En pocas horas el conjunto de la información periodística se estructurará alrededor del contenido y las formas que adopte el último discurso de CFK. Una nueva (sobre) dosis de relato está asegurada. Los anuncios, que según diversos analistas se centrarán en los aspectos económicos que ayuden a la batalla electoral, intentarán ser la señal de largada de los últimos meses del ciclo kirchnerista. Esbocemos entonces unas líneas de repaso de las ideas que se dejan traslucir en los editoriales de este domingo.
Domingo 1ro de marzo de 2015 10:32
¿Hacia la Rafecasmanía?
Si la oposición mediática y el “partido judicial” quisieron elevar a Nisman al panteón de los héroes nacionales (“dio la vida por la casa AMIA” se escuchó en el 18F) el fallo del juez Rafecas, que desestima la denuncia del fiscal Pollicita, juega un papel similar pero en el campo del kirchnerismo.
Este domingo el diario Pagina12 le dedica un suplemento especial de 16 páginas al fallo del Juez. Con un arrebatado entusiasmo, Horacio Verbitsky afirma que “Nunca es demasiado tarde para que los gobernantes aprendan que un juez serio y decente como Rafecas es algo que no tiene precio” y Martín Granovsky nos recuerda que “Rafecas es uno de los jueces que mantuvo distancia tanto respecto de la servilleta tradicional y sus reencarnaciones como de la rosca de cajas y operaciones motorizada por la Secretaría de Inteligencia”.
La oposición tiene sus Moldes y Bonadios, el gobierno sus Gils Carbó y sus Oyarbides. En el “centro”, jugando a la imparcialidad, está Rafecas. Pero todos constituyen parte de la casta judicial que mantuvo su poder incólume durante la década kirchnerista. Una casta que tiene enormes privilegios materiales y vínculos aceitados con el mundo del espionaje y las fuerzas represivas. Como lo admite el mismo Granovsky la rosca entre espías y jueces “funcionó a pleno en estos años, por lo menos hasta el descabezamiento de la Secretaría de Inteligencia y sobre todo hasta el desplazamiento de su número dos, Francisco Larcher, y del director operativo Antonio Stiuso”. Le recordamos al lector que esto ocurrió hace apenas 3 meses.
Nisman vs Nisman
El fallo Rafecas golpea sobre la línea de flotación de la acusación de Nisman, que había sido avalada por el fiscal Pollicita pocos días antes del 18F. Esa resolución fungió como motor para la movilización de aquel lluvioso día.
Pero los argumentos de la acusación del fallecido fiscal estaban flojos de papeles desde el primer día. El “carpetazo” de Nisman fue autodestruido. En una caja fuerte del fallecido fiscal se encontraron dos copias de un expediente diametralmente opuesto al que lo llevo a su reciente y trágica fama. Los párrafos que trascribe Rafecas (desde la página 57 a la 62) parecen propias de un militante K que sonrojaría a más de un miembro de Justicia Legítima. Ese expediente fue firmado en los últimos días del 2014 y sus fojas rubricadas en enero de 2015 cuando Nisman ya estaba en Europa. En menos de 12 días y de vacaciones, el giro fue total y un nuevo expediente estaba listo. Se fortalece la hipótesis de que el fiscal era cómplice de una mera operación política y a la vez, víctima de otro “carpetazo” de su socio Stiuso que llamativamente no atendió ni devolvió sus llamadas.
Es por eso que hasta el vocero de Clarín, Eduardo Van der Kooy tiene que afirmar que el fallo de Rafecas “demolió la denuncia de Nisman”. No es para menos, y la verdad es que Nisman ayudo mucho.
El título de su columna dominical es una especie de “confesión de partes”: La denuncia pasa pero la muerte queda. Lo esencial son los costos políticos para el kirchnerismo y sus sucesores.
La carta de la oposición mediática patronal en este affaire pasó, pasa y seguirá pasando, por ensuciar la escena política con las sospechas alrededor de la muerte de Nisman. Aunque aún no se puede confirmar el suicidio las pruebas que apuntan a un asesinato son infinitamente menores. Saben que para amplios sectores de la sociedad, el gobierno “es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Ya dijimos en esta columna hace 15 días que, ante la debilidad de sus hipótesis, los editorialistas de oposición recurrían a las “teorías” de los sicarios iraníes o del “comando cubano-venezolano-iraní”. Hoy Horacio Verbitsky retoma esa crítica contra los editorialistas de Clarín y La Nación.
Con olor a naftalina
Leer a Morales Solá se vuelve una suerte de “Día de la Marmota” periodístico. Una vez más el “golpismo” y las denuncias por corrupción. El cut-paste se hace con las editoriales propias de meses atrás. Ahora el columnista de La Nación afirma que “La denuncia de Nisman tomó un giro inesperado, es cierto, justo cuando los peritos de la familia están a punto de dictaminar que el fiscal no se suicidó, sino que fue asesinado”.
Así, los peritos de la jueza Arroyo Salgado son parte del salvavidas ante el hundimiento de la acusación de Nisman. Pero el mismo Morales Solá admite que “la causa más preocupante es, en cambio, la del Juez Bonadio por el lavado de dinero que pertenece a la fortuna de los Kirchner”. Ésta tiene efectivamente un costo judicial. La primera, solo costo político. La oposición da la vida por el desgaste del gobierno. En función de eso, todo se permite.
