrollo de conceptos como Bien vivir creés que contribuyen al debate en torno al post petróleo?
Manuel: Son fundamentales, en mi opinión. Algo que le recomendamos muchos a la izquierda europea es que deje a un lado su habitual eurocentrismo y mire a otros lugares del mundo donde hay experiencias de especial utilidad e interés para la misión que tiene ante sí. Por ejemplo el Buen Vivir (que en realidad no está alejado de tradiciones culturales que también existían en la propia Europa antes del industrialismo y del capitalismo; el “indigenismo europeo” aún está por revelarse) es un óptimo referente a la hora de buscar nuevos objetivos o “banderas” para enganchar, para motivar a la población, sea o no de izquierdas, y también para la actualización a nivel teórico de la política de izquierdas. Además, el manejo del lenguaje que es habitual en torno al Buen Vivir y que tan bien representa el EZLN es una muestra de cómo buscar la emancipación cambiando los conceptos, las narraciones, y creo que encajaría muy bien, especialmente con aquellos pueblos como el gallego que aún tenemos muy cercana la “cultura de la tierra”. Tenemos que dejarnos fecundar intelectualmente, emocionalmente incluso, por estos lenguajes, pero no sólo como algo instrumental para llegar al mismo lugar de siempre, sino también para cambiar el horizonte que buscamos. Es decir, menos lenguaje “universitario” y más lenguaje campesino; menos “crecimiento” y más “buena vida con menos”. Implica un enorme acto de humildad por parte de las muchas veces arrogante izquierda europea, pero creo que alguna gente ya lleva dando esos pasos desde la creación del Foro Social mundial o tal vez antes. Ahora, además, el hecho de que el EZLN haya optado por combinar su tradicional estrategia con la utilización de los mecanismos electorales me parece especialmente interesante porque puede ser un ejemplo de las “estrategias duales” que reclamamos algunos activistas y pensadores en España; es decir, aprovechar la vía institucional sin renunciar a la acción desde abajo, sacando el mejor partido de ambas y de sus posibles realimentaciones. Esto no quiere decir poner más esfuerzo en ganar unas elecciones que en construir institucionalidades alternativas fuera del Estado, sino buscar en cada momento el óptimo esfuerzo para lograr combinar lo que se haga desde ahí con lo que se pueda lograr desde el Estado, aunque sólo sea impedir que las fuerzas antagónicas tengan un control absoluto de ese recurso que, queramos o no, sigue siendo la maquinaria estatal, dotada de energía, material y dinero que vendría muy bien para facilitar la preparación para el colapso. No podemos dejar ese inmenso recurso en manos del capitalismo moribundo para facilitarle su transición a un neofeudalismo o un ecoautoritarismo, que es justo el horizonte opuesto al nuestro. Yo reclamo trabajar con ese factor como trabajaría una persona permacultora con cualquier elemento de energía o material que fluye por el ecosistema, buscando que cumpla una función a nuestro favor en el conjunto.
¿A qué denominás “La izquierda”? Y ¿Qué opinión te merece en América Latina las experiencias del chavismo en Venezuela y Evo Morales en Bolivia y sus proyectos de desarrollo en equidad pero en torno a los hidrocarburos?
Manuel: Sí, la cuestión de qué es exactamente la izquierda surge lógicamente ya a partir del título del libro. No he pretendido arrogarme el derecho a excluir de dicha denominación a nadie, pero me he centrado sobre todo en aquella izquierda trasformadora, especialmente en los partidos de filiación comunista y socialista, aunque dejando un poco de lado a esa socialdemocracia tan integrada en el sistema capitalista actual que algunos denominan “socioliberal” o, más suavemente, de centro-izquierda, y que en España representaría el PSOE. También he prestado atención al ámbito libertario, el cual incluyo en la izquierda o, mejor dicho, en “las izquierdas”, término que en ocasiones utilizo en el libro para no perder de vista la pluralidad de dicho ámbito político. Tampoco he excluido a algunas formaciones sin representación parlamentaria que destacan especialmente por su avanzada comprensión de la situación de colapso, aunque lógicamente el libro se enfoca principalmente a aquellas formaciones políticas más conocidas y con representación, especialmente en España. En cuanto a las izquierdas gobernantes en Sudamérica he incluido algunas menciones, sobre todo a la hora de criticar su falta de coherencia o de perspectiva del colapso civilizatorio, aunque al mismo tiempo señalo valores fundamentales que pueden aportar a nivel teórico o práctico a las izquierdas europeas, por ejemplo, cuando defiendo que se sustituyan viejas banderas eurocéntricas por conceptos venidos de “abajo” (tanto en el sentido geográfico como social) como el Buen Vivir.
