El texto que presentamos a continuación ha sido modificado para su publicación, después de haber sido un informe por escrito producto de un círculo de lectura que realizó OSR hace unos meses, cuyo objetivo fue dilucidar con mayor profundidad el concepto de revolución pasiva, un concepto fundamental que cualquier militante o activista de izquierda debe tener claro para comprender en general el funcionamiento de muchas instituciones estatales contemporáneas pero también, más en específico, el proceso revolucionario de Costa Rica en 1948, su resultado y las consecuencias del mismo en la conciencia de masas y en las prácticas políticas de la clase trabajadora, de la izquierda, etc.
Lunes 28 de octubre
1. Introducción
En este documento nos concentramos en un análisis pormenorizado del concepto de revolución pasiva y las categorías a las cuales dicho concepto está asociado. Dejamos para después la aplicación del mismo al proceso revolucionario de 1948 en Costa Rica.
Debe quedar claro que ‘revolución pasiva’ en modo alguno se refiere a un proceso revolucionario o a una perspectiva revolucionaria, salvo que sea usado críticamente. La revolución pasiva es, para decirlo de manera clara, la no revolución del todo pero con apariencia de transformación social progresiva. Sin duda alguna si se profundiza en el programa político que Figueres Ferrer impulsó posterior a la derrota de la clase obrera en el 48, se tendrá una auténtica figura de la revolución pasiva. Después, el mismo Gramsci es claro respecto de que el reformismo y el discurso modernizante son también parte de la revolución pasiva, junto con otros fenómenos como el nazismo y el americanismo, e incluso tal vez el stalinismo.
Así, dentro del marco teórico del marxista sardo, la revolución pasiva vendría a ser una forma de criticar una concepción de la política asociada al vaciamiento de la subjetividad revolucionaria, la contracara a la concepción de hegemonía de Gramsci, que asocia a la fórmula de revolución permanente de Marx en 1850. Reflexiones sobre hegemonía podemos encontrar en la red de La Izquierda Diario por la pluma de Juan Dal Maso, que ha sido prolífico sobre el tema.
La decisión de publicar este texto, aún bajo la forma que en muchos sentidos mantiene de material de estudio, se debe a que los acontecimientos políticos del país (asociados a un profundo deterioro de las condiciones democráticas, en el marco de las guerras en Ucrania y Palestina, la derechización aún más marcada del discurso de Trump, etc) no han llevado a un cuestionamiento al capitalismo por parte de clase trabajadora y sus aliados. Si bien es cierto se ha creado una corriente crítica de izquierda, que ya ha realizado su experiencia con el Frente Amplio costarricense, eso no ha significado el fortalecimiento de la izquierda independiente, comunista. Ha habido un relativo reforzamiento que valoramos importante, realmente progresivo, de defender las conquistas sociales, pues quien no defiende las conquistas alcanzadas tendrá más difícil obtener nuevas conquistas. Sin embargo en términos generales esta defensa también incluye de manera un tanto confusa, una estrategia reformista asociada a la “defensa” de las instituciones estatales-capitalistas.
Es fundamental que la izquierda se mantenga crítica tanto de la derecha reaccionaria de los Trump, Milei, y demás, como de la derecha de centro que defiende la propiedad privada y la explotación de la fuerza de trabajo a través de medios pseudo democráticos y modernizantes del capitalismo costarricense. En muchos sentidos, la pelea de las y los revolucionarios del siglo XX fue sostener la crítica al par capitalista facismo-democracia imperialista, para postular la alternativa socialista revolucionaria, frente a otras corrientes como el stalinismo, que se mantuvieron en la disyunción entre fascismo o democracia capitalista, muchas veces prefiriendo la segunda (aunque el stalinismo también prefirió al primero de tanto en tanto) y con ello enterrando la crítica práctica al capitalismo como un todo, con sus diferentes regímenes políticos.
Tener acceso al concepto de revolución pasiva en este sentido puede ser una buena herramienta para profundizar el carácter clasista, independiente, socialista y revolucionario de la izquierda, de la clase trabajadora, del activismo, etc.
Para esta exposición se han utilizado 23 fragmentos de los seis tomos de los Cuadernos de la Cárcel según la edición castellana traducida a partir de la edición de Valentino Gerratana. Son los siguientes fragmentos:
1. Tomo 1. Fragmento 44. Dirección de la política de clase antes y después...
2. Tomo 2. Fragmento 57. Vincenzo Cuoco y la revolución pasiva.
3. Tomo 3. Fragmento 25. Risorgimento. Investigar qué significa...
4. Tomo 3. Fragmento 36. Risorgimento. El transformismo.
5. Tomo 3. Fragmento 39. El “historicismo” de Croce.
6. Tomo 3. Fragmento 51. Risorgimento.
7. Tomo 3. Fragmento 236. Puntos para un ensayo sobre Croce.
8. Tomo 3. Fragmento 240. Puntos para un ensayo sobre Croce.
9. Tomo 4. Fragmento 60. Croce y la tradición italiana.
10. Tomo 4. Fragmento 99. La historia de Europa vista como revolución pasiva.
11. Tomo 4. Fragmento <6> 6. Croce y la tradición historiográfica italiana.
12. Tomo 4. Fragmento <5> 9. Paradigma de historia ético-política.
13. Tomo 4. Fragmento 41. XIV. Los orígenes “nacionales” del historicismo crociano.
14. Tomo 4. Fragmento 61. Puntos para un ensayo crítico de las dos Historias de Croce…
15. Tomo 5. Fragmento 11. Maquiavelo.
16. Tomo 5. Fragmento 15. Maquiavelo.
17. Tomo 5. Fragmento 17. Maquiavelo.
18. Tomo 5. Fragmento 36. Pasado y Presente.
19. Tomo 5. Fragmento 56. Risorgimento italiano. Sobre la revolución pasiva.
20. Tomo 5. Fragmento 3, 59. Risorgimento italiano <1>
21. Tomo 5. Fragmento 62 Pasado y presente. Epílogo primero.
22. Tomo 5. Fragmento 24. El problema de la dirección política a la formación y desarrollo…
23. Tomo 6. Fragmento 1. Serie de problemas que deben ser examinados…
En la comparación del presente resumen con comentaristas de la revolución pasiva, en este momento de desarrollo, este resumen ya da cuenta de los debates sobre bonapartismo y cesarismo de Modonesi, por ejemplo. Desde ya las reflexiones de Coutinho, Aricó, Portantiero y otros son relevantes para profundizar en el tema. Es importante decir que después de la lectura de Modonesi no ha sido necesario incorporar nuevos fragmentos que explícitamente traten sobre la revolución pasiva.
Nuestro análisis apunta a que los fragmentos 1 y 22 son los de mayor ilación, por lo que en ellos se puede apreciar una estructura conceptual que si bien avanza en extensión y significado en los tópicos tratados por el autor, también muestra una preocupación relativamente madurada, lo que explica muchas analogías entre ambos textos. De esta manera, el concepto de revolución pasiva en su primera formulación y en la penúltima son bastante similares, así como es similar la valoración sobre las causas de la revolución pasiva, la caracterización de los actores políticos, los procesos políticos y económicos a que se aplica, etc. El resto de los fragmentos a menudo profundiza el significado de tal o cual categoría del concepto y aumenta la extensión del mismo.
Ahora bien, acá tenemos como objetivo hacer una exposición analítica de las categorías involucradas en el concepto de Revolución Pasiva, por ello hacemos abstracción del momento en que Gramsci incrusta nuevas definiciones, y procedemos a ordenar en función de obtener lecciones de índole estratégica para la revolución socialista. A diferencia de Modonesi incorporamos el contenido que emerge de las reflexiones de Grasmci respecto del origen de la revolución pasiva, esto es, del resultado de la Revolución Francesa y de las Guerras Napoleónicas, para luego atender al Risorgimento italiano como fenómeno “paradigmático” de la revolución pasiva, junto con la lógica de los partidos involucrados en el Risorgimento, a modo de mostrar con plena luz la potencia crítica del concepto.
2. Definiciones generales del concepto de revolución pasiva
En el Tomo 5. Fragmento 62, Gramsci señala que ‘Revolución Pasiva’ no es un programa de acción, sino un criterio de interpretación de toda época compleja de cambios históricos, criterio de interpretación que se basa en la ausencia de elementos activos en forma dominante.
En efecto señala el autor:
“El tema de la "revolución pasiva" como interpretación de la época del Risorgimento y de toda época compleja de cambios históricos (…) Por lo tanto no teoría de la "revolución pasiva" como programa, como fue en los liberales italianos del Risorgimento, sino como criterio de interpretación en ausencia de otros elementos activos en forma dominante.”
La revolución pasiva entonces no es para Gramsci un programa político, en el sentido de un sistema de consignas y una visión común de los acontecimientos, sino una herramienta teórica para la interpretación de épocas de cambios históricos, condicionados por la ausencia de elementos activos, es decir, condicionado por la ausencia de un sujeto revolucionario. Cuando la revolución pasiva es convertida en programa de acción, entonces veremos a un Gramsci rigurosamente crítico contra esa concepción. Sin embargo sí puede existir un uso revolucionario del concepto, como veremos.
Para aclarar qué significan los elementos activos, debemos en primer lugar tratar los dos procesos históricos a los que Gramsci aplica el concepto de revolución pasiva. Uno es el Risorgimento italiano, explícito en la cita, y el otro es lo que el autor llama americanismo.
En el Tomo 6. Fragmento 1. Gramsci se pregunta: “si el americanismo puede constituir una "época" histórica, es decir, si puede determinar un desarrollo gradual del tipo, en otro lugar examinado, de las "revoluciones pasivas" propias del siglo pasado o si por el contrario representa solamente la acumulación molecular de elementos destinados a producir una "explosión", o sea una transformación de tipo francés”, es decir, una explosión revolucionaria de inspiración jacobina.
