Este 1º de Junio se cumplieron 18 años del caso de gatillo fácil en el que Carla Lacorte, miembro del CeProDH y dirigente del PTS, fue baleada por el oficial de la Bonaerense José Salmo y quedó en una silla de ruedas. En momentos en que la represión policial vuelve al centro de la discusión pública a raíz de la Masacre de Monte y el asesinato en manos de los uniformados de Diego Cagliero en Tres de Febrero, ambos consecuencia de la nefasta Doctrina Chocobar, presentamos en exclusiva el prólogo de Una fusilada que vive. Gatillo fácil y represión de Estado en la Argentina, el libro que se encuentra escribiendo Carla Lacorte.
Hablar de “gatillo fácil policial” en Argentina (como en muchas otras partes del mundo) es hablar, lógicamente, de la Policía y de sus víctimas. Pero también es hablar de política, de Estados y gobiernos, de Poder Judicial (que no es lo mismo que Justicia), de negocios ilegales y crimen organizado con participación directa del Estado, de juventud pobre, de criminalización de esa pobreza joven y de control social en clave clasista.
Este libro no es el relato de una tragedia personal. Es ante todo un intento de explicar, en primera persona (combinando el singular con el plural), un caso de gatillo fácil en las coordenadas políticas y sociales en las que se produjo. También busca desentrañar lo particular de esta forma de represión del Estado y su relación con las otras formas de violencia que las instituciones llevan adelante, en particular, las que se desatan contra la clase trabajadora en la lucha de clases.
En ese sentido este libro es, inevitablemente, un capítulo más de la lucha que venimos dando en las calles desde hace décadas.
Naturalmente esta historia no es neutral. Ni pretende serlo. Antes de sufrir en carne propia la violencia policial y judicial ya tenía un punto de vista definido sobre el tema, a partir de mi militancia en el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) y en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS). Creo necesario aclararlo porque algunas personas consideran que mi lucha contra la represión de Estado está basada en una especie de odio visceral por lo que me tocó vivir. Podría ser, porque soy humana. Pero en mi caso estoy involucrada en esta pelea desde mucho antes de que el efectivo de la Policía Bonaerense José Salmo disparara el balazo que me dejó en una silla de ruedas.
También desde mucho antes de ese disparo criminal estoy convencida de que la represión del Estado capitalista solo terminará cuando ese mismo Estado sea desarticulado, desarmado y destruido. Por eso abracé hace mucho tiempo la causa de la revolución obrera y socialista en la perspectiva del comunismo.
Las mismas pasiones colectivas y no personales que me llevaron a escribir este libro son las que me impiden tener un mero “odio” individual por el fusilamiento de mi padre, en 1973, en los Cordones Industriales chilenos a manos de los militares pinochetistas. Desde una adolescencia vivida en los años de la post dictadura argentina fui desarrollando una convicción cada vez más profunda acerca de cuál puede ser el final de estos padecimientos.
Esta lucha, más a largo plazo, acompaña mi lucha de todos los días junto a otros sobrevivientes y familiares de víctimas de la represión, del gatillo fácil, de la tortura y de la desaparición forzada a manos de las instituciones del Estado.
Este libro es también producto de ese vínculo y tensión permanentes con esas personas de todos los rincones del país. Y es uno de sus objetivos que sirva para que mucha más gente pueda comprender cabalmente lo que en general se llama “gatillo fácil”, en qué sociedad se desarrolla y cuáles son las formas de combatirlo.
A los fines de poder abordar el tema en toda su complejidad, vamos a comenzar con el análisis histórico del concepto y del fenómeno. Luego seguirá un desarrollo histórico que entronca con el caso que me tuvo como protagonista. Y finalmente volveremos al análisis para poder sacar algunas conclusiones preliminares y entablar algunas polémicas necesarias.
En el libro, en primer lugar, intentaremos responder a la pregunta “¿qué es el gatillo fácil?”, partiendo de su desarrollo histórico en la Argentina y analizando la combinación, y las particularidades, de formas represivas “preventivas”, de control social, y represión directa a la lucha de clases en la Argentina del Siglo XX así como en los orígenes del modo de producción capitalista a nivel internacional. Un recorrido teórico e histórico que continuará con algunas hipótesis tendientes a explicar por qué su visibilidad pública, a nivel internacional y nacional, se desata muy especialmente a partir de la década de los ‘80.
Posteriormente tomaremos los casos emblemáticos de los años ‘80 y ‘90, como las Masacres de Ingeniero Budge y Dock Sud y el caso Bulacio, hasta un punto de inflexión que se produce con la crisis política que desató el crimen del periodista José Luis Cabezas, en el final de la década que daría nacimiento al gobierno de la Alianza.
Las mutaciones y el incremento de las diferentes formas de represión de Estado durante los gobiernos de Fernando de la Rúa a nivel nacional y de Carlos “Meta Bala” Ruckauf a nivel bonaerense, desde la asunción de la Alianza (UCR+Frepaso) hasta la crisis del 2001-2002, jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre mediante, son abordadas luego. En medio de ese proceso y de la escalada del gatillo fácil, el 1° de junio de 2001 José Salmo me disparó por la espalda cuando bajaba de un colectivo en Quilmes.
A continuación analizamos el tema en el marco de los doce años de período kirchnerista, tanto de las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández como de la gobernación de Daniel Scioli y su antecesor Felipe Solá.
Desde el año 2003 y los primeros intentos de “normalización” burguesa tras la crisis hasta el fin de ese ciclo en el año 2015 los casos de gatillo fácil y las muertes en comisarías fueron persistentes, mientras que la represión a la protesta fue variando de formas y objetivos, dado el límite que las jornadas del 2001 y la Masacre de Puente Pueyrredón le impusieron a esas prácticas.