España llegó a su pico de consumo energético en 2007 y cayó desde ahí aproximadamente un 10 %, a valores semejantes al de 2001 pero con una población 10 % mayor a ese último año de la Peseta. ¿Cuál es tu lectura?
Manuel: Se pueden hacer varias lecturas. La primera nos llevaría al concepto del Cénit de la Energía per Cápita, que a nivel mundial ha estudiado Richard Duncan, el autor de la Teoría Olduvai. En España, por tanto, los datos que tú aportas parecen indicar que se ha superado ya (habría que estudiar más datos para poder confirmarlo), lo cual nos apuntaría a que estamos avanzando en las fases previstas del colapso. Por supuesto debemos descartar las lecturas miopes de posibles “desmaterializaciones de la economía”, puesto que lo que no se consume por unidad de PIB nacional se consume en otro país a donde se deslocaliza la producción. También hay quien señala a la prestigidigitación contable que se realiza para maquillar las cifras como causa de las recientes subidas anunciadas del PIB y por tanto hay que dejar de verlo como indicador fiable y, aún más necesario, rechazarlo como tótem de las políticas económicas. Es algo muy perverso, porque al hacer depender todo del PIB, si este no sale como queremos, lo trucamos para que diga lo que queremos, y seguir manteniendo el castillo en el aire. Lo necesario en realidad es satisfacer lo más básico a la gente: vivienda, energía mínima, alimentos, agua... y eso no depende del PIB (o no debería depender). Esto debería ser un mensaje, en teoría, fácil de aceptar para la izquierda, pero por desgracia no es así y vemos a la supuesta “nueva” izquierda (como Podemos) anclada en mensajes socialdemócratas neokeynesianos totalmente obsoletos. Parece que no hay coraje para hacer algo tan sencillo. Mucho me temo que la realidad bío-geo-física, y por supuesto la historia, les pasarán por encima. Y a la gente sólo le quedará la rabia y apoyar al totalitarismo de extrema derecha, los únicos “antisistema” a la vista.
En España Podemos logró unir al electorado de izquierdas y en parte romper el bipartidismo PSOE-PP ¿Crees que con propuestas de decrecimiento u objetivos de resiliencia hubiese contribuido a diferenciarse aún más o bien hubiese espantado electores? ¿Hay ejemplos de partidos que se acerquen a las propuestas de tu libro sea en Galicia o en otra parte de Europa?