Gramsci se pregunta si el americanismo, es decir la vida económica y cultural asociada al advenimiento del imperialismo estadounidense como el más dominante del mundo, podrá tener forma de revolución pasiva, es decir, si podrá poner en pie un periodo largo de transformaciones complejas sin estallido revolucionario, jacobino-bolchevique, durante el cual se aplicarían los mecanismos de la revolución pasiva.
También, la cuestión de Gramsci sobre la revolución pasiva tiene un contenido más específico, que hace a la correlación de fuerzas entre las clases sociales en el momento en que Gramsci escribe, marcada para el autor por el aislamiento carcelario y por el gobierno fascista italiano de la época. Así, en Tomo 4. Fragmento 99, se pregunta nuestro autor:
“¿Tiene un significado "actual" la concepción de la "revolución pasiva"? ¿Estamos en un periodo de "restauración-revolución" que se ha de establecer permanentemente, organizar ideológicamente, exaltar líricamente? ¿Tendría Italia con respecto a la URSS la misma relación que Alemania [y la Europa] de Kant-Hegel con la Francia de Robespierre-Napoleón?”
Valga mencionar desde ya el tono crítico de Gramsci al preguntarse si hay que organizar ideologicamente u exaltar liricamente la revolución pasiva. Sobre esto volveremos adelante. Ahora bien, al ser "restauración-revolución" una de las maneras en que Gramsci habla de los procesos de revolución pasiva, se entiende que el concepto se puede aplicar a la Italia de la época, o sea al fascismo, pero también a la Alemania (en sentido estricto Prusia y Austria) del siglo XIX que se opuso -guerras napoleónicas mediante- al proceso de la Revolución Francesa y al impacto de la reforma napoleónica en Europa.
Profundizando, en Tomo 4. Fragmento <6>, Gramsci señala:
“En la Europa de 1789 a 1870 se dio una guerra de movimientos (política) en la Revolución Francesa y una larga guerra de posiciones desde 1815 hasta 1870; en la época actual, la guerra de movimientos se ha dado políticamente desde marzo de 1917 hasta marzo de 1921 y le ha seguido una guerra de posiciones cuyo representante, además de práctico (para Italia), ideológico, para Europa, es el fascismo.”
Este fragmento, <6>, nos parece de los más importantes sobre el tema, y de la cita en específico se pueden realizar una serie de analogías que ayudan a comprender el concepto de revolución pasiva.
En primer lugar se comprende bien el uso metódico del concepto de revolución pasiva, que analogado a la guerra de posiciones en clave fascista, es lo opuesto a la guerra de posiciones y de movimientos en clave revolucionaria. Desde 1789 hasta 1815, fechas del inicio de la Revolución Francesa y de la caída de Napoleón I, guerra de movimientos. Después de ese proceso se inicia la revolución pasiva, con la Restauración y la derrota de las revoluciones de 1848, que se extiende hasta la reunificación de Italia en 1870 y la Comuna de París en 1871. De marzo del 1917 tenemos el inicio de la Revolución Rusa y en 1921 el ascenso del fascismo, analogado en este caso a las fuerzas reaccionarias que se opusieron a la Revolución Francesa y al avance napoleónico sobre Europa.
¿Qué tienen en común el americanismo, el fascismo, la Restauración, e incluso el reformismo? Su aversión a la revolución social, sea al jacobinismo o al bolchevismo, y con ello cumplen con varias características de la revolución pasiva como programa. Veamos.
En el Tomo 4. Fragmento <5>, dice Gramsci:
“Se tendría una revolución pasiva en el hecho de que por la intervención legislativa del Estado y a través de la organización corporativa, en la estructura económica del país serían introducidas modificaciones más o menos profundas para acentuar el elemento "plan de producción", esto es, sería acentuada la socialización y cooperación de la producción sin por ello tocar (o limitándose sólo a regular y controlar) la apropiación individual y de grupo de la ganancia”
Es decir es un tipo de proceso político en que no se tocarían a las clases propietarias de los medios de producción sociales ni la plusvalía que han acumulado a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, pero en el cual sin embargo la cooperación (como proceso de trabajo concreto llevado adelante por medio de una gran aglomeración de productores directos actuando de manera conjunta, sin poros diría Marx) se profundizaría con el objetivo de producir valor que se apropia de manera privada la burguesía. Este esfuerzo por una sociedad capitalista más eficiente estaría asociado a un actuar común entre entes legislativos y corporativos.
En el Tomo 5. Fragmento 3, 59, dice:
“Este hecho es de la máxima importancia para el concepto de "revolución pasiva": que no es que un grupo social sea el dirigente de otros grupos, sino que un Estado, aunque limitado como potencia, sea el "dirigente" del grupo que debería ser dirigente y pueda poner a disposición de éste un ejército y una fuerza político diplomática”
En el Tomo 3. Fragmento 236, señala Gramsci:
“Podría concebirse así: la revolución pasiva se verificaría en el hecho de transformar la estructura económica "reformistamente" de individualista a economía planificada (economía dirigida) y el advenimiento de una "economía media" entre la individualista pura y la planificada en sentido integral, permitiría el paso a formas políticas y culturales más avanzadas sin cataclismos radicales y destructivos en forma exterminadora.”
Este mismo paso de una economía individual a una planificada lo haría el americanismo, cuando es asociado por Gramsci al taylorismo, y de manera similar se ve al facismo. Sobre la definición de reformismo volveremos adelante. Es importante aclarar que respecto a la ’forma exterminadora’ Gramsci no vivió para ver la exterminación llevada adelante por el nazismo alemán.
Ahora bien, estas definiciones son generales, y por decirlo de alguna manera, corresponden a situaciones políticas ya estables, que perduran durante un largo periodo. Para comprender cómo se llega a este estado de cosas es pertinente que observemos la aplicación más desarrollada que hace Gramsci sobre la revolución pasiva, cuando la aplica para comprender el Risorgimento italiano. Esta comprensión Gramsci la desprende del resultado de la Revolución Francesa, de la imposibilidad de los jacobinos de cumplir las demandas de clases subalternas, del rol del Napoleón I y de las Guerras Napoleónicas. Estos fenómenos hicieron posible el fenómeno de las revoluciones pasivas e impactaron el rumbo de las revoluciones del 1848, la llamada primavera de los pueblos.
3. La Revolución Francesa y las condiciones de la revolución pasiva
Como es sabido, Napoleón I modificó las reglas de la guerra al introducir la guerra de movimientos como una manera de superar las viejas formaciones militares aristocráticas. Hemos visto también que para Gramsci el periodo de 1789 a 1815 está marcado por un periodo político de guerras de movimientos, por lo cual se entiende que para Gramsci los jacobinos son parte de ese periodo y comparten con Napoléon I la característica de actuar bajo la perspectiva de la guerra de movimientos.
Sin embargo es pertinente apuntar la diferencia específica entre ambos, ya que para Gramsci, es en Napoleón donde encontramos el “motivo esencial del concepto de revolución pasiva”, ya que “tendía a establecer una hegemonía permanente” de Francia en Europa (Tomo 4. Fragmento 61). Veamos entonces las caracterizaciones del marxista sardo sobre jacobinos y sobre Napoleón I.
Los jacobinos
Gramsci en primer lugar nos da dos definiciones de jacobinismo, una como el partido determinado, específico, de la Revolución Francesa, y otra genérica, asociada a un individuo enérgico, etc. Esta distinción es importante, pero por ahora nos enfocamos en la caracterización de los jacobinos como partido determinado, como partido dirigente del momento más álgido de la Revolución Francesa.
En el Tomo 1. Fragmento 44, Gramsci hace una caracterización de los jacobinos que sintetizamos acá.
En primer lugar los jacobinos hicieron hegemonía. Forzaron la mano en el sentido del desarrollo histórico e hicieron a la burguesía clase dominante y clase dirigente, dando al Estado burgués una base permanente.
Esta hegemonía la lograron de varias maneras: logran reducir al adversario a la impotencia y amplían los intereses de la burguesía a todo el tercer estado; movilizan a todo el tercer estado. Con esto logran oponer una fuerza militar a la contrarrevolución, lo cual crea una situación favorable a la revolución; además logran quitar la zona de pasividad de la clase oponente.
Según Gramsci en Francia el problema campo/ciudad era muy estrecho y es allí donde los jacobinos aplastaron a girondinos, en la cuestión agraria. Además, respecto de la política internacional, para Gramsci los jacobinos para ganar en la frontera aplastaron en la ciudad.
Sin embargo los jacobinos se mantuvieron en el terreno de la clase burguesa y por eso quebraron el bloque urbano, al votar en la Ley de Asociaciones contra el derecho a la libre organización de la clase obrera francesa, lo que hace para Gramsci que así se haya impuesto el Termidor, es decir, el inicio de la contrarrevolución.
De esta manera los aliados de la burguesía contra la aristocracia, la clase obrera urbana y las clases medias urbanas y rurales, plantearon problemas democráticos y sociales que los jacobinos no pudieron resolver.
En el Tomo 5. Fragmento 24, Gramsci avanza más en la caracterización del jacobinismo. Allí se indica que los jacobinos aseguraron el vínculo campo-ciudad, evitan la detención intermedia del proceso revolucionario y de esa manera representaron la revolución en su conjunto, como desarrollo histórico integral, por lo que incluso plantearon las necesidades futuras, generales, de la revolución. Convencieron a las masas de libertad y la fraternidad, aniquilaron y neutralizaron para evitar la contrarrevolución. Ampliaron sus cuadros a fuerza nacional, oponiendo un blanco más amplio al adversario. Quitaron al adversario la posibilidad de armarse. Por todo ello es que forzaron la mano en sentido histórico realista y crearon un estado burgués hegemónico.
Ahora bien, si condujeron a la burguesía a una posición más avanzada que las premisas históricas que debían consentir, y compartieron ese rasgo con toda gran revolución, esto da origen al contragolpe y a Napoleón I. Nuevamente para Gramsci, su derrota es cuando chocaron con los obreros parisinos y permanecieron burgueses, como lo demostró su posición sobre la Ley de Asociaciones y la Ley Le Chapelier.
