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Tribuna Abierta. Esperanza de vida y desarrollo humano en el siglo XXI

Publicamos a continuación la traducción de un artículo del economista marxista Michael Roberts, que puede ser de interes para nuestras y nuestros lectores.

Lunes 12 de septiembre de 2022 22:24

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El artículo original en ingles fue publicado el 21 de agosto en la web del autor:Life expectancy and human development in the 21st century

La esperanza de vida es una de las mejores medidas del desarrollo humano. En las sociedades de cazadores-recolectores, un promedio del 57-67% de los niños llegaba a los 15 años. Luego, el 79% de ellos llegaba a los 45 años. Por último, los que llegaban a los 45 años podían vivir hasta los 65-70 años. Por tanto, podemos ver que la esperanza de vida al nacer en estas sociedades era muy baja, dada la elevada mortalidad infantil. Pero un 40% llegaba a los 65 años en promedio. La situación parece haber sido peor en las sociedades divididas en clase, tanto feudales como esclavistas. La esperanza de vida promedio de un campesino era de apenas 35 años al nacer, pero se acercaba a los 50 años para los que superaban los 15 años.

Se puede ver que medir la esperanza de vida al nacer no es una guía perfecta para saber cuánto tiempo vivían los humanos en las sociedades precapitalistas. Sin embargo, no cabe duda de que la esperanza de vida en promedio aumentó considerablemente una vez que la ciencia se aplicó a la higiene, el alcantarillado, el conocimiento del cuerpo humano, una mejor nutrición, etc. Por supuesto, en las sociedades de clase existían fuertes desigualdades entre ricos y pobres.

Si aceptamos que la esperanza de vida es una buena medida del desarrollo humano, los últimos datos son reveladores sobre las sociedades capitalistas del siglo XXI. Esta medida cayó en Estados Unidos en 2021 a su nivel más bajo desde 1996, el segundo año de un retroceso histórico, debido principalmente a las muertes por COVID-19. El descenso de 2019 marcó la mayor caída bi anual en casi un siglo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Además, la disparidad entre hombres y mujeres se amplió el año pasado a la más alta en más de dos décadas, y ahora se espera que los hombres estadounidenses vivan solo 73,2 años, casi seis años menos que las mujeres.

Las muertes por COVID-19 contribuyeron en más de la mitad del descenso general de la esperanza de vida en EE.UU. el año pasado. El COVID-19 se asoció a más de 460.000 muertes en el país en 2021, según los CDC. Pero no fue el único factor del descenso. Las sobredosis de fármacos y las enfermedades cardíacas también contribuyen en gran medida, según los datos. Curiosamente, las muertes por suicidio disminuyeron en 2020 durante la pandemia, pero siguieron siendo el quinto factor que más contribuyó en esta la caída el año pasado. Las muertes relacionadas con el suicidio son el tercer factor más importante en la disminución de la esperanza de vida de los hombres estadounidenses.

Mientras disminuyó en Estados Unidos de 78,6 años en 2019 a 76,9 años en 2020 y 76,1 años en 2021, una pérdida neta de 2,4 años, en contraste, los países pares promediaron una disminución menor en la esperanza de vida entre 2019 y 2020 (0,55 años) y un aumento de 0,26 años entre 2020 y 2021, ampliando la brecha entre Estados Unidos y otras economías capitalistas avanzadas a más de cinco años. El descenso en EE.UU. estuvo muy racializado: los mayores descensos en 2020 se produjeron entre los nativos americanos/nativos de Alaska, los hispanos, los negros y los asiáticos. Para los nativos americanos y los nativos de Alaska, la medición cayó hasta los 65 años, cerca de la media nacional durante la Segunda Guerra Mundial.

Este descenso de EE. UU., un país rico, contrasta con el aumento continuado en China a lo largo de la pandemia de COVID, donde la tasa de mortalidad por el virus fue mínima en comparación con los EE. UU. y Europa. Como resultado, en 2021, la esperanza de vida al nacer en China será mayor que la de EE.UU.

Este resultado es una condena cruda y deprimente del capitalismo estadounidense en el siglo XXI. "El estancamiento de la esperanza de vida refleja profundos desafíos sociales, no sólo en nuestro sistema sanitario, sino también en nuestros sistemas económico y político", afirmó Dave Chokshi, médico y ex comisionado de salud de Nueva York.

No se trata sólo de la pandemia. Los estadounidenses de todas las edades y de todos los niveles de ingresos tienen una probabilidad inusualmente alta de morir, a causa de las armas, drogas, accidentes de autos y enfermedades. Los bebés estadounidenses tienen más probabilidades de morir antes de cumplir cinco años; los adolescentes estadounidenses tienen más probabilidades de morir antes de cumplir 20 años; y los adultos estadounidenses tienen más probabilidades de morir antes de cumplir 65 años. Europa tiene mejores estándares de vida que EE.UU. en general, para blancos y negros, en zonas de alta y baja pobreza.