En medio de este proceso, en el año 2004 con nuestra lucha logramos llegar al juicio contra Salmo, pero al mismo tiempo no paramos de denunciar la sucesión de procesamientos contra miles de luchadoras y luchadores populares, partiendo de comprender que la lucha contra la represión de Estado debía ser una de las banderas de la clase trabajadora. También combatimos los proyectos de ley represivos y punitivos impulsados por Juan Carlos Blumberg y convertidos finalmente en ley.
El 2005 lo comenzamos marchando por los 194 pibes y pibas a los que la perversa relación entre empresarios y Estado les arrancó la vida en Cromañón. Como desarrollamos en el capítulo 5, ese año también estuvimos acompañando a los familiares, amigos y organizaciones a las que pertenecían Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el juicio contra algunos de sus asesinos (los materiales) al mismo tiempo que denunciamos a los responsables políticos de esos hechos. Además mantuvimos una coordinación permanente con familiares de otros casos de gatillo fácil y otras formas de violencia policial, que continuaban y que crecieron particularmente a partir de la aparición de Juan Carlos Blumberg y sus prédicas fascistoides.
En 2006 se dio un punto de inflexión con la segunda desaparición forzada de Jorge Julio López, el sobreviviente de la dictadura y testigo clave en el juicio contra el genocida Miguel Etchecolatz. La no investigación judicial, ni mucho menos política, para dar con sus verdugos (que al día de hoy siguen sin ser identificados e impunes) marcó un antes y un después, funcionando a su vez como parteaguas entre organismos de derechos humanos y partidos políticos.
Otro hecho que marcó la década fue el crimen del maestro Carlos Fuentealba a manos de la policía neuquina en el año 2007. También por esos tiempos llegaría a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires Daniel Scioli. Quien sería ocho años más tarde el candidato presidencial de Unidad Ciudadana arrancaba su gestión pidiendo la baja en la edad de imputabilidad y dando cada vez mayor poder de fuego y cobertura política a la Policía. Casos como del de Luciano Arruga serían parte de los “resultados”, como podremos observar en el capítulo 6.
Además damos cuenta del proceso a partir del cual la represión a la protesta, en forma directa por el Estado o por obra de marginales ligados a burocracias sindicales, pega un salto en el 2010 y se mantiene hasta el final del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
De esos años de giro represivo son los crímenes de Mariano Ferreyra, los miembros de la comunidad Qom de Formosa, los nativos e inmigrantes que ocuparon el Parque Indoamericano reclamando una vivienda, así como varios casos más, algunos con mas y otros con menos repercusión.
También en el período hubo procesamientos y encarcelamientos de dirigentes políticos, sindicales y sociales. Al mismo tiempo y a pedido de Estados Unidos se promulgarían leyes nefastas como la Antiterrorista y se aplicaría el espionaje ilegal sobre activistas obreros y dirigentes políticos de izquierda y de derechos humanos con el Proyecto X como ejemplo sacado a la luz.
Las continuidades y los cambios evidenciados en el pase de mando de la Casa Rosada del kirchnerismo al macrismo son una parte imprescindible del análisis. Con Patricia Bullrich como protagonista central, desde el fallido protocolo antipiquetes hasta la militarización de movilizaciones con heridos de gravedad y cientos de detenidos, pasando por la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, el crimen de Rafael Nahuel y la doctrina Chocobar, como cuasi legalización del gatillo fácil, en pocos años Cambiemos logró récords represivos realmente alarmantes.
Vale decir que el libro no logra tomar todos los casos de represión registrados desde los ochenta, cuestión que obviamente excede a este texto. Hemos registrado los que consideramos más significativos así como aquellos con los que hemos confluido en la lucha.
Para concluir volveremos al análisis del período de conjunto, al balance y a la polémica. Al calor de muchos de los casos que se describen (a los que hay que sumar diversas protestas corporativas de las propias fuerzas de “seguridad” reclamando “mejores condiciones” para realizar sus tareas represivas) no pocos fueron los debates, las diferencias y hasta las rupturas hacia dentro de las organizaciones políticas y sociales que se reivindican defensoras de los derechos humanos.
¿Sindicalización o no de las fuerzas represivas? ¿La llamada “seguridad democrática” es una salida favorable a las mayorías populares o es una utopía reaccionaria? ¿Son reformables las instituciones que detentan el monopolio estatal de la fuerza dentro de un Estado que, precisamente, las necesita como al agua para garantizar la apropiación de la riqueza social por parte de una minoría parasitaria en detrimento de las mayorías laboriosas?
En tanto sobreviviente directa del gatillo fácil policial y de la violencia institucional, como militante del CeProDH y del PTS, y desde mis más profundas convicciones basadas en la experiencia histórica de la clase trabajadora, no podría concluir este libro sin dedicarle algunas páginas a desarrollar un planteo político sobre esas discusiones que, en no pocas oportunidades, llevaron a profundas diferencias y divisiones entre compañeras y compañeros de lucha.
No hacerlo significaría lisa y llanamente concederles a los asesinos de uniforme y a sus sostenes políticos y judiciales eso que tanto ansían: que nos consideremos víctimas individuales, que a lo sumo consiguen como toda compensación alguna condena a alguno de esos criminales en tanto individuos (fusibles lógicos del sistema), y desistamos de organizarnos hasta ser una gran fuerza social que de una vez por todas les cobre las cuentas a todos y cada uno de los culpables…con el socialismo.
El libro de Carla Lacorte sobre gatillo fácil y represión de Estado en la Argentina saldrá publicado próximamente por Ediciones del Instituto del Pensamiento Socialista.
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