En este momento, para Gramsci, lo jacobinos “Destruyeron así el bloque urbano de París: sus fuerzas de asalto, que se agrupaban en la comuna, se dispersaron, decepcionadas, y el Termidor consiguió el predominio. La revolución había encontrado los límites más vastos de clase; la política de las alianzas y de la revolución permanente había acabado por plantear nuevas cuestiones que entonces no podían ser resueltas, había desencadenado fuerzas elementales que sólo una dictadura militar había logrado contener.” (Tomo 5. Fragmento 24.)
Napoleón I
Esta dictadura militar, es el ascenso de Napoleón I, cuya caracterización ahora tratamos.
En el Tomo 4. Fragmento <5>, en debate con Croce, Gramsci hace una definición sobre la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas que en nuestra opinión condensa aquello que Gramsci llama “el motivo esencial del concepto” de revolución pasiva:
“la gran revolución que se inició en Francia en 1789, se desbordó por el resto de Europa con los ejércitos republicanos y napoleónicos, dando un poderoso empujón a los viejos regímenes y determinando, no su hundimiento inmediato como en Francia, sino su corrosión "reformista" que duró hasta 1870”
Para Gramsci (Tomo 3. Fragmento 240) el periodo de las revoluciones pasivas es periodo de la lucha por las formas, porque el contenido se había afirmado ya con las revoluciones inglesas, con las francesas y con las guerras napoleónicas.
En este sentido la conjunción entre la revolución francesa y las guerras napoleónicas es una constante en las valoraciones de Gramsci, con la especificidad de asociar la guerra de movimientos y la revolución permanente al terreno político, mientras en el militar encontraríamos la “continuidad” que menciona en Tomo 5. Fragmento 24.
La diferencia entre uno y otro está marcada por la realización o no de la revolución permanente. Y ésta diferencia está marcada por la rigidez del carácter de clase del jacobinismo, lo que les impide profundizar la revolución, carácter demostrado con la Ley de asociaciones y la Ley Le Chapelier, como ya hemos señado. Esto genera una contradicción al interior de la burguesía, pues la burguesía crea a la clase obrera en el proceso de creación de la sociedad capitalista, pero luego no le otorga derechos democráticos elementales, lo que hace imposible el dominio completo de la burguesía como clase sobre las clases subalternas.
También marca Gramsci otra diferencia en las consecuencias de ambas formas políticas del jacobinismo y de Napoleón I, en Tomo 5. Fragmento 24:
“El espíritu jacobino, audaz, temerario, está ciertamente ligado a la hegemonía ejercida durante tanto tiempo por Francia en Europa, además de a la existencia de un centro urbano como París y la centralización conseguida en Francia por obra de la monarquía absoluta. Las guerras de Napoleón, por el contrario, con la enorme destrucción de hombres, entre los más audaces y emprendedores, debilitaron no sólo la energía política militante francesa, sino también la de las otras naciones, si bien intelectualmente fueron tan fecundas para la renovación de Europa.”
En este fragmento se aclara que Gramsci tiene una valoración negativa de los efectos de Napoléon I, mientras que por otro lado se remarca el carácter de los jacobinos y su hegemonía y las condiciones que París de la época les brindaba para su acción. La diferencia social entre ambos la encontramos en el Tomo 5. Fragmento 15, donde dice Gramsci que “Napoleón representa, en último análisis, el triunfo de las fuerzas burguesas orgánicas contra las fuerzas pequeñoburguesas jacobinas”. Pero aún así Napoléon I intenta convertir a Francia en un imperio universal.
Tenemos entonces que los jacobinos son hegemónicos porque son parte de una clase orgánica de la sociedad francesa de la época, con París como gran capital, y donde actuando con determinación en el sentido histórico real, hacen ir a la revolución más allá de sus propias premisas históricas, abriendo sobre todo la insatisfacción de derechos democráticos para la clase trabajadora y para las clases medias agrarias y urbanas, creando un problema de dominio para la gran burguesía.
Napoleón es el contragolpe a ese estado de cosas, representante de la gran burguesía francesa, con sus guerras por toda Europa debilita a Francia y a las otras naciones. Con esto evita que en los viejos regímenes europeos (presumiblemente Prusia, Austria, Rusia, pero también Suecia, España, Nápoles) se den fenómenos como la Revolución Francesa y el jacobinismo, lo que crea una corrosión reformista de los viejos regímenes, o el periodo de revolución pasiva.
En este sentido la caída definitiva de Napoleón en 1815 es el inicio del largo periodo de revolución pasiva con que Gramsci caracteriza a Europa hasta 1870.
Veamos ahora qué es y cómo funciona específicamente la revolución pasiva durante la Restauración, durante las revoluciones del 48 y su aplicación para el Risorgimento italiano.
4. Aplicaciones de la teoría de la revolución pasiva
Para Gramsci, el periodo de la "Restauración", iniciado en 1815, es el más rico en desarrollos respecto de la revolución pasiva, y seguramente por ello muchas veces usa el término “restauración-revolución” como similar al de revolución pasiva. En Tomo 4. Fragmento 61 dice:
“La restauración se convierte en la forma política en la que las luchas sociales encuentran cuadros bastante elásticos para permitir a la burguesía llegar al poder sin rupturas espectaculares, sin el aparato terrorista francés. Las viejas clases feudales son degradadas de dominantes a "gobernantes", pero no eliminadas, ni se intenta liquidarlas como conjunto orgánico: de clases se convierten en "castas" con determinadas características culturales y psicológicas, ya con funciones económicas predominantes.”
Este periodo estaría marcado por “insurrecciones nacionales contra la hegemonía francesa y nacimiento de los Estados modernos europeos por pequeñas oleadas reformistas sucesivas, pero no por explosiones revolucionarias como la francesa original. Las "oleadas sucesivas" están constituidas por una combinación de luchas sociales, de intervenciones desde arriba del tipo monarquía iluminada y de guerras nacionales, con predominio de estos dos últimos fenómenos.”
Es decir, que en estos procesos la agencia política más importante recae en la intervención iluminada de los gobernantes, reyes o políticos, y en las diversas guerras nacionales que azotaron Europa y no por la lucha de clases, el ‘elemento activo’ que señalamos al inicio.
También, en Tomo 2. Fragmento 57, dice nuestro autor:
“El concepto de revolución pasiva me parece exacto no solo para Italia, sino también para los demás países que modernizaron el Estado a través de una serie de reformas o de guerras nacionales, sin pasar por la revolución política de tipo radical-jacobino”
Tenemos entonces que el periodo está marcado por una modernización del Estado en un sentido capitalista, desde arriba (recordar que ya habíamos visto el rol legislativo del Estado y corporativo, así como por el paso de formas económicas individuales a centralizadas) en tanto los políticos de la burguesía molecularmente, a través de reformas o guerras nacionales sin pasar por dinámicas de revolución permanente, van poco a poco cambiando el estado de cosas.
Las revoluciones del 1848, la llamada primavera de los pueblos, serían parte del mismo proceso. En Tomo 5. Fragmento 24, Gramsci se refiere a los sucesos del 48 en Alemania.
“En Alemania el movimiento del 48 fracasó por la escasa concentración burguesa (...) y porque la cuestión de la renovación estatal se halla entrelazada con la cuestión nacional; las guerras del 64, del 66 y del 70 resuelven juntamente la cuestión nacional y la de clase en un tipo intermedio: la burguesía obtiene el gobierno económico industrial, pero las viejas clases feudales permanecen como capa gubernamental del Estado político con amplios privilegios corporativos en el ejército, en la administración y sobre la tierra: pero al menos, si estas viejas clases conservan en Alemania tanta importancia y gozan de tantos privilegios, ejercen una función nacional, se convierten en los intelectuales de la burguesía, con un determinado temperamento dado por el origen de casta y por la tradición.”
Y además:
“La explicación dada por Antonio Labriola de la permanencia en el poder en Alemania de los Junkers y el kaiserismo no obstante el gran desarrollo capitalista, oscurece la explicación correcta: la relación de clases creada por el desarrollo industrial con la fijación del límite de la hegemonía burguesa y el cambio de posiciones de las clases progresistas, indujo a la burguesía a no luchar a fondo contra el viejo régimen, sino dejar subsistir una parte de su fachada tras la cual ocultar su propio dominio real.”
Además, advierte Gramsci: “Esta diferencia de proceso en la manifestación del mismo desarrollo histórico en los diversos países debe vincularse no sólo con las distintas combinaciones de relaciones internas en la vida de las distintas naciones, sino también con las distintas relaciones internacionales (las relaciones internacionales suelen ser subestimadas en este tipo de investigaciones).”
O sea, que la revolución alemana del 48 no fracasó solamente por la escasa concentración burguesa, capitalista, en la Alemania de la época, sino también porque las clases creadas por el desarrollo industrial, como la clase obrera u otras clases medias, crean el límite de la hegemonía burguesa (tal y como vimos con el jacobinismo y la Ley de Asociaciones) y de allí que la burguesía se postule como progresista, para ocultar tras la fachada del viejo régimen su dominio real. Más aún, esta configuración de fuerzas no depende tanto de la historia nacional, sino de las relaciones internacionales actuales de aquella época, que establecen dicha correlación de fuerzas y de corrientes políticas.
En el Tomo 4. Fragmento <5> 9, vuelve Gramsci a definir el proceso de restauración-revolución, según el cual “las exigencias que hallaron en Francia una expresión jacobino-napoleónica fueron satisfechas en pequeñas dosis, legalmente, reformistamente, y se consiguió así salvar la posición política y económica de las viejas clases feudales, evitar la reforma agraria y especialmente evitar que las masas populares atravesaran un periodo de experiencias políticas como las que vivieron en Francia en los años del jacobinismo, en 1831, en 1848.”
