Notas sobre de la presentación del libro Fausto, primer volumen de la colección ‘Contrapuntos’ de la Editorial Caterva.
Demian Paredes @demian_paredes
Miércoles 29 de junio de 2016
Fotografía: Lucía Feijoo
Como parte de la inauguración de Caburé, en el barrio de San Telmo (un espacio que conjuga librería, bar, editorial y centro cultural), se presentó, el pasado sábado 25, el volumen Fausto, integrado por dos versiones: el poema de Estanislao del Campo, escrito en el siglo XIX –también conocido como “Fausto criollo” (un clásico argentino del “género gauchesco” y paródico)–, y Fausto sudaca, obra teatral del novelista y dramaturgo chileno Omar Saavedra Santis, escrita y publicada en 2015. Ambos títulos, juntos ahora en un volumen –que incluye dos prólogos: uno de Horacio González, y otro de Grínor Rojo–, forman parte del proyecto editorial de Caterva, consistente en publicar distintas “versiones”, en pos de promover, al calor de la lectura, precisamente, “el contrapunto”.
La presentación contó con la presencia del escritor y crítico Noé Jitrik, y con Matías Rodeiro, quien en nombre de la editorial comentó el proyecto de que no sea Caburé “una mera librería o sólo un bar, sino un centro cultural, un punto de reunión para producir, debatir cuestiones vinculadas a la literatura, al ensayo, a la política, y también articular con la edición independiente, convocando a las editoriales independientes, para que no sean avasalladas por las grandes editoriales”.
También comentó que la editorial, nacida antes que la librería, tiene su nombre en homenaje a Juan Filloy, el prolífico autor riocuartense, y que el título de la colección, “Contrapuntos”, fue inspirado por Lezama Lima: “la idea del contrapunto fue tomada del gran creador cubano, de su modo de pensar la cultura, la recreación de la cultura, la reapropiación de la cultura”. Y anunció Rodeiro que vendrán nuevos libros, basados en una obra de Shakespeare y en Utopía, de Tomás Moro, para dar finalmente paso a quien consideró “un invitado de lujo” para la presentación de Fausto.
Noé Jitrik, agradecido por la invitación, y tras bromear sobre “lo fáustico de su situación” con su edad, y ante la “gente joven” que veía a su alrededor, dijo que recuperaría durante la charla “lo que está en mi memoria, lo que está en mi imaginario sobre la cuestión del Fausto propiamente dicho”.
Tras comentar que el Fausto, proveniente de una leyenda a través de los siglos, se ha transformado en mito, y compararlo con el de Ulises tapándose los oídos “para no ceder a las tentaciones de las sirenas”, Jitrik explicó que “la perduración del mito es porque toca algunas zonas que parecen inherentes al ser humano y a las relaciones que este entabla con la naturaleza, con el tiempo, con la muerte y con la vida. Es una especie de coagulado de todas esas cosas, y eso garantiza esa transmisibilidad, esa perduración. El mito de Fausto atravesó los siglos y lo interesante es que además se liga –no sé si conscientemente, en el caso de Goethe es más evidente, y en el caso de Marlowe, que es el antecedente del drama de Goethe– con el mito de la juventud, y con la Fuente de la Eterna Juventud. Eso que funcionó mucho durante la Conquista y que dio lugar a esa empresa, totalmente utópica, de Ponce de León buscando la fuente de la Eterna Juventud en la Florida, y perdiendo la vida buscando la fuente de la Eterna Juventud”. Y otro chiste: “La verdad es que, buscando la Fuente de la Eterna Juventud, uno se hace viejo. Se convierte en viejo. No hay modo de escapar de esta cuestión. Pero ahí está: la juventud. Y lo que implica, las características o los atributos tan atractivos de la juventud”.
Luego Jitrik recordó distintas versiones de Fausto: desde la ópera de Gounod –que es la que utiliza Del Campo como motivo o “disparador” para su propia versión– al extraordinario Doktor Faustus, de Thomas Mann. Y el enfrentamiento de “principios” que hay: “la lucha, una ancestral lucha que tiene dos principios, que tiene curso incluso hasta nuestros días: la oposición entre pensamiento y acción. Pensamiento o ‘ciencia’, y fe como ‘vida’, como atractivo vital. Eso está gobernando lo que hay en el drama de Goethe”. Y otra cosa: “la aparición encubierta del romanticismo. Goethe está a caballo del racionalismo clásico, y del romanticismo que está despuntando”.
