El cierre de listas suscitó debates, opiniones y controversias de todo tipo. Entre los giros inesperados estuvo la candidatura a presidente de Juan Grabois. Aquí planteamos algunas definiciones y elementos de debate con su postulación dentro de Unión por la Patria.
Las próximas elecciones presidenciales se dan en el marco de un país que arrastra una situación que se puede asociar a lo que Gramsci llamaba “crisis orgánica”. El caótico cierre de listas del peronismo (continuidad de las tensiones que atraviesan a la coalición de gobierno), la descarnada interna dentro de Juntos por el Cambio, la ecléctica relación del establishment con el fenómeno de Milei (al que una vez que usó para correr la agenda a la derecha ahora quiere descartar) y los altos índices de abstención en las elecciones provinciales, hablan de la crisis de representación política que caracteriza la situación. Esto, a su vez, se da sobre el telón de fondo de una economía “atada con alambres”y ahogada por las revisiones permanentes del Fondo Monetario Internacional.
Mientras “por arriba” los candidatos de los partidos tradicionales presentan un panorama en donde pareciera que el horizonte es resignarse a discutir las velocidades de un ajuste que ya está en curso (con un recorte de gasto real que acumula 10 % solo en el último semestre y una caída de salario real promedio de 5% desde que asumió Alberto -que es mucho peor para los no registrados-), o a recibir palazos si salimos a protestar; por “abajo” se profundiza una situación social crítica, con niveles altísimos de pobreza, trabajo precario e incertidumbre sobre el futuro.
En este marco general, la candidatura de Juan Grabois es un “síntoma” más de esta crisis y expresa varias de las contradicciones que atraviesan la situación política. Por un lado, la del peronismo y la coalición gobernante que teme, luego de haber elegido a Massa como su candidato, tener una fuga de votos por izquierda; por otro lado, la preocupación más general de un sector del régimen político que busca crear “válvulas de escape” para una situación crítica, la cual tuvo un “anticipo” en la rebelión del pueblo jujeño.
El mensaje político
La estrategia electoral de Grabois es bastante explícita para propios y ajenos. Su objetivo es que parte del descontento que generó entre los antiguos votantes del Frente de Todos la elección de Massa como el “candidato del consenso” de Unión por la Patria (a lo que se suma la decepción de muchos votantes del peronismo con el gobierno actual) no se exprese por fuera del peronismo. De lo que se trata, según el dirigente de Patria Grande es de “dar un mensaje político”. El mismo, desde su visión, sería evidenciar que existen sectores que están en desacuerdo con el giro a la derecha que viene dando el peronismo y, de este modo,“condicionar al sistema político”.
Esta perspectiva, como señaló Fernando Rosso, no es un debate nuevo dentro de los sectores de la llamada “izquierda peronista”. Desde las tempranas apariciones de personajes como Rodolfo Puiggrós o Jorge Abelardo Ramós, que venían de una tradición de izquierda y sostenían que la única manera de intervenir en un proceso transformador era desde las filas del peronismo, hasta la más clásica disputa en los años 70 protagonizada por Montoneros y la JP, existieron múltiples intentos de “pelear desde adentro” otra perspectiva para el peronismo. En aquel caso, el intento de contener la radicalización de sectores de vanguardia del movimiento obrero y la juventud (que amenazaba con desbordar los límites establecidos por la burocracia sindical) dentro del “movimiento justicialista”, chocó trágicamente con la imposición a sangre y fuego de la derecha peronista y las AAA. [1]
En el caso de Grabois y del Frente Patria Grande, hay que salvar enormes distancias para realizar una comparación con aquellas experiencias, pues ni siquiera se trata de dar una “pelea” contra algún tipo de “desvío derechista”. Si fuera así ¿por qué esperar a que gane Massa o algún candidato del ajuste para darla? ¿Por qué esa pelea no empezó con el ajuste que ya lleva adelante el gobierno de Alberto y el ministro de Economía al que ya anunció que votaría en octubre? La idea de “pelearla desde adentro” más que una voluntad de combate representa una identidad: casi desde su creación esta fuerza política combinó la crítica discursiva con el compromiso de “no sacar los pies del plato” con cada giro a la derecha que dio el peronismo en los últimos años. De este modo, aunque criticó a Scioli, le brindó todo su apoyo en la campaña de 2015, como lo hizo con Alberto en 2019, sumándose al proceso de desmovilización impulsado por las burocracias sindicales y los movimientos sociales alineados con el peronismo tras las protestas contra la reforma previsional que impulsó el macrismo en diciembre de 2017.
