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Red Internacional
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Historia. La prensa en la guerra de Malvinas: una operación mediática a favor de la Junta Militar

Un análisis del rol fundamental y estratégico que jugaron los grandes medios de comunicación en los planes militares.

Celeste Vazquez

Celeste Vazquez @celvazquez1

Sábado 31 de marzo de 2018

“Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Si es necesario este pueblo, que yo trato de interpretar, está dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado del territorio argentino”, dijo Leopoldo Fortunato Galtieri desde el balcón en la Casa Rosada.

Era el 2 de abril de 1982 y con estas palabras, Galtieri transmitía la decisión de la Junta Militar de declarar la guerra a Gran Bretaña por las islas Malvinas. Su justificación: “interpretar” el sentir del pueblo.

Junto a la guerra, se ponía en pie también un poderoso mecanismo de propaganda, ejercido desde grandes medios de comunicación de masas, que ayudó a construir la visión triunfalista que el Gobierno militar quería transmitir. Estos medios sí que supieron “interpretar” los deseos de los militares en el poder.

Durante los 74 días que duró la guerra (del 2 de abril al 14 de junio), casi la totalidad de los grandes medios de comunicación (con algunas excepciones como Buenos Aires Herald) se abocaron a esta tarea. Montándose sobre un sentimiento y una reivindicación justa, incluso de las acciones de solidaridad del pueblo argentino con los soldados, fueron una verdadera correa de transmisión del gobierno de facto.

Los medios jugaron un rol fundamental y estratégico en los planes militares. La dictadura venía muy golpeada con fuertes cuestionamientos por parte de los trabajadores y la población en general. En ese contexto, la aventura militar de Malvinas fue concebida por las Fuerzas Armadas como un último intento de salvaguardarse y alargar su poder. Así como los medios fueron de gran ayuda en la campaña de propaganda para instalar la necesidad del golpe y legitimar la posterior dictadura, también en su agonía fueron de gran ayuda, avalando el emprendimiento guerrerista.

De este mecanismo de propaganda fueron parte medios estatales como Argentina Televisora Estatal (ATC) y Télam, y también medios privados, incluso aquellos que no se especializaban en política, como las revistas Gente y Somos. Y por supuesto, diarios más tradicionales como Clarín y La Nación. Seguramente haya quedado en la memoria visual de muchos de nosotros imperdibles “joyitas” como la tapa de la revista Gente que decía “Vamos ganando”, cuando no era así.

Como sucedió a lo largo de toda la dictadura cívico-militar, desde el Estado hubo censura y un fuerte control sobre los medios de comunicación, sus elaboraciones informativas, y por supuesto sus trabajadores. Las fuentes de información sobre la guerra eran pocas y estaban controladas por el aparato castrense. Todo lo que se publicaba y emitía desde la zona de guerra pasaba por la vigilancia estricta de las Fuerzas Armadas.

En este artículo nos referiremos a las operaciones mediáticas decididas por las líneas editoriales de los medios de comunicación y de ninguna manera sobre los trabajadores de prensa que, en muchos casos, fueron víctimas de la censura y le represión por parte del Estado.

Los medios estatales: ATC y Télam

El gobierno de facto estableció que los únicos medios y periodistas autorizados para estar en Malvinas y transmitir desde ahí eran los medios estatales Télam y ATC.

Por ATC se emitía el noticiero 60 Minutos, conducido por José Gómez Fuentes, Silvia Fernández Barrios y María Larreta, que tenía como corresponsal a Nicolás Kazansew. Fueron los voceros oficiales de las Fuerzas Armadas. Instalaron sus equipos y transmitieron en vivo desde la zona. El mismo 2 abril, además de transmitir en vivo el desembarco de las tropas argentinas, emitieron una entrevista a Nicanor Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores, en la que hablaba de “la recuperación” de las Malvinas de manera “pacífica”. El gobierno militar acababa de iniciar una guerra contra un ejército de un país imperialista, pero prefería llamar a esa tarea una “recuperación pacífica”. Y lo explicaba de la siguiente manera: “no ha habido derramamiento de sangre, hemos entrado a las Islas de la forma que se correspondía”. Y explicaba que a partir de ese momento el Estado nacional se presentaría a las Naciones Unidas para explicar las razones de la "recuperación pacífica" y reclamar el traspaso del gobierno. Una explicación no sólo triunfalista, sino facilista y totalmente irreal.

Fueron numerosas las mentiras que desde allí se emitieron, como decir que se había averiado un portaaviones británico. Finalizada la guerra, Gómez Fuentes no tuvo problemas en explicar las razones de su actuación: "mi país estaba en guerra, y si me pedían que dijera que Gardel estaba vivo y eso contribuía al triunfo, yo no tenía ningún inconveniente en decirlo".

