Hace una semana lanzaron una granada de mano a un centro de refugiados con 170 personas dentro. Días después, las cúpulas del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) exigen la orden de disparar a los refugiados en la frontera alemana.
Viernes 5 de febrero de 2016
Foto: EFE/Patrick Seeger
El 2015 hubo más de 1.000 ataques a refugiados y sus centros de acogida. En la noche al 29 de enero se produjo un nuevo hito del terrorismo de derecha. En Villingen-Schwenningen, una pequeña ciudad en el suroeste de Alemania, desconocidos tiraron una granada de mano explosiva a un centro de refugiados con 170 personas. Por suerte no explotó y no hirió a nadie. Pero el objetivo de los fascistas era claro: matar a los refugiados y al personal de seguridad. Un atentado terrorista con motivos racistas.
Este episodio deja en claro el peligro real de un movimiento derechista militante – hacia los refugiados, pero también hacia otros grupos oprimidos y la izquierda-. El atentado con una granada de mano significó un salto en calidad de la violencia racista y se produce en un momento político de masiva polarización hacia la derecha de las capas medias.
Centros de refugiados en llamas y movilizaciones racistas violentas son parte de la cotidianidad en Alemania. Aprovechando – y aumentando – este clima social, el partido xenófobo y nacionalista Alternativa por Alemania (AfD) se estableció como brazo político de este movimiento. En una nueva encuesta llega a tener un 12% de intención de votos, y logra consolidar su lugar como tercera fuerza política.
Y es justamente la dirigencia de este partido la que marcó el debate político de la última semana, demostrando que no hay límites entre el AfD y las bandas nazis. Su presidenta, Frauke Petry, exigió el uso de armas de fuego en la frontera para impedir la entrada de los refugiados. Estas declaraciones siguieron los dichos del dirigente regional de Renania del Norte-Westfalia Marcus Pretzell, quien ya había demandado lo mismo en noviembre del año pasado. La dirigente regional de Berlín del mismo partido, la ultra Beatrix von Storch, apoyó estas demandas y los superó diciendo que apoyaría el uso de armas de fuego contra niños y mujeres.
Junto con la llamada que hizo este partido a “luchar contra la izquierda” la semana antepasada, estos dichos muestran claramente las intenciones de la dirección del AfD. Políticamente están asumiendo posiciones más clásicamente fascistas, de fronteras militarizadas y la lucha contra las organizaciones políticas y sociales del movimiento obrero. Socialmente este giro se basa en sectores atemorizados de las capas medias que no solo apoyan pasivamente estas posiciones, sino que las llevan a cabo activamente – en la violencia física hacia los refugiados y la izquierda, en atentados a centros de refugiados y manifestaciones racistas.
A la luz de estos acontecimientos, el ministro de economía y vicecanciller Sigmar Gabriel (SPD) demandó un mayor control sobre el AfD y su exclusión de debates televisivos: “Para mi el AfD no pertenece a la televisión, sino al informe del Verfassungsschutz [servicio de inteligencia interior].” Sin embargo, esta repentina preocupación es hipócrita. Fue el gobierno el que cedió ante la demagogia xenófoba con el endurecimiento de las leyes de asilo y la introducción del control fronterizo. Fue Gabriel mismo quien suscitó el temor en las capas medias con dichos como “El barco está lleno”, o la exigencia de que los refugiados e inmigrantes criminales fueran condenados a ir a la cárcel en sus países, aumentando así el clima reaccionario. Además, Gabriel propone poner el AfD bajo control del Verfassungsschutz, una institución del régimen que no ha servido más que para cubrir y apoyar al terrorismo de derecha en la última década y que actualmente ni siquiera reconoce a PEGIDA como de extrema derecha.
No pasa ni una semana sin nuevos ataques a centros de refugiados, ni una semana sin nuevos planes para endurecer las leyes de asilo. Solo la juventud combativa en alianza con todos los oprimidos y con la fuerza de los trabajadores y sus organizaciones pueden terminar con este clima reaccionario. Para esto es necesaria la más amplia movilización contra el racismo y la guerra, contra las intervenciones militares y las deportaciones, por todos los derechos democráticos y sociales de los refugiados y la apertura de las fronteras, y contra la violencia derechista. La izquierda anticapitalista tiene la tarea de organizar ya junto con la juventud antiracista y los trabajadores combativos la autodefensa y exigir a los sindicatos que organicen la defensa de refugiados y la izquierda desde las empresas y lugares de trabajo.