En Estados Unidos se producen más muertes por sobredosis de drogas que en cualquier otro país de renta alta, tanto en términos generales como per cápita. Incluso antes de la pandemia, la esperanza de vida en el país disminuyó durante años consecutivos en 2015 y 2016, en gran parte debido a la epidemia de opioides y a las sobredosis de drogas. Estados Unidos tiene una tasa de mortalidad por accidentes de tráfico superior a la de Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur y la Unión Europea. Incluso en base a los kilómetros recorridos, sigue teniendo una tasa de mortalidad más alta que gran parte de Europa.

Con un 40% entre los adultos, la tasa de obesidad de EE.UU. duplica la media de la mayoría de los países europeos y es ocho veces superior a la de Corea o Japón. Aunque la relación exacta entre el peso y la salud es controvertida, el Fondo de la Commonwealth, que no es un institución partidista, declaró sin rodeos que los niveles de obesidad de Estados Unidos son responsables de aproximadamente una quinta parte de las muertes entre los adultos de 40 a 85 años.

Estados Unidos tiene menos médicos generales per cápita que la mayoría de los países ricos, en parte debido a que la larga y costosa formación empuja a los médicos a convertirse en especialistas muy bien pagados. Y junto con esta falta de atención primaria asequible y accesible, EE.UU. tiene la mayor tasa de muertes evitables de todas las naciones ricas. (Entre los ejemplos de la definición de mortalidad "evitable" de la OCDE se encuentran las muertes relacionadas con el alcohol, los tiroteos, los accidentes y la gripe).

La esperanza de vida es una medida importante del desarrollo humano, pero no es la única. La ONU creó el índice de desarrollo humano (IDH) que no sólo mide la esperanza de vida, sino también el progreso educativo y la prosperidad económica. El IDH se lanzó en 1990. En su último Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) los datos confirman que el capitalismo del siglo XXI, si es que alguna vez lo fue, ya no es progresivo en el desarrollo del bienestar humano. El informe afirma que "décadas de progreso en términos de esperanza de vida, educación y prosperidad económica han comenzado a deshacerse desde la pandemia". En los últimos dos años, nueve de cada diez países han retrocedido en su IDH.

Suiza ocupa el primer puesto del índice, con una esperanza de vida de 84 años, una media de 16,5 años de estudios y un salario medio de 66.000 dólares. En el otro extremo de la escala se encuentra Sudán del Sur, donde la esperanza de vida es de 55 años, la gente pasa sólo 5,5 años de media en la escuela y gana 768 dólares al año. Pero los recientes retrocesos en la mayoría de los 191 países incluidos en el índice, especialmente en la esperanza de vida, han hecho que los niveles de desarrollo vuelvan a ser los de 2016, invirtiendo una tendencia de 30 años.

A lo largo de los años transcurridos desde que se introdujo el índice, muchos países se enfrentaron a crisis y retrocedieron, pero la tendencia global siempre fue al alza. El año pasado fue la primera vez que el índice descendió en su conjunto desde que se iniciaron los cálculos, y los resultados de este año consolidaron esa tendencia. Y "las perspectivas para 2022 son sombrías", dice Achim Steiner, uno de los autores del IDH, que señala que más de 80 países tienen problemas para pagar su deuda nacional. "Que 80 países estén a un paso de enfrentarse a ese tipo de crisis es una perspectiva muy seria", afirma. "Estamos asistiendo a profundos trastornos, cuyos coletazos se desarrollarán a lo largo de varios años".

Cuando miramos la tabla de clasificación de los países en el IDH, las habituales economías capitalistas avanzadas más ricas están en la cima. Pero EE.UU. no está entre los 20 primeros; está en el puesto 21, aunque es, con mucho, el más grande en población de estos países más ricos. Y si comparamos el progreso del desarrollo humano en las principales economías del G7 utilizando el IDH desde 1990, encontramos que, mientras que EE.UU. era el más alto del G7 en 1990, ha descendido al quinto lugar de los siete. Mientras que el IDH de Alemania aumentó un 13,6% entre 1990 y 2021, el IDH de EE.UU. sólo aumentó un 5,6%. Y EE.UU. fue el país del G7 que menos aumentó en el siglo XXI. Curiosamente, el Reino Unido fue el país que más subió a partir de 1990, aunque con un comienzo más bajo, y fue el que más rápido subió en el siglo XXI hasta la fecha. Esto puede deberse a que el gasto en educación fue superior a la media en los años 90 y principios de los 2000.

Todos los países del G7 obtuvieron mejores resultados que Estados Unidos, otro indicador del declive relativo del imperialismo estadounidense.