Manuel: Bueno, en primer lugar hay que matizar que Podemos no ha logrado unir a ’todo’ el electorado de izquierdas. Hubo muchos votos a otras opciones y mucha gente de izquierda que simplemente no ha votado. Aclarado esto, podemos especular sobre si con propuestas decrecentistas/resilientistas hubiese logrado más o menos electores. En mi opinión, en el tipo de pseudodemocracias totalmente mediáticas que tenemos, es mucho más importante, por desgracia la forma que el fondo de las propuestas. Por tanto, jugando a ese juego y con una forma adecuada de comunicar, como bien dice la reconocida ecologista social española Yayo Herrero, la gente no es tonta y hubiera entendido y aceptado potencialmente ese mensaje. Pero, claro, esto hubiese requerido en primer lugar que los líderes de Podemos compartiesen de verdad el diagnóstico que nosotros hacemos, y en segundo lugar que hubiesen aceptado el papel de explicarlo a la población con palabras al tiempo sinceras, claras, rigurosas y motivadoras; es decir, cumplir el papel de pedagogos sociales que tradicionalmente han cumplido las izquierdas y que ahora parece darles tanto miedo, y sólo se atreven a jugar con el material conceptual de la derecha. Creo de verdad que es algo que se puede y se debe hacer, y un reciente estudio de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona lo confirma: más de un tercio de la población española aceptaría renunciar al objetivo del crecimiento si es necesario para lograr la sostenibilidad. Y no más de un tercio es lo que suma actualmente la izquierda española en votos, así que en teoría al menos, no hubiera sido peor el resultado. En mi opinión podría haber sido incluso mejor, porque la gente está realmente harta de que los políticos les mientan y creo que la respuesta a un mensaje nuevo, radical y que traspirase sinceridad y que se está tratando a la gente como adultos y no como a borregos o a niños inmaduros, podría no sólo aportar votos sino vacunar contra los cantos de sirena del populismo de derechas que está emergiendo con fuerza por todo el mundo. Y si lo hace es, en buena medida, porque la izquierda se lo permite, porque no está ocupando el campo de la radicalidad contra un sistema que hace aguas y que causa sufrimiento a cada vez más capas sociales y más países. Y ese vacío lo aprovecha el populismo autoritario de derechas. En cuanto a los ejemplos que me preguntas de partidos que se acerquen a esas propuestas, alguno apunto ya en el libro, y más recientemente algo nuevo hemos podido ver en el Movimento 5 Stelle italiano, pero aún está por ver su coherencia y que esos cambios de postura sean significativos e irreversibles. En el Estado español me parecen de especial interés los pasos dados por las izquierdas nacionalistas vasca y catalana, y por algún líder de Izquierda Unida como Alberto Garzón.
España perdió un millón de extranjeros desde 2009 ¿Ya sabían que España no se estaba preparando bien?
Manuel: No sé dar una respuesta precisa a esta pregunta, tan sólo puedo especular en base a lo que intuyo o percibo lateralmente, o hacerlo en base a mi experiencia vital como emigrante hijo de emigrantes. Quizás se haya analizado esto desde la sociología, pero lo desconozco. Habría que preguntarles a esas personas que han vuelto a sus países, o quizás emigrado a otros, saltando de témpano en témpano a medida que se van derritiendo los más delgados —si me permites el símil de los osos polares—, es decir, los países más débiles o más dependientes de la energía fósil (existen gráficas que revelan que la crisis golpea primero y más duramente allí donde se depende más de la importación de energía). La relación de los movimientos migratorios con el progreso de esta crisis terminal en los diversos países y regiones es algo sin duda en lo que convendría investigar más y que también debería preocupar, y mucho, a la izquierda. Además no debemos descartar importantes migraciones interiores debidas no sólo a la crisis sino también al progreso del Caos Climático. ¿Cómo se piensa gestionar esto? ¿Mirando para otro lado? A veces parece que tenemos una izquierda avestruz que piensa que por no mirar a los problemas de frente estos simplemente van a desaparecer, y es justo al contrario: cuanto menos se enfrentan, más rápido y brutalmente nos llegan.
¿Coincidís con el término Antropoceno para retratar este momento histórico?
Manuel: Creo que los científicos tienen ya un amplio consenso al respecto de que dicha denominación está más que justificada, aunque pueda haber divergencias en cuanto al momento exacto en que comenzó dicha era. Pero sí, básicamente, estoy de acuerdo en que este “Homo Colossus”, como lo llamaba William Catton, ha dejado ya una huella sobre el planeta digna de inaugurar una nueva era geológica. No obstante, y aunque reconozco su utilidad para percibir hasta qué punto estamos modificando el planeta, creo que tampoco es un término que nos ayude concretamente a percibir el colapso. Necesitamos reconocer, por un lado, que la misma desmesura en el empleo de energía fósil y en la saturación de los sumideros planetarios que nos hace adentrarnos en una nueva era, es la que nos ha llevado rápidamente a una situación de irreversible colapso. Y, por otro lado, que nuestra huella perdurará, en forma tanto de Cambio Climático como de contaminación persistente o de destrucción de ecosistemas y especies, durante cientos o seguramente miles de años después del colapso de la civilización que lo causó. Y eso si no acabamos totalmente con la vida en la Tierra, que es una posibilidad que no debemos perder de vista, y por supuesto tampoco la izquierda.
