Después de tres días de guerra abierta, este sábado la dirección del PP ha anunciado el cierre del expediente abierto contra Ayuso por presunta corrupción. Un intento de apaciguar la crisis abierta entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y Pablo Casado. A pesar de la capitulación del agonizante líder nacional del partido, el futuro del principal partido de la derecha española es incierto entre su crisis de liderazgo y la emergencia de Vox.
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Domingo 20 de febrero de 2022
Este sábado desde Génova, la sede estatal del PP en Madrid, se anunciaba el cierre del expediente de investigación abierto a Isabel Díaz Ayuso, por supuesta corrupción en la adjudicación de un contrato público de nada más y nada menos que 1,5 millones de euros por la compra de mascarillas en plena pandemia. Por esa operación, el hermano de Ayuso habría lucrado con una comisión casi 300 mil euros. Antes, desde el bando de Ayuso, habían salido a imponer otra narrativa: Casado había ordenado realizar espionajes contra ella y su familia, contratando un detective con fondos del Ayuntamiento de Madrid.
La investigación contra Ayuso, motorizada por el secretario general del PP, Teodoro García Egea, era en los hechos el paso previo administrativo a su expulsión. Las declaraciones de Pablo Casado el viernes, afirmando en prime time desde la COPE, cadena de radio predilecta de la derecha, que Ayuso había bordeado el tráfico de influencias con los contratos a su hermano, fue la inyección de gasolina que faltaba en la hoguera del PP para poner al partido al borde de la ruptura.
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Ante este escenario, los barones del PP comienzan a operar para frenar la matanza. El presidente de la Xunta de Galicia por el PP, Alberto Núñez Feijóo, uno de los principales barones del partido, irrumpe en el conflicto como “piloto de tormentas” y figura mediadora. Sus oficios dan resultado.
No solo era necesario poner fin a una Boda de Sangre que en pocas horas abrió aun más el camino al crecimiento de la extrema derecha de Vox -cuya emergencia es la génesis de la guerra civil dentro del PP-, sino que planteaba el peligro de que estallaras nuevos escándalos de corrupción que salpicaran al resto. En definitiva, la corrupción es un modus operandi del funcionamiento del PP y de todos los partidos del régimen.
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Así, a pocas horas de iniciado el expediente contra Ayuso y en un escenario de guerra total, Pablo Casado ofreció a su antigua compañera de las Nuevas Generaciones del PP que toda la investigación quedara en nada. Según fuentes de Génova, Ayuso mostró una serie de facturas y Casado “dio por buenas sus explicaciones”. La documentación entregada se incorporaría al expediente “para concluirlo satisfactoriamente”. Y punto pelota.
Todo esto a pesar de quedar en evidencia la existencia de un contrato escandaloso, donde la Comunidad de Madrid pagó a 5 euros cada mascarilla y el entramado de empresas cercanas al entorno del hermando de Ayuso se llevó esos miles de euros en comisiones, 55.000 de los cuales han tenido que reconocer que cobró directamente (pero que no sabemos hasta el final si han sido más). Todo esto ocurrido en mitad de la pandemia y con cientos de personas muriendo al día.
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La capitulación de Casado, impuesta por el resto de los barones del partido, lo deja en una situación aún más frágil que antes. Para muchos, sus días al frente del PP están contados. El cierre del expediente, a lo que se podría sumar la destitución de Egea con barones del partido pidiendo su “cabeza”, supone una tregua interna, pero no pone fin a la crisis de uno de los principales partidos del régimen capitalista español. Mientras tanto, Vox se frota las manos planificando todas las vías por las que capitalizará esta crisis para seguir ascendiendo.
El futuro del PP es todavía una incógnita. En primer lugar, el de Casado, un verdadero “pato rengo” dentro del PP -por no decir tetrapléjico-, pero también el futuro de Ayuso, cuya estrella ascendente como líder de un giro trumpista del PP madrileño ha quedado tocada por el escándalo. No olvidemos que, aunque el PP cese la investigación, Ayuso está en la lupa de la Fiscalía.
Pero lo que no está claro es hacia dónde irá el propio PP. Gran parte de la prensa del establishment pondera a Feijóo como la figura bonapartista que pueda poner orden y encarnar una posición “moderada” y de “responsabilidad de Estado”. Pero una salida de este tipo, que buscase elevarse por sobre la incompetencia de Casado y poner coto al giro trumpista de Ayuso, no resuelve el principal entuerto de esta tragedia: la emergencia de Vox que ya comienza a soñar con el famoso sorpasso al partido fundado por Fraga.
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La crisis del PP, un espejo de la persistencia de la “crisis orgánica” del decadente régimen político español, está lejos de haber terminado.