Cuando se cumplen 54 años de la Guerra de los 6 días, al término de la cual Israel anexó Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Oriental, la Península del Sinaí (que años después devolverá a Egipto) y los Altos del Golán (de Siria), el mundo acababa de asistir a una nueva y brutal ofensiva israelí contra el pueblo palestino.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Miércoles 9 de junio de 2021
Del 5 al 10 de junio de 1967 Israel inicia su “guerra preventiva” contra la coalición árabe conformada por Egipto, Siria, Jordania e Irak. Esa guerra fue un punto de inflexión para el conflicto entre el Estado sionista de Israel y el pueblo palestino.
Las Naciones Unidas habían apostado a su ejército en esa región luego del tratado de armisticio firmado en 1956 como resultado de la guerra del Canal de Suez que el Estado de Israel inició, junto a Gran Bretaña y Francia, invadiendo Egipto, como respuesta a la nacionalización de ese estratégico paso. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) había apostado tropas especiales en la Península del Sinaí (territorio egipcio) interponiéndose entre el Estado de Israel y Egipto.
El régimen egipcio, con el general nacionalista Gamal Abdel Nasser en su dirección, a mediados de mayo del ´67, le exige a la ONU que retire sus tropas de la península.
En los últimos días de mayo de 1967 Nasser movilizó a sus tropas hacia la frontera y luego bloqueó el estrecho de Tirán (que debe su nombre a la isla de Tirán mediante la cual se controla el acceso a los puertos de Ilat, en Israel, y Aqaba, en Jordania).
Ya el 30 de mayo de ese año, el rey Hussein de Jordania, ante la gran simpatía de las masas jordanas hacia la lucha del pueblo palestino, abandona su tradicional posición de alianza con los países imperialistas y se une a la coalición Egipcia-Siria.
El 4 de junio es Irak el que también se suma a dicha coalición. Las fuerzas de los ejércitos árabes eran muy superiores en número a las del Estado de Israel: Egipto había desplegado 240.000 soldados en la frontera, a los que se sumaron más de 300.000 entre sirios, jordanos e irakíes; 957 aviones y una división de tanques con 2.500 unidades. Los servicios secretos sionistas infiltrados en Egipto, proporcionaron la ubicación exacta de esas fuerzas. Esa información fue clave para que iniciara su “guerra preventiva”, con Isaac Rabin como jefe del Estado Mayor de sus fuerzas armadas (Tzahal).
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Pero también los servicios secretos israelíes informaron acerca de que el general Nasser dejó la madrugada de ese 5 de junio todos los aviones sin camuflaje, dejó sin defensa adecuada el estrecho de Tirán, ni siquiera apostó ametralladoras en la costa. Lo cual daba la pauta de que la movilización de todas esas tropas no tenía el objetivo serio de un ataque, sobre todo luego de que la por entonces burocracia estalinista que dirigía la ex Unión Soviética, por medio de su embajador en Egipto, le comunicó a Gamal Nasser la advertencia de que su país no iba a permitir que la coalición árabe abriera fuego contra el Estado de Israel.
Así es como, hace 54 años, Israel daba inicio a un feroz y relámpago ataque que duró tan solo 6 días y dejó entre los árabes 23.000 muertos, 45.000 heridos, 6.000 prisioneros y más de 400 aviones derribados. Mientras que las bajas israelíes fueron de poco menos de 800 soldados, 2.500 heridos, 15 prisioneros y 46 aviones sacados de circulación. Con el resultado de haber anexado, luego de esa semana, Cisjordania; la Franja de Gaza; Jerusalén oriental; los Altos del Golán y la península del Sinaí. Fueron territorios ocupados bajo el proyecto de “Hogar nacional judío”, que representa el Estado de Israel.
Es por eso que ese día se recuerda en el mundo árabe como “Naksa”, el retroceso. Fue esta guerra, como punto de inflexión, junto a la alianza estratégica con Estados Unidos lo que le dio al Estado de Israel –y continúa otorgándole–, un alto poder de fuego en la región.
La dirigencia israelí, por ese poderío militar (y el robo de territorio) recordando esa guerra, se refiere a ella como “una de las mayores victorias en la historia de Israel”.
Los territorios ocupados como producto de la guerra de los 6 días
En 1982 el Estado de Israel devuelve la península del Sinaí a Egipto, producto de las negociaciones selladas en el acuerdo de Camp David en 1979 entre Aswar El Sadat (presidente egipcio) y Menachen Begin (primer ministro israelí), a instancias del gobierno norteamericano de Jimmy Carter.
La firma de este acuerdo (donde Egipto se convierte en el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel) en realidad no hizo más que favorecer a Israel.
