El 42 aniversario del golpe de Estado ocurrido en 1976, vuelve a encontrar a trabajadoras y trabajadores del hospital en pie de lucha. Hoy pelean por la reincorporación de más de un centenar de trabajadores y como es tradición: en defensa de la salud pública y de calidad.
Florencia Sciutti @FlorSciutti
Domingo 18 de marzo de 2018 18:56
Fue en una calurosa mañana de mediados de enero de este 2018 que los primeros y las primeras despedidas se enteraban de la decisión del Directorio del Hospital de dejarlos sin su fuente de trabajo. Después de años, muchos años, poniendo su vida, su trabajo al servicio de sostener la salud pública con condiciones de contratación precaria. Sin ninguna explicación por parte de las autoridades ni del Gobierno, más de un centenar de trabajadores y trabajadoras del nosocomio quedaban en la calle desde el 31 de diciembre.
Indignación, angustia, bronca, mucha bronca fueron las primeras sensaciones ante la noticia. Sensaciones que en estos dos meses despedidas y despedidos transformaron en organización y lucha, con asambleas, reuniones, coordinación con otros sectores de trabajadores que también la están peleando, acciones callejeras, fondo de lucha y buscando el apoyo de la sociedad ellas y ellos vienen demostrando cómo enfrentar el ataque de la dirección y el Gobierno.
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Hoy se plantan y escriben una nueva página en la historia de lucha de este emblemático nosocomio, también lo hicieron en el 2014. Aquel 13 de noviembre quedó grabado en sus memorias. Había fallecido Emanuel, un joven trabajador del hospital, junto a un paciente, al caer de una de las terrazas del hospital producto de la desidia del Gobierno y las autoridades del nosocomio. Ese hecho desató una rebelión entre sus compañeros, que puso en el centro de la escena nacional, la enorme crisis que sufría y sufre la salud pública.
Ese rebelión se convirtió en un nuevo jalón en la tradición de lucha del hospital, que encuentra sus orígenes en los años previos al inicio de la salvaje dictadura militar instaurada el 24 de Marzo de 1976 en la Argentina.
La dictadura
El Hospital Posadas fue creado a fines de los años ’50, como iniciativa de la Fundación Eva Perón y con el objetivo de atender enfermedades pulmonares crónicas y tuberculosis. Con los años fue demorándose su puesta en funcionamiento y transformándose, ya hacia los años ’70, en un policlínico, que comienza a funcionar con 360 camas.
Los trabajadores y trabajadoras del Hospital Posadas sufrieron las consecuencias de la última dictadura militar de la misma forma que los trabajadores de decenas de fábricas y establecimientos de la zona, o incluso peor, ya que en el predio del propio Hospital, donde hoy está la escuela de enfermería dependiente de la Universidad de Buenos Aires, funcionó un Centro Clandestino de Detención, conocido como “El Chalet”, y hubo decenas de trabajadores detenidos, muchos de ellos en su lugar de trabajo, de los cuales al menos 11 continúan desaparecidos. En el 2012 la sala IV de la Cámara Federal de Casación confirmó las condenas dictadas en contra de los imputados por estos crímenes de lesa humanidad Reynaldo Antonio Benito Bignone, Luis Muiña e Hipólito Rafael Mariani a las penas de 15, 13 y 8 años de prisión, respectivamente. Ellos mismos ocuparon el Hospital a sólo unos días del golpe, el 28 de marzo de 1976.
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Sólo durante las primeras 24 horas luego de la ocupación del Hospital, hubo más de 30 detenciones, algunas en los lugares de trabajo, otras a partir de las clásicas listas negras, que confeccionaban los militares y que utilizaron para “filtrar” durante la entrada al Hospital a trabajadores, familiares y pacientes, que eran detenidos ahí mismo. A su vez un “grupo de choque” (conocido como SWAT) funcionaba permanentemente en el Hospital, con el objetivo de amedrentar, amenazar, insultar y generar temor entre los trabajadores y pacientes. Esos ataques también se extendieron a la Villa Carlos Gardel, ubicada atrás del Hospital. Ambos sectores, trabajadores del hospital y habitantes de la villa, habían sido los protagonistas de un enorme proceso de lucha unos años antes.
La toma del Hospital y la elección directa de las autoridades
La ocupación del Hospital Posadas por parte de la dictadura fue una respuesta a la lucha y organización de los trabajadores, y a la vez parte de un proceso más general en el movimiento obrero durante la llamada “primavera camporista”, por eso la toma del Hospital se va a dar en el marco de una ocupación más generalizada de gran parte de los hospitales públicos de Capital Federal.