Fueron varios los periodistas que conformaron el equipo a cargo de la cobertura de los medios estatales y todos coinciden que el control por parte de las Fuerzas Armadas fue total. Muchos años después develaron detalles que sirvieron para desentrañar como funcionó el mecanismo que manipuló y tergiversó la información. “No podíamos entrevistar a los soldados, solo podíamos reportear a los oficiales, además un oficial de prensa nos acompañaba permanentemente” (…) “ignorábamos qué se publicaba y qué no, no sabíamos que existían tres censuras: una en las islas, otra en Comodoro Rivadavia y la última, en el Estado Mayor Conjunto. Recién cuando volví me enteré que solo se había emitido el 5% del material”, declaró Nicolás Kasenzew. A pesar de estas declaraciones, fue tan evidente la manipulación que el desprestigió lo alcanzó y decidió irse del país.

Diego Pérez Andrade era periodista de Télam. Años después de la guerra también se refirió a la actividad de la prensa. Explicó que “el gobierno militar tomaba los cables que mandábamos, se los transmitía al Estado Mayor Conjunto y no se publicaban, sólo daban algunos comunicados muy escuetos y por eso se armaba todo esa gran sanata”. Estaba prohibido referirse a las bajas argentinas, debían ocultarse, y se les exigía no dar cifras, ni datos exactos sobre ninguna de las operaciones. Durante los días que duró la guerra, el receptor de Télam estuvo custodiado durante las 24 hs. por efectivos del Batallón 601 de Inteligencia de Ejército, quienes grababan todo y remetían la información al Estado Mayor Conjunto.

Los medios privados: los casos Gente, Somos y Clarín

La legitimidad de la guerra no podía quedar en manos sólo de los medios estatales. Así es que fue clave, para fortalecer el poder de la campaña mediática, el rol de los medios de comunicación privados, cuyos propietarios y sectores gerenciales con peso editorial, mantuvieron una estrecha vinculación política y económica con los militares durante toda la dictadura.

La editorial Atlántida, con sus revistas Gente y Somos, formaron parte de la partida de los que decidieron ocultar, mentir, engañar. Con un estilo sensacionalista, que se caracterizaba por combinar muchas imágenes, poco texto y títulos que apelaban a la emoción del lector, fue de los primeros en afirmar el triunfo.

Tapa revista Gente, 8 de abril de 1982

Con un estilo diferente, más cauto, menos explícito, también Clarín formó parte de la operación mediática. Era difícil esperar otra cosa. Junto con La Nación se había comportado de la misma manera durante toda la dictadura, apoyando el golpe desde el principio. En ese momento, ambos mantenían (y mantienen aún hoy) una relación económica con el Estado, por ser socios de la única empresa que produce pasta de celulosa para hacer papel de diario, Papel Prensa. En abril de 1977, los familiares del empresario David Graiver (muerto sospechosamente el año anterior), quienes eran los accionistas de Papel Prensa, fueron detenidos y la Junta Militar decidió “la prohibición de administrar y disponer de sus bienes”. Ese mismo día, Clarín, La Razón y La Nación, se quedaron con Papel Prensa.

Collage de prensas de la época

Para los diarios, la noticia de la guerra fue tapa. Y todos se hicieron eco de la visión y la alegría militar. Clarín dedicó la mayor parte de su edición a informar acerca de los hechos en Malvinas. Su titular fue: “Euforia popular por la recuperación de Malvinas”. La Nación título: “Alborozo ciudadano por la reconquista de las Malvinas”. “Hoy es un día glorioso”, dijo La Razón. “Argentinazo: las Malvinas recuperadas”, dijo Crónica.

Tapa diario Clarín, 3 de abril de 1982

Clarín retribuyó con creces “el favor” de Papel Prensa. El 3 de abril, tituló en su tapa: “Inminente recuperación de las Malvinas”. Pocas páginas más adelante, el editorial “La reconquista de las Malvinas” afirmaba lo siguiente: “Durante 149 años y 3 meses territorio irredento, las Malvinas fueron reintegradas ayer a la soberanía de La Nación (…) Las tropas argentinas (…) fueron a reparar la agresión antigua”. Al día siguiente publicó un aviso del Banco de la provincia de Buenos Aires que decía que “Las Malvinas, liberadas. Hoy como ayer, presentes para servir a la causa de la Patria.” Uno días después, el 12 de abril, emitía una nueva solicitada del gobierno bonaerense en la que se explicaba sobre la creación de un fondo patriótico, bajo la consigna “Las Malvinas necesitan nuestra ayuda”, con el supuesto objetivo de “contribuir al mantenimiento de la reconquista de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y para consolidar el desarrollo socio-económico de esas regiones”. El lunes 10 de mayo, otro aviso sostenía que “En esta lucha los argentinos vamos a escribir la última palabra: victoria, porque somos 28 millones de soldados y porque nunca perdimos una guerra”. El 12 de mayo afirmaban que “El enemigo está peleando por su pasado y nosotros por nuestro futuro”.

La cobertura mediática de la guerra de Malvinas devela que, por decisiones patronales y editoriales, la mayoría de los grandes medios de comunicación fueron transmisores de una visión que no tenía ningún asidero con la realidad de lo que ocurría en el campo de batalla. Ocultaron datos y mintieron deliberadamente. Entre sus razones: convicciones ideológicas y negociados con el Estado.