El gobierno despertó al gigante dormido que anida en el movimiento estudiantil, que salió junto a los docentes y no docentes a defender lo que es nuestro, encontrándose con una amplísima solidaridad social al reclamo de las universidades. En ese eco estuvo el límite social con el que se topó el presidente para sus planes de motosierra y licuadora. Pero, ¿cuánto ganó y cuánto perdió Milei? ¿Dónde estamos parados? ¿Cómo sigue la lucha?
El límite de Milei
La idea de que la juventud se volvió de derecha sufrió un revés cuando cientos de miles de jóvenes se sintieron interpelados por la necesidad de proteger a la educación ante el miedo de que los anuncios del gobierno sean reales y peligre la continuidad de las universidades. Esto se hizo tan masivo y extendido que incluso tocó fibras sensibles de su propia base electoral, con la que se chocó.
Sobre esto dan cuenta analistas e investigadores. Recientemente Pablo Seman, Melina Vazquez y Nicolás Welschinger escribieron un artículo publicado en El Dipló, titulado ¿Los jóvenes siguen apoyando a Milei?. Lo primero que destaca el artículo es que “Cuando Milei dice que a la universidad no van los pobres comete un error desde el punto de vista sociológico, y una agresión política que es un tiro en su propio pie (...) Aunque no lo sepan, sus palabras agreden a jóvenes que eran o son parte de su base electoral”. Muchos jóvenes acompañaron al libertario por su promesa de un futuro mejor, pero ven que ataca uno de los elementos centrales que representa el imaginario de ese futuro: la educación pública. Esto se combina con otras políticas que tuvieron llegada a muchísimos hogares, como el veto a las jubilaciones o el aumento de la pobreza.
En este artículo también se plantea: “Muchos de los que estudian ya no tienen ante sí la tierra prometida de la profesión liberal, hoy saturada y monotributizada con salarios mínimos. Hay otras demandas y otras proveniencias, hay puestos de trabajo que reclaman otros saberes que se entrenan y aprenden en universidades y quienes siguen esas carreras ya no son los hijos de los inmigrantes europeos que “progresaron”, sino la amplia gama de clases medias y bajas que conforma el país que hemos construido en los últimos cincuenta años”. Entre las clases medias y bajas, está claro que tomadas de conjunto las universidades tienen una alta composición de clase trabajadora junto a la clase media, como venimos señalando.
En algunas facultades el conflicto, por su gran extensión, fue toda una novedad ya que era la primera vez en su historia que se realizaban tomas, a diferencia de las universidades “tradicionales” como la UBA y la UNLP donde el 2018 fue más intenso. La extensión geográfica de la Universidad y el alcance del conflicto llevó a que este nuevo actor tenga también características de “estudiante-trabajador”, como se ve en las universidades del conurbano. Esto es importante para pensar los vasos comunicantes cada vez más profundos de las universidades con sectores de la clase trabajadora, cuestión sobre la que escribimos en este número de Armas de la Crítica.
Para muchos, las tomas fueron su primera experiencia política, se autoorganizaron y socializaron de otra manera con sus compañeros. Incluso muchos destacan que cambió el clima social en las universidades recuperando formas de socialización que se vieron trastocadas con la pandemia. En sus distintas etapas el conflicto “movió las aguas”, y comenzó una experiencia política que involucró tanto a sectores de vanguardia como de masas, lo cual dejó una experiencia acumulada y la incorporación de un know how de la lucha. Esto le trajo al gobierno varias consecuencias. Milei quiso licuar todo el presupuesto universitario cómo hizo con las jubilaciones y obras públicas, pero esa primera política tuvo un duro golpe político con la gran demostración de fuerzas en la Marcha Federal Educativa del 23 de abril. En esa movilización se reunió a más de un millón de personas en todo el país, motorizada por el temor al cierre de la universidad y el fantasma de las privatizaciones, logrando que se garantice el presupuesto para el funcionamiento de las universidades. Fue una movilización social sin precedentes, tomando en cuenta el alto grado de participación de quienes cursan en las universidades. El número incluso podría ascender si se toma en cuenta las clases públicas que se dictaron a lo largo y ancho del país motorizadas por el mismo reclamo. Al mismo tiempo, el gobierno lanzó la política de arancelamiento a extranjeros, basada en fake news y cifras falsas, sobre la cual todavía no pudo avanzar.
