Notas sobre la presentación de tres libros de Eloísa Cartonera en la Feria del Libro, con la presencia de Darío Canton, Rodolfo Edwards y Fabián Casas.
Demian Paredes @demian_paredes
Martes 3 de mayo de 2016
El pasado viernes 29 de abril se presentaron en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires las últimas publicaciones de la editorial Eloísa Cartonera (ubicada en el stand 2109, en el llamado “barrio joven”), con la presencia de los escritores Darío Canton, Rodolfo Edwards y Fabián Casas. La sala “Haroldo Conti” del Pabellón amarillo se llenó, a la espera del evento que comenzó a las 20:30. En cada asiento, además, había dos papeles: un “souvenir” de Canton, un pequeño poema plastificado, a modo de recuerdo del evento; y otro con el poema “Partido”, conteniendo al final una pequeña “encuesta” para responder. Luego, se sabría con más precisión los motivos.
El escritor Ezequiel Alemian, invitado para la ocasión, presentó a Canton. Dijo que sería un autor que, si hubiera en la Feria alguna actividad donde se buscara “iluminar o re-iluminar” la obra de importantes escritores argentinos vivos, estaría presente sin ninguna duda. Y esto debido a que el trabajo de Canton es “una obra que está constantemente renovándose, o actualizándose. Continuamente despertándose, o abriendo su sentido al presente”.
Alemian se refirió también a los primeros libros de poesía, de las décadas de 1960 y 70 (de formato y contenido más “tradicional”, por así decir), al muy particular Abecedario médico Canton (1977), y luego a la monumental serie autobiográfica de volúmenes de cientos de páginas intitulada De la misma llama, donde se incluyen fotos, cartas, documentos de vida (títulos de propiedad, un contrato de alquiler, uno con una editorial), cuestiones familiares (documentos de “autoanálisis”), etc., aún en proceso de publicación. (Hasta publicarse un último tomo: la segunda parte de lo que llamó La yapa: dos libros que llegan hasta el presente). Otra cosa que destacó Alemian es el interés de Canton por las respuestas que pueda obtener del público, y, en ese sentido, la enorme capacidad de observación (y auto-observación) del poeta, que además es sociólogo. Finalmente, propuso pensar el título del libro de Canton, Todo es materia de poesía (que contiene los primeros cuatro libros de poesía de Canton: La saga del peronismo, Corrupción de la naranja, Poamorio, y Poemas familiares –quedó fuera de esta compilación La mesa. Tratado poeti-lógico–), de otra manera, dándolo vuelta: Canton “no es alguien que hace poesía con cualquier cosa, sino que es alguien que hace cualquier cosa con la poesía. En el sentido de que la poesía le sirve a Canton casi como una especie de sonda, de aparato de escucha donde va registrando y escuchando cuestiones sociales y que se integran al trabajo autobiográfico del escritor”. Un trabajo que pareciera “absorber la mirada de los otros”.
A su turno, Canton agradeció las palabras del presentador y dijo que, efectivamente, le interesa sobremanera las respuestas que puedan provenir del lector –algo que puede verse claramente en el volumen La historia de Asemal y sus lectores, donde se encuentran las cartas que recibía y enviaba durante la publicación, entre 1975 y 1979, de su suplemento unipersonal de poesía–. El “cómo se lee”. Y en ese sentido la “consulta” al público presente por el poema “Partido”, escrito bajo la dictadura militar, en el año 1977 o 78, “por el tema del mundial de fútbol”. Canton, siempre curioso y atento a quienes puedan recibir su poesía, como ya se dijo, explicó sus dudas acerca de cómo publicar en el nuevo volumen de La yapa el poema, en una sección llamada “Fuero íntimo”: gente muy joven, que no pasó por la dictadura –gente que nació pos 1976–, tal vez no conozca lo que fue el rol de José María Muñoz como “relator de la dictadura” (como cómplice), y de ahí la posibilidad (o no) de publicar el poema con una pequeña nota final histórica “aclaratoria”, en una suerte de “segunda versión”. (Mientras esto sucedía, se nos entregaba otro papel con el poema, con esa nota al final del mismo.)
Canton dijo de su ambición de seguir siendo leído, por lo menos, dentro de cincuenta o cien años más –algo que yo llamaría una aspiración modesta de “eternidad”–, y de ahí el pensar sobre la conveniencia de la referencia, aun contemplando que, desde los últimos lustros, con la discusión sobre el tapete sobre el robo de niños durante la dictadura, los juicios a los militares por crímenes de lesa humanidad, etc., cantidad de gente joven sabe “de qué” se está hablando. (Al mismo tiempo agregó la mención a cómo los medios –los diarios– ocultaron lo que ocurría bajo la dictadura, y cómo la periodista María Esther Vázquez se ocultó ella misma al preguntarle a Borges si “sabía lo que pasaba”. Borges dijo que no, y Canton asegura que Vázquez, trabajando en La Nación, sabiendo, se ocultó bajo el “nosotros no sabíamos” del escritor).