Durante la dictadura de Lanusse, y casi en paralelo a la masacre de Trelew, en el ’72 desplazan a la Sra. Molina, una mujer no médica, que había logrado un puesto de jerarquía en el Hospital entre el sector no médico, suprimiendo la relación asimétrica que se había instalado entre los trabajadores no médicos del Hospital respecto de los Jefes médicos de los Servicios. El hecho de que una mujer tuviera un cargo con tantas responsabilidades había generado resentimiento en un sector. Con el desplazamiento de Molina desaparece la sección administrativa que dirigía, y se empezó a generar un clima más autoritario entre los trabajadores del Hospital y los nuevos directivos, a la vez que los manejos de la administración se hacen más turbios y generan rechazo entre los trabajadores.
Como parte de un ascenso obrero generalizado, que había empezado ya en el ’69 con el Cordobazo, en esos años, se comenzó a generalizar la militancia en diferentes agrupaciones y partidos políticos en el Hospital. Y junto con ello, los reclamos de mejores condiciones de trabajo, aumento de salarios, y la organización dentro del hospital, se hacen cotidianos. A fines de 1972 se organiza la primera comisión directiva de ATE, con delegados de diferentes organizaciones, desde el peronismo, hasta el PC, el PRT y activistas independientes. La izquierda empieza a ganar influencia en el gremio, cuestión que preocupa a la burocracia.
A la vez, comienza a afianzarse la relación entre el Hospital, y sus trabajadores, con el Barrio Carlos Gardel: muchos habitantes del barrio comenzaron a trabajar en policlínico y a su vez muchos trabajadores del Hospital que vivían en el barrio comenzaron a discutir con sus compañeros la necesidad de abrir el Hospital a la comunidad y de ayudar a resolver los enormes problemas de infraestructura del barrio. Fue con esta relación desde abajo, que el Hospital, aún con pocos pacientes, y muy dedicado a la investigación, comenzó a abrir sus puertas.
La apertura del Hospital tuvo que ver entonces con esta organización de los trabajadores y del barrio Carlos Gardel, y con la conciencia de que eran ellos mismos los que podían, a través de la puesta en marcha del Hospital, ayudar a resolver muchos de los problemas de los sectores más pobres que vivían en el barrio y no tenían acceso a la salud: una pequeña muestra de hegemonía obrera, impulsada por el sector más joven de los trabajadores y trabajadoras.
Al año siguiente, ante el conflicto con la Dirección del Hospital, que obstaculizaba la mayor apertura del mismo, los trabajadores médicos y no médicos deciden tomar el Hospital, con el objetivo de terminar el proceso de ponerlo realmente al servicio de la comunidad, con una idea de la salud, que excedía el mero bienestar físico e implicaba también su aspecto social y la relación con el ambiente. La politización y la militancia que existía, tanto en el Hospital como en el Barrio, hacen de este proceso un espacio de asamblea y discusión permanente.
El 14 de junio de 1973 se realiza la asamblea más numerosa de la historia del Hospital durante esos años, de la que participan entre 350 y 500 personas, entre personal médico y no médico de todas las áreas. Se vota la exigencia de renuncia de la toda la Dirección, y enseguida se abre una enorme discusión: ¿cómo hacer para que siga funcionando el Hospital? ¿Cómo lograr su completa apertura a la comunidad? La creatividad y politización de los trabajadores da su mejor respuesta y votan ahí mismo un Consejo de Dirección transitorio, que tiene el mandato de llevar adelante la apertura del Hospital. Este Consejo es conocido como el “Comité de los 6” y compuesto por 3 médicos y 3 trabajadores no médicos, donde estaban representados los distintos partidos políticos que militaban en el Hospital y tenían representatividad entre los trabajadores.
Durante la semana que dura ese proceso, hubo en el Hospital un estado de asamblea permanente, se removieron a los jefes más autoritarios, muchos de ellos provenientes de la Marina o el Ejército, los trabajadores se organizaron en 20 grupos de trabajo, donde discutieron los objetivos del nuevo Hospital y los pasos a seguir. Además, la discusión llenaba los pasillos y salas del Hospital, no sólo sobre la salud pública, sino sobre cómo transformar la sociedad de conjunto.
El proceso tuvo algunas debilidades: en primer lugar los jefes removidos no eran dados de baja sino que se trasladaban a trabajar al Ministerio de Bienestar Social, por lo que cuando empieza la respuesta ofensiva del gobierno contra los trabajadores, estos jefes expulsados vuelven a sus funciones en el Posadas con la intervención militar. Por otro lado, producto de esta misma confianza en el Ministerio de Bienestar Social, que ya estaba conducido por López Rega (El Brujo), se pide su intervención para normalizar la elección de autoridades, y que éstas sean aceptadas a nivel nacional. El interventor que éste va a nombrar era justamente aliado del “Brujo” y va a ser el que negocie y concilie con los dos sectores del Hospital: los que querían mantener la toma y la apertura a la comunidad, y el ala derecha.