Finalmente, en Tomo 5. Fragmento 24, Gramsci repite una idea de Tomo 1. Fragmento 44 y Tomo 4. Fragmento 41. Dice que en las revoluciones pasivas “el proceso”, entrecomillado por el propio Gramsci, “tiene lugar como reacción de las clases dominantes al subversivismo esporádico e inorgánico de las masas populares con "restauraciones" que acogen cierta parte de las exigencias populares, o sea "restauraciones progresistas" o "revoluciones-restauraciones" o también "revoluciones pasivas".
Este subversivismo esporádico e inórganico de las masas es fundamental para comprender el Risorgimento italiano, inaugurado precisamente con las revoluciones del 48. En el fragmento recién citado Gramsci es muy claro que “el proceso” se refiere a Italia en concreto. De manera que tenemos acá una primera premisa histórica concreta del proceso de revolución pasiva, la inorganicidad de las masas populares ante un entorno internacional marcado por el impulso jacobino-napolénico, lo que abre la posibilidad a las clases dominantes de acoger parte de las exigencias populares para evitar estallidos como el francés.
Por ello es coherente la caracterización del proceso en Tomo 5, Fragmento <56>, intitulado precisamente “Risorgimenro italiano. Sobre la revolución pasiva.” Ahí dice Gramsci:
“Protagonistas los "hechos", por así decirlo, y no los "hombres individuales". Cómo bajo una determinada envoltura política necesariamente se modifican las relaciones sociales fundamentales y surgen y se desarrollan nuevas fuerzas efectivas políticas, que influyen directamente, con una presión lenta pero incontrolable, sobre las fuerzas oficiales las cuales a su vez se modifican sin darse cuenta o casi.”
Por ello también es coherente la valoración del sardo en el Tomo 5. Fragmento 24, donde establece la definición del Risorgimento como una “conquista regia”, particularmente ejemplificada en la frase de Vittorio Emanuele II, primer rey de Italia, “de "tener en el bolsillo" al Partido de Acción (...) es prácticamente exacta y no sólo por los contactos personales del Rey con Garibaldi sino porque de hecho el Partido de Acción fue dirigido "indirectamente" por Cavour y el Rey”.
¿Quién es Cavour, el Partido de Acción y Garibaldi? Llegamos a “todo el problema del Risorgimento” (Tomo 1. Fragmento 44.), al problema de las corrientes políticas vivas actuantes de aquella época.
5. Las fuerzas políticas del Risorgimento y la dinámica de revolución pasiva
En términos puntuales, el Risorgimento italiano inicia en 1848 y termina a inicios de la década de 1870, con la unificación de Italia, misma que ‘míticamente’ es atribuida al rey Vittorio Emanuele II. Es parte de los procesos de las primaveras de los pueblos, las revoluciones de 1848 que inician en Francia y recorren prácticamente todos los países de Europa, con algunas excepciones como Rusia y el Reino Unido.
En primera instancia vale caracterizar las condiciones políticas y sociales en que Italia se encuentra durante las revoluciones europeas del 48, según Gramsci.
En primer lugar en el campo económico, encontramos (Tomo 5. Fragmento 24) “la relativa debilidad de la burguesía italiana” y “el clima histórico distinto del de Europa después de 1815.” Debido a esto la burguesía no podía “extender más su hegemonía sobre vastos estratos populares a los que por el contrario pudo abrazar en Francia (no podía por razones subjetivas, no objetivas)” y “el límite encontrado por los jacobinos (…) se presentaba en el 48 como un espectro ya amenazante, sabiamente utilizado por Austria, por los viejos gobiernos e incluso por Cavour (además de por el Papa).”
A esto sumemos “el subversivismo esporádico, elemental, inorgánico de las masas populares con "restauraciones" que han acogido una cierta parte de las exigencias de abajo, por lo tanto "restauraciones progresistas" o "revoluciones-restauraciones" o incluso "revoluciones pasivas".” (Tomo 3. Fragmento 25)
Finalmente en el caso italiano, “la lucha se presentaba como lucha contra los viejos tratados y el orden internacional vigente y contra una potencia extranjera, Austria, que los representaba [a los viejos tratados y el orden internacional] y sostenía en Italia, ocupando una parte de la península y controlando el resto”, creando un vínculo “explícito e implícito, entre Austria y al menos una parte de los intelectuales, de los nobles y de los terratenientes” italianos. (Tomo 5. Fragmento 24)
En ese marco, para el autor:
“Lo importante es profundizar el significado que tiene una función tipo "Piamonte" en las revoluciones pasivas, o sea el hecho de que un Estado sustituye a los grupos sociales locales para dirigir una lucha de renovación. Es uno de los casos en que se da la función de "dominio" y no de "dirección" en estos grupos: dictadura sin hegemonía. La hegemonía será de una parte del grupo social sobre todo el grupo, no de éste sobre otras fuerzas para potenciar el movimiento, radicalizarlo etcétera, según el modelo jacobino."
¿Qué es el Piamonte? El reino de una parte de la actual Italia, asociada en la época a Turín como ciudad más importante, junto con el reino de Cerdeña, isla del Mediterráneo. Vittorio Emanuel II era el rey de dicho ente político, cuya parte norte había sido fundamental en todas las guerras napoleónicas e incluso donde el mismo Napoleón I obtiene una de sus primeras victorias importantes, anexando después el territorio a su Imperio. Austria, cuando finalmente Napoleón es derrotado, otorga nuevamente el reino a la Casa de Saboya, a la que pertenecía Vittorio Emanuel II. Míticamente sobre este reino se construye la integración de Italia.
En el momento, Camilo Benso, conde de Cavour, había accedido al parlamento italiano a partir de las reformas del 48. Se convierte en la figura más importante del parlamento y, junto con Vittorio Emanuel, míticamente son los políticos más significativos de la unificación italiana.
En este sentido apunta Gramsci:
“Se puede aplicar al concepto de revolución pasiva (y se puede documentar en el Risorgimento italiano) el criterio interpretativo de las modificaciones moleculares que en realidad modifican progresivamente la composición precedente de las fuerzas y por lo tanto se vuelven matrices de nuevas modificaciones. Así en el Risorgimento italiano se ha visto cómo el paso al cavourismo [después de 1848] de elementos siempre nuevos del Partido de Acción, modificó progresivamente la composición de las fuerzas moderadas, liquidando el neoguelfismo por una parte y por la otra empobreciendo el movimiento mazziniano (a este proceso pertenecen también las oscilaciones de Garibaldi, etcétera). Por lo tanto, este elemento es la fase originaria de aquel fenómeno que fue llamado más tarde "transformismo" y cuya importancia no ha sido, hasta ahora, sacada a la luz que le corresponde como forma de desarrollo histórico.” (Tomo 5. Fragmento 11.)
También:
“Los moderados siguieron dirigiendo el Partido de Acción incluso después de 1870 y 1876 y el llamado "transformismo" no fue sino la expresión parlamentaria de esta acción hegemónica intelectual, moral y política. Puede incluso decirse que toda la vida estatal italiana desde 1848 en adelante está caracterizada por el transformismo, o sea por la elaboración de una clase dirigente cada vez más numerosa en los cuadros establecidos por los moderados después de 1848 y la caída de las utopías neoguelfas y federalistas, con la absorción gradual, pero continua y obtenida con métodos diversos en su eficacia, de los elementos activos surgidos de los grupos aliados e incluso de los adversarios y que parecían irreconciliablemente enemigos. En este sentido la dirección política se convirtió en un aspecto de la función de dominio, en cuanto que la absorción de las élites de los grupos enemigos conduce a la decapitación de éstos y a su aniquilamiento durante un periodo a menudo muy largo.” (Tomo 5. Fragmento 24)
De esta manera es que “se realizó, sin ‘Terror’, como "revolución sin revolución", o sea como "revolución pasiva" el proceso del Risorgimento italiano. (Tomo 5. Fragmento 24)
Aclaremos los siguientes términos: Partido de Acción, neoguelfismo, Mazzini, Garibaldi, el transformismo y los moderados.
Cavour, electo en el 48 diputado, era moderado (asociado al club de los girondinos en la Revolución Francesa); entre sus objetivos estaba la unificación italiana, llevada a acabo sin revolución jacobina. En ello está de acuerdo con Vittorio Emanuele II. Se convierten en la pareja política más importante de la unificación italiana. Y establecen un régimen político en el que Cavour atrae de manera individual, "liberal" a miembros del Partido de Acción (el partido democrático extremo, que debió ser jacobino) como Mazzini y Garibaldi, para vehiculizar progresivamente algunas de las reivindicaciones de ellos y de las masas populares italianas. Este proceso sería el transformismo. Además, la corriente neoguelfa fue una corriente liberal-católica que a inicio del siglo XIX estuvo por la unificación italiana, asociada a Gioberti, político al que Gramsci analoga con Proudhon.
Para profundizar un poco más, es pertinente que nos refiramos más detalladamente a la caracterización sobre el Partido de Acción y los moderados, para desde allí esclarecer el significado de transformismo y de progresismo, a pesar de la complejidad de este último término dentro de las concepciones gramscianas.
5.1 El Partido de Acción
En primera instancia, en el 48 italiano, la intervención popular: “no fue posible en la forma concentrada y simultánea de la insurrección, no se dio tampoco en la forma "difusa" y capilar de la presión indirecta, lo que por el contrario era posible y seguramente hubiera sido la premisa indispensable de la primera forma. La forma concentrada o simultánea se había hecho imposible por la técnica militar de la época, pero sólo en parte, o sea que la imposibilidad existía en cuanto a la forma concentrada y simultánea, no se hizo preceder una preparación política ideológica de largo aliento, orgánicamente predispuesta para despertar las pasiones populares y hacer posible su concentración y el estallido simultáneo.” (Tomo 5. Fragmento 11.)
Esta falta de preparación de largo aliento para despertar pasiones y hacer posible la concentración y el estallido simultáneo de la intervención popular es responsabilidad política del Partido de Acción.