La consulta (que incluía el pedido de la edad de los lectores), y la impresión de los poemas que serían leídos (“para no quedarse sólo con la escucha”), tienen que ver con considerar al lector, y con la cuestión de “hasta dónde quién escribe se preocupa por dar las coordenadas desde donde escribe”. Así, se nos entregó otra hoja, esta vez conteniendo los cinco poemas que fueron leídos por Canton y que concitaron los aplausos del público.
Fue el mismo Fabián Casas quien presentó a Rodolfo Edwards. Lo hizo habiendo compartido muchas vivencias –dijo que lo conoció de joven, y que Edwards le pareció “un poeta de verdad”, y comenzó a frecuentarlo–, por lo cual la presentación se transformó, por momentos, en un diálogo entre los dos, recordando, con humor, varias anécdotas. Por ejemplo una de cuando fueron a una radio como invitados, a un programa llamado “La hora del bastardo”, en una calle oscura, por el barrio de Mataderos, con una puerta que no parecía la de una radio, sino “la de una morgue”, y con un “alcance” de apenas... dos cuadras (y una... llena de fábricas). Así y todo, Casas dijo que estaba encantado: Edwards “la rompía” leyendo sus poemas. Y definió su poesía como una que “metaboliza, en grandes líneas, lo que hicieron Fernández Moreno y Nicanor Parra”, sin sufrir por ello ninguna “angustia de las influencias”, el famoso (y repetido) epítome de Harold Bloom.
Edwards –autodefinido como un “poeta las veinticuatro horas”– eligió cerca de una decena de poemas de La épica del movimiento continuo para leerlos al público, a medida que hacía alguna introducción explicativa, o intercalaba algún comentario. La poesía de Edwards –quien contó en diálogo con Casas su “devoción” por el (anti)poeta chileno Nicanor Parra, cuando estuvo de visita en nuestro país hace pocos años–, en muchos casos, se refiere a lugares y a situaciones de su vida –como si el oficio de poeta estuviera emparentado con el del fotógrafo–, o a cosas que escuchó a su alrededor. Así, “parando la oreja”, surgió un poema que leyó sobre viejos jugadores de fútbol, ya retirados, charlando en el Bar Británico y recordando sus “glorias” del pasado; otro dedicado a unos jóvenes fotocopiadores (“explotados, hermanos o socios de poetas y estudiantes”); otro recordando la adolescencia “hippie” y las idas nocturnas al cine (a ver la película The Song Remains the Same, de Led Zeppelin) y las razias y detenciones policiales; y otro dedicado al Alikal, al “milagroso” medicamento que permite superar las resacas. Por supuesto, la performance de Edwards, enérgica, y con mucho humor, se llevó otra tanda de aplausos.
Fabián Casas fue presentado por Gustavo, editor de Eloísa Cartonera, quien hizo el prólogo del libro y comentó el proceso de los Diarios de la edad del pavo (“los diarios de un escritor en formación, reflexionando todo el tiempo sobre lo que hace”, destacando la escritura de la poesía como “acto colectivo”, ya que Casas da a leer sus escritos a conocidos y colegas, para recabar e intercambiar opiniones). Y lo recomendó, tanto como una puerta para empezar a “descubrir” a Casas, como para profundizar en la obra del autor del barrio de Boedo.
Casas contó que los Diarios de la edad del pavo fueron escritos, y que luego circularon entre varios amigos y conocidos, hasta que los olvidó, quedaron perdidos (“como a veces uno se olvida de cierta ropa”, y queda perdida), para luego tener la oportunidad presente de publicarlos (un coleccionista que los tenía se los pasó a Eloísa Cartonera). Dijo que a él, al tener que releerlos para preparar la edición, no le generaron nada, y que es “anti-nostalgia”. Pero que al resto de la gente parece interesarles, y que por eso accedió a la publicación. Por considerar que no “funcionaría” leer ante el público fragmentos de los diarios, optó por leer dos poemas (“covers”, los llama) de Yeats, traducidos por él, que están dentro del libro.
Casas leyó entonces al irlandés, cerrando el evento, pasadas las 22 horas. Una noche en la Feria del Libro con poetas. Una noche, efectivamente, que tuvo a la poesía como su principal materia.