Luego hubo un segundo round con la marcha del 2 de Octubre que también fue una movilización muy importante a pesar de no haber sido tan extendida, aunque en algunas provincias fue más grande que el 23A. En ese momento, tomó más fuerza el reclamo no resuelto por el aumento de salarios de docentes y no docentes que llevaron adelante una serie de paros y acciones. La Ley de Financiamiento dónde se trataba el aumento de los salarios de docentes y no docentes contó con un amplio respaldo en el Congreso y Milei tuvo un alto costo político con el veto que despertó la bronca en todo el país. Para cubrir ese costo largaron la campaña de las auditorías a las universidades.
Ambas marchas demostraron, contra el mito sostenido por sectores del peronismo de que “la relación de fuerzas no da”, que cuando hay convocatorias serias, preparadas y con motivos movilizantes, la gente se mueve, masivamente, con creatividad y capacidad de cambiar el ánimo social. Por eso también estuvo planteado que esa enorme fuerza social impulsase la movilización contra el conjunto del ajuste, activando y dando fuerza a otros sectores, cuestión a la que se negaron las burocracias sindicales y estudiantiles, como hemos explicado en otras ocasiones. Esto se debe a la política del radicalismo y sectores del peronismo que acompañaron de forma más o menos efusiva según el caso, al gobierno en la Ley Bases. Aunque hubo otros que se opusieron pero aportaron su granito de arena desmovilizando y desorganizando.
Como Milei perdió la batalla de la Ley del Financiamiento en el Congreso, tuvo que recurrir al veto y a la compra de voluntades entre diputados que cambiaron rápidamente de fila para sostenerlo. Eso desató un tercer momento en la rebelión universitaria que empezó con las asambleas masivas y tomas en facultades de todo el país, como desarrollamos acá y acá.
Traiciones
Sin embargo tenemos que preguntarnos, ¿Por qué si este año fuimos centenares de miles en las calles, tomamos cientos de facultades, hicimos asambleas, clases públicas, y un sinfín de acciones, Milei puede terminar el año recortando el sueldo a docentes y no docentes? Si la fuerza estaba, ¿Por qué no hubo una tercera marcha educativa? ¿Quienes le pusieron un freno al conflicto? Intentaremos responder a algunas de estas preguntas.
En la arena política juegan multiplicidad de actores: en el Congreso, Milei se valió de la ayuda del PRO, Radicales y hasta diputados y senadores peronistas que entraron en las boletas de Massa e incluso algunos en la de Juan Grabois. Los mismos que se rasgaron las vestiduras defendiendo la universidad en la campaña electoral y en el debate sobre la ley de financiamiento, fueron los que le garantizaron el blindaje del veto a Milei en pos de la defensa del “déficit fiscal”, que es la defensa de las ganancias empresariales a costa del hambre de las mayorías, vía exenciones a los grandes capitalistas, pago de intereses de deuda y otras medidas. Esto incluso generó tensiones dentro de los partidos del ajuste: en busca de la autopreservación y con la campaña electoral del 2025 a la vuelta de la esquina, partidos como el radicalismo se dividieron en bloques diferenciados, generando rupturas también en su juventud. Sin embargo, fue mucho ruido y pocas nueces, porque quienes quedaron supuestamente del lado de la educación tienen mucho poder en las universidades pero se jugaron a dejar morir al conflicto cuando vieron el peligro que les implicaba el alza del movimiento estudiantil, como vamos a desarrollar más abajo.