Dice Gramsci:
“Si en Italia no se formó un partido jacobino las razones deben buscarse en el campo económico, o sea en la relativa debilidad de la burguesía italiana y en el clima histórico distinto del de Europa después de 1815. El límite encontrado por los jacobinos, en su política de forzado despertar de las energías populares francesas para aliarlas a la burguesía, con la ley Chapelier y aquélla sobre el ’maximum", se presentaba en el 48 como un espectro ya amenazante, sabiamente utilizado por Austria, por los viejos gobiernos e incluso por Cavour (además de por el Papa). La burguesía no podía (quizá) extender más su hegemonía sobre vastos estratos populares a los que por el contrario pudo abrazar en Francia (no podía por razones subjetivas, no objetivas), pero la acción sobre los campesinos ciertamente siempre era posible.” (Tomo 5. Fragmento 24.)
Si la acción sobre los campesinos era posible, eso significa que el Partido de Acción pudo, en el marco de condiciones mucho menos favorables que las de la Francia jacobina, llevar adelante una acción político que al menos hubiera hecho que Italia se unificara sobre bases menos atrasadas. Sin embargo el pánico al terror propio de la atmósfera política europea del momento, más la debilidad de la burguesía italiana y la “relación personal de subordinación con los jefes de los moderados” (Tomo 5. Fragmento 24.) lo impidió.
Debido a ello el Partido de Acción nunca se apoyó en ninguna clase histórica determinada, no pudo atraer a los intelectuales italianos y más bien ellos fueron afectados por la atmósfera política europea y por sus relaciones con el Piamonte. Dice nuestro autor críticamente sobre el Partido de Acción, que nunca actuaron: “sobre los intelectuales de los estratos medios e inferiores, concentrándolos e insistiendo en los asuntos que más les podían interesar” (Tomo 5. Fragmento 24.)
Además no se preocuparon nunca por poner a las masas populares campesinas en contacto con el Estado, ni propusieron nunca un “programa orgánico de gobierno que reflejara las reivindicaciones esenciales de las masas populares, en primer lugar de los campesinos” (Tomo 5. Fragmento 24.)
Para Gramsci, en Francia y en otros países, hubo un vínculo estrecho entre las masas campesinas y las ciudades (Tomo 5. Fragmento 24.), lo que hacía que los intelectuales de las clases medias viraran a posiciones jacobinas, que les ofrecían con su nuevo aparato de gobierno espacio para el desarrollo de sus inquietudes políticas. El Partido de Acción nunca pudo garantizar este vínculo con la intelectualidad y con las masas rurales. En este sentido el Partido de Acción confundió la unidad nacional italiana con la identidad cultural de las élites aristocráticas y burguesas, que durante siglos habían pertenecido a la Italia desmembrada, cuyos intelectuales reflexionaban sobre sucesos relevantes fuera de la península, como por ejemplo Maquiavelo. Esta cultura, heredada del imperio romano y de la Iglesia, más por continuidad geográfica que por vínculo efectivo con la nación italiana moderna, era totalmente desconocida para las masas populares italianas. Esto hacía que dicha cultura no tuviera un vínculo orgánico con las masas populares, lo que hacía oscilar a los cuadros dirigentes del Partido de Acción. (Tomo 4. Fragmento 61.)
Como parte de sus debilidades políticas democráticas, el Partido de Acción nunca denunció la presencia de Austria en Italia, lo que habría llevado a denunciar la estrecha relación de profundos vínculos entre la monarquía, la aristocracia y los terratenientes italianos con Austria, como potencia reaccionaria de la época. Dice Gramsci: “En Italia este vínculo, que sin embargo existía, explícito e implícito, entre Austria y al menos una parte de los intelectuales, de los nobles y de los terratenientes, no fue denunciado por el Partido de Acción o al menos no fue denunciado con la debida energía y del modo prácticamente más eficaz, no se convirtió en elemento político activo” (Tomo 5. Fragmento 24.). Lo anterior a diferencia de los jacobinos, que resolvieron el problema de la intervención internacional en “la frontera” pero aplastando a la reacción en las ciudades y en el interior.
En general, “el Partido de Acción careció incluso de un programa concreto de gobierno. Aquél, en sustancia, fue siempre, más que nada, un organismo de agitación y propaganda al servicio de los moderados” (Tomo 5. Fragmento 24.).
5.2 Los Moderados
Los moderados, por su parte, representan a una clase homogénea, que como partido tuvo oscilaciones solamente relativas. Eran la “vanguardia real orgánica de las clases altas” (Tomo 5. Fragmento 24.). Por su posición en distintos ámbitos de la economía y la administración, ejercían una atracción espontánea sobre todos los intelectuales de Italia: “eran intelectuales y organizadores políticos y al mismo tiempo jefes de empresa, grandes agricultores o administradores de fincas, empresarios comerciales e industriales, etcétera). Dada esta condensación o concentración orgánica, los moderados ejercían una poderosa atracción, de modo "espontáneo", sobre toda la masa de intelectuales de todo grado existentes en la península en estado "difuso", "molecular", por las necesidades, aunque fuese elementalmente satisfechas, de la instrucción y de la administración.” (Tomo 5. Fragmento 24.)
De la derrota de las revoluciones del 48, Gramsci señala que los moderados hicieron un balance tal que criticaron los medios de lucha y renovaron a su dirección política, mientras que el Partido de Acción, que no realizó auto-crítica alguna, sufrió una escisión constante hacia el Piamonte, formando el ala izquierda del reino, mediada por Cavour. (Tomo 5. Fragmento 11.)
Los moderados son el bloque de todas las fuerzas de la derecha, incluidos los terratenientes (Tomo 1. Fragmento 44). Al ser burgueses orgánicos, entonces realizaban la identidad representante-representado y, centralmente, frente al Partido de Acción, se diferenciaban según Gramsci por su temperamento, por su voluntad para dirigir, cosa de que carecía el Partido de Acción (Tomo 5. Fragmento 24).
Por todos estos motivos, más otras orientaciones políticas específicas que se mencionan en las diferentes caracterizaciones que Gramsci hace del personal de ambos partidos, algo que sumamos en el Anexo 1, los moderados fueron dirección del Partido de Acción, a través de una absorción lenta y continua de aliados y adversarios que parecían enemigos. Para hacer esto usaron formas liberales, privadas, individuales, y son, en definitiva, la expresión parlamentaria del transformismo, que para Gramsci caracteriza a Italia tanto después del 48, como del 70, hasta el siglo XX y hasta la época en que Gramsci mismo vive (Tomo 5. Fragmento 24).
Una diferencia muy importante que caracteriza a ambos partidos, es que los moderados eran conscientes de su misión política, mientras que el Partido de Acción no parece haber sido nunca consciente de su misión política. Dice Gramsci:
“Sin embargo hay que tener en cuenta que mientras Cavour era consciente de su misión (al menos en cierta medida) en cuanto que comprendía la misión de Mazzini, Mazzini no parece haber sido consciente de la suya ni de la de Cavour; si por el contrario Mazzini hubiese tenido tal conciencia, o sea si hubiese sido un político realista y no un apóstol iluminado (o sea si no hubiese sido Mazzini) el equilibrio resultante de la confluencia de ambas actividades hubiera sido distinto, más favorable al mazzinismo: o sea que el Estado italiano se habría constituido sobre bases menos atrasada y más modernas” (Tomo 5. Fragmento 11).
6. El transformismo y la revolución pasiva
El transformismo para Gramsci es la forma histórica de la revolución pasiva, y por principio general de ciencia política (Tomo 5. Fragmento 11), es una forma histórica de desarrollo determinada (Tomo 3. Fragmento 36), que puede ser ejemplificada, según la tríada dialéctica, en una postura según la cual la Tesis incorpora a la Antítesis, de manera que solo la Tesis se desarrolla (Tomo 5. Fragmento 11). Sobre esto volveremos adelante en la crítica de Gramsci a Croce.
Como vimos, los moderados logran la incorporación molecular del personal del Partido de Acción así como de algunas reivindicaciones populares, es decir, se comportan como una dirección dominante, que logra la decapitación de sus enemigos y de las clases populares, mismas que a su vez no son incorporadas dentro del nuevo Estado (Tomo 5. Fragmento 24) . Esta decapitación y aniquilamiento del Partido de Acción y de las masas populares fue por un periodo largo de tiempo.
La acción transformista de los moderados, se basa también en una completa aversión a la intervención de las masas populares en la vida estatal. Por ello los moderados se oponen a reformas orgánicas (Tomo 3. Fragmento 36). Su dialéctica específica es moverse de la dictadura a la hegemonía, esto es, desde una situación en que el dominio se ejerce sin dirección plena, hacia una situación con dirección y dominio.
Ahora bien, los moderados son orgánicamente progresistas, esto es, son favorables a la modernización capitalista con todos los límites señalados, especialmente los relativos a la decapitación de las clases populares y su expresión política. En cuanto progresistas satisfacen exigencias existenciales y toman nuevas esferas económica-políticas, ampliando continuamente sus cuadros políticos. Pero cuando se agota la función progresista, por los límites propios del dominio burgués cuyo ejemplo pueden ser las leyes de Asociaciones-Le Chapelier y las contradicciones que genera, entonces le dan paso a la restricción, hacia formas más policiales y hacia golpes de Estado (Tomo 5. Fragmento 24).
Además, Gramsci extrae como conclusión que si el proceso de revolución pasiva está marcado por el paso de una economía individual a una planificada entonces los liberales (o sea, las formas políticas que asumieron los moderados) del siglo XIX serían el fascismo del siglo XX (Tomo 4. Fragmento <5> 9).
Vamos ahora a un plano teórico de la crítica a la revolución pasiva que realiza Gramsci, cuando reflexiona sobre Croce, Hegel y Marx, entre otros.
