El senador centroizquierdista Gustavo Petro publicó un video este miércoles en el que rechaza la "violencia y los bloqueos" en las manifestaciones, responsabilizando a los jóvenes de la primera línea por la represión. Se acopla de esta manera al discurso estigmatizador de Duque.
Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1
Miércoles 9 de junio de 2021 15:42
El senador centroizquierdista Gustavo Petro es el candidato favorito para enfrentar al uribismo hacia las elecciones presidenciales de 2022 en Colombia. Su opinión no es menor y tiene una importante implicancia sobre la rebelión que tiene lugar en el país contra el Gobierno de Iván Duque.
Hasta ahora se había limitado a señalar que el paro nacional debería haber terminado el día que Duque retrocedió con la reforma tributaria y había llamado a los jóvenes a que se integren a la mesa de diálogo con el Gobierno. Ambas propuestas iban a favor de intentar "calmar las aguas" y sembrar expectativas en que la clave no era la lucha en las calles sino esperar a las elecciones del año entrante.
Sin embargo, este miércoles Petro fue mucho más allá y se acopló por completo al discurso de Duque que busca criminalizar a los manifestantes, en su mayoría jóvenes, que mantienen la medida más efectiva de paralización que han encontrado, como es el caso de los bloqueos.
"No comparto la violencia, el disturbio ni el bloqueo en las manifestaciones de protesta contra el Gobierno de Duque", sostuvo Petro.
Esta es mi tercera alocución a la Nación Colombiana.
En los momentos de la más grande movilización social de nuestra historia reciente, les solicito reproducir este mensaje entre sus amigos y amigas. pic.twitter.com/6bZNPkCInR
— Gustavo Petro (@petrogustavo) June 9, 2021
Para intentar justificar su rechazo a los cortes de carreteras, Petro dijo que los bloqueos generan condiciones para el "asesinato sistemático de decenas de jóvenes". Es decir, una forma de dar a entender que los jóvenes de la primera línea que defienden los piquetes serían responsables no solo de la brutal represión estatal y paraestatal, sino de su propia muerte a manos de la Policía.
Para afirmarlo, señala que los bloqueos "se han convertido en una verdadera trampa para la juventud que se aferra a defender el territorio donde viven, su pobreza, donde están sus familias, sus amores, sus sueños extinguidos. Ese afán de defensa del terruño, que los hace no retroceder, los expone de frente contra una maquinaria de muerte que el mismo gobierno preparó con los dineros que debían ser invertidos en luchar contra la pandemia".
Aunque más adelante es su alocución Petro cuestione la brutalidad de la represión del Gobierno, su mensaje se alinea claramente con la voluntad del presidente de aislar y reprimir a quienes siguen resistiendo.
Desde hace semanas el Gobierno de Duque ha montado un operativo que tiene un doble objetivo: por un lado hacer un llamado a una mesa de diálogo para llevar las protestas a la vía muerta de una negociación interminable y por otro estigmatizar a los sectores que sigan en la calle calificándolos de "vándalos" y "terroristas", para generar un consenso que le permita reprimirlos, asesinarlos y hasta desaparecerlos, buscando sembrar miedo entre aquellos que quieran seguir peleando.
El primer objetivo lo logró casi de inmediato. Las centrales sindicales que forman parte del Comité Nacional de Paro (CNP) fueron de los primeros en sentarse con el Gobierno a pesar de que la sangre de los asesinados en las calles aún estaba allí. También aceptaron sentarse o apoyaron el proceso, todas las fuerzas políticas. En el caso de Petro decidió "preservar" su imagen diciendo que él no iba a participar pero que llamaba al CNP y a las organizaciones juveniles a que sí lo hagan.
Esta mesa de diálogo, al igual que la que se armó durante las movilizaciones de fines de 2019, le sirvió al Gobierno para llevar las demandas de los manifestantes a un callejón sin salida. Tan es así, que pasado casi un mes del inicio de las mismas el Gobierno no solo no cedió nada sino ganó el compromiso de distintos sectores sindicales y políticos, incluyendo el mismo Petro, para que cuestionen a los manifestantes que mantienen los bloqueos en distintos puntos del país.
Si bien el Comité Nacional de Paro reconoce que las negociaciones no han dado frutos, y que Gobierno retrocedió con una serie de preacuerdos que había comprometido a fin de abril, al punto que el CNP decidió suspender el diálogo pero no romperlo, el hecho de que se haya sentado a negociar tuvo efectos nefastos en las movilizaciones.
Tras las primeras jornadas de paro que efectivamente lograron el retroceso de Duque con la reforma tributaria, el CNP se replegó y solo llamó a una jornada paro por semana (cada miércoles), que en los hechos ni siquiera se trataba de una paralización real de la producción, sino de marchas en las principales ciudades. Estas jornadas no eran ni organizadas, ni preparadas, ni votadas en los lugares de trabajo, estudio o en los barrios, haciendo que tengan aún menos fuerza y que queden circunscriptas a acciones aisladas.
Ante la falta de esa paralización real surgió un nuevo método de lucha que se fue imponiendo con el correr de las semanas. El corte de ruta y el bloqueo fue la herramienta que encontraron los miles de jóvenes que en todo el país viven una existencia precaria, con trabajos de subsistencia o directamente sin empleo ni posibilidades de estudiar. El corte de ruta se convirtió en la forma más contundente de visibilizar su lucha, y también sus demandas.
De esta forma, ante el repliegue del Comité Nacional de Paro, la única paralización en el país fue y es la garantizada por los piquetes impidiendo el transporte de mercaderías, siendo uno de los casos más emblemáticos la escases que llegó a sufrir el puerto de Buenaventura que representa alrededor de la mitad del comercio colombiano.
Es por esto que Duque mantuvo desde el primer día una actitud de enfrentamiento directo hacia los bloqueos, estigmatizando a los manifestantes que formaban parte de ellos, y escalando el nivel de represión, con Cali como uno de sus epicentros, combinando el uso del Ejército junto a la Policía y la aparición cada vez más habitual de paramilitares, sicarios y "civiles", disparando junto a las fuerzas represivas.
Es en este marco que las declaraciones de Petro no hacen más que fortalecer el relato del Gobierno para enfrentar a quienes se "manifiestan en forma pacífica" o forman parte de la negociación y los "vándalos y terroristas" que salen de noche o mantienen distintos puntos de bloqueo en todo el país.
De una u otra manera, todas las fuerzas políticas del régimen junto a las principales direcciones sindicales han venido buscando evitar que la rebelión que inició hace más de un mes se salga de curso y termine por tirar a Duque y sus políticas. La mesa de diálogo tiene el objetivo de desviar la protesta y aislar al sector más combativo. En esta tarea Petro, que siembra ilusiones en que hay esperar a las elecciones de 2022, se acaba de acoplar al discurso de Duque no solo abandonando a los que están en las calles, sino responsabilizándolos en los hechos por la espiral de violencia estatal que crece día a día.
Juan Andrés Gallardo
Editor de la sección internacional de La Izquierda Diario