Entrevista a Pepe Mateos, su mirada sobre la lucha de los trabajadores del Astillero Río Santiago en los 90 y hoy. El fotógrafo que los vio resistir la privatización de Menem.
Jueves 8 de noviembre de 2018
El gobierno de María Eugenia Vidal se empeña en atacar a los trabajadores del Astillero Río Santiago, con el objetivo de desmantelar la empresa que aún sigue siendo estatal. Sin embargo, el gobierno provincial se encontró con una fuerte resistencia y creatividad para la lucha, como hacía tiempo no se veía.
Desde Enfoque Rojo presentamos la primera de una serie de entrevistas a fotógrafas y fotógrafos que, en diferentes momentos de los últimos casi 20 años, registraron la lucha de los trabajadores del Astillero Río Santiago, sus oficios y profesionalismo en las diferentes secciones del enorme predio en el que está emplazado -Ensenada-, y a algunas de sus figuras más emblemáticas.
En esta oportunidad Pepe Mateos, fotoperiodista de gran trayectoria que registró la Masacre de Avellaneda donde asesinaron a Kosteki y Santillán, nos da su visión sobre los 90, cuando estuvo cara a cara con aquellos trabajadores. Tras una dura lucha, ellos impidieron que el Astillero fuera privatizado por el menemismo. Su mirada del momento actual.
Entrevista.
Contame: ¿Cómo fue que tomaste esas imágenes de Astillero Río Santiago?
Esas fotos son de los años 90, del momento pico de las privatizaciones, había una dinámica de calle muy fuerte porque YPF, Somisa, ferrocarriles, Telefónica, todas las empresas del Estado estaban en cuestión. Y en el Astillero había una movilización fuerte.
Ahora, que empieza a plantearse la crisis dentro del Astillero con el nuevo gobierno con un compañero logramos ir al Astillero para hacer un informe. Le pusimos un título en chiste: “Nostalgia soviética”. Es como una película de Tarkovski el Astillero, donde hay una especie de referencia a una época de productividad, de industrialización, de relaciones de trabajo muy diferentes a las que conocemos ahora. Notás que los obreros tienen una mística de pertenecer al astillero, de pertenecer a una clase, que es más difícil de ver en otros colectivos laborales, ya sea, por la precariedad, por la falta de relación, por el tiempo de trabajo. Similar al caso de los mineros de Río Turbio, con esa cuestión de conciencia de clase y de pertenencia. Son gremios de trabajo muy físico, muy rudo, gente acostumbrada al trabajo con la materia y a la confrontación con la materia. Eso te lleva a la lucha también, porque en esa dinámica de tener que forjar algo y tener un resultado, se ve una conciencia muy grande de pertenecer al lugar.
¿Esto lo notaste también en los 90?
Aquella vez no entré al Astillero. Mi vínculo era a través de las movilizaciones. En aquella época todavía estábamos dentro de un esquema de trabajo distinto, no existían los niveles de precariedad que existían en el año 2000. Creo que fue el final de una época, en la organización, en la forma. En el 92 o 94 fue un momento de una derrota para la clase trabajadora muy fuerte, venía acompañado de un esquema a nivel mundial, la caída del muro, la caída del bloque soviético. Y eso significó un cuestionamiento de las relaciones de clase. Mucha gente empezó a decir: se terminó la lucha de clases. ¿Porque? Y, porque sos un profesional, supuestamente, porque tenés una independencia. Fue un momento de cambio de paradigma muy importante. La lucha del Astillero marca justamente la cuestión de instalar esa conciencia trabajadora, aunque no usemos overol, de que esto es un ataque contra una clase trabajadora generalizada. Desde el tipo que está precarizado, del que junta cartones, desde el que puede ir todavía a la fábrica. Ahí está la importancia de la presencia de los trabajadores activos, como pueden ser los de Río Turbio, los del Astillero, que instalan una cuestión de procedencia de clase, de orgullo de trabajadores.
Cuando entraste recientemente al Astillero ¿qué percibiste?
La de estar percibiendo el fin de una época, de una forma de producción. Tal vez se pueda revertir, pero tendría que haber una acción política muy fuerte para que se convierta en lugar floreciente, adecuada a las nuevas tecnologías o modalidades de trabajo. La decisión política que hay es dejarlo naufragar en una decadencia. Y eso es muy poco estimulante para los trabajadores, aunque sigan cobrando durante un tiempo. Me dio la sensación de que gran parte de los trabajadores intentan generarle un impulso, pero con el voluntarismo solamente de los trabajadores no se puede.
Hubo un plan para atacar a Astillero que incluyó a los grandes medios de comunicación. ¿Qué opinas del papel que hoy cumplen?