Las centrales sindicales jugaron un papel testimonial en esta pelea, sólo convocando a participar en alguna movilización pero sin accionar su rol estratégico, que es la posibilidad de convocar a paro general con movilización hasta tirar abajo el plan de ajuste de Milei. Si bien el año arrancó con un paro general y siguió otro, algunos meses después se quedaron en el molde cuando se avanzó sobre uno de los grupos sociales más vulnerables y con menos poder de fuego: los jubilados. Después de eso y habiendo negociado ciertos puntos a favor en la reforma laboral para que no afecte la caja de las obras sociales, dejaron pasar todos los ataques del gobierno: reforma laboral y quita de derechos, avance en privatizaciones en la Ley Bases, despidos en el Estado, ataques a la educación y salud pública. Esto llegó al punto de que esta semana la CGT directamente anunció que tendrá una tregua hasta el año que viene con el gobierno, generando la renuncia de Pablo Moyano, aunque sin perspectivas de que los “disidentes” modifiquen la línea seguida hasta aquí.
Las autoridades universitarias, rectores en su mayoría radicales y peronistas nucleados en el CIN, aprendieron de la CGT y tuvieron distintas líneas de conducta para boicotear el avance del conflicto con los estudiantes a la cabeza. Algunos, como el decano de Psicología de la UBA, cuando se tomó la facultad directamente “virtualizó” la cursada para boicotear las tomas intentando que la mayoría de los estudiantes, pese a simpatizar con el reclamo, no pisaran la facultad. En La Plata el decano de Artes mandó a cerrar la facultad mientras estaba tomada, dejando encerrados a varios estudiantes, presionando para que se levantara la medida. En La Matanza las autoridades llegaron a mandar patotas contra los estudiantes que querían desarrollar una asamblea. Otros, boicotearon por lo bajo, no convocando a ninguna nueva acción masiva y dejando pasar el pico de las tomas y asambleas, amagando a convocar a nuevas acciones pero finalmente dejando que llegue el fin del segundo cuatrimestre sin haber movilizado al Congreso. Fue para presionar sobre su propio reclamo de aumento en el Presupuesto 2025 (sin cuestionar que esté digitado por el FMI) y sin siquiera hacer el festival que habían propuesto para el 22 de noviembre.
Lentamente y como quien no quiere la cosa, eligieron que Milei se anote el poroto de la desfinanciación en medio de su veranito financiero. Algún malpensado podría llegar a preguntarse ¿Habrá sido demasiado peligrosa la amenaza de las auditorías que podrían sacar a luz los fondos que se obtienen con los acuerdos con empresas privadas y otros negociados que pueda tener cada rectorado, que nada tienen que ver con los salarios de docentes y no docentes? ¿O simplemente será que a las autoridades del CIN les pareció demasiado peligroso que se levante el movimiento estudiantil y empiece a cuestionar más profundamente que tipo de universidad queremos hoy y si quienes están a cargo de esas instituciones tan importantes están a la altura de lo que se necesita en este momento? La respuesta es un poco de todo esto. Mala suerte para ellos es que lo que una vez empieza a cambiar en la conciencia de quienes vieron su potencial social y se encontraron a gusto en la multitud que salió a reclamar por lo que se considera justo como el acceso a la educación superior, difícilmente vuelva atrás. Milei se negó hasta ahora a ampliar el presupuesto 2025 en el Congreso, manteniendo su propuesta inicial que alcanza a la mitad de lo que reclamó el CIN. Todo se está vendiendo y comprando en el Congreso, pero es seguro que quedará un fuerte recorte y deja abierta la puerta para que el año que viene continúe esta pelea que será de largo aliento, a menos que se aseste un impacto de profundidad que dé marcha atrás a todos los planes del supuesto primer gobierno “liberal libertario” del mundo.