En el caso del gobierno actual, se repitió el modus operandi: Grabois esbozó sus críticas al albertismo, pero el Frente Patria Grande puso a disposición sus diputados y su capacidad para desmovilizar cada vez que el gobierno lo necesitó. El caso más evidente fue el del diputado Itaí Hagman en abril del año pasado, que cedió su lugar en la comisión del presupuesto del Congreso para que el gobierno obtenga el dictamen necesario para el acuerdo con el FMI. Bajo esta misma lógica de “refunfuñar pero ceder”, los diputados de Patria Grande entre firmas de dictamen y luego abstenciones, terminaron apoyando una ley impulsada por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI). Recordemos también que El Frente Patria Grande había anunciado en 2021 que sus tres diputados estaban considerando renunciar al bloque del Frente de Todos en el Congreso Nacional, porque, en palabras de Grabois, “nuestro gobierno no está defendiendo los intereses populares y existe un claro riesgo a que la hegemonía de la coalición se vuelque hacia posiciones que priorizan los intereses de las corporaciones”. Sin embargo, dieron marcha atrás rápidamente, por el impacto que tuvo el atentado contra Cristina y luego por los anuncios de Sergio Massa que otorgó un “refuerzo de emergencia” de 16 mil pesos durante tres meses a sectores inmersos en condiciones de extrema vulnerabilidad social.
Siguiendo este patrón de acción, la candidatura de Grabois vendría a proponer una especie de “protesta previa”, de un mes de vigencia, antes de votar a Massa. Recordemos que hace menos de un mes, Grabois había bajado su candidatura para apoyar la fórmula Wado de Pedro–Manzur, bajo el argumento de que representaba a la “generación diezmada”, por más que solo una semana después el Ministro del Interior se transformó en el jefe de campaña de Ministro de Economía. La propuesta del Frente Patria Grande es dar el “mensaje político” de que existe un descontento, pero que luego ese malestar se canalice (¿un poco más “aliviado”?) hacia el ex intendente de Tigre. Así lo explica el propio Juan Grabois: “Si Massa gana, obvio que voy a pedir el voto para él. No hacerlo sería una estafa porque yo voy en una coalición, no voy con una lista aparte o en otro partido, por lo tanto, las reglas de juego de la coalición son que el que gana, gana, y el que pierde acompaña”.
Lo que no dice Grabois es cuál es el significado de acompañar a Massa, como si fuera una cuestión de “honor” el hecho de decirle a todos sus votantes que acepten como inevitable el hecho de votar al elegido del FMI. Grabois propone un mensaje “breve” para un resignación de largo plazo: decirle a todos aquellos que no quieren más ajuste, a los trabajadores de la “economía popular”, a los que tienen empleos precarios, a los que no llegan a fin de mes, o a los que confiaron en el albertismo pero se decepcionaron, que no hay mucho para hacer. De ahí que las “concesiones” se jueguen de antemano: la lista de Grabois está acoplada, por ejemplo, a los candidatos a diputados del PJ jujeño que vienen de acompañar la constituyente de Morales ¿qué clase de mensaje político puede ser el de querer expresar el descontento siendo parte de la lista junto a extractivistas, represores y ajustadores a los que justamente viene oponiéndose el pueblo en las calles? ¿Cómo se puede hablar en nombre de los barrios populares siendo parte de una misma boleta con el represor Berni que desalojó a las familias de Guernica?¿Cómo se puede pretender hablar en nombre del feminismo de la mano del Papa que es enemigo del movimiento de mujeres?
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El contenido del mensaje
El problema, sin embargo, no es sólo la endeblez discursiva o la “eficacia” electoral de ese mensaje político, sino su contenido. El texto que encierra no es un mensaje a los poderosos, ni una crítica al sistema político, ni un cuestionamiento radical a la derechización del kirchnerismo, sino el certificado de que el descontento generado en torno a todos ellos no se va a salir de los márgenes permitidos por el régimen político. El mensaje del Frente Patria Grande es que ahí existe una fuerza política dispuesta a jugar su capital político para que esa bronca no se radicalice ni se convierta en expresiones políticas independientes y autónomas al Estado y sus instituciones.