La ONU también ha desarrollado un IDH ajustado por desigualdad, en el que el grado de desigualdad de los ingresos se introduce en el IDH para cambiar el resultado. Todos los países tienen un grado de desigualdad. Pero algunos son mucho peores que otros. Entre las economías del G7, el nivel de desigualdad en EE.UU. e Italia es tan alto que reduce el IDH de esos dos países en más de un 11% y los hace caer aún más en la liga del IDH.

Esto no es sorprendente, dado el enorme aumento de la desigualdad y la pobreza en EE.UU. desde que se puso en marcha el IDH. En enero de 2022, la Oficina del Censo de Estados Unidos informó de que en 2020 había 37,2 millones de personas en situación de pobreza, aproximadamente 3,3 millones más que en 2019, lo que supone una tasa oficial de pobreza del 11,4%, un punto porcentual más que el 10,5% de 2019. La “linea de pobreza" para una familia de cuatro personas en 2020 fue de 26.496 dólares anuales. Y la Reserva Federal de Estados Unidos informa de que en 1989 el 1 por ciento superior controlaba el 23,5 por ciento de la riqueza de la nación y, en 2022, su parte había aumentado hasta el 31,8 por ciento o 44,9 billones de dólares. El 50% inferior poseía el 3,7% de la riqueza de los hogares en 1989; ahora tienen el 2,8%.

La desigualdad es aún mayor en muchos países del sur global; en concreto, Brasil, Sudáfrica e India tienen unos índices de desigualdad escandalosos que hacen que sus IDH caigan un 25%.

Si nos fijamos en las denominadas economías emergentes más grandes por población, entre las que se encuentran los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como cabría esperar, China es el país que más ha mejorado su IDH. De un mísero 0,48 en 1990, el IDH de China alcanzó el 0,77 en 2021, un aumento del 59%. Compárese con la India, que empezó prácticamente con el mismo IDH que China, pero que sólo alcanzó el 0,63 en 2021, un aumento del 46%, pero todavía muy inferior al de China.

Mientras que en 1990 el IDH de China era sólo 5 puntos más alto que el de India, ahora es 14 puntos más alto. En esas tres décadas, China ha venido de atrás para superar a México, Brasil, Sudáfrica e Indonesia, y ha reducido la distancia con Estados Unidos de 40 puntos a sólo 15.

Por motivos de actualidad, también he analizado Ucrania, Sri Lanka y Rusia. En 1990, cuando cayó el bloque soviético, Ucrania tenía un IDH de 0,73, prácticamente igual que Rusia y por delante de la pequeña y endeudada Sri Lanka. En el año 2000, la "terapia de shock" de la vuelta al capitalismo redujo el IDH de Ucrania y Rusia, mientras que todos los demás países de la lista aumentaron. Y 30 años después, el IDH de Ucrania sólo ha subido un 6%, hasta el 0,77, quedando por detrás de Sri Lanka y Rusia, que tampoco lo hicieron muy bien.

¿Están las principales economías del sur global alcanzando a los países del G7 del norte global? Si excluimos a China e India, la media del sur global (tal y como se ha definido anteriormente) estaba 18 puntos por detrás de la media del G7 en 1990. En 2021, la diferencia era de 14 puntos. Así que apenas se ha avanzado en la reducción de la brecha en 30 años. Y los países del sur global elegidos aquí son, en su mayoría, los de mejores resultados, no los más pobres y débiles.

Volviendo a la medida de la esperanza de vida, comprobamos que a medida que las personas tienen vidas más sanas y largas, se vuelven más cualificadas y educadas y permiten así que las economías crezcan y aumenten los ingresos y los medios de vida. Así que las medidas de salud pública son la palanca más importante para fomentar el desarrollo económico.

La noticia de que, después de 140 años, los científicos de la Universidad de Oxford han desarrollado por fin una vacuna con un 80% de eficacia contra la mortal enfermedad de la malaria, que ha matado a millones de personas y sigue matando a casi un niño por minuto. Las grandes compañías farmacéuticas habían evitado destinar fondos a las vacunas contra la malaria durante décadas, prefiriendo desarrollar antidepresivos y medicamentos contra el cáncer que pudieran venderse bien en los países más ricos. Así que se han necesitado 140 años para desarrollar la vacuna contra la malaria, en comparación con sólo un año para encontrar una vacuna contra el COVID. Esta última, por supuesto, también afectó al Norte Global. Ahora, la posible erradicación de la malaria, que afecta sobre todo al Sur Global, sería probablemente el impulso más importante para la esperanza de vida y el desarrollo humano de este siglo.


Michael Roberts

Marxista británico, a través de su blog thenextrecession.wordpress.com discute aspectos teóricos que permiten explicar la crisis mundial y analiza las perspectivas económicas. Es autor de los libros La larga depresión y Marx 200.