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A cambio de devolver el Sinaí -territorio que no le pertenecía- Egipto solo podría dejar un número limitado de fuerzas militares en la región, a pesar de que la letra del acuerdo hablaba de una plena soberanía. Además dejaba establecido que el canal de Suez sería zona franca para el paso de embarcaciones israelíes o las que tuvieran a ese país como destino.
Con respecto a los Altos del Golán, esa meseta ubicada en las fronteras entre Israel, el Líbano, Jordania y Siria, 6 años después de la Guerra, en 1973, el Estado de Israel devuelve a Siria solo el 5% del territorio (tan solo 90 km, del total de 1800 que abarcan los Altos). Hoy día permanece ocupada por el Estado judío en un 60%, el resto está bajo vigilancia de lo que lleva el elocuente y cínico nombre de Fuerzas de las Naciones Unidas de Observación de la Separación (UNDOF, por sus siglas en inglés).
Recién en 2005 el ejército de ocupación israelí se retira de la Franja de Gaza (que hace menos de un mes fue bombardeada sistemáticamente por el Estado sionista de Israel causando centenares de muertos, miles de heridos y daños incalculables en su infraestructura) gobernada desde 2006 por Hamas. Allí viven 2 millones de palestinos en un territorio de 365 km2. Ese pequeño territorio palestino (similar por su extensión a dos partidos de Moreno, una localidad de la región metropolitana de Buenos Aires, que para darnos una idea sumando dos veces su población alcanza a menos de 1 millón de personas) es sometido por Israel a un control de los cielos, el acceso al mar y cierres terrestres. De ahí su denominación de la mayor cárcel a cielo abierto.
En Cisjordania, que antes de la guerra estaba bajo control jordano, actualmente viven 3 millones de palestinos y al rededor de 500 mil colonos judíos, en 262 asentamientos (de los cuales el mismo Israel reconoce como ilegales unos 135, aunque también reciben financiamiento del régimen sionista).
Israel a partir de los acuerdos de Oslo (1994) proclamó que "en aras de la paz" devolvía ese territorio. Lo cierto es que a partir de esos acuerdos -otra vez con el imperialismo norteamericano como mentor- (firmados entre Yasser Arafat, Isaac Rabin y Bill Clinton), se estableció una partición en zonas A, B y C.
La zona A tiene el control administrativo y de la Policía interna de la Autoridad Palestina (un 18% del territorio); la zona B está controlada militarmente por Israel y el gobierno de Abbas solo tiene el control administrativo (21% de las tierras) y la zona C está totalmente controlada por el Estado de Israel (60%). Solamente esta división territorial da cuenta de que esos acuerdos no aportaron ninguna solución para los palestinos, la segunda intifada fue la respuesta de ese pueblo oprimido.
Jerusalén Oriental (Jerusalén Este), desde que fue ocupada en 1967 continúa bajo dominio israelí, anexándola en 1980. Actualmente más de 200 mil colonos viven ahí. Ni siquiera la ONU le reconoce a Israel soberanía sobre estas partes de la ciudad (que abarcan también la parte norte y sur y comprende unos 70 km2) que antes del ´67 era parte del territorio de Cisjordania y comprende a más de una veintena de poblados o barrios árabes. Uno de los más conocidos es Sheik Jarrah símbolo de la resistencia de los palestinos que lucha contra los desalojos forzosos.
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Como vemos, la Guerra de los 6 días significó un verdadero punto de inflexión para el conflicto árabe palestino, donde las potencias imperialistas con EEUU a la cabeza apoyaron tanto política como militarmente al Estado Nacional Judío de Israel -tal su denominación a partir del 2018, por ley israelí-, cuya marca de nacimiento fue la ocupación y anexión de territorios en base a asesinatos, robo de propiedades, expulsiones de población. Así fue avanzando el llamado ejército de “defensa” sionista.
Por eso, el planteo de tan solo volver a las fronteras del 67 es engañoso y no puede más que redundar en la continuación del perjuicio para los palestinos, teniendo en cuenta que las fronteras de Israel desde 1948 a la actualidad, fueron creadas mediante resolución de las Naciones Unidas, con el acuerdo de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial: Gran Bretaña (quien fue el imperialismo ocupante hasta que el Estado de Israel tomó posesión) y EEUU que vio una excelente oportunidad de tener allí a un socio que garantizara la hegemonía militar en Medio Oriente.
Una Palestina libre, en su territorio histórico desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo es una aspiración legítima de ese pueblo oprimido y expropiado de sus tierras.
Pero para que puedan convivir en paz árabes y judíos (cualquiera sea su religión o sin ella) en un Estado único y democrático, las condiciones materiales que sostienen al Estado de Israel, que van de la mano de la reacción imperialista, tendrán que terminar, sobre la base de una Palestina obrera y socialista como parte de una federación socialista en Medio Oriente.