Sólo ese compromiso, en el marco de una situación social que promete estallidos como los de Jujuy, explican que luego de meses de rosca interminable dentro del peronismo para que no haya PASO, CFK haya aceptado la candidatura de Grabois. Está claro que el peronismo, acostumbrado a elegir “a dedo” a sus candidatos y a respetar el “verticalismo” de la conducción, no le dio voz a Grabois por espíritu democrático sino por conveniencia política. Lograr que una parte de quienes adhirieron al kirchnerismo cantando la canción “Todos los traidores se van con Massa”, agitando la consigna “Patria o Buitres” o ilusionados con la batalla discursiva contra “el campo”, voten al candidato del ajuste, del “dólar soja”, al hombre de la embajada de Estados Unidos, y al “amigo de toda la vida” de Larreta, necesita de ayuda. Y ahí Grabois juega un rol clave: es una especie de parada intermedia para que luego la operación del “mal menor” (ante un posible escenario de polarización con Bullrich o Larreta) sea efectiva.
Pero más allá de las elecciones, la apuesta a la resignación tiene un carácter más profundo. Grabois no sólo busca representar a los “descontentos” sino también a “los pobres”, vendiendo un modelo que propone un “humanismo” dentro de los márgenes del capitalismo, situando a los males del capitalismo en un plano meramente ideológico y no como problemas estructurales o intrínsecos al actual modo de producción capitalista. En un país que ronda el 40% de pobreza [2] ese problema es central. Desde distintos sectores del establishment vienen anticipando que quieren profundizar los elementos de una “economía dualizada” que evidencia el modelo económico actual entre asalariados formales y quienes se desempeñan en la economía llamada "informal" cuyos estratos más bajos caen en la marginalidad social. Lo que quieren es avanzar en la generalización de la precarización laboral a todos los sectores de la clase trabajadora mediante una Reforma Laboral como pide el FMI. Esta idea de “dualización”, sin embargo, no debe ocultar que en economías dependientes como la Argentina, estos problemas son estructurales y no “fallas” del sistema, pues conviven elementos “desarrollados” con formas atrasadas. Investigaciones como la del Observatorio de les Trabajadores referida a la morfología de la clase trabajadora argentina actual, demuestran que la precarización atraviesa a los diferentes sectores de la clase trabajadora. Es decir, pese al intento de señalarlos como dos sectores diferenciados, la realidad es que parte de la clase trabajadora está atravesada por la precarización y que el problema político subyacente es la falta de unidad de sus reclamos. La negativa de la burocracia sindical y de gran parte de los movimientos sociales a unir las demandas de estos sectores, es lo que caracteriza la situación.
En este sentido, la estrategia del Movimiento de Trabajadores Excluidos (que impulsa Patria Grande) viene siendo la organización de los trabajadores de la “economía popular” de forma diferenciada lo cual, como hemos dicho en otras ocasiones, se apoya en la idea de que el capitalismo ya no puede generar empleo formal. Por lo tanto, es necesario darle un contenido positivo a esas nuevas formas de trabajo, planteando que “la economía popular” puede organizar lo que el capital hoy deja de lado, en un esquema en el cual el rol del Estado sería apoyar las iniciativas de los movimientos cooperativos. O dicho de otro modo, aceptar que habrá inevitablemente una distancia insalvable entre distintos sectores de la clase obrera en vez de plantear la necesidad de que los compañeros de la “economía popular” puedan acceder a condiciones de empleo registrado y a los mismos derechos laborales que los trabajadores “en blanco”, para lo cual necesariamente se deben tocar los intereses empresariales y cuestionar el enorme flujo de fondos destinados, por ejemplo, al pago de la deuda. Esto quedó bastante explícito en la entrevista que realizó Grabois con Carlos Pagni cuando hizo una especie de “alegato de la pobreza” sosteniendo que trabajadores de la economía popular que cobran menos de 200 mil pesos, pero que se organizan en trabajos cooperativos, pueden ser “más felices” que quienes trabajan 8 horas por día de manera formal y bajo convenio, aunque “gane un poco más”, sin problematizar las vías y las condiciones en que se desarrolla ese trabajo. Es decir, de algún modo la candidatura de Grabois representa la ilusión de que un “capitalismo más humano” es posible dentro del régimen del FMI, en el cual el aumento de la pobreza y la mayor fragmentación de la clase obrera podrían darse de forma “más cristiana”.
