Hoy se cumplen cincuenta años de una de las imágenes que mejor representa el horror de la guerra de Vietnam, y a la vez señala la primera derrota militar de Estados Unidos, que le costó sesenta mil muertos y cientos de miles de heridos física y psíquicamente. Mientras el valiente pueblo vietnamita perdió en esa lucha más de cuatro millones de vidas.
Miércoles 8 de junio de 2022 09:30
Foto | Nick Ut
“Las fotografías pueden ser más memorables que las imágenes móviles, pues son fracciones de tiempo nítidas, que no fluyen... Fotografías como la que cubrió la primera plana de casi todos los diarios del mundo en 1972 -una niña survietnamita desnuda recién rociada con napalm estadounidense que corre hacia la cámara por una carretera, chillando de dolor, con los brazos abiertos- probablemente contribuyeron más que cien horas de atrocidades televisadas a incrementar la repugnancia del público ante la guerra”. La frase corresponde a la escritora y filósofa Susan Sontag en su artículo “La caverna de Platón” refiriéndose al efecto que la foto produjo sobre todo en el público estadounidense y su relación con la guerra que ese país libraba desde hacía una década, en lo que fuera la antigua colonia francesa de Indochina.
La foto fue tomada por Huynh Cong Út, conocido como Nick Ut, fotógrafo vietnamita de veintiún años que cubría la guerra para la agencia Associated Press desde los diecisiete. La mañana del 8 de junio salió de Saigón hacia una aldea de Vietnam del Sur donde se suponía que la aviación iba a atacar posiciones del VietCong (las fuerzas rebeldes del norte).
La bombas rellenas de napalm (un gel fuertemente combustible que se enciende y se adhiere quemando profundamente todo lo que toca) fueron soltadas sobre la pacífica aldea de Trang Bang, más precisamente sobre el templo donde jugaba un grupo de niños que apenas pudieron escapar salvo una de ellos, Kim Phuc, quien paralizada frente a los aviones que le apuntaban directamente, fue alcanzada por la gelatina en llamas encendiendo sus ropas, las que logró quitarse mientras corría junto a su hermano y sus primos, tratando de alejarse del fuego.
Pasado el mediodía el fotógrafo se sobresaltó con el estruendo de los aviones acercarse y enseguida con el bombardeo y las grandes llamaradas. Le llamó la atención no haber escuchado el fuego antiaéreo del Viet Cong. Una densa nube de humo negro cubría la aldea, cuando vio aparecer por el camino a un grupo de niños corriendo hacia él, la niña desnuda entre ellos abriendo sus brazos y gritando. Hizo las fotos, dejó las cámaras en el piso y se acercó a socorrerla. “¡Me quema!” gritaba. Trató de aliviarla con el agua de su cantimplora. La niña se desmayó y la subieron a la camioneta de la agencia para llevarla a un hospital cercano. “En el hospital, por la gravedad de sus quemaduras no la querían atender, entonces mostré mi pase de periodista y amenacé con publicar una denuncia junto a las fotos si no la atendían” relata Nick cada vez que se le pregunta por la foto que cambió su vida y la de Kim.
La fotografía fue premiada al año siguiente con el Pulitzer y el World Press Photo. Nick Ut luego del triunfo de Vietnam del Norte y cansado de la guerra, viajó a Los Ángeles contratado por AP y terminó dedicándose a fotografiar estrellas de Hollywood. Mientras Kim Phuc, luego de reponerse y tras ser enviada a recorrer el país como símbolo vivo de la guerra por el nuevo gobierno, consiguió viajar a Cuba a estudiar en la universidad. Tiempo después, al regreso de su viaje de bodas a Moscú (se casó con un estudiante vietnamita en La Habana) en una escala en Ontario, decidieron con su esposo pedir asilo político y no volver a Cuba. Hoy vive en Canadá y es embajadora de la Unesco.
