A pesar del ejercicio de sinceridad que llevó al gobierno a empeorar la previsión todos los indicadores económicos, Bruselas sostiene que se volverán a incumplir los nuevos compromisos de déficit.
Jueves 5 de mayo de 2016
Foto: EFE/ STEPHANIE LECOCQ
El gobierno de Rajoy había presentado en octubre de 2015, por adelantado, los números a Bruselas como parte de su estrategia electoral, presentándose como el salvador de la economía pateando los recortes que exigirían hacia delante. Sin embargo ya en ese entonces esto le costó un encontronazo con el Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici.
Los técnicos de Bruselas señalaban que las previsiones eran muy “optimistas” y que estos obligarían al próximo gobierno un nuevo ajuste. Sin embargo, esta puesta en escena no le alcanzó al gobierno de Rajoy para repetir mandato y añadió un componente de inestabilidad e incertidumbre política que preocupa de forma importante al establishment.
La comisión señala claramente que "El importe de las medidas de política fiscal necesarias para corregir el exceso de déficit en 2015 se añaden a los riesgos a la baja para el crecimiento, que proceden de la incertidumbre por la formación de un nuevo Gobierno". Ergo, en el Estado español se deberá aplicar un duro ajuste. Aunque no queda claro quién lo aplicará aun a cinco meses del 20D y a las puertas de unas nuevas elecciones.
Esto llevó al gobierno a calcular a la baja un nuevo marco macroeconómico y confirma el nuevo incumplimiento en materia de déficit. Y a la vez que pactan dar una prórroga al Estado español, una vez más Bruselas discrepa y corrige a la baja las nuevas previsiones del gobierno.
La Comisión valora a la baja el crecimiento del PIB, una décima por debajo de la previsión del gobierno para este año. Sin embargo, se muestra optimista para el siguiente superando en una décima la última previsión del gobierno de Rajoy. A pesar de esto, cree que el agujero fiscal se irá al 3,9% este año, frente al 3,6% del gobierno y al 3,1% el próximo frente al 2,9%.
Eso supone que, según la previsión de los servicios económicos de la Comisión Europea, el Estado español no bajará del listón del 3% del PIB hasta 2018 si no toma medidas adicionales. Los continuos incumplimientos permitirán a la Comisión abrir un procedimiento de infracción sobre el que se pronunciará en dos semanas en medio de la campaña electoral. Esta sería la primera multa de su historia por este motivo.
Más allá del importe de la misma, que va de un máximo de 2.000 millones a 0 euros- si el Ministerio de Economía logra convencer a la Comisión-, el mensaje es claro: un nuevo toque de atención al Estado español que incumple sus compromisos.
Pero no todo quedaría en el plano de lo simbólico, ese procedimiento permite a Bruselas exigir recortes adicionales y tutelar nuevamente al Estado español, bajo un sistema de vigilancia reforzada que obligará al Gobierno a presentar informes trimestrales sobre los ajustes y en caso de que siga incumpliendo, la posibilidad de tener que asumir una sanción superior.
El Estado español acumula importantes desequilibrios. Un paro y un déficit fiscal que está muy por encima de la media europea. Junto a una deuda pública que se sigue elevando y ya alcanzó por primera vez el 100% del PBI de 2015.
El marco de desaceleración de la economía mundial no son buenos vientos para la economía de la península, teniendo en cuenta que puede resentir la economía de la zona Euro de conjunto y en especial de la alemana.
A pesar del viento a favor que significó toda una serie de elementos (tipo de cambio favorable al euro, bajo precio del petróleo, la política monetaria del BCE- compra de activos, tipos de interés 0% y barras libres de liquidez a la banca) la zona Euro no consiguió más que un débil crecimiento. Y Bruselas también rebajó sus expectativas en este nivel.
Crecimiento de los beneficios empresariales a costa de los salarios
Pero más allá de los vaivenes económicos hay una constante que la profunda crisis del capitalismo no hace más que agudizar.
Mientras que el PBI ha crecido en el Estado español un 134,2% desde 1994 hasta 2011, el salario medio en el mismo periodo sólo lo ha hecho un 43,6%. Esto significa una reducción de la proporción de los salarios en el PIB que ha pasado de ser en 1994 un 67,3% a un 58,4% en 2012. Sin embargo el descenso se ha precipitado a partir de ese año, coincidiendo con la última reforma laboral, la reducción de salarios y el repunte del desempleo. En ese año, el peso de los salarios bajó de la cota del 48% mientras que en 2013 ya solo alcanzaba el 46,7%, un mínimo solo superado por el 45,5% del PIB que representaban en 2014.
Sin embargo, esta es una tendencia que no es nueva y tiene sus orígenes y un desarrollo casi ininterrumpido desde el inicio de la década de los ‘80.
Esto sumado el hecho de que, por el tipo de sistema fiscal, la recaudación del Estado recae con fuerza sobre los asalariados, mientras que favorece a las rentas por capital y a los beneficios empresariales. Sin embargo no sólo han disminuido las retribuciones salariales, sino que han empeorado también las condiciones en las que este se desarrolla con una enorme merma de derechos.
La pregunta es, ¿qué podemos esperar para hoy, donde las previsiones de una recesión a la japonesa ya son una realidad, de los que, incluso en periodos de bonanza y crecimiento sólo han repartido migajas?
El próximo gobierno que salga de las urnas en las recién convocadas elecciones generales del próximo 26 de junio, o más probablemente el surgido en las negociaciones posteriores, se verá condicionado por los presupuestos presentados por el PP, así como por las exigencias Europeas de los compromisos adquiridos en materia fiscal como en otras tantas. De cara a este año, el Estado español deberá pagar 30.000 millones en intereses de la deuda y a la vez deberá reducir en unos 14.000 millones el déficit.
Bajo estos parámetros es sabido que el ejecutivo tiene poco margen de maniobra. Esto quiere decir que, según la hoja de ruta de la Troika y el gobierno de Madrid, habrá recortes gane quien gane. Sin romper las reglas del juego en favor de las mayorías, hasta el más contestón de los políticos se tendrá que comer sus promesas con patatas. Un plato liviano al que ya están acostumbrados los políticos del régimen y los que recién llegan están haciendo una asombrosa y rápida adaptación.
Sin embargo nos querrán hacer comer a los trabajadores, el pueblo y la juventud el plato fuerte. Los nuevos recortes.