Aún así, una asamblea multitudinaria abierta a la comunidad decide elegir a mano alzada al Director del Hospital: votan mayoritariamente a Rodríguez Otero, quien va a ser uno de los primeros trabajadores detenidos del Posadas. Para imponer su designación legal, cientos de trabajadores se movilizan al Ministerio de Bienestar Social, obligando a López Rega a aceptar el nombramiento. La experiencia dura cerca de un año, hasta que en 1974, ya cuando también empieza a actuar la Triple A, un médico desplaza a Rodríguez Otero con una guardia armada y se hace cargo de la dirección. El tiempo que duró el control del Hospital por parte de sus trabajadores, soldó una alianza con los habitantes del Barrio Carlos Gardel, que fueron no sólo atendidos en el Hospital, sino recibidos por el director y por las asambleas, para discutir en común las necesidades de la comunidad y la relación del Hospital con ésta. Como primera medida en común se eliminó el cobro del Bono de Cooperadora a los habitantes del barrio. Otro paso para seguir fortaleciendo una unidad clave con los habitantes del barrio y también del asentamiento Mariano Pujadas (que llevaba su nombre en homenaje al joven montonero asesinado en Trelew).
Esta experiencia de lucha tuvo continuidad en la participación del Hospital en la Coordinadora Interfabril de Oeste, que jugó un rol clave durante las Jornadas de Junio y Julio de 1975 contra el Plan Rodrigo y agrupaba a trabajadores de la salud, docentes, metalúrgicos, ferroviarios y mecánicos entre otros. Los delegados del Hospital, que representaban a 1600 trabajadores, participaron con mandato de las asambleas de la coordinadora (con mandatos en muchos aspectos muy avanzados, por ejemplo el control obrero de la producción entre otras cosas) y fueron parte de las movilizaciones durante esos meses.
Hilos de continuidad: la historia no se detiene
Si avanzamos un poco históricamente en la tradición del Hospital, nos encontramos con el preanuncio que tuvieron las jornadas de diciembre del 2001. Por aquellos días, agosto del 2001, los trabajadores volvieron a ponerse de pie y tomaron el Hospital en reclamo de sus condiciones laborales, como también para exigir la renuncia del entonces interventor Ignacio Katz. El 13 de agosto al impedir el ingreso de Katz los trabajadores fueron ferozmente reprimidos por las fuerzas represivas del Estado dentro del Hospital, lo cual no hizo más que aumentar la bronca, luego de la represión los trabajadores se negaron a atender en la guardia a los policías heridos.
El desarrollo de estas jornadas de lucha que duraron algunos días, en los cuales los trabajadores se pronunciaron en asamblea permanente y la constituyeron como órgano máximo de decisiones, culminó con un triunfo parcial ya que si bien los trabajadores no consiguieron el fin de la intervención sí lograron echar a Katz y también lograron la aprobación para el funcionamiento de un comité de control de gestión conformado por trabajadores profesionales y no profesionales decisión que había sido tomada en asamblea.
El conflicto del 2014, mencionado al comienzo de esta nota, tuvo como principal exigencia la renuncia de todo el directorio, y puso en debate qué rol deben cumplir los trabajadores en la dirección del Hospital. Retomando su tradición de lucha en asamblea votaron por unanimidad la conformación de un Comité de Crisis en el cual exigían la participación de trabajadores de todos los sectores del Hospital elegidos por el voto directo de sus compañeros. Sin embargo esta progresiva medida adoptada por los trabajadores no pudo llevarse adelante, por el rol nefasto de las direcciones sindicales que ante la posibilidad de verse desbordadas desviaron el proceso poniendo por delante sus intereses, cerrando acuerdos a espaldas de los trabajadores y desconociendo las decisiones tomadas en asamblea. Sumado a la ausencia de una organización, independiente, previa por parte de los trabajadores que hubiese permitido llegar a esta batalla con mayor preparación.
Este 2018 encuentra, una vez más, a los trabajadores del Hospital Posadas en pie de lucha. Ellas y ellos conocen la tradición de lucha del hospital, de la que desde hace meses son parte luchando en defensa de salud pública, por el pase a planta permanente de todos los contratados y por la reincorporación de despedidos y despedidas.
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Este 24 de Marzo a 42 años del golpe, volverán a las calles para exigir juicio y castigo a los responsables del genocidio pero también llevando bien en alto la histórica bandera de lucha los trabajadores y las trabajadoras del Posadas: la defensa de la salud pública y de calidad.