La delirante y semividelista columna de Jorge Fernández Díaz no merece ni siquiera nuestro comentario. Quien tenga estómago puede someterse a su lectura.
¿Normalización?
Horacio Verbitsky destina parte de su editorial a intentar mostrar una suerte de “normalización de la vida política”. En su nota central, señala que “La resolución del juez Rafecas comienza a poner en orden la escena que en los últimos cuarenta y cinco días se trastocó en forma brutal”. Una operación desarrollada desde el 14 de enero cuando se buscó “inculpar por la muerte del fiscal al gobierno que asumió las consignas del movimiento por los derechos humanos y reclamarle justicia contra la impunidad, incluso con la movilización en las calles”.
Pero la crisis abierta por la muerte de Nisman es una crisis del Estado y sus organismos centrales. Las modificaciones legales que implica la creación de la AFI están lejos de prometer un camino de rosas hasta octubre. En una entrevista publicada en Pagina12, Oscar Parrilli, el nuevo jefe de la inteligencia argentina afirma que “Todavía tenemos servicios de Inteligencia ligados, en algunos casos, a funcionarios y hasta a elementos que vienen de los servicios militares; y por otro lado, un sector de Inteligencia con una autonomía propia que extorsiona a dirigentes, a sindicalistas, a periodistas, a empresarios, con objetivos políticos propios o realiza para beneficio propio acciones delictivas. Para eso, utilizaban y utilizan todo el poder que significa tener el manejo de Inteligencia”.
En otro tramo de la entrevista hace referencia a la relación con el conjunto de los partidos capitalistas y dice: “Creo que hay un sector de la política argentina, sin distinciones partidarias, radicales, peronistas, del PRO, del socialismo, que está de acuerdo con nosotros en llevar adelante estas tareas y, sin dudas, hay otros que están negociando o conspirando con estos servicios, precisamente para sostener la mala política, para continuar con estas relaciones promiscuas.”
Y para no olvidarse de la justicia, menciona que “Ha habido siempre una relación promiscua entre los servicios de Inteligencia y el Poder Judicial. Funcionarios, jueces, fiscales, que en definitiva ha dado lugar a que se llevaran a cabo operaciones que las autoridades políticas de los servicios ni estaban enteradas”.
¿Ante semejante autoincriminación, no le cabe a Parrilli una denuncia por encubrimiento? El cinismo del “proyecto” parece no tener límites.
#24M: romper la polarización capitalista junto a los trabajadores, las mujeres y la juventud
El ensayo de autodefensa de Parrilli no solamente es falaz, sino que no lo exime de las responsabilidades que implican estas declaraciones. Es mentira que “llegaron tarde”. La verdad es que utilizaron y utilizan los servicios de inteligencia como parte constitutiva de un Estado capitalista que, junto al aparato judicial, están al servicio de los intereses patronales, el imperialismo, y también de las propias guerras intestinas de los bloques de poder real.
Los cambios recientes en el Gabinete están lejos de ser lo que opositores y oficialistas sostienen. H-Aníbal, más que currículum, tiene prontuario. Un verdadero mercenario de cualquier causa antipopular y encubridor de dos verdaderos crímenes políticos de los años recientes: el asesinato de Maxi y Darío y la desaparición de Jorge Julio López. Pero además, es representante del sciolismo dentro del gabinete K, al igual que el camporista “Wado” de Pedro, signado como un gran aliado del motonauta. Lejos de la camporización que se asegura desde “el relato” y de la radicalización con que busca atemorizar “la opo”, el gobierno acelera su transición hacia un mayor pejotismo y derechización.
El 18F, la oposición política y mediática se escondió bajo los paraguas y los jueces logrando una demostración de fuerza menguada pero importante. Lo propio hará en estas horas el kirchnerismo con una cuota de militancia y otra cuota importante del aparato del PJ.
Romper esta trampa de la polarización que solo busca encubrir y emparchar la descomposición estatal es un desafío inmediato. El PTS, como parte de la izquierda, resistió durante más de una década las tentaciones oficialistas y opositoras a la vez que denunció y enfrentó la represión, judicialización y ataques mediáticos de todo tipo. Uno de los productos de esas batallas, el Frente de Izquierda, viene conquistando una consolidación electoral y un protagonismo creciente en las luchas de los trabajadores y la juventud. Dialogar con las decenas de miles que ven con estupor el verdadero rostro del kirchnerismo debe expresarse en una gran movilización el próximo 24 de marzo donde se reclame de manera independiente, acabar con la impunidad de ayer y de hoy.
Marchar ese día, como se señala aquí, “para homenajear a los desaparecidos y exigir cárcel común y efectiva a todos los genocidas. Reclamamos que Milani sea juzgado de inmediato, que se abran los archivos de la dictadura y de inteligencia producidos durante los gobiernos constitucionales.
También peleamos contra la Ley Antiterrorista para desentramar el encubrimiento de la justicia y el estado en la causa AMIA, peleamos por la conformación de una comisión investigadora independiente. Sostenemos también que los jueces deben ser electos por el voto popular, revocables y que ganen lo mismo que una maestra, única manera de empezar a liquidar la casta feudal que impera en el poder judicial.
Vamos a exigir el cese de la criminalización y el cierre de todas las causas penales contra los que luchan, así como expresar el apoyo a las luchas en curso como la de los obreros de Lear que siguen despedidos”.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.