Ante la falta de respiradores y las plazas de terapia intensiva se está abandonando a los enfermos más débiles a su suerte, por edad y condición física, sin ofrecerles atención sanitaria para su recuperación.
Diego Lotito @diegolotito
Juan Carlos Arias @as_juancarlos
Sábado 28 de marzo de 2020 00:00
Los datos de la pandemia en el Estado español, teniendo como focos principales, de momento, la Comunidad de Madrid y Cataluña, están creciendo exponencialmente por toda la geografía del país. Los últimos datos señalan que España ya es el segundo país del mundo con más víctimas mortales de coronavirus. Con 4.089 muertos, adelanta a China, donde se originó la epidemia y donde han muerto hasta ahora 3.293 personas. Italia, con al menos 7.500, ya ha duplicado la cifra. Mientras tanto, los contagios siguen aumentando alcanzando los 56.188 y casi 2.000 personas se encuentran ingresadas en terapia intensiva o UCI (datos a las 14 horas del 26/03/2020).
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La evolución en el desarrollo de los contagios ya supera el ritmo de Italia. La evolución en el Estado español fue de 2 a 100 casos en la primera semana, la siguiente de 100 a 1.000, y de 1.000 a 4.000 en cuatro días. Solo el pasado martes hubo 4.946 casos más, la cifra más alta de lo que llevamos de pandemia. Un crecimiento vertiginoso que está colapsando todas las unidades hospitalarias y, sobre todo, las unidades disponibles de las UCI que resultan imprescindibles para sacar adelante los casos de los enfermos más graves.
Esto ha provocado que según fuentes de los propios hospitales actualmente se está decidiendo a pie de emergencia, qué enfermos se destinan a ser ingresados en UCI y cuáles se dejan en cuidados paliativos, a su suerte, que con toda probabilidad terminaran falleciendo. Una auténtica infamia, una inhumanidad y un despropósito del régimen capitalista, puesto que se podría atajar esta problemática interviniendo y movilizando todos los recursos necesarios que dieran respuesta a las necesidades existentes.
Al ritmo actual de incremento de más de 400 casos diarios graves que necesitan plazas de UCI, como sucedió este martes- en concreto fueron 417 casos más- supone que en 20 días tendríamos 8.000 casos graves más, a los que habría que añadir aquellos que tengan otras patologías con necesidad de UCI. Por lo tanto, es evidente que se exigen medidas mucho más contundentes y expeditivas que harían necesario, como mínimo llegar a multiplicar por tres las 4.404 plazas de UCI de las que se partía al inicio de la pandemia. Y aunque es evidente que este número ya se ha visto incrementado, aunque no se dispone de los datos exactos, dado que se están utilizando salas de reanimación y quirófanos sin utilizar para implementar nuevas UCI, sin embargo, y como demuestra la práctica que se está llevando a cabo en los hospitales del denominado “triaje”, avalaría la tesis de que los esfuerzos realizados no son los suficientes y suponen una auténtica ignominia para la población más envejecida.
Además, hay que partir de que gran parte de los casos graves permanecen muchos días en las UCI hasta que pueden abandonarlas una vez recuperados, dato importante que no se ha facilitado por las autoridades sanitarias, como es el número medio de días de estancia en las UCI de los enfermos afectados por el Covid-19. Pues bien, además de esto hay que contar con los casos que por enfermedad, accidente o síndrome de algún tipo (infartos, accidentes caseros o de tráfico, etc.) tienen que utilizar las unidades de UCI y que tampoco pueden abandonarse para atender en exclusiva a los pacientes de Covid-19, y que también pueden necesitar de bastantes días de recuperación en UCI. Además, de la necesaria separación física para no resultar contagiados también del Covid-19.
Expropiación inmediata de toda la sanidad privada e intervención de la industria hotelera
Mientras los hospitales públicos colapsan y se deja morir a nuestros mayores en los pasillos, los recursos de la sanidad privada que según el gobierno se iban a poner al servicio de la lucha contra el coronavirus sólo se están utilizando al 20% y aún no se ha tomado ninguna medida seria para utilizarlos plenamente. Al contrario, los verdaderos parásitos capitalistas que dirigen de la sanidad privada aprovechan para recortar plantilla, vender test a cientos de euros y cerrar centros en plena pandemia.
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Al mismo tiempo, más de un millón de plazas hoteleras están vacías, mientras los empresarios hoteleros que durante años se han “forrado” con el boom del turismo, precarizando a sus plantillas y gentrificando los barrios, se van de rositas con ERTEs que pagarán las arcas públicas al 70%.
Basta de contemplaciones con los capitalistas. Hay que expropiar inmediatamente todos los recursos de la sanidad privada y centralizarlos en un plan estatal bajo control de comités de trabajadoras y trabajadores de la sanidad pública, comités médicos y usuarios, que haga posible de facto la utilización de esos recursos con transparencia y mediante un uso colectivo y democrático. Junto con ello, es necesaria la contratación masiva y sin límites del personal y de las inversiones sanitarias necesarias para hacer frente a la pandemia.