Mención aparte merecen las conducciones de los centros de estudiantes. En primer lugar, los dirigidos por las agrupaciones estudiantiles del radicalismo que intentaron no sacar los pies del plato y sólo convocar a acciones como marchas que no molestaron mucho, porque tienen intereses nacionales en juego en el presupuesto 2025. En algunas facultades como Psicología de la UBA, se dedicaron a boicotear las instancias de organización como las asambleas y las clases públicas junto al decano de esta facultad, Biglieri, que como señalamos, comenzó a hostigar a docentes que hacían clases públicas. Las agrupaciones kirchneristas en los centros que conducen también llegaron a decir “basta para mi, basta para todos”, adaptándose a las agendas del Frente Sindical Universitario y desconociendo las instancias de autoorganización votadas en las asambleas, negándose a exigir que se convoque a una tercera marcha federal. Ellos también dejaron que se vaya apagando el conflicto sin exigirle nada al CIN ni buscando una política independiente de los rectores desde los centros de estudiantes y federaciones. Sin dudas una nueva movilización federal hubiese mostrado la fuerza de todo ese movimiento activo que se desplegaba a lo largo y lo ancho del país. El peronismo está solo pensando en el 2025 y en como Milei hace el “trabajo sucio” del ajuste para ellos poder volver a gobernar en algún momento sobre esa tierra arrasada. No quieren enfrentar seriamente a Milei porque saben que no es negocio para su especulación electoral. No se jugaron a que exista una fuerza organizada en las calles que expresara el gran apoyo a la lucha universitaria, estando al frente de conducciones gremiales docentes, no docentes y teniendo centros de estudiantes. Nuevamente se demostró que no quisieron sacar los pies del plato y se adaptaron a los ritmos y decisiones de la Franja Morada y las autoridades radicales.
Universidad ¿de quién y para quiénes?
Este año se desplegaron tres grandes relatos sobre la universidad pública. Uno, como decíamos al principio, es el del gobierno con su discurso contra una supuesta “casta universitaria”, que seríamos los estudiantes y nuestros docentes, agregando que a las facultades no van los pobres. Este relato generó malestar en quienes lo apoyaban o lo habían acompañado y un salto en la bronca de quienes ya lo querían enfrentar. Milei habla de meritocracia, de esfuerzo individual, pero quiere que a la universidad vayan solo los que cuentan con recursos, mientras los que sufren el ajuste y tienen que pagar sus boletos cada vez más caros, o no pueden estudiar y trabajar al mismo tiempo, se están quedando afuera.
Para Milei la educación pública no es un derecho, es un costo, y su modelo apunta a recortar sus fondos en la perspectiva de avanzar en medidas neoliberales, como la transferencia de las universidades nacionales a las provincias, que cuentan con menos fondos y por lo tanto mantiene el sentido de un ahogamiento presupuestario, o la privatización. En ese marco plantea abiertamente que la educación debe estar ordenada por, y al servicio del mercado, es decir, funcionar en el sentido de las necesidades de los grandes empresarios para poder enriquecerse aún más. Por ello persigue ideológicamente, acusando absurdamente de comunistas a todos aquellos que piensan distinto o le quieren dar un sentido mínimamente social al conocimiento, como hizo el bruto de Adorni hace algunas semanas en este tuit que lo dejó en ridículo.
Con el salto en el conflicto y una mayor radicalización con las tomas, tuvo que retroceder en este discurso, afirmando a contramano del que siempre fue su planteo, que nadie de su espacio quiere que las universidades dejen de ser públicas y gratuitas. Como contraataque incorporó el planteo de las auditorías, con el argumento de saber qué se hace con los recursos que se destinan a la universidad, intentando encubrir en un ataque a los docentes y no docentes como una supuesta “casta universitaria y sus cajas negras”. Un planteo poco creíble, cuando la política sigue siendo el desfinanciamiento.