En tu ensayo Nosotros los detrívoros [4] partías de la base que nuestra población depende de alimentarse de detritus fósiles convertidos en alimento por la revolución verde (que propusiste cambiarle el nombre por revolución negra). ¿Qué actualización podrías hacerle al ensayo?
Manuel: Sigue siendo plenamente válido, en mi opinión. En todo caso cabría incorporarle nuevos datos, por ejemplo en el terreno de las predicciones acerca de cuánta población podrá mantener el planeta una vez desaparezca ese “detritus” fósil. También en cuanto a las posibles vías de reducción de la población que se van concretando y así, por ejemplo, aparecen nuevos datos acerca de las víctimas que se prevén por la resistencia a los antibióticos que están desarrollando mucho microorganismos patógenos, de nuevas fuentes de contaminación o de agotamiento de recursos críticos como el agua dulce o la tierra fértil. Quizás también en la nueva información que va apareciendo acerca de la progresión acelerada del Cambio Climático. Yo sigo recopilando información pero no sé si habrá alguna nueva edición, ahora que está a punto de agotarse la segunda. Tengamos en cuenta que es un libro muy artesanalmente producido, que ha circulado en tiradas muy pequeñas. Existían planes de publicarlo también en portugués e inglés pero no han acabado de concretarse. Es un mensaje muy difícil de circular: la gente no quiere oír noticias tan malas. Prefieren comprar y leer aquello que les proporciona confort, aunque sea falso y poco duradero. El autoengaño también creo que está detrás de ese auge del populismo autoritario del que hablábamos, en buena parte del mundo industrializado, pero esa es otra historia... Volviendo a “Nosotros, los detritívoros” quizás donde quepa añadir algo es en la actuación a partir de esa información, en el “qué hacer”, pero no era objetivo del libro, y tal vez deba ser abordado en nuevos textos, como los que vamos publicando en la Revista 15/15\15.
Para la Revista 15/15\15 generaste una moneda propia (el REVO) para el pago de escritores e ilustradores ¿Podrías comentar esta y otras experiencias exitosas de dinero alternativo, cuáles son sus ventajas y dificultades?
Manuel: Bueno, no la “generé” yo, sino que la generaron las casi trescientas personas que pusieron euros para respaldarla; en serio, es algo fundamental cómo se emite una moneda, y cuál es su respaldo, y ahí hay diversas posibilidades que hacen que la moneda sea de un tipo u otro. Yo en el caso de los “revos” me limité a diseñarla y ponerla en marcha. Es un tipo de moneda muy sencillo, virtual, pero “low-tech”, y de utilidad limitada para el circuito de gente que colabora y es amiga de la revista (anunciantes, librerías...). He colaborado definiendo otras monedas interesantes, como los “costavales”, que puso en marcha una asociación de comerciantes local en Galicia (zona de Costa da Morte). También en la propia revista hablamos de casos muy interesantes como el de la “turuta”, una moneda catalana local, que nació desde abajo, del tejido social y con óptica permacultural, y que ha dado ahora el paso de institucionalizarse al haber sido aceptada por el ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú para el pago de tasas municipales. Es otro ejemplo más de las cosas que se pueden hacer desde las visiones y estrategias “duales”, de no jugárnoslo todo a la carta estatal pero sí aceptar que en ese terreno se pueden hacer muchas cosas útiles para enfrentarnos al colapso, huyendo de purismos anarquistas, como también reclaman el australiano Ted Trainer o en su día Murray Bookchin. Hay numerosas iniciativas de interés en el tema de las monedas sociales y de la economía alternativa en general. Me parecen especialmente útiles las monedas sociales en la medida en que pueden convertirse en un colchón para el caso de quiebra del sistema monetario y financiero oficial, que está totalmente basado en el crecimiento y en la creación de dinero-deuda, y eso es insostenible, como venimos explicando, desde el punto de vista de la economía ecológica o de la simple física. Por eso en la batería de propuestas que siempre presentamos a los partidos de izquierda para comenzar a actuar para prepararnos para una civilización poscapitalista y poscrecimiento, incluimos la puesta en marcha de monedas de este tipo, que como se demuestra en el caso de la turuta no hace falta crearlas desde la administración pública (como intentan en el caso de Barcelona) y que incluso eso puede dar pie a problemas legales y/o políticos innecesarios, sino que se puede crear desde la iniciativa social (pública, privada o comunitaria) y después llegar a acuerdos con el Estado. En ese sentido, también es un avance la ley francesa que recientemente ha regulado la convivencia del euro con las monedas sociales de aquel país, aunque tampoco puedo asegurar que sea ideal, pues no la conozco en detalle. Pero demuestra que se puede hacer y que se puede facilitar que surja la nueva economía antes de que se acabe de desmoronar la actual, con políticas concretas y fácilmente “vendibles” al electorado.
