Presentamos las palabras que, como hija y nieta, dijimos en el acto realizado en homenaje a César Robles, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) asesinado por la Triple A, en 1974, junto a otras compañeros y compañeros que abordaron distintos aspectos de su vida, del valor de su militancia y sobre la impunidad que aún hoy tienen sus asesinos intelectuales y materiales.
El pasado sábado 20 de mayo se realizó un homenaje a César Robles, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), secuestrado y asesinado por la Triple A en 1974. Como iniciativa de Caballito por la Memoria y familiares, se colocó una baldosa en la Plaza Primera Junta, lugar donde fue secuestrado y horas después asesinado.
Además de familiares y amigos de militancia como Laura Marrone, compañera de César, estuvieron presentes Myriam Bregman, diputada nacional y Alejandrina Barry, legisladora de CABA, ambas del PTS junto a otros integrantes del CeProDH, como Liliana Mazea, cabeza de querella de la causa Triple A. Nora Zaldúa, hermana de Adriana Zaldúa, asesinada por la Triple A en 1975, en la Masacre de La Plata. También estuvieron presentes dirigentes como Raúl Godoy, dirigente ceramista y diputado provincial mandato cumplido, junto a Pato del Corro y Titín Moreira, quien habló por la dirección del PTS. Miguel Sorans a su turno habló por Izquierda Socialista, junto a una nutrida delegación encabezada por Mercedes Petit y Juan Carlos Giordano. Al final, Orlando Mattolini, quien era dirigente de la Regional Córdoba del PST, tomó la palabra e hizo un semblante de César como el principal dirigente asesinado del PST, dando punto final a un acto que todos coincidían fue profundo y emotivo.
También se anunció la salida de la página web www.cesarrobles.org.ar, con su biografía, la situación de la causa Triple A, fotografías, etc., y que seguiremos completando.
Este homenaje a César Robles también está atravesado por el 54 aniversario del Cordobazo que abrió un ascenso revolucionario de los sectores obreros y populares, y el 48 aniversario de la Masacre de Pacheco, cuando la Triple A asaltó el local del PST de El Talar (Gral. Pacheco) y secuestró a seis militantes (tres fueron acribillados). A través de él homenajeamos también a toda una generación militante por la revolución obrera y socialista.
Andrea Robles: “A 40 años del restablecimiento de la democracia, es bueno reflexionar sobre este período que se constituyó en la antesala de la dictadura”
Hoy nos toca homenajear a mi padre, César Robles.
Desde que me comentaron la propuesta, Laura y Silvia, a fines del año pasado, en estos meses, volví a recorrer su vida y su militancia, inserta en un período signado por grandes hechos de nuestra historia.
Su muerte no fue natural o por accidente, no fue porque había violencia entre la derecha y la izquierda, no fue un exceso de las fuerzas represivas, u ocasionado por el ataque de un grupo de ultraderecha, y tampoco fue durante la dictadura militar.
Fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A o las Tres A, como se la conoció en la época, creada en 1973, comandada por la mano derecha del general Perón, José López Rega, desde el Ministerio de Bienestar Social, y por el comisario general de la Policía Federal, Alberto Villar, personal policial y de la seguridad privada, elegidos personalmente por el mismo Perón, quien llegó a la Argentina para cumplir su tercer mandato presidencial. Centralizando a los miembros de las agrupaciones ultraderechistas, de las patotas sindicales y policías desacreditados de la fuerza, que ya venían actuando contra el activismo obrero y estudiantil, se puso en pie la Triple A, que llevó a cabo entre 1500 y 2000 asesinatos.
La baldosa que estamos colocando es porque César, que comenzó a militar a inicios de los ‘60 bajo las banderas del trotskismo de la corriente dirigida por Nahuel Moreno, fue parte de toda una generación de trabajadores y estudiantes que se inicia con las revoluciones políticas en Europa central y muy particularmente al calor de la Revolución cubana, la intervención norteamericana en la guerra de Vietnam, el ascenso obrero y estudiantil que marcó como epicentro el Mayo Francés, es decir, frente a la crisis del status quo establecido a la salida de la Segunda Guerra Mundial, que se profundiza a nivel económico, con la crisis del petróleo en 1973.