Otro discurso, es el de la "Universidad de los trabajadores", que fue cantado por cientos de miles en cada movilización, y se volvió una bandera no solo de estudiantes y docentes, sino también de distintos sectores que apoyan la defensa de la educación pública, algo que está relacionado con el cambio en la propia composición de la universidad que ya mencionamos. Este relato sin embargo tiene dos interpretaciones. Por un lado la del peronismo, que ve la educación pública como una vía para la movilidad social ascendente. Esta lectura parte del supuesto de que la universidad puede actuar como una suerte de igualador, ya que aunque haya distintas procedencias sociales, todos deberían tener el derecho de estudiar para lograr un ascenso social. Sin embargo esta perspectiva no se cumple desde hace años, con una mayor precarización y flexibilización laboral incluso en los sectores medios. Y porque con el ajuste en general y en particular a la educación del que el peronismo fue y es parte, aunque son muchos los que ingresan a las facultades, son muy pocos los que logran recibirse. Y si lo logran, deberán poner sus conocimientos en función de las necesidades del capitalismo (sea vía empresas directamente, o vía el estado y su necesidad de obtener recursos para pagar la deuda pública, etc.).
Esto es un problema porque hay que defender la educación pública, pero no tal cual está. Incluso porque la perspectiva del peronismo de ascenso social implica que no se cuestione que no dejan de haber desigualdades estructurales en un país sometido al capital financiero internacional que nos impone el peso de la deuda, el extractivismo, todo lo que conlleva mayores desigualdades entre las distintas clases. En su perspectiva se propone que con una combinación entre el Estado y el esfuerzo individual algunos puedan progresar, y en ese marco, el progreso necesariamente está relacionado con las necesidades del mercado, que sigue jugando un rol central, lo cual es un problema porque este cuenta con muchas herramientas para imponer sus intereses, que son contrarios a los de las mayorías populares.
Por otro lado está la interpretación de la izquierda. Para nosotros “Universidad de los trabajadores” no significa que solo algunos puedan ascender socialmente, sino que la universidad esté al servicio de cuestionar esa fractura social, y que realmente puedan entrar y terminar las grandes mayorías. Partimos de la defensa de la universidad, pero cuestionamos que en esta sociedad necesariamente tiene un carácter de clase, que nos proponemos transformar. Y esto implica la necesidad de luchar por el gobierno universitario y el funcionamiento del conjunto de la universidad. Hoy las decisiones las toma la verdadera casta universitaria de rectores y decanos radicales y peronistas, que han pactado con los distintos gobiernos, que son parte del desfinanciamiento, que firman convenios con empresas privadas, que han traicionado nuestra lucha reiteradas veces este año como desarrollamos más arriba, y que son elegidos de formas completamente feudales, donde el mayor peso en la elección lo tienen solo los docentes titulares que son una ínfima minoría. Un primer paso para transformar la universidad es terminar con esto, peleando por la elección directa de las autoridades bajo el criterio de mayoría estudiantil, que hoy está subrepresentada, y el claustro único docente, para que sean parte los ayudantes, y también los docentes ad honorem, que se cuentan por miles. Esta democratización permitiría a su vez que seamos los estudiantes, docentes y no docentes quienes definamos a donde se destinan los recursos con los que cuenta la universidad, cuestionar la orientación social de la educación, los planes de estudio de nuestras carreras, y al servicio de qué intereses están.
En este sentido, también venimos dando una pelea en el terreno ideológico para discutir al servicio de quienes poner nuestros conocimientos. Lo hacemos desde el suplemento mensual Armas de la Crítica, la revista Ideas de Izquierda, la editorial marxista Ediciones IPS, y siendo parte junto a la Asambleas de Intelectuales Socialistas de Impulsar las Jornadas por un Futuro Comunista en distintas universidades del país y en otras partes del mundo. Las mismas jornadas que la libertariana Lilia Lemoine (Lady Lemon) salió a bardear públicamente en sus redes sociales, mostrando lo mucho que le molesta que se hable sobre comunismo en las universidades.