7. Crítica teórica a la Revolución Pasiva: Croce, el reformismo y el historicismo
Gramsci lleva adelante una crítica a Croce en este punto. Para Gramsci, Croce comparte el pánico a los jacobinos y a la intervención activa de masas como factor de progreso histórico (Tomo 4. Fragmento
Gramsci apuesta por dar una explicación histórica de las teorías de Croce sobre la conformación del Estado italiano y de la historia europea, pero “reduciéndolo” a un intelectual de la teoría de la Restauración, una escuela de moderados, que toman la revolución pasiva como fórmula de acción, lo cual genera como ideología (en sentido peyorativo) una dialéctica mecanicista y especulativa de la historia, acompañada en el plano militante de escepticismo y de un “no empeñarse” (Tomo 4. Fragmento 60).
En el plano de la historia europea e italiana, Gramsci critica a Croce que en su relato prescinde del momento de la lucha, esto es, de la Revolución Francesa y de las Guerras Napoléonicas posteriores. En ese sentido se pregunta Gramsci si semejante postura es posible, es decir, “si existe el siglo XIX sin la revolución Francesa y sin las Guerras Napoléonicas”, “¿cómo sería posible una historia de Europa y de Italia sin tomar en cuenta la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas?” (Tomo 4. Fragmento 99).
En este sentido, Croce ejemplifica la definición de reformismo, como método de acción política en que el progreso resulta de la dialéctica de innovación y restauración. Dice Gramsci: “Así pues, el historicismo de Croce no sería sino una forma de moderacionismo político: que establece como único método de acción política aquel en el que el progreso, el desarrollo histórico, resulta de la dialéctica de conservación e innovación. En lenguaje moderno este concepto se llama reformismo.” (Tomo 4. Fragmento 41).
Como veremos adelante, para Gramsci, en general el progreso resulta de innovación y de conservación. Pero específicamente cuenta Gramsci con una definición diferente de dicha dialéctica de innovación y conservación a la que critica en Croce.
Gramsci crítica a Croce precisamente la forma en que comprende la relación en la tríada tesis, antítesis y síntesis. Para Gramsci, la perspectiva teórica de Croce es mecanicista porque, asumiendo de previo cuáles elementos de la tesis deben permanecer en la síntesis, termina por desarrollar solamente la tesis al máximo, por lo cual no hay síntesis del todo, sino realización exclusiva de la tesis. Señala:
“El error filosófico (¡de origen práctico!) de tal concepción consiste en el hecho de que en el proceso dialéctico se presupone "mecánicamente" que la tesis debe ser "conservada" por la antítesis para no destruir el proceso mismo que por lo tanto es "previsto", como una repetición al infinito, mecánica, arbitrariamente prefijada. En realidad se trata de uno de tantos modos de "ponerle frenos al mundo", de una de tantas formas de racionalismo antihistoricista.” (Tomo 4. Fragmento
Contrario a esta interpretación, apoyándose en Hegel, Gramsci encontrará material para señalar el error filosófico de la revolución pasiva. Para Hegel y en la historia real, dice Gramsci, la antítesis destruye a la tesis, por eso no se puede definir a priori qué quedara de la tesis.
“La concepción hegeliana, aun en su forma especulativa, no permite tales domesticaciones y constricciones mutiladoras, aunque sin dar lugar con ello a formas de irracionalismo y arbitrariedad (...) En la historia real la antítesis tiende a destruir a la tesis, la síntesis será una superación, pero sin que se pueda establecer a priori qué es lo que de la tesis será "conservado" en la síntesis, sin que se pueda a priori "medir" los golpes como en un "ring" convencionalmente regulado. Que esto suceda luego de hecho es cuestión de "política" inmediata, porque en la historia real el proceso dialéctico se desmenuza en momentos parciales innumerables; el error consiste en elevar a momento metodológico lo que es pura inmediatez, elevando la ideología a filosofía” (Tomo 4. Fragmento
Más aún, Gramsci se apoya en La Miseria de la Filosofía, libro de Marx contra Proudhon, señalando “que cada miembro de la oposición dialéctica debe tratar de ser todo él mismo y lanzar a la lucha todos sus propios "recursos" políticos y morales, y que sólo así se tiene una superación real” (Tomo 5. Fragmento 11).
Por otra parte el señalamiento crítico de Gramsci respecto de la revolución pasiva (como teoría y como programa de acción), según el cual los sujetos políticos son los hechos y el Estado, por oposición a las masas populares, establece contacto con la crítica que Marx había hecho a Hegel, en el sentido de que el segundo convierte a la sustancia en sujeto y a la historia en sujeto, mistificando con ello la relación entre sujeto y objeto, y por ello la relación entre ser humano y realidad circundante.
Además de lo anterior, vale la pena también mencionar que Gramsci se pregunta si Croce con toda su defensa de la revolución pasiva y por ello de exaltación del proceso de unificación italiana no le estaría dando un punto de apoyo al fascismo italiano. Dice el sardo:
“Podría ser una de tantas manifestaciones paradójicas de la historia (una astucia de la naturaleza, para decirlo con Vico) ésta por la que Croce, movido por preocupaciones determinadas, llegase a contribuir a un fortalecimiento del fascismo, proporcionándole indirectamente una justificación mental después de haber contribuido a depurarlo de algunas características secundarias” (Tomo 4. Fragmento <5> 9)
8. Guerra de Movimientos y Guerra de Posiciones
Como síntesis, tenemos que tanto los jacobinos como Napoleón I se movieron, unos en el plano político y el otro en el plano militar, como parte de las posturas políticas que asumen la guerra de movimiento como comprensión de la estrategia política y militar y, en parte, de la revolución social. Por ello la guerra de movimientos Gramsci la asocia a las fechas 1789-1815 y 1917-1921, marcados por la revolución francesa y la caída de Napoleón I y la Revolución Rusa y el triunfo del fascismo italiano. En este sentido, valga la pena mencionar que Gramsci valora como un bonapartismo progresivo al de Napoleón I, para luego negar que puedan existir fenómenos idénticos después de 1848. Este hecho no parece ser tomado en cuenta por Modonesi en su defensa de un bonapartismo progresivo.
En la misma medida en que Gramsci es explícito respecto de asociar la Revolución Francesa con la Guerra de Movimientos, también lo es al asociar la guerra de posiciones a las prácticas de los liberales del siglo XIX (Tomo 3. Fragmento 236), que como hemos visto, eran la apariencia que tomaba la estrategia de la revolución pasiva.
Al preguntarse si la guerra de posiciones está asociada a la revolución pasiva, retomamos al menos tres contenidos específicos para comprender que la respuesta a esta pregunta puede ser afirmativa para Gramsci.
En primer lugar señala que la revolución pasiva es un periodo histórico largo, pero que la guerra de posiciones puede volver a convertirse en guerra de movimientos: “Es decir ¿existe una identidad absoluta entre guerra de posiciones y revolución pasiva? ¿0 existe al menos o puede concebirse todo un periodo histórico en el que los dos conceptos se deban identificar, hasta el punto en que la guerra de posiciones vuelve a convertirse en guerra de maniobras? Es un juicio "dinámico" que hay que dar sobre las "restauraciones" que serían una "astucia de la providencia" en sentido viquiano” (Tomo 5. Fragmento 11).
En segundo lugar, respecto de su balance del Risorgimento, señala que el Partido de Acción nunca tuvo formaciones pre-construidas, mientras que las fuerzas reaccionarias estaban concentradas y operaban libremente (Tomo 5. Fragmento 15). Esto podría significar que el Partido de Acción nunca estuvo en condiciones de lanzar una acción simultánea y ordenada, menos orientar una insurrección y por ello nunca actuaron bajo la estrategia de la guerra de movimientos, nunca pudieron pasar de la guerra de posiciones que les permitiría la acumulación para pasar a la guerra de movimientos.
Finalmente, Gramsci valorando las posibilidades de un proyecto de centralización de la economía sin afectar la ganancia capitalista, dice: “Esta ideología serviría como elemento de una "guerra de posiciones" en el campo económico (...) internacional, así como la "revolución pasiva" lo hace en el campo político” (Tomo 4. Fragmento <5> 9), dando cuenta críticamente de que una concepción unilateral de la guerra de posiciones es una lectura ideológica reformista y transformista.
9. Algunas conclusiones revolucionarias de la teoría de la revolución pasiva y su crítica
En primer lugar, como elemento crítico de lectura, la lectura de la variante togliattiana del stalinismo, responsable por una difusión de Gramsci en términos de guerra de posiciones como estrategia de poder dentro de la democracia burguesa, no tiene sentido de acuerdo a los textos estudiados, por toda la crítica de Gramsci al método reformista de Croce y su caracterización como teórico de la revolución pasiva y del “no empeñarse”. Aunque Gramsci nunca diga “yo no soy reformista” o el contrario “yo soy reformista”, no encontramos en los textos revisados ninguna posibilidad de alimentar esta hipótesis. La simpatía de Gramsci por la consigna jacobina de Marx de la revolución permanente es en este sentido muy clara. Lo mismo cabe para la “revolución con revolución” que Modonesi propone para interpretar la “actividad” en Gramsci, caracterizada por una guerra de posiciones asimétrica en pos de una nueva subjetividad expresada en las instituciones de la clase subalterna dentro de la revolución pasiva. Si Gramsci sigue la revolución permanente de Marx, entonces es crítico a la democracia burguesa y está planteando que la clase obrera asuma todo el funcionamiento de la sociedad, bajo el gobierno obrero.
Es claro que Gramsci simpatiza con jacobinos, con Marx y con la práctica del bolchevismo, que fue orgánico “como brotando de los poros” de las sociedades dominadas por el Zar de todas las Rusias. Gramsci está de acuerdo con jacobinos hasta la Ley de Asociaciones, con Marx del 50 y con los bolcheviques del 17, no así con Cavour, con los liberales o moderados, con el Rey, con Napoleón I (a pesar de que lo califica como progresivo) ni con Prusia y Austria de la época, menos aún con los girondinos, al tiempo que la socialdemocracia de Kautsky o el menchevismo no son ni mencionados y, si el anarquismo es mencionado, es solo para establecer la hipótesis teórica de que Malatesta fuera parte de las revoluciones pasivas por su estrecha relación con María Sofía, o sea, por estar en una relación personal con el estado mayor austriaco.
