Recuerdos en su propia voz de la relación que la fundadora de Madres de Plaza de Mayo tuvo con la cultura rock.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Sábado 26 de noviembre de 2022 00:00
Noviembre, pero de 2019. Cerca de cumplir 91 años, Hebe de Bonafini recuerda con memoria melómana todos los vínculos de Madres de Plaza de Mayo con la cultura rock. León Gieco a la cabeza, Sting como el primer adelantado, la relación con Charly García y el acercamiento del Indio Solari: numerosos mojones van marcado un camino compartido.
La dinámica se aceleró recién en los 90s: rock y derechos humanos, dos relatos marginados de la hegemonía narrativa de la década, encuentran más puntos en común de los imaginados y todo se corona con un festival por los 20 años de las Madres a dos noches en el estadio de Ferro.
Pero por fuera de todas esas relaciones sabidas y contadas, afloraron en aquella charla otras que no eran tan conocidas. Por empezar, reconoció que su artista favorito siempre fue Sandro (por cierto, uno de los pioneros del rock más primigenio de Argentina). De hecho, en uno de los shows a los que Hebe asistió, el Gitano la invitó a los camarines muy respetuosamente y sin que ella lo pidiera para hacerle unos regalos.
Sin embargo, el dato que más sorprendió en aquella charla llegó al final de la hora de conversación: el primer disco que escuchó para “saber por qué a mis hijos les gustaba tanto el rock” fue... Ácido Argentino, de Hermética.
Era tal la polenta de que tenían su memoria y su anecdotario que el año siguiente la invitamos al seminario de “Cultura rock y política en Argentina” que dictamos en la carrera de Comunicación de la UBA. La fecha estaba pautada para el 24 de marzo de 2020 en el aula 300 de la Facultad de Ciencias Sociales, pero la cuarentena decretada cuatro días antes obligó a postergarlo.
Avanzadas las restricciones sociales, pero aprovechando las plataformas sobre las que tuvo que desarrollarse el ciclo lectivo de todos los niveles educativos del país, le propusimos llevar adelante el encuentro con los alumnos de manera virtual.
Así, Hebe profundizó la historia a través de la cual llegó al disco más emblemático de Hermética: “A mí me intrigaba mucho por qué a los jóvenes les gustaba tanto el rock y yo no entendía nada. Mi hijo tenía una bandita de rock, pero lo que cantaba él era muy sencillo, entonces para mí eso era el rock. Pink Floyd también me resultaba sencillo. Pero cuando veía que había otras cosas, que no podía escuchar bien la letra, decía: ‘Cómo a los chicos les gusta tanto? ¿Qué les dice?’”.
“Entonces tenía un amigo que se llama Jáuregui, un chico que siempre venía mucho a casa. Y le digo: ‘Che, ¿vos no tenés algún disco de rock que no sea Pink Floyd? Dame uno que yo pueda ver si puedo entender’. Y me trajo Hermética. ¡Entendía menos! Imaginate Hermética lo que era. ‘Ay, pibe, esto no lo puedo entender’”, recordó sonriente.
“Y empezaron a explicarme los pibes, que ya estaban todos interesados de que yo entendiera. Así fui entendiendo qué es lo que les gustaba: era la rebeldía, salirse del sistema, entonces eso era lo que ellos estaban mamando”.
Luego Hebe agregó un dato que pocos conocían: la conexión con Luca Prodan, dinamizado seguramente cuando el cantante de Sumo se mudó a la que sería su última casa, en Alsina casi Defensa, a menos de una cuadra y media de Plaza de Mayo. “Son personajes que no olvidamos las Madres. Había un acercamiento muy grande, no porque las Madres nos hiciéramos rockeras, sino porque como que tomamos una actitud un poco más juvenil con ellos, ¿no? De comprender todo lo que hacían, su historia, sus libertades para su vida misma, que era por lo que luchaban nuestros hijos: por la libertad personal de cada uno, que ellos la ponían después en el rock”.
Con La Renga, en cambio, el vínculo es más evidente: la banda de Mataderos participó de varios eventos de Madres de Plaza de Mayo, entre ellos el festival por los 30 años en el estadio de Ferro, del cual fueron el número final. En ese sentido, Hebe reconoció que fue la primera banda que tocó para ellas, y además recordó la vez que hicieron una actividad en La Plata en la que la convocatoria superó ampliamente las previsiones y generó algún que otro susto. Ante ese escenario, Hebe tomó una decisión que canalizó la efervescencia popular en una postal inolvidable: se metió entre medio de los pibes que bailaban y saltaban para participar por primera vez en su vida de un pogo.