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Esto recién empieza
Todo lo que se desarrolló este año es experiencia ganada para seguir enfrentando lo que vendrá. El problema del financiamiento es un problema estructural en Argentina y lo seguirá siendo mientras esté bajo la órbita del FMI y el capital financiero internacional. La experiencia política de este año sienta las bases para que se profundice el año que viene, ya que no hay un ánimo de derrota ni desmoralización, sino que está presente la idea de que no hubo una solución al problema y que esto va a seguir. La tendencia a la emergencia de un nuevo movimiento estudiantil va a continuar, porque está Milei en el gobierno, que continuará los ataques tanto mediante el presupuesto, los salarios docentes y no docentes, así como también en el terreno ideológico.
Como plantean Seman, Vazquez y Welschinger: “El conflicto universitario no será breve: habrá idas y venidas, mareas y reflujos.” Y esto se liga a un problema central para pensar cómo continua esta pelea, que identifican estos investigadores, que es cómo evitar que el sector más activo del estudiantado que protagonizó las asambleas y las tomas (lo que nosotros llamamos vanguardia) se separe de las grandes mayorías estudiantiles, que apoyaron el conflicto pero de forma más pasiva, sin involucrarse directamente o participando de las movilizaciones más grandes o las clases públicas. Dicen “Hay que construir mayorías estruendosas que realmente bloqueen la capacidad de daño del gobierno. Tal vez la única certeza en este momento de desconcierto sea que las viejas herramientas se vuelven, más que nunca, problemáticas y posiblemente contraproducentes”. En su interpretación, las viejas herramientas serían contraproducentes porque su preocupación es que el conflicto pueda ser la excusa para el surgimiento de agrupaciones libertarias en las facultades que quieran defender a Milei, peligro que a nuestro parecer exageran, ya que a día de hoy son casi inexistentes, y en su aplastante mayoría la base estudiantil ha apoyado el conflicto y las distintas medidas.
Partiendo de esta diferencia, el problema que plantean nos parece interesante, aunque queremos abordarlo con otro matiz. El punto no es cómo evitar que el sector más activo del estudiantado no se separe de las mayorías, como si estas estuvieran en contra del reclamo, sino cómo involucrar a esas mayorías para que participen en mayor medida no solo de los próximos conflictos, sino de la vida social, política y cultural de las universidades en general. Y en este punto las herramientas problemáticas y contraproducentes son los centros de estudiantes dirigidos por la Franja Morada y el peronismo, que han jugado justamente un rol para que la lucha no se masificara.
Revolucionar los centros de estudiantes
Para responder a este problema, para nosotros hay que “revolucionar los centros de estudiantes”, tanto para los “tiempos de paz”, como para nuevos conflictos. ¿Qué significa esto? Que los centros de estudiantes no se limiten a brindar servicios como las fotocopiadoras y los buffets como principal actividad, sino que se propongan impulsar la máxima participación estudiantil, para debatir todo lo que hace a nuestras trayectorias universitarias, lo que implica organizarnos para defender nuestros derechos, por ejemplo a la educación pero también a otras luchas de las que somos parte los jóvenes, pero también muchos aspectos académicos y de nuestra formación sobre los que también queremos debatir. Lo más básico a este respecto es mantener, defender y ampliar la práctica de las asambleas, como espacio de debate y encuentro colectivo que este año hemos recuperado desde abajo, en su mayoría a pesar de los centros de estudiantes. Pero esta no es la única vía de participación posible. En el marco de un estudiantado que se ha masivizado y que muchas veces tiene que trabajar de forma precaria, es difícil que todos puedan participar de asambleas centralizadas. Es por eso que hay que buscar otras formas de participación, como pueden ser las comisiones por carreras, espacios que se pueden potenciar para propiciar el intercambio político pero también académico entre estudiantes, docentes e investigadores, o los delegados por cursos, donde cada cursada vote un representante que pueda transmitir las preocupaciones, inquietudes y opiniones en un espacio de representación general.