En todo caso, más allá de las evidentes simpatías personales, subjetivas de Gramsci, son aún más importantes en favor de un Gramsci jacobino-marxista-bolchevique sus reflexiones sobre: 1) la influencia de las experiencias más avanzadas de lucha de clases sobre los estados menos orgánicos y de organización de las clases subalternas en el terreno internacional, 2) sobre la dinámica de la toma del poder y 3) sobre las hipótesis de crecimiento de una fuerza revolucionaria en sociedades inorgánicas. Todas ellas pueden ser aplicadas a sociedades semicoloniales con alto grado de inorganicidad de las clases subalternas, como Costa Rica.
9.1 El impacto de lo internacional.
En primer lugar tomemos la reflexión hecha por Gramsci respecto de la relación entre el jacobinismo y la Revolución Francesa como un todo y el desarrollo del idealismo alemán y de Marx. Es este un lugar común de la interpretación sobre Kant, Fichte, Hegel, Marx. Baste recordar La Ley Básica de la Razón Pura Práctica, de Kant, según la cual se nos pide que la máxima de nuestra voluntad pueda valer como principio de una ley universal. ‘Ley universal’ es uno de los términos en que la filosofía alemana interpreta la nueva ley formal y la nueva racionalidad impuesta por los jacobinos, derecho altamente alabado por Hegel por ejemplo, derecho que le sirve al muy joven Marx de La Cuestión Judía para lanzar una primera mordaz crítica contra el derecho formal de los jacobinos, así como la forma en que ellos aplicaron la revolución permanente.
Es claro entonces que la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas fueron una importante causa eficiente del desarrollo del pensamiento alemán del siglo XIX iniciando con Kant.
Específicamente dice Gramsci:
“A este respecto debe señalarse también el paralelo hegeliano (y de la filosofía de la praxis) entre la práctica francesa y la especulación alemana. En realidad el paralelo puede ser definido: lo que es "práctica" para la clase fundamental se vuelve "racionalidad" y especulación para sus intelectuales (sobre esta base de relaciones históricas debe explicarse todo el idealismo filosófico moderno)”
También, en otro lugar, dice Gramsci: “Se ve cómo, cuando el impulso del progreso no va estrechamente ligado a un vasto desarrollo económico local que es artificialmente limitado y reprimido, sino que es el reflejo del desarrollo internacional que manda a la periferia sus comentes ideológicas, nacidas sobre la base del desarrollo productivo de los países más avanzados, entonces el grupo portador de las nuevas ideas no es el grupo económico, sino la capa de los intelectuales” (Tomo 4. Fragmento 61). Esto podría explicar cómo es posible que una revolución francesa haya creado una filosofía alemana, pues el desarrollo internacional golpea a la capa media de los intelectuales. No es un desarrollo mecánico: ni la revolución francesa generó una filosofía completa (más bien se asume que fue la filosofía francesa la que impactó posteriormente a la revolución francesa), ni la revolución francesa generó una revolución alemana, sino la Revolución Francesa generó la filosofía clásica alemana.
Incluso llega Gramsci a señalar que “Esta diferencia de proceso en la manifestación del mismo desarrollo histórico en los diversos países debe vincularse no sólo con las distintas combinaciones de relaciones internas en la vida de las distintas naciones, sino también con las distintas relaciones internacionales” (Tomo 5. Fragmento 24).
Finalmente (Tomo 4. Fragmento 61): “La concepción del Estado según la función productiva de las clases sociales no puede ser aplicada mecánicamente a la interpretación de la historia italiana y europea desde la Revolución francesa hasta todo el siglo XIX. Aunque sea cierto que para las clases productivas fundamentales (burguesía capitalista y proletariado moderno) el Estado no es concebible más que como forma concreta de un determinado mundo económico, de un determinado sistema de producción, no se ha establecido que la relación de medio y fin sea fácilmente determinable y adopte el aspecto de un esquema simple y obvio a primera vista (...) se presenta el complejo problema de las relaciones de las fuerzas internas del país dado, de la relación de las fuerzas internacionales, de la posición geopolítica del país dado”.
Ahora bien, a continuación Gramsci presenta un problema:
“Cuestión más vasta: si es posible pensar la historia únicamente como "historia nacional" en cualquier momento del desarrollo histórico -si el modo de escribir la historia (y de pensar) no ha sido siempre "convencional"” (Tomo 4. Fragmento 61.)
Este problema puede ser expuesto así: ¿es necesario pensar la historia desde la pertenencia o no a una nación que permita una visión universal de los acontecimientos? Gramsci señala dificultades asociadas a dicha pertenencia para una comprensión del desarrollo histórico, como por ejemplo “el "orgullo" de las naciones, o sea “limitaciones de carácter político-práctico-nacional (que no son siempre inferiores); limitaciones intelectuales (no comprensión del problema histórico en su totalidad) e intelectuales-prácticas (falta de informaciones, bien sea porque faltan documentos, bien porque es difícil tener los a disposición e interpretarlos)” (Tomo 4. Fragmento 61.)
Cabe pensar también el peligro de que dichos intelectuales conviertan este impacto internacional en una teoría abstracta, especulativa en sentido ideológico, tal como Mazzini en la política y Croce en la filosofía. Pero también cabe otra posibilidad. “Mediación teórica y práctica: teóricamente ¿puede existir un grupo, relativamente pequeño, pero siempre notable, por ejemplo de algunos miles de personas, homogéneo social e ideológicamente, sin que su misma existencia demuestre una vasta condición de cosas y de estados de ánimo correspondientes, que no pueden expresarse sólo por causas mecánicas extrañas y por lo mismo transitorias?” (Tomo 5. Fragmento 62)
La respuesta literal a esta pregunta retórica la aporta el propio Gramsci:
“En realidad, el impulso a la renovación revolucionaria puede ser originado por las necesidades impelentes de un país dado, en circunstancias dadas, y tenemos la explosión revolucionaria de Francia, victoriosa también internacionalmente; pero el impulso para la renovación puede ser dado por la combinación de fuerzas progresistas escasas e insuficientes de por sí (sin embargo de elevadísimo potencial porque representan el futuro de su país) con una situación internacional favorable a su expansión y victoria” (Tomo 4. Fragmento 61).
Especialmente significativo que este problema aparezca asociado a Italia de la revolución pasiva, pues apunta los elementos de inorganicidad capitalista de Italia, que en este caso no habría reproducido ni la práctica francesa ni la calidad de la filosofía alemana, una sociedad que no produce acciones orgánicas de las clases populares ni produce por sí misma un partido jacobino. En sociedades así, cuando las fuerzas realmente progresistas adquieren un programa y una conciencia de su tarea, entonces actualizan su ‘elevadísimo potencial’ y si eso coincide con una situación internacional favorable, entonces hay condiciones para la expansión y la victoria. En ese sentido, sostenemos que la comprensión crítica de la revolución pasiva, presentada por Gramsci, constituye una herramienta para la teoría de la revolución permanente para países altamente inorgánicos.
2. Sobre la toma del poder
Sobre la dinámica de la toma del poder, es importante tener en mente que “El concepto de revolución pasiva debe ser deducido rigurosamente de los dos principios fundamentales de ciencia política. 1) que ninguna formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella encuentran todavía lugar para su ulterior movimiento progresivo; 2) que la sociedad no se impone tareas para cuya solución no se hayan incubado las condiciones necesarias, etcétera” (Tomo 5. Fragmento 17)
En ese sentido, para sociedades altamente inorgánicas, es fundamental comprender los mecanismos de formación y consolidación del régimen de la revolución pasiva y tener una perspectiva seria sobre la vida y posibilidades de dicho régimen, así como también asumir que las reivindicaciones, programas, ideas, que se han ido formulando en diferentes procesos de lucha de clases, son hipótesis políticas que la propia sociedad va gestando y probando, y que deben comprender las posibilidades de pasivización o no de las reivindicaciones obreras y populares.
Ya hemos visto que las revoluciones pasivas abren el camino a dinámicas políticas de guerra de movimientos (y de revolución permanente), pero solo después de un largo periodo. Por otro lado, en la Revolución Francesa, para Gramsci tenemos que “los precursores de la revolución son de hecho reformadores moderados, que engolan la voz pero que en realidad exigen bien poco. Poco a poco se va seleccionando una nueva élite que no se interesa únicamente en reformas "corporativas"” (Tomo 5. Fragmento 24). De allí se puede concluir que después de un proceso de revolución pasiva y de reformismo que “exige bien poco”, se crean las condiciones para una nueva lucha por el poder.
A este respecto valen algunas anotaciones sobre el ‘dominio’. Dice Gramsci:
“El criterio metodológico en que hay que basar el propio examen es el siguiente: que la supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como "dominio" y como "dirección intelectual y moral". Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a "liquidar" o a someter incluso con la fuerza armada y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede e incluso debe ser dirigente aun antes de conquistar el poder gubernamental (ésta es una de las condiciones principales para la misma conquista del poder); después, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga fuertemente en el puño, se vuelve dominante pero debe seguir siendo también "dirigente"” (Tomo 5. Fragmento 24).
Estas reflexiones Gramsci no las extrae en el vacío. Hemos visto que la revolución pasiva como periodo de largo alcance, abre de nuevo el camino para la guerra de movimientos en el terreno político. También que este periodo corresponde al periodo de transformismo, lleno de ilusiones reformistas de las masas. Este periodo es críticamente valorado por Gramsci, pues en la lectura de Gramsci cada gran revolución ha estado antecedida por un periodo en el cual reformadores sociales abren el camino a la revolución social. Por ello es que estas reglas del dominio, que son aplicadas para la comprensión del camino revolucionario al poder, son extraídas de la práctica reformista de los Moderados. Claramente dice Gramsci:
“De la política de los moderados resulta claro que puede y debe existir una actividad hegemónica incluso antes del ascenso al poder y que no hay que contar sólo con la fuerza material que el poder da para ejercer una dirección eficaz” (Tomo 5. Fragmento 24).