Del mismo modo, hay que reabrir inmediatamente todos los hoteles e intervenirlos sin indemnización alguna y bajo control de sus trabajadores y trabajadoras -en su mayoría hoy despedidos, licenciados sin goce de sueldo y con ERTEs- para que sus habitaciones se pongan al servicio de un plan centralizado para ampliar las camas disponibles ante la emergencia, garantizando condiciones óptimas de seguridad e higiene.
La enorme red hotelera del Estado que, según datos del INE de enero de 2020, alcanzan los 14.818 establecimientos hoteleros, con un volumen de 1.462.507 plazas, podría integrarse a un plan para la creación de miles de UCI que incrementen drásticamente la capacidad de respuesta ante los casos graves, evitando así miles de muertes. Y al mismo tiempo, estos recursos podrían servir para construir centros residenciales para todas estas necesidades habitacionales y sociales urgentes, o para los casos de mujeres que estén en situación de violencia de género, en vez de hacinar a miles de personas en campamentos infames como el que se ha creado en la Fira de Barcelona.
Asegurar la producción de kits para test masivos tras el fiasco de la compra del gobierno
Tras el escándalo de la compra de test rápidos fallados, que no sólo llegaron tarde, sino que proceden de una empresa sin licencia -según advirtieron a España las autoridades chinas-, es urgente tomar medidas.
El Gobierno dice que ya ha encontrado nuevos proveedores para los kits, mientras está estudiando cómo producir los siguientes tests en el país, pero están a la espera de que alguna empresa se haga cargo. No se puede seguir perdiendo tiempo valioso con compras fraudulentas y material que escasea en los lugares donde más se lo necesita. El estado español lidera la tasa de contagios entre trabajadores sanitarios: 6.500, más del 13% del total de infectados.
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Si los test que se pueden realizar ahora son PCR es perentorio que se capacite de forma inmediata a miles de estudiantes de medicina, técnicos e investigadores para poder realizarlos en la próxima semana, sumándose a la red sanitaria estatal en condiciones dignas y seguras de trabajo.
Es urgente que se intervengan todas las empresas químicas y farmacéuticas que sea necesario para ponerlas bajo control de sus trabajadores, reclutando miles de científicos y técnicos disponibles, para que se fabriquen en serie cientos de miles de nuevos kits que permitan hacer un testeo masivo de la población, tal y como lo pide la OMS.
Junto con esta medida, toda la producción e investigación farmacéutica debe intervenirse bajo control de sus trabajadores y comités científicos independientes, para, de manera coordinada y centralizada, lograr tratamientos y una vacuna lo más rápido posible y libres de patentes.
Intervención de la industria para reconvertirla y fabricar todo lo necesario para derrotar la pandemia
La crisis exige medidas inmediatas y drásticas. Hay que utilizar todos los recursos disponibles y poner inmediatamente a todas las industrias que por su capacidad productiva y su tecnología, con las necesarias adaptaciones de ingeniería, se podría poner a producir masivamente respiradores artificiales, tubos endotraqueales, monitores cardio-respiratorios, y otros elementos necesarios para dotar a las UCI de los equipamientos necesarios.
Por poner sólo un ejemplo, el sector del automóvil en el Estado español, que actualmente tiene su producción totalmente paralizada, tiene una enorme capacidad de producción. En concreto, en 2019 se ensamblaron 2,82 millones de vehículos de turismo, con un volumen de trabajadores con capacidad para producir de 219.100 trabajadores. Siendo por volumen de producción la segunda de Europa y la novena del mundo.
Fabricación que cuenta con elevados niveles de tecnología, con sistemas de regulación informática y miles de robots de producción que, junto con las y los trabajadores que podrían desarrollar ese trabajo, podrían producir cientos de miles de respiradores, monitores de presión arterial, oxímetros de pulso, tubos endotraqueales, y, en general muchos de los elementos necesarios para el funcionamiento de una UCI. Todo ello, lógicamente tras las correspondientes adaptaciones de ingeniería y tecnología adecuadas, pero que, en poco tiempo se podrían realizar dada la capacidad de adaptación y flexibilidad de la tecnología productiva existente.
Los capitalistas, cuando está en su interés, son capaces de hacer esto y mucho más. Así sucedió en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, cuando gran parte de las fábricas se destinaron a la producción de material bélico (tanques, cañones, etc.) sin que su uso previo tuviera esa finalidad.
En la situación actual, sin embargo, preocupados sólo por sus beneficios, los capitalistas son incapaces de organizar un plan racional para poner todo el aparato productivo al servicio de derrotar la pandemia. De hecho, miles de empresas cuya producción no es esencial para enfrentar la crisis, siguen obligando a sus trabajadores a trabajar sin las mínimas condiciones de seguridad produciendo mercancías inútiles, solo para salvar sus ganancias y no la salud de la población.
Por ello son los propios trabajadores y trabajadoras quienes tienen que tomar el control, para decidir qué empresas deben cerrar y cuáles deben permanecer abiertas, con condiciones de seguridad y turnos de trabajo seguros, para reconvertirse y fabricar todos los equipamientos necesarios para ganar la guerra contra el virus (y contra la desidia capitalista).
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Diego Lotito
Nació en la provincia del Neuquén, Argentina, en 1978. Es periodista y editor de la sección política en Izquierda Diario. Coautor de Cien años de historia obrera en Argentina (1870-1969). Actualmente reside en Madrid y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.