Es una generación que en nuestro país se fue fogueando en distintas peleas contra los gobiernos constitucionales o militares, que se sucedieron con el peronismo proscripto, contra las patronales y la burocracia sindical, sobre la base de la emergencia de una clase obrera concentrada en grandes fábricas y empresas que quieren recuperar las conquistas perdidas. Desde fines de los 50 y hasta poco después del asesinato de César, la historia argentina está marcada por la experiencia obrera y la de un movimiento estudiantil que al calor del espíritu de la época bregan por la liberación nacional, por la revolución, por el socialismo. Ya a fines de los sesenta, mi papá era un dirigente destacado por su participación en huelgas obreras como las de Philips, en Capital, la de portuarios en zona sur del Gran Buenos Aires, y también fundó la regional de zona norte del Gran Buenos Aires.
En pocos días, el 29 de mayo, se va a cumplir un nuevo aniversario del Cordobazo de 1969, la gran gesta que hirió de muerte a la dictadura de Onganía y que abrió una nueva situación de cuestionamiento del orden social. Gran parte de esa vanguardia muy extendida albergaba la ilusión de una vuelta de Perón en pos de una patria liberada, una patria socialista, de una “revolución nacional y popular”. Pero para los trotskistas como César la perspectiva que se abría era la lucha por una alternativa independiente de la clase obrera, por la revolución socialista, una perspectiva que se fue abriendo paso.
A inicios de 1970, César se trasladó a Córdoba con Orlando Mattolini, que está aquí con nosotros, y construyen la regional, que había quedado sin militantes luego de la ruptura del partido entre la fracción liderada por Roberto Santucho, que termina fundando el PRT-ERP de orientación guerrillera, y la corriente que dirige Moreno que funda el PST. A los pocos años ya eran 200 militantes, muchos de la vanguardia clasista y de procesos como el SITRAC-SITRAM, del que ingresaron varios de sus dirigentes más importantes, con el Petiso Páez a la cabeza.
Es en este contexto, de cuestionamiento al régimen, que la vuelta de Perón persigue el objetivo de restablecer la normalidad burguesa mediante el Pacto Social, como política por excelencia, apelando a las grandes ilusiones de las masas en él y para lo cual debe poner en caja a la izquierda, peronista o no, para aislar y separar a esa amplísima vanguardia de los sectores de masas. La masacre de Ezeiza fue una carta de presentación de esa política, planificada por el ala derecha del peronismo y Jorge Osinde, especializado en inteligencia militar, y en ese momento consejero militar y político de Perón, a la que siguió la creación de la Triple A y las leyes represivas contra las comisiones internas y métodos de lucha de la clase obrera de ese entonces.
A inicios del 74, la crisis económica atizó el clima social y las luchas obreras que en los hechos pusieron en cuestión el Pacto Social. A fines de febrero, el jefe de la policía cordobesa –el tte. cnel. Domingo Navarro– encabezó un golpe de Estado junto a comandos de ultraderecha, que culminó con la destitución del gobernador y vice, Obregón Cano y Atilio López, referenciados en la izquierda peronista. El gobierno de Perón firmó una disposición, aprobada por el Parlamento, que en los hechos avaló el golpe cordobés, poniendo a la provincia bajo control federal, una intervención que llegó con más represión.
En la zona norte del Gran Buenos Aires, con peso en las metalúrgicas opositoras a la burocracia sindical, el PST recibió un durísimo golpe, primero con el asesinato del Indio Fernández, subdelegado de la Fundición Cormasa, y, tres semanas después, también un 29 de mayo, con la Masacre de Pacheco. El asalto al local partidario, secuestro y posterior asesinato a tres militantes que se encontraban allí fue considerado un salto en la represión. Rodolfo Ortega Peña, intelectual de izquierda, defensor de presos políticos, diputado nacional por el Peronismo de Base, posteriormente también asesinado por la Triple A, haciéndose eco del impacto que provocó la masacre fue el primero que señaló como responsable directo al general Perón, caracterizando que la represión apuntaba a quienes estando insertos en el ámbito de la clase trabajadora, ante la imposibilidad de contener su radicalización, significaban un peligro para la burocracia sindical y para la política del Pacto Social.
Muerto Perón, bajo el gobierno de Isabel Martínez, sin la popularidad de su marido, y de la mano de López Rega, el accionar de la represión de la Triple A, con la cada vez mayor ayuda del ejército, no hizo más que profundizarse. El rol del principal partido burgués de oposición, la Unión Cívica Radical (UCR) quedó sellado cuando el jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, lamentó, al igual que las 62 organizaciones, el asesinato de Villar, el jefe de la Triple A, y en 1975 llamó a terminar con la “guerrilla” fabril.