Del balance del accionar de los moderados, Gramsci saca conclusiones para la toma del poder de manera revolucionaria.
3. Sobre las hipótesis constructivas
En tercer lugar, respecto de la dinámica de construcción de una organización revolucionaria en sociedades con alta inorganicidad, ya hemos visto cómo puede haber un partido pequeño pero notable, que además logre pasar de partido de élite a partido de masas y la mediación entre ambos (Tomo 5. Fragmento 62).
Contra todo derrotismo, fatalismo, indiferentismo y mecanicismo, que son valores exaltados por la revolución pasiva, Gramsci postula que es posible que se forme un grupo político de élite, que devenga partido de masas, con formas medias entre uno y otro. Contra todo sectarismo y sentimiento de “derecho divino” señala que para construir esa organización:
“Si la concepción sigue siendo dialéctica, o sea que presupone, incluso postula como necesaria, una antítesis vigorosa que presente todas sus posibilidades de explicación intransigentemente. Por lo tanto no teoría de la "revolución pasiva" como programa, como fue en los liberales italianos del Risorgimento, sino como criterio de interpretación en ausencia de otros elementos activos en forma dominante.” (Tomo 5. Fragmento 62).
La teoría de la revolución pasiva se transforma en su contrario si se deciden aplicar teórica y políticamente de manera intransigente todas las posibilidades latentes que habían de transformación, pero que no se desarrollaron hasta ser dominantes, postulando como necesaria una antítesis completa, igual de intransigente, al estado de cosas producto de la revolución pasiva.
Como herramienta teórica, Gramsci nos deja la crítica a Croce, quien con su interpretación mecanicista de la no-superación de la tesis, abre el paso a la práctica de la revolución pasiva como programa de acción. Gramsci claramente opone a este historicismo mecanicista, el historicismo moderno, de Hegel y de Marx, cuya reflexión ya hemos descrito someramente.
Sin embargo respecto de los contenidos de esta fuerza pequeña pero notable hay todavía una noción más que es importante explorar. Dice en extenso Gramsci:
“Pero este historicismo de moderados y reformistas no es en lo más mínimo una teoría científica, el “verdadero" historicismo; es solo el reflejo de una tendencia práctico-política, una ideología en sentido peyorativo. En efecto, ¿por qué la "conservación" debe ser precisamente esa determinada "conservación", ese determinado elemento del pasado? ¿Y por qué se debe ser "irracionalistas" y "antihistoricistas" si no se conserva precisamente ese determinado elemento? En realidad, si bien es cierto que el progreso es dialéctica de conservación e innovación y la innovación conserva el pasado superándolo, también es verdad que el pasado es algo complejo, un complejo de vivo y de muerto, en el que la elección no puede hacerse arbitrariamente: a priori, por un individuo o una corriente política. Si la elección fue hecha de tal modo (sobre el papel) no puede tratarse de historicismo sino de un acto de voluntad arbitrario, del manifestarse de una tendencia práctico-política, unilateral, que no puede dar fundamento a una ciencia, sino sólo a una ideología política inmediata. Lo que del pasado sea conservado en el proceso dialéctico no puede ser determinado a priori, sino que resultará del proceso mismo, tendrá un carácter de necesidad histórica, y no de elección arbitraria por parte de los llamados científicos y filósofos. Por otra parte debe observarse que la fuerza innovadora, en cuanto que ella misma no es un hecho arbitrario, no puede no ser ya inmanente en el pasado, no puede no ser en cierto sentido ella misma el pasado, un elemento del pasado, aquello del pasado que está vivo y en desarrollo, es ella misma conservación-innovación, contiene en sí todo el pasado, digno de desarrollarse y perpetuarse. Para esta especie de historicistas moderados, (y se entiende moderados en sentido político, de clase, o sea de aquellas clases que operan en la restauración después de 1815 y 1848) irracional era el jacobinismo, antihistoria era igual a jacobinismo. Pero ¿quién podrá nunca probar históricamente que los jacobinos fuesen piados sólo por la arbitrariedad? ¿Y no es una proposición histórica banal el que ni Napoleón ni la Restauración destruyeron los "hechos consumados" por los jacobinos? ¿O acaso el antihistoricismo de los jacobinos habría consistido en aquella parte de sus iniciativas que no se ha "conservado" en un 100%, sino sólo en cierto porcentaje? No parece plausible sostener esto porque la historia no se reconstruye con cálculos matemáticos, y por otra parte ninguna fuerza innovadora se realiza inmediatamente, sino que es precisamente siempre racionalidad e irracionalidad, arbitrariedad y necesidad, es "vida", esto es, con todas las debilidades y las fuerzas de la vida, con sus contradicciones y sus antítesis.” (Tomo 4. Fragmento 41).
Primero se debe ser dirigente, es decir, ser capaz de oponer una teoría y una práctica (impactada radicalmente por fenómenos internacionales de lucha de clases) a la revolución pasiva y transformar esa teoría en grupo de élite, después en grupo de mediación y finalmente en partido de masas, asumiendo que en ese proceso todo lo relevante de la tesis quedará demostrado por el proceso mismo y no apriori. Una vez en el poder se debe ejercer dominio contra los adversarios y extender el dominio sobre aliados a partir de la implementación completa de un programa de transición del capitalismo al socialismo.
Es fundamental tener esta dialéctica clara como un antídoto a las explosiones inorgánicas de las masas populares y el terreno fértil que eso supone para la estrategia de la revolución pasiva. Es fundamental comprender que los mecanismos y formas políticas de la revolución pasiva se ponen en pie para evitar el estallido jacobino-bolchevique, que esas fuerzas políticas así como todas las instituciones funcionales a la estrategia de la revolución pasiva activan su presión transformista sobre toda la militancia de izquierda, buscando la negación y el abandono de la estrategia de la revolución social.
Anexo 1. Las personalidades del Partido de Acción
Una rápida revisión sobre estas figuras ofrecen herramientas para comprender la manera en que puedan expresarse las ’presiones inorgánicas’ sobre los cuadros políticos, a modo de evitar los errores que generan estas presiones.
Vale la pena mencionar a Francesco Crispi, amigo personal de Mazzini y Garibaldi, político de primer orden durante el Risorgimento y primer ministro al final del siglo XIX. Para Gramsci Crispi era jacobino en el sentido genérico. Con un programa moderado, era jacobino por la obsesión unitaria política-territorial italiana. Llega al poder, pero odia a los moderados. Desconfía de los moderados. Pero se hace monárquico del Piamonte porque identifica que allí reside la unidad italiana. Para Gramsci es un hombre de la nueva burguesía que modernizó Italia. Desarrolla un imperialismo ideal para resolver el problema agrario que asolaba al mediodía italiano en su conflicto con el norte rico y moderno.
En otro lugar, Gramsci dirá que Crispi es jacobino por la unidad nacional y por su política de fabricar al fabricante. Asume un rol de izquierda: darle continuidad a la política de la derecha con frases y nombres de izquierda. Por otro lado, señala Gramsci que no había impulso real/económico al imperialismo italiano, por lo que la ‘pasión’ popular por la tierra, que impulsaba Crispi no era factible.
Mazzini era otro jefe del Partido de Acción. Hemos podido ubicar una diferencia en la caracterización de Mazzini de Marx y de Gramsci. Para Gramsci “Mazzini no supo decidirse”, mientras que Marx, al menos en sus primeros años de labor como periodista, parece guardarle más simpatía a Mazzini. Sobre esto se debe profundizar.
Para Gramsci Mazzini hace predicación de la unidad italiana, pero a costa del tipo de régimen político y del Estado sobre el que se funda ese régimen. “Sea lo que fuere, despotismo o república, no dividirse”, con ello los moderados “tuvieron éxito en desviar la atención del fruto a la cáscara”, según Gramsci.
Mazzini era anti-francés, por lo que rechaza en buena medida la política que emana de Francia. Encuentra política para el campo en las comunas, en las históricas luchas entre la burguesía y la aristocracia.
Según Gramsci, Cavour sería a la revolución pasiva|guerra de posiciones, lo que Mazzini a la iniciativa popular|guerra de maniobras. Y se pregunta si no serían ambos indispensables. Parece responder que no, pues ambos se diferencian por la conciencia del otro. Si Mazzini (que era un iluminado realista) fuera más consciente de su misión, entonces la Italia moderna se habría fundado sobre bases menos atrasadas.
Además, después del 48 Mazzini no hizo autocrítica, los moderados sí. También hay que sumar los odios personales hacia y de Mazzini, que le impidieron desarrollar una correcta política unitaria con Garibaldi, por ejemplo.
Respecto de Garibaldi, hemos visto que el Partido de Acción no se apoyaba en ninguna clase histórica determinada y que fue guiado por los moderados. Señala Gramsci que Víctor Emanuel tenía razón cuando sostenía que “tenía en el bolsillo a Garibaldi”.
Respecto de Giuseppe Ferrari, Gramsci lo califica como miembro de la posteridad, afrancesado. Su agudeza fue obstáculo. Era el especialista en cuestión agraria del Partido de Acción. Pero Ferrari: no pudo traducir las condiciones de Francia a Italia. Su agudeza generaba confusión en las masas, lo cual generaba una secta. Además, para Ferrari la revolución debía ser ordenada, asociada al parlamento.
Finalmente, Carlo Pisacane, quien para Gramsci fue el único miembro del Partido de Acción que asoció las políticas democráticas a la creación de un ejército nacional, siguiendo el ejemplo de Maquiavelo respecto de la creación de ejércitos campesinos para combatir contra ejércitos mercenarios. Esto se debió a los estudios militares que Pisacane obtuvo en Nápoles, cuando estuvo bajo el control de Napoleón.