En un mismo sentido, siguiendo la lógica de representar “lo posible dentro de los márgenes de lo establecido” [3], Grabois se pliega como una “pata izquierda” del consenso extractivista que postulan desde las distintas coaliciones. Bajo su programa económico en la que podrían convivir sin contradicciones el Estado, el mercado, la propiedad privada y la “economía popular”, propone para la explotación de Litio un modelo similar al del YPF: el Estado tendría “a cargo” del 51% y el 49% restante para grupos inversores de capital nacional y extranjero. En este mismo sentido no podemos omitir que la lista de Grabois “arrastra” a Arcioni, candidato que va en la lista de UxP como candidato al Parlasur, que promueve la criminalización de la protesta social y la megaminería en Chubut. Lo mismo pasa con Anabel Sagasti, una de las principales cabezas del bloque del PJ en Mendoza que organizó, junto a la UCR, el veto de la ley 7722 en defensa del agua en 2019.
De conjunto, propone un modelo utópico, que es el pensar que es posible algún tipo de distribución del ingreso favorable a los sectores populares sin cuestionar el dominio imperialista y la dependencia. Sin cuestionar el saqueo de los bienes naturales, el ahogo de la deuda externa y el modelo extractivista y primarizador de la economía, es imposible pensar una salida favorable a las grandes mayorías. Adaptarse a las condiciones de la decadencia nacional, que se reafirma en cada acuerdo con el Fondo, es ser cómplice de esa dinámica.
Pero este conjunto de concepciones tiene otra consecuencia gravitante y es qué pasa cuando estas contradicciones se expresan en el terreno de la lucha de clases. O para ser más concretos ¿qué pasa si estallidos como el de Jujuy empiezan a proliferar ante un escenario de mayor ajuste y ataques a las masas como propone el FMI, en donde se cuestiona este consenso extractivista y los “pobres” quieren algo más que promesas “humanitarias”? En este punto Grabois apela nuevamente a cumplir un rol de “protestar” pero dentro de los márgenes de lo permitido y garantizando la “gobernabilidad”. En su entrevista con Carlos Pagni sostuvo que un motivo para explicar su pertenencia a Unión por la Patria era la “ética de la responsabilidad”, haciendo una referencia a la ética política weberiana. El sociólogo alemán sostiene que la vocación del político por excelencia debe ser regida por la “ética de la responsabilidad” [4] , lo cual es utilizado en este caso para decir que las “convicciones” deben ceder ante las necesidades concretas, que en este caso se vinculan al sostenimiento del peronismo en el poder. Resulta interesante que esta “ética de la responsabilidad” fue evocada por el kirchnerismo en 2019 para cerrar filas con Alberto Fernandez y desalentar todo tipo de lucha en las calles contra el macrismo, del mismo modo que en los años 90 los dirigentes y referentes del Frepaso habían hecho suya esta referencia para terminar en el delarruismo. En el caso de Grabois esta responsabilidad está vinculada a una estrategia de tipo “frente populista”, en la cual los movimientos sociales y los sectores de la “economía popular” se encolumnan detrás de una política de conciliación de clases y la acción de masas se canalice dentro de los márgenes institucionales. Esto ya lo vimos en 2017 cuando tras participar en las protestas de diciembre contra el macrismo el Frente Patria Grande cerró filas por el “hay 2019” con Alberto Fernández a la cabeza, jugandose a desmovilizar las fuerzas sobre las que influía. Otro elemento anticipatorio de esta ubicación son las recientes reuniones de Grabois con la CGT (que viene estableciendo una tregua escandalosa durante años sin mover un dedo mientras se desarrolla el ajuste, la inflación y la caída de los salarios) y su diálogo con el sector empresario.