La represión al PST, con la Masacre de Pacheco, con el asesinato de César, uno de los principales dirigentes del partido y reconocido en la vanguardia cordobesa y con la Masacre de La Plata, en 1975, o sea, en los bastiones centrales de la clase obrera, se explican por qué, aunque era una minoría, fue significativa del carácter de clase que adoptó la represión.
Días después de los allanamientos del 9 de octubre, a los locales de la izquierda y de sindicatos combativos en Córdoba, con pintadas en las paredes firmados por la Triple A, con una feroz represión y 250 detenidos, entre los que estuvo mi papá, vio con suma claridad –en un texto que escribió– que su nombre estaba inscripto en uno de los probables objetivos. Tres semanas después iba a ser asesinado.
¿Por qué esta tajante impunidad respecto a los autores materiales e intelectuales?
En primer lugar, porque fue asesinado en “democracia”.
A 40 años de su restablecimiento, es bueno reflexionar sobre la falsa antinomia con respecto a la dictadura que muchas veces se intenta entablar respecto a la represión estatal, con este período que se constituyó en la antesala de la dictadura militar.
Porque se buscó, desde el comienzo, con el acuerdo de impunidad entre Alfonsín e Isabel, incluso con la reapertura de la causa Triple A, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, con los famosos carteles aparecidos a los pocos días firmados por las 62 organizaciones que decían “No jodan con Perón”, desvincular a Perón, buscando por todos los medios preservar su figura, muy útil al peronismo y al régimen que sostiene este sistema. La impunidad notoria de los responsables intelectuales y materiales se explica por el hecho que muchos de ellos siguieron y siguen en funciones en el Estado, en los gobiernos, o en los sindicatos.
Esta baldosa, en la que quedan inscriptas, como una llama encendida, la causa más grande y más plena por la que se pueda vivir, espero sea inspiradora –y posiblemente deba ser defendida– por las y los jóvenes y trabajadores descontentos con este sistema, que aborrecen a la derecha, que suelen pasar a diario por este lugar.
En mis cuarenta y un años de vida militante en el trotskismo y desde el Partido de Trabajadores Socialistas, buscaremos mejorar, porque eso es lo que nos corresponde a los revolucionarios, aprender de las lecciones del pasado, para forjar el presente y preparar el porvenir.
Me reconforta encontrarme en la misma trinchera que mi padre, junto a mi hija, su nieta, Magali, a quien ahora le cedo la palabra.
Muchas gracias.
Magali Peralta: “Levantando las banderas por una revolución obrera, por las que luchaba mí abuelo y miles en los 70”
Desde que tengo memoria, todos los 24 de marzo marchó junto con mí mamá, y miles de militantes, familiares y organizaciones. Desde que soy chiquita me fueron contando por qué no conocí a mí abuelo, por qué lo mataron, pero sobre todo por qué peleaba, por qué quería un mundo mejor para los trabajadores y una revolución socialista.
Por eso la importancia de este homenaje y de recordar las banderas que levantó durante sus años de militancia y por las que lo mataron, la Triple A que formó Perón, persiguió y asesinó a militantes que daban la vida por cambiar de raíz la sociedad, y por la que miles seguimos peleando, y seguimos luchando por Memoria, Verdad y Justicia.
Muchas veces en debates, incluso en materias de historia, hablan de la teoría de los dos demonios, de excesos, o de víctimas inocentes, pero muchos elegimos hablar de las luchas enormes, las movilizaciones masivas, las huelgas y la organización en las fábricas, que hasta dieron vuelta gobiernos y se preparaban para una pelea que iba más allá de las demandas inmediatas, por cambiar el sistema en el que vivimos.
Hoy que los medios le dedican horas a la derecha rancia, negacionista, anti derechos, que no solo tiene odio, también tiene miedo al avance de la izquierda y de la organización de los trabajadores, seguir peleando y levantando las banderas por una revolución obrera, por las que luchaba mí abuelo y miles en los 70, es la mejor forma de mantener viva su lucha, multiplicando las banderas socialistas y haciéndole llegar a miles y miles que otra sociedad, que una vida que valga la pena vivir es posible, que no hay que resignarnos y que luchar es la mejor forma de atravesar la vida, que la salida es colectiva y que tenemos un nuevo mundo por ganar.
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