No miro mucha televisión, pero cuando miro es nefasto. La televisión es el medio de más influencia. Está el tema de la fragmentación de los discursos. Radio escucho, y casi que sé lo que va a decir cada una. La gente escucha lo que quiere escuchar; entonces es difícil armarse un pensamiento. Tampoco creo que haya un pensamiento independiente. Hay que ser crítico, para coincidir, para disentir, y también para tener sentido de qué es lo importante y cuáles son los detalles.
¿Qué opinás sobre la cobertura del último paro? Solo se habla de “cronogramas de cortes” y “caos en el tránsito”
Eso hace mucho que sucede. Trabajé muchos años en Clarín y el tema era por un lado cubrir la marcha y por otro lado, el caos de tránsito. Siempre hay una tendencia ahí. Tampoco le podés pedir a los medios que sean tribunas de lucha, porque no son eso. Terminan siendo voceros de una cosa intermedia que no se termina nunca de entender. Sabemos que están dirigidos y todo. Pero, por ejemplo, jamás le pediría a Clarín y a La Nación que sean tribunas de lucha y que tomen partido; pero sí les pediría que no fueran tan tendenciosos en el otro sentido.
¿Los medios presionan, desde el punto de vista de la opinión, en la búsqueda de la imagen, del relato visual que vas a hacer?
No, depende. En otra época, los editores de fotografía eran más importantes que ahora, entonces el peso de sus decisiones era determinante. A veces el discurso era medio esquizofrénico porque vos veías en un diario una foto que decía una cosa y un título que decía otra. Como fotógrafos, como editor que fui, siempre hinchaba mucho por no ser los escribanos del texto, es decir, ilustrador de lo que quiere decir, siempre buscar otra cosa. Una imagen lograba torcer cosas que estaban determinadas de otra forma. Los fotógrafos se manejan con libertad. Lo que sucede en la calle y en otros lugares te lleva por inercia a que no sea irreversible. Después hay sutilezas en la edición.
Y en el camino hasta la publicación ¿eso se pierde?
Y sí, muchas veces por una cuestión natural de espacio, de selección. A veces los editores de fotografía tienen muy claro cuál es la foto que importa, y muchas veces la foto que importa va más allá de la línea editorial. Es más fuerte. Pero los editores han perdido peso. Hubo un momento que se logró que estuvieran equiparados a los secretarios de redacción. Así como el secretario determinaba el título y la línea de la nota, el editor de fotografía luchaba por el espacio, para que en una nota hubiera 4 en vez de 2 o de una, o fuera tapa… lo hacía y eso se ha perdido mucho, casi en su totalidad. Es parte del achicamiento en las redacciones. Nosotros tenemos siempre de referencia lo que pasa en otros medios, en otros países. Acá el editor fotográfico empezó a ser importante porque empezaron a ser importantes en Estados Unidos. Y muy importantes, para elegir los fotógrafos, las notas, cómo se cubrían, qué se publicaba. A raíz de eso acá empezó a haber una especie de gran producción. En Clarín, por ejemplo, hay un editor de fotografía que sabe bien lo que es importante en la política, entonces pelea; pero si el diario no cubre determinadas notas, tampoco podés. Están más preocupados por los cuadernos y por el dólar, por las cuestiones de la clase media, en la economía pequeña. Son microclimas también los diarios.
De tus fotos de la toma del Ministerio de Economía ¿qué registro te quedó?
A mí el registro que me queda es que lo que llamaríamos el poder, si hay un bloque que se llama Poder, ningunea mucho. Por una cuestión también de sensibilidad social. Es como que todo esto le resbala, lo subestima, lo menosprecia, lo ningunea. Y entonces, en ese esquema, vos fíjate que no bajan a negociar, no saben, no saben dialogar, no encuentran manera de hallar un acuerdo. Vos me podés decir: sí, estamos dentro del sistema capitalista, de un sistema de relaciones, pero hay maneras de entender cómo funciona la dinámica social muy diferente. A estos no les importa, no les interesa, les sobramos. Es un desprecio absoluto por la idea de la clase trabajadora. Es la forma empresarial que es absolutamente arbitraria, es totalmente autoritaria. Por más que te la dibujen, que te digan la palabra diálogo cada 5 minutos, es para que vos entiendas lo que tenés que hacer, no para dialogar. Hubo mucha presión de los trabajadores. Si no hubieran tenido la resistencia que han tenido, no hubieran ejercido el derecho a la lucha, estarían ahí tomando mate y esperando que el río se los lleve. Su acción política es determinante.
Enfoque Rojo
Agrupación de fotógrafas y fotógrafos integrado por militantes del PTS e independientes. En tiempos donde unos pocos son los dueños de todas las cosas, donde los grandes poderosos también se apropiaron de la “verdad” haciendo de la noticia una mercancía más... Nosotros hacemos periodismo militante, informando con rigurosidad periodística, aportando ideas para tomar partido y para cambiar de raíz la realidad. Porque aquella pretendida imparcialidad no es tal, cuando de un lado existe una minoría amparada por todo el aparato del Estado, y del otro, una inmensa mayoría que día a día pelea (...)