Desde este punto de vista la idea de permitir que Grabois compita en esta interna también constituye la preparación de una “válvula de escape” por parte de algunos sectores del régimen que, considerando la hipótesis de un escenario social más convulsionado requiera de alguna figura de “centro izquierda” capaz de dialogar con el movimiento de masas, pero al mismo tiempo capaz de contener su acción y evitar que se pueda inclinar hacia alternativas políticas independientes o hacia una acción autónoma. Entre estos sectores, está el Papa, al que responde Grabois, cuya figura se ubicó históricamente como “mediador” y “contención” de los estallidos populares y que mediante la iglesia local viene de tener una ubicación de ese tipo en Jujuy. En este sentido, Grabois representa un factor “preventivo” ante un posible fracaso del “plan Massa” y la necesidad del peronismo para reubicarse en el escenario político post electoral.
Una verdadera izquierda independiente para dar un mensaje a los poderosos
Un motivo importante del peronismo para poner “algunas fichas” en esta posibilidad es lo que pasa en Jujuy. Allí confluyó la bronca popular contra la constituyente de Morales con un hartazgo generalizado hacia los políticos tradicionales. Esto, como comentamos en el último número de Armas de la Crítica, ya se había anticipado a nivel electoral cuando la izquierda trotskista, con importantes referentes provinciales como el trabajador de origen coya Alejandro Vilca logró una histórica votación expresando parte de ese sentimiento que se vio reforzado en las protestas recientes.
Allí, el peronismo quedó “con el pie cambiado”, con gran parte de su dirigencia nacional teniendo que desmarcarse (tardíamente) de la represión de Morales, pero con el PJ jujeño siendo cómplice de la constituyente amañada. La intervención del PJ local parece así un “manotazo” de ahogado en el marco de las protestas y las voces de los trabajadores que salieron a las calles expresando su bronca también con el peronismo.
Desde este punto de vista, una candidatura como la de Grabois tiene como fin obstaculizar que logre un mayor protagonismo (como empezó a expresarse al menos como tendencia en Jujuy) una izquierda ligada a la lucha de clases que proponga una salida independiente de los trabajadores y el pueblo contra todos los partidos patronales. El FIT-U, y el PTS en particular, vienen expresando esta perspectiva y ya son varios los analistas que en el último tiempo advirtieron el temor de sectores del peronismo a que sus giros a derecha puedan ser canalizados (tanto en el terreno electoral como por la vía de una radicalización política) por la izquierda trotskista.
Por eso resulta clave que todos aquellos que genuinamente vienen haciendo una experiencia política con el peronismo, que los ha decepcionado en los últimos años y que ahora les propone un candidato del ajuste como Massa, no se resignen a que ese horizonte sea el único posible. Es necesario construir una alternativa de izquierda, pero no como una “colectora” del massimo ni como una “contención” ante un recrudecimiento de la lucha de clases, sino una izquierda independiente, que sea un factor para alentar la movilización de las y los trabajadores cuando salgan a luchar contra el extractivismo, por más salario, contra los tarifazos, por vivienda o contra la represión.
Como muestra Jujuy no es lo mismo el giro discursivo de los candidatos a la derecha que la posibilidad efectiva de aplicar los planes de ajuste que tienen entre manos. Del otro lado hay una relación de fuerzas sobre la que no será fácil pasar. Pero la resistencia al ajuste no puede quedar en eso, es necesario que esa fuerza social pueda expresarse políticamente y a eso apostamos desde el PTS, en la perspectiva de construir una fuerza social y política capaz no sólo de dar un mensaje real contra los poderosos sino de corporizar una alternativa política autónoma de las y los trabajadores. En este sentido, volviendo a la conceptualización de Weber, y como hemos dicho en otra ocasión, la tensión propia de los políticos que actúan en los márgenes de lo establecido entre “responsabilidad” y “convicción” nos es totalmente ajena. Nuestra “responsabilidad” es hacer todo lo posible para que la clase trabajadora no pague la crisis generada por los capitalistas y avance en su emancipación, lo cual está profundamente enlazado con nuestras convicciones: que el capitalismo no puede ser “humano”, sino que es una máquina de generar miseria y que por lo tanto merece ser condenado al basurero de la historia.
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