Le has hecho llegar el libro "La izquierda..." a referentes políticos de la izquierda gallega ¿Te han dado algún tipo de devolución?
Manuel: Sí, y no sólo a la izquierda gallega. Me consta que ha llegado a algunas personas clave también de ámbito español. Seguramente a muchos menos de los que deberían leerlo, o al menos ¡eso dicen los militantes de base! Pero de momento no hay mucho feedback, por desgracia. Sí que hemos tenido ya dos presentaciones del libro en formato debate, aunque sin apenas repercusión mediática ni política: la primera fue en Madrid con Cristina Narbona, quien fuera ministra de medioambiente en el gobierno de Rodríguez Zapatero (PSOE, 2004-2008) y con Juan López Uralde, coportavoz de Equo, formación ecologista integrada con Podemos, y parlamentario. Posteriormente en Galicia se prestaron al debate Antón Sánchez (el único parlamentario gallego declaradamente decrecentista), quien forma parte de En Marea, principal fuerza de la oposición en Galicia, muy igualada con el PSOE; y con Carme Adán, ex-parlamentaria del Bloque Nacionalista Gallego. Son primeros pasos, y espero que no los últimos, y que se provoquen más debates y de mayor calado y pluralidad. De hecho, estamos intentando que se cree una Comisión en el parlamento gallego para analizar los límites al crecimiento, con participación de todos los partidos, incluida la derecha, al estilo del que existe en el Reino Unido. Para ello, la asociación Véspera de Nada por unha Galiza sen petróleo tradujo al gallego el informe que Tim Jackson preparó para dicha comisión británica (Limits revisited). Poniéndoles el ejemplo de otros países es más fácil moverlos, al menos, a estudiar el problema. Luego ya veremos qué respuesta se le da, pero es un primer paso imprescindible.
Por último ¿Hay posibilidades de pedir por internet La izquierda ante el colapso de la sociedad industrial y que lo envían fuera del territorio español?
Manuel: Sí, por supuesto. El editor, Alfonso Serrano de La Oveja Roja, se está moviendo mucho para hacerlo llegar a diversos países americanos por medio de distribuidoras alternativas. Y por Internet también se puede comprar en numerosas librerías online españolas. También me gustaría recordar que en http://esquerda.colapso.info existen algunas partes del libro disponibles gratuitamente, del original en gallego, como por ejemplo el estupendo prólogo de Teresa Moure, la escritora ecofeminista gallega.
[1] La métafora de Carlos de Castro que relaciona el Titanic con la civilización industrial se puede leer en Transiciones versus colapso: ¡Realimentaciones!, Revista 15/15\15.
[2] Textos de Ferran Puig Vilar se pueden leer en su blog Usted no se lo cree
[3] El manifiesto Última llamada está firmado por científicos, activistas, políticos, divulgadores de la Península Ibérica, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla.
[4] Una versión resumida del ensayo Nosotros los detrívoros se puede leer en revista Rebelión.