Yendo al poema de Estanislao del Campo, donde centró su charla, Jitrik recordó la época en que se publicó, y la situación a la que se alude al comienzo del mismo poema paródico: una larga fila de autos, y mucha gente amontonada, en la puerta del “tiatro de Colón”. Algo que plantea “no en materia de mercancías sino en términos de cultura, las tradicionales relaciones entre la cultura local y la cultura exterior. En otro términos, entre los ‘modelos foráneos’ –por decirlo de alguna manera- y la capacidad propia de elaboración”. “Está en ciernes un estado de ánimo de lo que después, posteriormente, se pudo haber llamado “la oligarquía”, o que podríamos llamar, más bien, la aristocracia argentina, con nuevas fortunas, con la ganadería, que ya empieza a proyectarse... en fin: con la acumulación de riqueza a la que el poema de Estanislao del Campo alude. Como cuando se menciona a ‘Anchorena’. Es 1866. Ya Anchorena es un punto de referencia en cuanto a la riqueza. O cuando habla de Lezama. Cuando menciona al pasar a Lezama. Y esto marca una diferencia con el Fausto sudaca. Estanislao del Campo maneja estas alusiones con una delicadeza extraordinaria, como para que las podamos entender; mientras que el chileno pega golpes; no hace alusiones, sino declaraciones muy estrepitosas”.
Centrándose nuevamente en el “Fausto criollo”, Jitrik recordó (con el volumen llevado allí) la antología Poesía gauchesca, de Borges y Bioy Casares, quienes incluyeron a Estanislao del Campo entre cinco o seis autores que conforman una “serie literaria” comenzada en 1811, y que termina con el poema de José Hernández Martín Fierro. “Nace, se desarrolla y muere. Y tiene características de posibilidad. Es decir: para los poetas gauchescos, aunque no lo declaren así, y simplemente lo hagan, es el nacimiento, un germen, de lo que puede ser una literatura nacional. Una literatura nacional justamente y paradójicamente –como la que señalaba Sarmiento en el Facundo– con características propias, lo que podría llamarse ‘nacional definido con características propias’. Y el lenguaje gauchesco –aparentemente– tendría esas características. Salvo que –según lo dice bastante acertadamente Borges (y no es difícil reconocerlo)– el lenguaje gauchesco es inventado. No es un lenguaje de los gauchos. O no se sabe cómo hablaban los gauchos. Probablemente los gauchos hablaran más ligados a la realidad, a la ambigua situación del mestizaje –con restos hispánicos muy fuertes–, pero no con las características que aparecen en la poesía gauchesca y que resultan más bien del proceso de escritura poética. La rima, por ejemplo. La rima determina palabras. Y esas palabras después son ‘la gauchesca’”.
El excurso de Jitrik prosiguió, buscando develar ciertos “elementos secretos”, ciertas “resonancias” y temáticas que harían del Fausto de Estanislao del Campo algo que posee –todavía hoy– “fuerza”, y que “genera interés”; que tiene su “posibilidad de captación y encanto”. Dijo: “Por ejemplo ciertos valores: la amistad. La amistad de los que se encuentran, Anastasio ‘el Pollo’ y el gaucho Laguna. Compartir. Lo compartido a través del porrón y del relato. El relato como un fusionante de la amistad. Y aparece ahí sin ninguna reticencia; es decir: se quiere escuchar”. Agregando que, “en el poema de Estanislao del Campo, está también la presencia del lirismo. Tiene fragmentos de un lirismo extraordinario, que no tienen mucho que ver con el drama de Fausto y Margarita. Son como ‘inserciones’ que este poeta, que tiene un objetivo muy claro –que es hacer reír; y esa es otra de las inflexiones del poema (hacer reír con el delicado humor que tiene)–, escribe también una dimensión lírica, paisajística, de un paisaje dibujado con una precisión y una fuerza, una delicadeza fundamentalmente extraordinaria, lo cual tiene que ver con lo que está ocurriendo en otros lugares, que son objeto de otras miradas, que es la poesía posromántica argentina”.
La intervención de Jitrik incluyó algunas consideraciones más sobre el Fausto sudaca: allí Saavedra Santis, aprovechando la estructura de la obra, “lanza invectivas y dardos contra todo lo que le molesta, y con una dosis de vehemencia que hace de esto algo muy particular. A mucha gente seguramente le gustará, hay mucha gente que le gusta que se le diga lo que piensa sobre determinadas cosas –y con este vehículo–. Pero yo no entro en esa dimensión. ¿Que la realiza? La realiza, y vale la pena leerlo, porque con esta actitud va produciendo, va desarrollando sus ideas sobre el asunto, y las va ubicando en los conflictos actuales, no sólo de la cultura chilena y latinoamericana, sino en los conflictos políticos chilenos y latinoamericanos”. Finalmente, volviendo al “Fausto criollo” –y tras referirse a cuestiones en torno a “lo criollo” y “lo argentino”, a la autonomía en el arte y la cultura ante “lo foráneo”, a autores como Echeverría y Carlos Astrada– invitó a leerlo nuevamente. ¿Los motivos? “Todavía nos sigue diciendo algo, en la gracia que tiene, en el encanto que tiene e, incluso, en la incertidumbre que tiene”.
Fue una charla que convocó, desde la literatura y la tradición, la pasión y el mito, el pasado y el presente.