De esta forma, poniendo en pie nuevas instituciones de los centros de estudiantes, que llamamos cuerpos de delegados, la posibilidad de participar se amplía enormemente. Otro punto importante de democratizar los propios centros es que sus organismos se vuelvan abiertos, es decir, que no pertenezcan sólo a la agrupación que ganó la conducción, sino a todas las corrientes y todos los estudiantes que quieran participar. Es generalizado que los centros ni siquiera reúnen a sus comisiones directivas, dejando sin representación a agrupaciones a quienes les corresponde ese lugar, y al conjunto del estudiantado. Por último, para incentivar la participación hay que recuperar la vida cultural de las facultades, con actividades e iniciativas con las que los estudiantes puedan apropiarse de las mismas, así como los debates ideológicos, impulsando revistas y jornadas de debate, una tradición que fue recuperada en algunas ocasiones.
Esto, por todo lo que hemos desarrollado en este balance del conflicto, es una pelea contra las autoridades de la universidad, las conducciones sindicales y estudiantiles radicales y peronistas, incluyendo también algunos debates con la izquierda. A diferencia del planteo de Seman según el cual “Los rectores de las universidades, los dirigentes políticos de las agrupaciones estudiantiles, sus militantes, los profesores e investigadores y la comunidad universitaria, en general, tenemos una responsabilidad política con la situación en la que nos encontramos: es necesario hacer crecer el reclamo cuantitativa y cualitativamente.”, el desarrollo de la lucha por el salario de los docentes y no docentes no era posible de la mano de mantener la alianza con los rectores, que una vez conseguido el presupuesto para el funcionamiento de la universidad le soltaron la mano al reclamo por incrementos salariales. Incluso durante años y años estos sueldos fueron postergados bajo todos los gobiernos, aunque en los últimos se haya sufrido más el deterioro de las condiciones de vida.
Nada se puede esperar de quienes gobiernan las universidades con miles de docentes ad honorem, que sostienen de forma gratuita la enseñanza en las aulas. Pelear por el aumento salarial y el rechazo al conjunto del presupuesto implica torcerle el brazo al gobierno libertario en su cruzada por el déficit cero y solo se podrá lograr con una política independiente que teja lazos desde abajo entre los trabajadores de la universidad y los estudiantes solidarios que se sumaron al reclamo, con asambleas interclaustro. Esta es la única política que puede hacer crecer cuantitativa y cualitativamente el reclamo. La potencia que tiene esa unidad se puede ver en los lugares dónde más masivos y extendidos fueron las clases públicas, porque en esos lugares empezó a surgir, al menos de forma embrionaria, la unidad desde abajo entre los docentes, no docentes y estudiantes. Esto es un punto de apoyo para el desarrollo en los próximos rounds de la lucha.
Y ya que esta perspectiva implica derrotar a las corrientes que sostienen este modelo de centros subordinados a las autoridades, los partidos tradicionales y las distintas burocracias, vemos necesario poner en pie agrupaciones que se propongan junto al nuevo activismo que empezó a desarrollarse el objetivo de revolucionar los centros, cómo nos proponemos hacer en los centros recuperados como el de Salud Comunitaria de la UNLa o el de Derecho y Ciencias Sociales del Comahue, en Rio Negro. Desde la Juventud del PTS y con compañeros independientes que están organizados en En Clave Roja en todo el país queremos debatir este balance y propuestas con quienes luchamos en decenas de facultades, y abrir un proceso de elaboración colectiva de un Proyecto de Manifiesto de nuestra juventud. Para pelear por un movimiento estudiantil independiente, democratico y que apunte a unirse a los trabajadores para derrotar los planes de Milei y el FMI.
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