Se ha dicho que esta foto paró la guerra de Vietnam. “Lo que determina la posibilidad de ser afectado moralmente por fotografías es la existencia de una conciencia política relevante” dice Sontag en el texto antes citado, que integra su libro de ensayos “Sobre la fotografía”. Es decir que una foto puede causar un efecto determinado si se difunde en un contexto favorable. En Estados Unidos y también en otros países, el movimiento antibélico venía desarrollándose casi desde el inicio mismo de la guerra.
Las movilizaciones de mayo de 1968 en París comenzaron por las protestas estudiantiles contra la guerra y contra el colonialismo francés cuya defensa fue una de las razones de la intervención estadounidense en Vietnam. A la vez en Estados Unidos los jóvenes comenzaron a negarse al alistamiento en el ejército. El campeón de box Muhammad Alí, perdió su título y su licencia y fue condenado a prisión por negarse a ir a la guerra. Movilizaciones de cientos de miles en Washington DC y las principales ciudades se enfrentaban a la policía exigiendo el retiro de las tropas, lo que fue realizado en forma gradual por el gobierno de Nixon durante los primeros años de la década de 1970, hasta que finalmente la ocupación de Saigón, y con ello la victoria de Vietnam del Norte en 1975 marcaron el fin de la guerra.
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Sontag dice también que las fotografías impactan cuando muestran algo novedoso. La niña del napalm, el hombre asesinado de un disparo en la cabeza (La ejecución de Saigón, de Eddie Adams.1968) o el bebé moribundo encontrado por un soldado (W. Eugene Smith.1944), son fotos icónicas por lo singulares.
“Un acontecimiento conocido mediante fotografías sin duda adquiere más realidad que si jamás se hubieran visto: piénsese en la guerra de Vietnam. Pero después de una exposición repetida a las imágenes también el acontecimiento pierde realidad”...”El vasto catálogo fotográfico de la miseria y la injusticia en el mundo entero le ha dado a cada cual determinada familiaridad con lo atroz, volviendo más ordinario lo horrible, haciéndolo familiar, remoto (“es sólo una fotografía”), inevitable.”
La foto de Ut con el título de “La niña del napalm” se publicó al día siguiente en la portada del New York Times, no sin debates por mostrar una imagen de desnudo femenino infantil. El editor de la agencia AP en Saigón, también reportero de guerra, Horst Faas, insistió en que para no correr riesgos debían publicarla con el encuadre amplio en vez de hacer un recorte sólo de la niña. Resulta más impactante la escena completa finalmente publicada: cinco niños llorando y huyendo del horror, la niña en el centro, seguidos por un grupo de soldados en actitud indiferente.
La foto no paró la guerra, ni aceleró la derrota del mayor ejército del planeta que ya estaba en retirada, sino que su impacto empalmó con el gran movimiento antibélico que desde 1964 se desarrolló de forma independiente de los partidos Demócrata y Republicano, responsables de la política intervencionista, de las decisiones de la guerra y de la matanza indiscriminada de combatientes y civiles vietnamitas.
“Sufrir es una cosa; otra es convivir con las imágenes fotográficas del sufrimiento que no necesariamente fortifican la conciencia ni la capacidad de compasión. También pueden corromperlas. Una vez que se han visto tales imágenes se recorre la pendiente de ver más. Y más. Las imágenes pasman. Las imágenes anestesian...En estas últimas décadas, la fotografía comprometida ha contribuido a adormecer la conciencia tanto como a despertarla.”
La discusión o el alerta que plantea Sontag acerca del efecto de las fotografías, de la anestesia producida por la repetición de imágenes, data de mediados de la década del 70 cuando la aparición de las cámaras automáticas de apuntar y disparar hizo que la actividad fotográfica se expandiera como nunca antes, atravesando los límites del ámbito profesional, aunque limitada al alcance de las clases medias y altas.
Hoy el fenómeno se multiplicó y se democratizó: cada persona con un teléfono móvil es potencialmente un fotógrafo, un corresponsal, y las imágenes fijas o en movimiento se viralizan mostrando al instante lo que pasa en el mundo, difundiendo tanto las noticias de los pueblos que se rebelan como de los estados que los reprimen. Imágenes de la lucha de clases.